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Preocupados por Cuba, muy preocupados

Fuentes: Rebelión

Revisado por Caty R.

Es sorprendente la preocupación que muestran los medios de comunicación, la gente, los amigos y todo el mundo por lo que pasa o deja de pasar en Cuba. Cualquier detalle adquiere vida propia y acaba en la primera plana de todos los periódicos y televisiones o en cualquier tertulia. No estamos hablando de EEUU ni de China o de la Unión Europea, no. No se trata de ningún país colosal por su población, extensión, riqueza o potencial económico; no hablamos de un estado que pueda romper el equilibrio mundial ni regional. Tampoco tiene yacimientos cuantiosos -de nada que valga la pena- que puedan satisfacer las necesidades crecientes e insaciables del mundo hegemónico Occidental que controla y domina el globo económica y militarmente.

¿Por qué entonces tanta preocupación? Cuba, para hacernos una idea de su potencial peligrosidad, con once millones de habitantes y 110.000 kilómetros cuadrados de superficie, es poco más grande que Portugal en población y extensión, y es uno más de tantos países de América, aunque por el bombo que le dan parece que ocupase toda América y fuera el amo del continente y del resto del mundo. Está claro: Cuba es un peligro, aunque no se sabe exactamente muy bien por qué; con lo poco que es y lo poco que significa, no se entiende a qué viene tanta preocupación. Seguramente, serán razones ocultas -que se escamotean- las que originan tanta preocupación, cuando Cuba ni siquiera tiene el control de su propio territorio. A los cubanos les está prohibido acercarse a una parte de su suelo soberano de Guantánamo y algo similar sucede con el espacio aéreo o marítimo, que se violan con frecuencia. Ante estas intimidaciones y provocaciones tiene que moverse con precaución conociendo y sufriendo a diario la política internacional del doble rasero. La isla es la más isla de todas las islas, la más asediada desde hace más tiempo.

Es de destacar que la Asamblea General A/53/293 de las Naciones Unidas de 1998, dedicada a «los Derechos Humanos y medidas coercitivas unilaterales» decía exactamente que «la promulgación y aplicación de la Ley Helms-Burton de sanciones contra Cuba es un ejemplo, el más despótico, del unilateralismo de Estados Unidos en las relaciones internacionales». El bloqueo y las sanciones de todo tipo, sin ninguna explicación de los motivos, se condenan incluso por las Naciones Unidas y han sido y siguen siendo el azote de la población cubana. Un bloqueo como ese durante un mes sobre cualquiera de los países de la Unión Europea provocaría su paralización y la hecatombe; y en EEUU bastaría con una semana, no sólo por la dependencia de aprovisionamiento de todo tipo de recursos y materias primas, sino porque la economía de mercado occidental funciona y vive de expectativas, es decir, es un puro negocio y como tal sólo las expectativas, favorables y a corto plazo, la mantienen; en caso contrario o de incertidumbre, el castillo se derrumba; sólo cuentan los beneficios, no las personas; el modelo carece de cualquier fin social.

¿Cómo ha podido Cuba resistir casi medio siglo de bloqueo, asedio y atentados? Sólo una sencilla fórmula que, como el agua, tiene dos únicos componentes: solidaridad y organización. Así de sencillo para los cubanos, aunque no tanto para sus enemigos que todavía no lo han entendido. Pero no son sólo palabras: en el año 2005 unos tremendos huracanes asolaron el Caribe y especialmente Cuba, pero gracias a la solidaridad y la organización (a pesar de la pobreza) todos se salvaron. Los mismos huracanes asolaron EEUU y la insolidaridad y la «organización» especulativa gubernamental provocaron en Nueva Orleans una catástrofe que afectó a los de siempre, a la población, que quedó reducida a la mitad en un año, por muertes o emigraciones como consecuencia del abandono de su gobierno. Ni siquiera por desidia, sino por no ser un objetivo estratégico (del Pentágono) al que le hubieran sobrado recursos. No parece que sea necesario dar más detalles de la actuación y respuesta dada por cada uno de los dos gobiernos y de su organización social y sus prioridades. Las consecuencias del huracán Katrina en Cuba y EEUU son elocuentes en sí mismas, pero se acentúan si se añaden las posibilidades económicas y materiales de cada país y la ausencia o presencia del binomio solidaridad y organización.

Pero a pesar de todo, siendo tan poca cosa y después de lo dicho, todos siguen muy preocupados por Cuba: se preocupan, dicen, porque no tiene libertades, porque no hay democracia, porque es pobre. Y no les falta razón, todo eso es verdad, pero nadie se plantea las mismas cuestiones sobre decenas de países del continente americano y del resto del mundo, cuando en Cuba hay menos mortalidad infantil que en cualquiera de esos países, incluido EEUU, menos analfabetismo y más desarrollo cultural, menos miseria y más solidaridad, menos «libre mercado» y más mercado social, equitativo. Y en esto está o no está la democracia, esos son los referentes, los que determinan sin dudas porqué hay más democracia y más participación democrática en Cuba que en EEUU o en cualquiera de los demás países americanos.

Aún hay más, Cuba no ha participado en los miles de vuelos secretos estadounidenses con la complicidad y participación de los países democráticos de la Unión Europea, ni tiene cárceles secretas en las que se tortura legalmente y se mantiene prisioneros durante años a los secuestrados, como ocurre en EEUU con cualquier sospechoso. En Cuba sólo hay un Guantánamo -no consentido por los cubanos- y desde luego no hay ningún Abu Graib ni ninguno de tantos otros infiernos estadounidenses, y de algún otro país, repartidos por el mundo.

Pero, ¿por qué tanta preocupación? Porque Cuba es un proyecto libre e independiente. Cuba es una idea en marcha consolidada. Y esta idea en marcha da mucho miedo: su proyecto y su «mal ejemplo» asustan. Y asustan más cuando a todo lo anterior se añade que Venezuela, Bolivia… y tantos otros que no quieren seguir siendo colonias también se convierten en una amenaza igual que Cuba, origen del foco contagioso.

Estas dos cuestiones arman el entramado conceptual de lo mediático: lo que es Cuba y, por otra parte, lo que puede significar en el contexto de la influencia mundial donde nunca tan poco -un pequeño e insignificante país- fue tanto en los quebraderos de cabeza de la Unión Europea y de su asustado imperio estadounidense, que ni duerme, obsesionado por la existencia de la isla. ¿Qué otra explicación tiene?

A pesar de todo, a pesar de tantas contradicciones, nunca se han visto tantas preguntas ni tanta preocupación por la democracia, elecciones, libertades, derechos…, la lista es interminable. Al mismo tiempo, ya que es un país que se visita tan frecuentemente, sobre todo por españoles que ni siquiera tienen la barrera del idioma para colarse en cualquiera de los ambientes de las ciudades, pueblos y barrios, dan ganas de preguntar a todos esos turistas que vuelven con tantas dudas a qué se ha dedicado allá si no se han enterado de dónde han estado. Por no hablar de los que no han ido y sin embargo lo saben todo sobre Cuba y están de vuelta.

En Cuba sigue habiendo menos analfabetos, pobres, delincuencia, presos, drogas, inseguridad ciudadana, racismo y hasta muchas más libertades, sí libertades, que en cualquier otro país del continente americano, incluido EEUU por supuesto, pero claro, con matizaciones. En determinados países, en determinados modelos de país, puede entrar todo el que tenga dinero en cantidad ya sea árabe, musulmán, cristiano, ateo, dictador o delincuente. Pero ninguno de estos delincuentes puede entrar en el otro modelo de país, Cuba, en el que sucede justamente lo contrario. No es necesario especificar a dónde van de compras y a veranear los mayores dictadores, las mayores fortunas, los mayores criminales y dónde tienen depositadas sus fortunas. Tampoco parece necesario decir lo queridos y populares que son semejantes personajes en sus propios países y menos cómo viven sus súbditos -miseria, paro, emigración- en lo material y en lo democrático. No hace falta decir dónde sucede todo esto y menos quiénes son los invitados permanentes y quiénes los anfitriones. Tampoco parece necesario insistir en que Cuba no es precisamente un paraíso para estos personajes, aunque sí lo era y mucho hace medio siglo; pero las cosas han cambiado y eso parece que es el origen y la causa de la preocupación de tantos.

En Cuba hay más estabilidad democrática que en cualquier otro país y así se demuestra que cuando Fidel Castro estuvo gravemente enfermo en la UVI, en plena «crisis» cubana nada menos que el Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón, dedicó casi una semana a participar en las jornadas «La Humanidad frente al Imperialismo» en Oviedo, junto con varias decenas de otros destacados conferenciantes, en octubre del año pasado, participando en mesas redondas, asistiendo desde el patio de butacas, como los demás, a las conferencias de otros ponentes o en el vestíbulo del Teatro Filarmónica compartiendo tertulia en los descansos, en las comidas y cenas, todo sin ningún problema y mezclándose con todos, conferenciantes y público asistente.

Esta multitud de dudas, interrogantes y certezas sobre Cuba se han estancado hace años y no evolucionan, ya se han convertido en tópicos. En vez de preguntar tan insistentemente si hay democracia, libertades y toda la letanía, ¿por qué no miran a su alrededor donde la respuesta está más que servida? No se trata de que la corrupción y el crimen generalizados eximan de nada, no es que el mal ajeno resuelva el propio, pero sí es necesario, como mínimo, relativizar las situaciones y sus causas. También convendría señalar y apuntar hacia el origen de lo que sucede y hacia los motivos y fines de los que promueven y mantienen la situación de tanta miseria y pobreza. Cada día mueren de hambre 36.000 personas en el mundo, pero me imagino que después de grandes sufrimientos, anemias, dolencias, dolores, asco o quién sabe qué tragedias, pero en todo caso ¿Es Cuba responsable de estas muertes? Da la impresión de que no, a juzgar por los millones y millones de dólares que otros -sus detractores, los que se preocupan- recaudan por la exportación de armas, patentes de medicamentos, alimentos, por lo que invierten en invasiones, guerras, bombardeos, ocupaciones y en las miles de bases militares equipadas hasta los topes con todo tipo de armas prohibidas -también nucleares- que poseen la mayoría de los países cuyos presidentes y sus gobiernos son tan bien recibidos y agasajados en los encuentros internacionales, siempre en los lugares de recreo y ocio, donde se celebran las reuniones de «trabajo».

Los partidos políticos, incondicionales administradores a sueldo -cómplices- del sistema y la presión mediática interesada, junto con la ausencia de espíritu crítico y de rebeldía ideológica, son la causa y están en el origen. Son los responsables de seguir el juego, de rechazar o aceptar -como está sucediendo- todo este montaje. Y así nos va.