Durante la guerra revolucionaria de 1952 a 1959, la tiranía de Batista dispuso de amplio apoyo del gobierno de Estados Unidos que contaba con consejeros militares en cada arma y cada rama de las fuerzas armadas y la policía de Cuba. La base militar de Guantánamo fue suministrador de combustible y municiones para los aviones […]
Durante la guerra revolucionaria de 1952 a 1959, la tiranía de Batista dispuso de amplio apoyo del gobierno de Estados Unidos que contaba con consejeros militares en cada arma y cada rama de las fuerzas armadas y la policía de Cuba. La base militar de Guantánamo fue suministrador de combustible y municiones para los aviones del dictador, que bombardeaban indiscriminadamente las áreas rurales y los poblados indefensos.
Poco después del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, la Administración estadounidense de Dwight Eisenhower comenzó a fomentar acciones de subversión contra Cuba negada a admitir el advenimiento al poder en Cuba de un gobierno sin la venia de Washington. A fines del primer mes del primer año del período analizado, la CIA empezó a introducir saboteadores en Cuba, una práctica que se repitió durante mucho tiempo.
El 6 de julio de 1960, el gobierno de Estados Unidos suspendió la cuota azucarera asignada a las exportaciones de Cuba y la isla respondió con la nacionalización de los centrales azucareros que eran de propiedad norteamericana. Seguidamente, el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos recomendó al Presidente que autorizara una invasión de la Isla.
El 15 de abril de 1961, cuando la fuerza invasora estaba en camino hacia Cuba, varios aeropuertos cubanos fueron atacados por bombarderos procedentes de Estados Unidos y al día siguiente Fidel Castro anunció al mundo el carácter socialista de la revolución cubana.
Horas después, una fuerza interventora de 1 500 mercenarios reclutados, armados y dirigidos por la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), desembarcó en Cuba por la bahía de Cochinos, integrada por una tropa de policías torturadores y pistoleros paramilitares de la tiranía batistiana y otros exilados contrarrevolucionarios radicados principalmente en Miami.
La invasión de la bahía de Cochinos constituyó un humillante fracaso para Estados Unidos porque fue derrotada en tan sólo 72 horas. Ciertamente, los defensores sufrieron más bajas que los invasores derrotados, estos últimos mejor equipados y entrenados pero sin los recursos morales necesarios para el enfrentamiento.
Los prisioneros fueron devueltos a Estados Unidos a cambio de alimentos para los niños cubanos. Ni un solo prisionero fue asesinado, torturado o vio menoscabado sus derechos humanos, como confirmación de fidelidad de la revolución cubana a principios éticos que ya la habían caracterizado durante la etapa de la lucha insurreccional y en la guerrillera.
Doce sucesivos gobiernos estadounidenses, desde entonces, han intentado acabar con a la revolución cubana por todos los medios a su disposición. Sólo se ha visto excluida la agresión militar directa de las fuerzas armadas regulares de Estados Unidos.
Durante los primeros años de la revolución, varios presidentes norteamericanos comprometieron la seguridad de EEUU reclutando servicios del crimen organizado para acciones contra Cuba.
Con acciones terroristas de Estado, Washington ha provocado la muerte de 3 500 cubanos y dejado imborrables huellas físicas o mentales en al menos otras dos mil 500 personas más.
Los actos terroristas han incluido la explosión de un avión de pasajeros en pleno vuelo en el que perecieron sus 73 pasajeros; el asesinato de diplomáticos cubanos en varios países, incluyendo las Naciones Unidas en Nueva York; la explosión de bombas en fábricas, hoteles y objetivos económicos; el hundimiento en aguas internacionales y jurisdiccionales cubanas de buques con banderas de varias naciones; acciones de guerra bacteriológica, y repetidos atentados (más de 600) contra la vida de Fidel Castro.
El bloqueo económico, que se ha ejecutado contra Cuba durante más de medio siglo, eufemísticamente llamado «embargo» en los medios estadounidenses, ha tenido para Cuba un costo en casi seis décadas de 822 280 millones de dólares estadounidenses, tomando en cuenta la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional. Sólo de abril de 2016 a junio de 2017, ha causado a la isla pérdidas por 4 305,4 millones de dólares, según el informe presentado por Cuba a la Asamblea General de las Naciones Unidas el primer día de noviembre actual.
A fin de justificar una agresión militar directa, los estrategas estadounidenses han recurrido a los más diabólicos esquemas dirigidos a proporcionar pretextos para una invasión que solo han sido revelados muchos años más tarde, al ser desclasificados los documentos correspondientes de sus servicios secretos.
Comoquiera que quienes manipulan y controlan los medios de prensa a escala global responden a idénticos intereses que los diseñadores de las políticas y estrategias que generan esas engañosas acciones oficiales estadounidenses, la opinión pública mundial debería considerarlas a la luz de las manipulaciones y pretextos relacionados con los recientes supuestos ataques sónicos contra funcionarios de la Embajada de EEUU en La Habana.
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