En diversos artículos nos hemos ocupado de presentar el «currículum» de empresas emblemáticas del actual capitalismo (Inditex, El Corte Inglés, REPSOL, etc.), y aquí vamos a tratar otro claro ejemplo de las mismas, como es la archifamosa y superconocida consultora Price WaterHouse Coopers (PWC), otra joya del capitalismo. De entrada, las empresas que se adhieren […]
En diversos artículos nos hemos ocupado de presentar el «currículum» de empresas emblemáticas del actual capitalismo (Inditex, El Corte Inglés, REPSOL, etc.), y aquí vamos a tratar otro claro ejemplo de las mismas, como es la archifamosa y superconocida consultora Price WaterHouse Coopers (PWC), otra joya del capitalismo. De entrada, las empresas que se adhieren al epígrafe «Consultoría» ofrecen el mejor comodín para dedicarse absolutamente a todo, a cualquier negocio o actividad, pues el paraguas de una empresa consultora parece taparlo absolutamente todo, y todo cabe dentro de sus oscuros límites. Pero además, es ciertamente sospechoso que de todas las consultoras famosas que podemos nombrar, empresas todas ellas de envergadura internacional, PWC esté metida siempre hasta en la sopa. Ello es claramente indicativo de que hay o puede haber juego sucio, pues según las leyes de la competencia del mercado, dicha situación no debería ser normal.
Tomaremos como referencia, entre otras fuentes, este artículo de Pablo Elorduy en el medio Diagonal, para ilustrar los avales de esta famosa empresa. PWC es una multinacional británica (con presencia del mercado hispanohablante, además de España, sobre todo en México y Colombia) cuya actividad en nuestro país se remonta a la auditoría del Banesto de Mario Conde, y a partir de ahí, su influencia en nuestro panorama económico y social es determinante. En el madrileño Paseo de la Castellana se alza su emblemática Torre, y está en la lista de las cuatro consultoras más importantes del mundo. Fundada en 1849, está adscrita a la categoría oficial de «Industria: Servicios Profesionales», como nos cuenta su página en español de Wikipedia. En 2011 sufrió el último cambio de nombre e imagen corporativa, y sus principales actividades de negocio «declaradas» son la Consultoría de Negocio y Financiera, el Asesoramiento Legal y Fiscal, y la Auditoría de Cuentas. Cuenta con más de 208.000 empleados en todo el mundo, y unos ingresos anuales declarados de más de 35.000 millones de dólares. En España, la firma ha trabajado con un 97% de las empresas del IBEX-35, y a nivel internacional, el panorama no va a la zaga. Con presencia en más de 157 países, está catalogada como una de las Big Four (las Cuatro Grandes, junto con Deloitte, Ernst&Young y KPMG).
Aunque su fundación es mucho más antigua, la configuración actual y envergadura de esta gran empresa transnacional data de 1998, cuando tuvo lugar la fusión entre Price Waterhouse y Coopers & Lybrand, otra antigua consultora. Bien, con todo este palmarés, podríamos comenzar por preguntarnos: ¿a qué se dedica esta empresa? La respuesta es que no existe respuesta, o si se quiere, que se dedica a todo y a nada. Nos explicaremos: en realidad, PWC es el prototipo de empresa privada a la que los Gobiernos e Instituciones públicas (y privadas) encargan, digamos, los ·»trabajos sucios» bajo esta era neoliberal. Algunos ejemplos: su influencia en la configuración y tendencias del mercado laboral actual, de las pensiones o de la sanidad, sus prácticas de «revolving doors» o puertas giratorias, o su experiencia en los más avanzados métodos de elusión fiscal. Por eso la hemos catalogado como una auténtica «joya» del capitalismo actual, emblema de aquéllas empresas que se dedican a diseñar, en definitiva, los mimbres del mundo actual, globalizado y capitalista. Y así, el copago sanitario, las reformas del mercado de trabajo, de la educación, de la fiscalidad, de la defensa, de la energía, o de la ciberseguridad, se deben a la «inteligencia» y a la «ingeniería social» de esta empresa.
La Fundación Lealtad, las empresas del IBEX-35 y la Escuela de Negocios ESADE, son otros pilares donde se apoya PWC para sus «actividades». Pero PWC también actúa de lobby de ciertos sectores empresariales, por ejemplo, vigilando y presionando para evitar una regulación desfavorable para el sector financiero. Y como hemos indicado, una de las actividades estrella de la compañía consiste en «asesorar» a sus clientes (otras grandes empresas) sobre la mejor manera de evadir impuestos. Por su parte, este artículo de Luisa Lores para el medio Nueva Tribuna detalla que PWC auditó la fusión de Bankia y de las cajas gallegas, que supusieron un agujero de más de 30.000 millones de euros. Como sabemos, Bankia tuvo que ser rescatada, suponiendo el importe de dicho rescate el mayor con diferencia de todas las entidades financieras públicas de nuestro país. Luisa Lores indica textualmente, sobre las actividades de PWC: «Sus informes son favorables a las multinacionales y contrarios a las personas, ya que PWC recomienda incrementar los copagos, generalizar la colaboración público-privada, impulsar la desgravación de los seguros sanitarios privados, mantener el trabajo temporal, promover la innovación según criterios de rentabilidad, potenciar la industria de armamento e incrementar las centrales nucleares«. Con todo este arsenal, en un mundo realmente democrático, sería una perfecta candidata para ser expropiada de sus recursos, y sus altos directivos y responsables, enjuiciados y condenados por crímenes contra la humanidad. Pero lejos de eso, PWC está considerada en la más alta estima en el oráculo de las empresas de nuestro mundo neoliberal.
Hemos de tener presente que el volumen de información que empresas de este tipo manejan sobre nosotros es prácticamente ilimitado (y con tendencia a crecer), de tal manera que su propósito no es la salud, la educación o la atención a las personas dependientes, sino los estudios de mercado, que les permitirán mediante análisis de rentabilidad comercial asesorar a Gobiernos e Instituciones para construir una sociedad más injusta, con menor redistribución de la riqueza, y más peligrosa. Son empresas que juegan con un inmenso material de conocimiento e información pública de métodos, sistemas y ciudadanos, suponiendo una intolerable transferencia y uso del mismo hacia el capital privado. Su personal es formado en las más «prestigiosas» Escuelas de Negocio, y luego se sitúan estratégicamente en puestos de la Admnistración Pública, desde donde impulsan las reformas pertinentes, que favorezcan toda esta migración hacia el modelo de sociedad que persiguen. De hecho, otra gran práctica que brilla en el currículum de PWC son las puertas giratorias, donde destacan nombres como Jordi Sevilla (responsable del programa económico del PSOE), Luis de Guindos (Ministro de Economía y Competitividad en funciones, responsable para España del sector financiero de PWC hasta 2008), Jaume Matas (PWC fichó a este personaje como «experto en cambio climático»), o altos dirigentes políticos de la formación política de Albert Rivera. Y por supuesto, en el mercado británico las puertas giratorias también son práctica habitual, como en el caso de Alan Milburn, ex Secretario de Salud durante el Gobierno de Tony Blair.
Y por supuesto, el capítulo de la «mierda empresarial» no desmerece en PWC, derivado lógicamente de las múltiples actividades, muchas de ellas ilícitas, donde la compañía se ha visto inmersa. Por ejemplo, esta consultora está implicada en el caso de la venta de pisos del IVIMA (Instituto de la Vivienda de Madrid) a los fondos de inversión Goldman Sachs y Azora. Como sabemos, estos fondos buitre se han hecho con miles de viviendas de bloques de protección oficial, han rescindido los antiguos contratos de sus legítimos dueños, y ahora imponen nuevas condiciones abusivas a las familias que habitan dichos pisos. En definitiva, una forma absolutamente ruin, mezquina y miserable de ganar dinero. Pero mientras las leyes y las instituciones lo permitan…Pero no acaban ahí los escándalos. La Fiscalía acusa a 47 cargos de la división española de la empresa de no haber declarado 21 millones de euros por la venta de la División de Consultoría a la multinacional norteamericana IBM. PWC también está inmersa en casos de discriminación de género (caso de Ann Hopkins, discriminada por la empresa por no ser «suficientemente femenina»), las ayudas al banco británico Northern Rock durante la burbuja de las hipotecas subprime, o el caso de corrupción para favorecer la privatización del agua en Nueva Delhi.
Pero la lista completa es mucho más larga, existiendo condenas por todo el mundo, por sus prácticas de fraude contable y favoritismo en las privatizaciones a diversas empresas de múltiples sectores. Y por su parte, la filtración de documentos del escándalo financiero conocido como «Luxembourg Leaks» puso en el centro del debate político el presunto caso de fraude fiscal, donde PWC actuaba como proveedora de información confidencial (junto con sus compañeras del Big Four) para 370 compañías multinacionales, que evadieron impuestos mediante la domiciliación de sus actividades en Luxemburgo, donde contaban con enormes beneficios fiscales. Un escándalo en el que también resultan implicados los entonces Primer Ministro de Luxemburgo (Jean-Claude Juncker) y Ministro de Finanzas de Holanda (Jeroen Dijsselbloem), a la sazón Presidente de la Comisión Europea y del EuroGrupo, respectivamente, los dos cargos más importantes de la UE. El círculo se cierra. Éstos personajes y empresas son los que gobiernan y modelan el mundo de hoy. Cuidado con ellos, porque están fabricando un mundo oscuro, peligroso y deleznable que nos será muy difícil revertir, cuando nos demos cuenta de los tentáculos que tienden en nuestra sociedad.
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