Recomiendo:
0

Problematizando a la bioética

Fuentes:

La Bioética está de moda. Se escriben libros y libros sobre el tema, se organizan conferencias en torno a la eutanasia, se escriben artículos que hablan de los riesgos de los transgénicos, se exhiben programas en la televisión sobre la clonación. Ya hay muchos (demasiados) especialistas sobre estas cuestiones… Que la Bioética esté tan de […]

La Bioética está de moda. Se escriben libros y libros sobre el tema, se organizan conferencias en torno a la eutanasia, se escriben artículos que hablan de los riesgos de los transgénicos, se exhiben programas en la televisión sobre la clonación. Ya hay muchos (demasiados) especialistas sobre estas cuestiones… Que la Bioética esté tan de moda y con tantos «especialistas» me genera suspicacias, sospechas de que hay algo más de fondo en este asunto. Sin embargo, es necesario admitir que, más allá de modas y «especialistas», los temas ahora denominados «bioéticos» son objeto real de discusión y reflexión cotidiana de mucha gente. Tal vez porque la vida y la muerte, problemas éticos por excelencia, son temas comunes a todos los seres humanos, siempre polémicos y difíciles de dilucidar. Por eso, en casi todos lados y casi todo el tiempo, de manera abierta o en susurros, se discuten los llamados problemas bioéticos. Ayer mismo, leía en el periódico, que mujeres y feministas celebraban los 30 años de legalización del aborto en EU mientras una «marcha por la vida» (saludada por Bush) protestaba contra tal medida; al mismo tiempo, en muchos hospitales se discutía, de manera íntima y dolorosamente, sobre la conveniencia o no de prolongar la vida a un paciente agonizante o la de un bebé con defectos congénitos. En otro sitio seguramente alguien se lamenta por el sufrimiento de los animales no humanos en los laboratorios o por la creciente destrucción de la biósfera… Más por esta difícil realidad de la ahora llamada problemática bioética que por el «ruido» de la moda y de los «especialistas» bioéticos, es necesario pensar sobre la Bioética, examinarla para problematizarla. Pero antes de hacerlo debemos señalar qué es, cuál es su objeto de estudio, por qué está de moda…

1. ¿Una Bioética o muchas Bioéticas?

Señalan los estudiosos que el primero que usó el término «bioética» fue el oncólogo Van Rensselaer Potter en una artículo titulado «Bioethics: The sciencie of survival», en 1970. Un año después, el mismo Potter publicó una monografía llamada «Bioethics: bridge to the future», donde desarrolla su concepción bioética: para este autor la Bioética era o debía de ser más que una disciplina antropocéntrica y humanista (en torno a la supervivencia humana), una reflexión biocéntrica, es decir: centrada en la supervivencia de toda la biósfera. Para él la bioética debía de proponerse no sólo enriquecer las vidas humanas sino prolongar la supervivencia de la especie y de la vida. Casi inmediatamente, sin embargo, se armó otro proyecto de bioética: en 1971 A. E. Hellegers estructuró académicamente esta reciente disciplina y la insertó en la Universidad Georgetown de Washington; para Hellegers, la Bioética debía promover un diálogo entre la medicina, la filosofía y la ética, privilegiando la reflexión sobre la ética médica. Si Potter enfatizaba los aspectos más globales de la Bioética, Hellegers la enfocaba en la relación interpersonal médico-enfermo. A partir de entonces, y promovidas por el cuestionamiento a la tecnociencia y la revalorización de la ética, hubo y hay una explosión de bioéticas, entendidas de diversas formas y principalmente:

• como ética médica (ética profesional en la medicina, relación médico-paciente, problemas de decisiones médicas),
• como intentos de fundamentar posiciones éticas para legislar sobre problemas biomédicos (aborto, eutanasia, experimentación humana, etc.),
• como reflexión ética sobre las consecuencias sociales de las nuevas biotecnologías (transgénicos, clonación, investigación biomédica),
• como reflexión sobre la vida humana y la vida en general (aborto, eutanasia, ambientalismo, derechos de animales, etc.).

Así, hay bioéticas que sólo reflexionan y cuestionan legislaciones (permisivas o represivas), pero también existen las que derivan leyes; hay bioéticas que se han institucionalizado en Comités Éticos locales o globales, pero también existen las que se movilizan contra las instituciones; hay bioéticas centradas en la vida humana y existen bioéticas que incluyen en su reflexión a la biósfera entera. Para algunos es una nueva ciencia, para otros es una rama de la medicina; hay quienes la consideran una interdisciplina y no faltan los que insisten en que es una filosofía o, por lo menos, una rama de la ética. Hay bioéticas racionales y hay bioéticas religiosas. Por esa diversidad, sólo se podrá hablar de Bioética si se complementa con sus respectivos adjetivos (médica o ambientalista, antropocéntrica o biocéntrica, occidental o no occidental, etc.).

Además, hay tantas diferencias entre unas y otras (entre quienes defienden el valor absoluto de la vida humana y quienes lo relativizan, entre quienes quieren poner límites a la investigación científica y quienes defienden la libertad de investigación, entre quienes buscan razones y quienes apelan a dogmas religiosos, etc.), que no sólo no hay una Bioética Universal sino que nunca podrá existir.

2. ¿Tecnociencia o Filosofía?

El bios de que tratan las bioéticas no es un terreno bien delimitado, ya que puede referir al campo estrecho de la ética médica o al amplio espacio de la biósfera. Lo que sí es claro es que es Ética y, por consiguiente: Filosofía. Las Bioéticas son (deben ser) filosofías, es decir: quieren (deben querer) el saber verdadero y bueno, reflexionan (deben hacerlo) de manera crítica y racional, desde una visión totalizadora, sobre el ser humano, la vida y la muerte; redescubren y abren las interrogaciones ilimitadas propiamente filosóficas (las que nunca tendrán una solución definitiva); quieren saber para saber vivir, para una vida de calidad, para replantearse la cuestión abierta del sentido de la vida… Pero como las bioéticas son filosofías, en ellas hay diversas posiciones filosóficas: están las humanistas y antropocéntricas y las que las critican por privilegiar a la especie de animales humanos y discriminar a las otras especies de animales no humanos (en especial, de los craneados y capaces de sufrir); las que se apoyan en los Principios de los Derechos Humanos y las que pretenden promover Derechos de Animales o de la Biósfera; las kantianas (que parten del deber y hablan de imperativos categóricos y de la dignidad humana) y las utilitaristas (que parten de las consecuencias y hablan de la maximización del bienestar). Cada Bioética implica necesariamente una ética y, en consecuencia, una filosofía. Los temas polémicos de la bioética remiten a debates filosóficos. Los problemas bioéticos reclaman tomas de posición filosóficas sobre lo que es la vida, la enfermedad, la salud, la muerte (cerebral o cardiaca), la relación cuerpo-mente, la relación del hombre con la Naturaleza, los límites que debe o no tener la investigación científica… La cuestión bioética del aborto remite a la cuestión filosófica sobre el ser del hombre (¿cuándo se es humano?); la cuestión bioética de la eutanasia nos conduce a la interrogación filosófica sobre la muerte y la libertad (¿qué define a la muerte? ¿tenemos derecho a elegir la muerte?); la cuestión bioética sobre los trasplantes nos lleva al problema de la Justicia (¿quién tiene derecho cuando hay escasez de órganos?); la cuestión bioética sobre la destrucción de la biósfera nos lleva al problema filosófico del propio sentido (o sin sentido) de la entera civilización actual. En fin: toda la problemática bioética reabre las interrogaciones ilimitadas, filosóficas, sobre el hombre, el principio y fin de la vida, el Bien, la Justicia…

Una bioética sin ética y filosofía, no es siquiera ciencia o, en todo caso, es una ciencia sin consciencia: mera tecnociencia ciega, manejada por intereses estrechos y de grupo (ideológicos), económicos y políticos, que buscan medios para hacer, porque pueden hacer, sin preguntarse sobre el valor de ese hacer (¿es bueno o malo?), sin cuestionarse por su finalidad o consecuencias…

3. ¿Bioética elitista o democrática?

Se han manejado dos concepciones sobre la discusión bioética, a saber:
a) La Bioética es una disciplina o interdisciplina que trata los problemas éticos planteados por las Ciencias de la Vida: la Medicina, Ciencias de la Salud, Biología, Ecología… Por tanto, concierne sólo a algunos, es asunto particular de especialistas (filósofos, médicos, ecologistas, abogados, etc.) que deben de examinar esas cuestiones y tomar decisiones de vida o muerte, legales y morales, políticas y económicas, sobre la justicia y los derechos…
b) La Bioética es un proceso de interrogación y de reflexión crítica y racional sobre los problemas actuales de la vida humana y la vida en general… Por tanto, concierne a todos, es un asunto público de todos los seres racionales que intercambiando razones examinen esas cuestiones, reclamando que las decisiones sean discutidas y tomadas colectivamente…

De acuerdo a la primera posición, la Bioética es una especie de nueva ciencia que resulta del cruce de varias disciplinas (principalmente, las biotecnologías y la ética) que pretende cerrar las cuestiones bioéticas racionalmente. De acuerdo a la segunda posición, la Bioética es o debe ser Filosofía y Ciencia, Sabiduría y Conocimiento, que pretende reflexionar colectivamente sobre las interrogaciones ilimitadas de la bioéticas, proponiendo lo que debe ser.

Además, la bioética reclama tomas de posición. En este laberíntico terreno que es la bioética -y que es, por cierto, el propio mundo social: vivimos siempre entre las encrucijadas del laberinto social-, es preferible una bioética más totalizadora y cuestionadora, preocupada por lo humano y por el medio ambiente; que sea más ética y filosófica, sin dejar de ser científica e interdisciplinaria (que rompa con los campos cerrados y especializados en los que siempre quieren meternos); que sea racional (no racionalista), y ubicada (ni modo) dentro de la tradición grecooccidental de la filosofía y la autonomía; con una filosofía que cuestione e interrogue, que esclarezca, que proporcione respuestas racionales y, por tanto, debatibles; que sea proceso de interrogación y reflexión, colectiva y democrática; que sea materialista y reconozca al ser humano como un animal: un homo sapiens y demens, que crea significaciones imaginarias que intentan colmar el pozo sin fondo, el caos, del sin sentido de la existencia; que quiera y desee la autonomía, la igualdad, la justicia -en fin, otro mundo. Pero hay más encrucijadas que exigen definiciones y direcciones.

4. ¿Bioética deductiva o casuística?

Básicamente existen dos ideas sobre cómo opera o debe operar la Bioética ante los problemas discutibles, opinables y siempre conflictivos que trata:
a) El Modelo deductivo: a partir de Principios Universales (sean imperativos categóricos kantianos o Derechos Humanos) o Bases del Cálculo Utilitarista (maximización del bienestar o igual consideración de los intereses de las personas) se derivan conclusiones para decisiones concretas.
b) El Modelo casuístico: a partir del reconocimiento del elemento terrenal, humano y trágico de la existencia y de la ausencia de Valores Absolutos, Universales y Eternos que solucionen los verdaderos problemas morales concretos, de la ineliminable incertidumbre de toda decisión moral con el consiguiente riesgo y responsabilidad, de la oscuridad que a veces existe sobre qué es lo Bueno, de la frecuente colisión de deberes, del reconocimiento de la insoslayable materialidad humana: del cuerpo y sus enfermedades, de su mortalidad, de su animalidad, abordando cada caso en su singularidad y concreción, tomando decisiones dolorosamente, con incertidumbre y conciencia de poder equivocarse, con todo el peso de la responsabilidad…

De acuerdo al primer modelo, la Bioética dejará de ser problemática en función de la aplicación de las Premisas éticas: sobre las soluciones éticas derivadas se deberá de legislar: formular leyes que cerrarán definitivamente las cuestiones. Ya hay especialistas trabajando en Comités de Ética en esa dirección. De acuerdo al segundo modelo, que me parece preferible, la Bioética está abriendo y reflexionando sobre interrogaciones ilimitadas filosóficas, con respuestas racionales y discutibles, redescubriendo que esos problemas morales (como todos los problemas importantes de la existencia), que atañen a la condición humana, son casuísticos (dependen de los casos) y requieren la deliberación individual y colectiva, de la experiencia y el aprendizaje, para aplicar eso que Aristóteles llamaba phrónesis: saber hacer lo justo en el momento justo. Ya hay filósofos tratando de socializar estas cuestiones…
5. ¿Bioética con Valores Absolutos o Relativos?

Sin duda, en la Bioética como en la vida humana, en el vivir, se requieren Valores morales, Principios éticos, Orientaciones axiológicas. De acuerdo al anterior punto, se manejan dos posiciones en la Bioética:
a) Una Ética de Principios Absolutos, Universales, que proporcionan soluciones definitivas e inflexibles (por ejemplo: la Vida Humana es un valor absoluto, por lo tanto, siempre debe de respetarse sin ninguna excepción).
b) Una Ética de principios relativos, históricos pero universalizables en un diálogo racional, que problematiza, esclarece, pide phrónesis porque es casuística.

La primer posición maneja como Valores Absolutos la Vida Humana, lo Humano, la Persona. Cerrando sus definiciones (de la vida, lo humano y la persona) clausura la crítica y el debate, así como la posibilidad de pensar juntos intercambiando razones: el diálogo racional. La segunda posición problematiza y relativiza los supuestos Valores Absolutos: como sabe que no sabe, cuestiona todo cierre de definición sobre esos temas, buscando abrir la interrogación y la búsqueda racional, dialogada, de verdades no definitivas. Maneja como preferencias que vienen del querer consciente o voluntad, para mí y para todos, y presupuestos en todo debate racional, un conjunto de valores humanos (porque vienen de él) y humanizadores (porque lo hacen más y mejor) resignificados históricamente, tales como el amor por el Saber, reflexivo y racional, de lo verdadero y lo bueno; la autonomía individual y social (democracia); la buena vida y el Bien social; la justicia y la igualdad como asunto colectivo y la felicidad como asunto personal…

6. ¿Bioética antropocéntrica o descentrada?

En la Bioética hay un intenso debate sobre sus principios: los que valoran la vida humana por sobre todas las cosas, que pueden sostener posiciones religiosas o humanistas, divinizan al ser humano y establecen una ruptura radical entre el resto de los seres vivos, en especial los animales, y él. Según esta posición, sólo los seres humanos entran en el universo de la consideración ética. Del otro lado existen los que casi borran la línea divisora entre los animales no humanos y los animales humanos, cuestionando el «especismo» y defendiéndolos porque son capaces de sufrir o por tener una vida subjetiva, propugnando por una ética zoocéntrica y la liberación animal. Para esta filosofía, los animales que sufren (mamíferos, craneados) deben entrar en el universo de la consideración ética. Pero hay los que van más lejos y defienden a todos los seres vivos, criticando el antropocentrismo, que ve a la Naturaleza como un mero medio para los fines humanos, y reclaman una postura biocentrista, según la cual todas las formas de vida son igualmente valiosas.

Aunque creo que el antropocentrismo es irrebasable (y desde él podemos reconocer el valor de los animales y la naturaleza, e incluso cuestionar la crueldad con los animales y la destrucción de la naturaleza), es necesario cuestionar el Humanismo tradicional y soberbio recordando la condición terrenal y animal, social e histórica del ser humano. Habría que redefinir al homo sapiens más objetivamente: como homo sapiens demens, pensante y loco, como un ser terrible-maravilloso, que segrega ilusiones pero puede criticarlas, que introduce el desorden a la Naturaleza pero crea nuevos órdenes (transitorios), que es emotivo e imaginativo y no sólo racional, que no se adapta a la Naturaleza sino que la adapta a sus necesidades, que es el peor depredador del planeta y un «lobo del hombre» aunque también puede ser un ser compasivo, solidario, generoso; que destruye la biósfera pero también lucha por su supervivencia.

Tenemos ya una visión general de lo que son las bioéticas, de sus problemas y de la diversidad de posiciones que existen en su seno. Ya tenemos una idea de lo que es y de su difuso objeto de estudio, ahora debemos preguntarnos su por qué: las razones de su existencia y vitalidad.

7. La bioética como síntoma.

Para explicar el por qué de la Bioética, de su actualidad y su vitalidad, trataremos de verla como un síntoma de algo que anda mal en el mundo moderno.

1. La bioética es un síntoma de la enajenación de la Ciencia y de la Tecnología modernas: de una ciencia que enajenó su conciencia (de una ciencia sin conciencia) y de una Técnica que se colocó fuera del control de la sociedad. Aunque la Ciencia nació como Filosofía, como amor a la Sabiduría, en la época moderna se subordinó a la Razón tecnológica y dominadora, que la empobreció al reducir el conocimiento científico al experimental y, en consecuencia, al utilizable. La Ciencia se desarrolló en función de la Técnica (de su aplicación) y se volvió tecnociencia al servicio de la maquinaria productivista que domina a los hombres y a la naturaleza. La tecnociencia se desarrolla por sí misma, por su racionalidad instrumental, buscando los medios para hacer lo que puede hacer, sin cuestionarse ya sus fines y valores, divorciada de la racionalidad axiológica.
• La Bioética expresa la necesidad de revincular la Sabiduría y la Ciencia, la urgencia de volver a reunir a la ciencia con la filosofía
• La Bioética es una clara y abierta exigencia de subordinar la racionalidad instrumental a la racionalidad axiológica, de guiar con valores el desarrollo de la tecnociencia
• Así como hace falta una bioética, también se requiere una ética para la economía, una especie de econonomoética y una bioeconomía (que tome en cuenta la destrucción de la naturaleza y la miseria material de los animales humanos), así como una ética política o política ética y una biopolítica, ya que muchas de las cuestiones bioéticas se resuelven en el plano (también enajenado) de la política.

2. La bioética es un síntoma de la crisis del Mito del Progreso y de la Técnica: de un Progreso contradictorio y deshumanizante, que incumplió sus promesas de acabar con las miserias y hacer más habitable al mundo; de una Técnica que, necesariamente, al solucionar un problema genera otros tanto por los limites irrebasables de nuestro saber (no sabemos todo ni podemos prever todo) como por la complejidad de la propia naturaleza. Pocos son los que creen y tienen confianza en el Progreso (mito ideológico al que se siguen sacrificando vidas) y en una Técnica que como generadora de problemas cada vez más grandes sea capaz de solucionarlos.
• La Bioética expresa la desconfianza en el uso y abuso de las bioecnologías: duda de su utilización para el «progreso de la humanidad» y teme las consecuencias imprevisibles de su aplicación sin control ni medida.
• La Bioética es la más clara confesión de la impotencia de las sociedades por controlar el desarrollo ciego de la Técnica: apelar a la ética ha sido necesario y, sin duda alguna, un avance en la tentativa de desenajenar a la Técnica, pero totalmente insuficiente mientras no se cuestionen los poderes (económicos y políticos) que controlan el desarrollo y uso de la tecnociencia…

3. La bioética es un síntoma de la crisis de la moral y la ética moderna, que simplificaba y negaba la vertiente trágica de la existencia o que, apelando a principios universales, dejaba de lado los problemas concretos de la vida, el sufrimiento y la muerte.
• La Bioética nos recuerda la vertiente trágica de la existencia humana: nos dice que todos tienen o tendrán, tarde o temprano, problemas bioéticos ya que desde que nacemos vamos hacia la muerte, puesto que nadie escapa de las enfermedades y del dolor. La bioética teórica habló, por fin, de esa bioética práctica y vivida sobre la que se guardó, por mucho tiempo, silencio. En los rincones de hogares y hospitales, en secreto, susurrando, con dolor e incertidumbre, los adultos de la familia deliberaban sobre el aborto, la eutanasia, la donación de órganos, el riesgo de experimentos sobre el paciente…
• La Bioética pone en entredicho a esas éticas universalistas y abstractas que dan luces insuficientes sobre los difíciles problemas de vida y muerte que nos tocan a todos; repite lo que ya Aristóteles afirmaba: la moral es casuística y requiere phrónesis.
• La Bioética nos recuerda que somos materia viva, con necesidades y fallas, que somos mortales y frágiles; nos hace ver que somos animales depredadores, inteligentes y crueles…

4. La bioética es un síntoma del desgaste del Humanismo soberbio del imaginario de la modernidad y de la necesidad de reformular un humanismo materialista, sin ilusiones ni arrogancias.
• La Bioética hace patente que es inadmisible ya la pretensión humanista de ser señores y amos de la naturaleza; hace notar que somos naturaleza y que debemos hacernos cargo de su cuidado.
• La Bioética enfatiza nuestro carácter de animales: somos animales, vertebrados, mamíferos, homínidos; depredadores y crueles; seres terribles-maravillosos (decía Sófocles), homo sapiens demens, dice Morin.

5. La bioética es un síntoma, un signo, una señal que remite a otra cosa: a la permanente pugna de la modernidad entre la tendencia de la razón crítica y libertaria y la razón productivista y dominadora; refiere, finalmente, a la crisis civilizatoria que vivimos.
• Por esa pugna entre la razón que libera y la que domina, la bioética puede servir para liberar (de prejuicios, de heternomías, de imposiciones, de leyes represivas, de injusticias en los servicios médicos) garantizando un espacio libre de coacciones que permita tomar las difíciles e inciertas decisiones que exigen los problemas bioétics; pero, subordinada a la razón dominadora, la bioética puede reafirmar prejuicios, heteronomías, imposiciones, leyes represivas, injusticias, cerrando los espacios para la decisión autónoma…
• La Bioética puede legitimar, justificar, fundamentar, así como promover y desarrollar nuevas formas de dominio -el Mundo Feliz de Huxley (un supuesto mundo feliz sin lugar para la autonomía) así lo anunciaba- o para ocultar los problemas más cruciales de la humanidad: la miseria material y espiritual de la humanidad, el dominio y la explotación de clases y pueblos que falsean y limitan la democracia, el productivismo que vacía de sentido la existencia humana y amenaza con la destrucción de la biósfera, las guerras… De esta manera, Bush dice defender la Vida (a los grupos Pro-Vida contra la legalización del aborto) mientras se prepara para lanzar una guerra no sólo contra los militares sino contra niños, mujeres y ancianos…
• Si la Bioética cuestiona la deshumanización de los servicios médicos y reclama una ética médica humanizada, debe defender la seguridad social como un bien público, una obligación estatal, accesible a los más necesitados: debe replantearse como biopolítica; si la bioética critica la destrucción de la biósfera, entonces debe de cuestionar la maquinaria productivista capitalista enajenada (Marx le llamaba Capital) y proponer una economía humanizada y una bioeconomía (una economía ecológica); si la bioética está en contra de los usos deshumanizadores y mercantilistas de las biotecnologías, debe promover formas de control social, democrático, de toda tecnología: biodemocracias y pugnar por una sociedad que no mercantilice todo ni privatice los bienes humanos. Si la bioética plantea que ciertas cuestiones deben ser decididas de manera individual y autónoma, debe defender leyes que salvaguarden esa libertad de decisión: debe plantearse como biolibertad.

En ese sentido, la bioética debe llegar a poner en el centro de la reflexión, del debate y de las acciones, la solución de los problemas fundamentales de la Humanidad, que son, efectivamente, de vida y muerte: la cuestión de la miseria material que, por ejemplo, condena a la muerte curable con los recursos actuales a miles de niños en el mundo; la liberación de pueblos de nuevas formas de colonialismo económico y político; la emancipación de la mayoría de la Humanidad de heteronomías, enajenaciones, explotaciones y dominios para tener formas dignas y autónomas de vida y muerte; terminar con las matanzas de miles de seres humanos (incluidos niños, mujeres y ancianos) por guerras dictadas por los mezquinos intereses del dinero y el petróleo; frenar la destrucción del medio ambiente.

La Bioética es, en conclusión, un primer indicio para reconstruir, resignificar, un nuevo humanismo terrenal, que acepte una vida irremediablemente atravesada por una vertiente trágica en el incierto caos-cosmos que nos tocó; un humanismo que reconcilie a la Ciencia y a la Sabiduría, la racionalidad instrumental con la racionalidad axiológica, la Técnica con los Valores, una ética de la vida con la política y la economía, nuestra animalidad y nuestra humanidad mejor, el ser humano con la naturaleza. Por eso, la bioética debe ser, necesariamente, política ética o ética política, pero humanista y para la autonomía.