El gobierno ha comenzado a instrumentar el llamado Programa Productivo Alimentario (PPA) mediante una herramienta esencial: el Bono Productivo Alimentario (BPA). Este consiste en la entrega de un paquete de insumos básicos que reinstalan la capacidad productiva de las familias campesinas. Sirel dialogó con Gustavo Moreno, director del PPA, quien evaluó el primer año de […]
El gobierno ha comenzado a instrumentar el llamado Programa Productivo Alimentario (PPA) mediante una herramienta esencial: el Bono Productivo Alimentario (BPA). Este consiste en la entrega de un paquete de insumos básicos que reinstalan la capacidad productiva de las familias campesinas. Sirel dialogó con Gustavo Moreno, director del PPA, quien evaluó el primer año de aplicación del programa.
os últimos 16 años han marcado el progresivo abandono del sector rural y la producción agrícola por parte de los gobiernos neoliberales. El derrumbe forzoso, y muchas veces fraudulento, de los institutos estatales de crédito para la micro y pequeña empresa y la rápida privatización de ese sector, fueron uno de los más importantes factores que llevaron a la progresiva desintegración de las cooperativas surgidas durante el proceso revolucionario de los años 80. Las tierras otorgadas por la Reforma Agraria regresaron paulatinamente a las oligarquías terratenientes o fueron adquiridas a precios de «guate mojado» por los nuevos ricos, surgidos desde las entrañas de la revolución o como producto de la nueva clase política del «Estado botín».
Como consecuencia, miles de campesinos, considerados por los nuevos banqueros como «no sujetos de crédito», buscaron reacomodar el significado de su existencia en el país.
El resultado fue el progresivo abandono del campo para integrarse al ejército de los obreros agrícolas que deambulan a lo largo del país en búsqueda de trabajos temporales, y el progresivo aumento del fenómeno de la migración hacia las ciudades o países fronterizos, como es el caso de Costa Rica. En ambos casos los efectos han sido devastadores para las comunidades rurales y sobre todo, los núcleos familiares que han ido disgregándose poco a poco. Pobreza, desnutrición crónica (en 2007 se calculaba en más del 70 por ciento la masa de nicaragüenses que sobrevivían con dos o menos dólares al día) y falta de acceso a los medios productivos se volvieron el escenario más común en la zona rural de Nicaragua.
El Programa Productivo Alimentario (PPA)
Uno de los principales retos que se propuso el nuevo gobierno fue la reactivación productiva del sector rural, consciente al mismo tiempo de que este objetivo se podía alcanzar solamente con una previa erradicación del hambre y del abandono que padecen estos sectores.
En este contexto se enmarca el Programa Productivo Alimentario (PPA) «Hambre Cero», impulsado por el Ministerio de Agricultura (MAGFOR) como «una propuesta de capitalización y apoyo en tecnologías de carácter agroecológico para las familias campesinas empobrecidas del sector rural con equidad de género». El principal instrumento del PPA ha sido el Bono Productivo Alimentario (BPA), «u n paquete alimentario de bienes para la familia, a nombre de la mujer, tales como vaca preñada, cerda cubierta, aves, materiales para la porqueriza y el gallinero, semillas, material vegetativo, plantas frutales y forestales, biodigestor, crédito revolvente, entrenamiento y asistencia técnica en diversos temas como género, salud y alimentación animal, cooperativismo, medio ambiente, comercialización, entre otros». Su valor ha sido inicialmente calculado en 2 mil dólares y contempla 1.500 dólares para los bienes de las beneficiarias y 500 dólares para la asistencia técnica, capacitación y gastos operativos de la organización e implementación del bono. Las familias beneficiarias no podrán vender los animales que se les entregan y regresarán el 20 por ciento del valor recibido para la conformación de una caja rural.
Este esfuerzo persigue a corto plazo el objetivo de que las familias beneficiadas tengan resuelto de inmediato el problema nutricional y alcancen la seguridad alimentaria y que, a mediano plazo, puedan implementar un proceso productivo y de comercialización de los excedentes.
Cuando fue presentado, en enero de 2007, se preveía un costo anual de 30 millones de dólares para beneficiar a 15 mil familias al año (aproximadamente 90 mil personas), por un total de 75 mil familias (450 mil personas) en los cinco años de gobierno.
Ha pasado un año desde que se dio a conocer el Programa Productivo Alimentario y Sirel conversó con Gustavo Moreno, director del PPA, para evaluar los logros y las dificultades encontradas en el desarrollo de este nuevo modelo.
Según Moreno, «El programa comenzó en junio del año pasado y en estos meses logramos beneficiar a 8.945 familias, esto es aproximadamente 54 mil personas. El inicio ha sido un poco complicado porque tuvimos que ajustar el programa y el contenido del paquete alimentario a medida que el programa mismo se desarrollaba. Tuvimos, por ejemplo, escasez de cerdos y llegamos a más familias con vacas y aves, por un total de 11 y 15 mil familias respectivamente, mientras que los cerdos fueron distribuidos solamente a 3.600 familias. El valor del paquete fue un poco más bajo del proyectado, alcanzando la cantidad de 1.100 dólares en bienes. Si calculamos también los gastos operativos se alcanzó un valor total de 1.500 dólares. Las familias beneficiadas -continuó Moreno– se seleccionan a través de un proceso consensuado que en cada zona del país involucra a las instituciones departamentales, municipales y comarcales, a las organizaciones gremiales y de la sociedad civil y a los referentes locales de diferentes ministerios directamente involucrados en la materia».
Tres son las componentes necesarias para seleccionar a las familias: necesidad, capacidad y compromiso. «La necesidad es evidente en un familia y no hay mucho que investigar. Se pide también que la familia tenga un predio de entre algo menos de 1 y 5 manzanas y que firme un compromiso en el que se compromete a recibir talleres de capacitación, a no vender los animales que se le entregan, a organizarse y a devolver el 20 por ciento del valor recibido para conformar una caja rural», agregó Moreno.
Según las intenciones del MAGFOR, en marzo de 2008 se va a completar lo que no se pudo cumplir el año pasado en términos de oferta a las familias beneficiarias del proyecto. «Nos dieron 9,2 millones de dólares en 2007, y ejecutamos el 100,92 por ciento del presupuesto, pues quedamos debiendo 90 mil dólares a los proveedores. Para este año, la Asamblea Nacional nos aprobó un presupuesto de 12 millones de dólares y el BID podría aprobar un financiamiento de 5 millones adicionales. Ya se seleccionaron 14.547 nuevas familias que se van a beneficiar del BPA y, paralelamente, esperamos que entre abril y mayo todas las especies animales que entregamos el año pasado ya estén reproduciéndose, comenzando a echar a andar el proyecto comercial. Con este primer esfuerzo hemos podido comprobar cómo en sólo seis meses el Programa ha permitido a muchas familias salir de la situación de hambre. Ya hay leche, huevos, lechones, frutas y leguminosas y con eso, la posibilidad de una ingesta proteica que antes no tenían».
La experiencia del año pasado permitió también reajustar la conformación del Bono Productivo Alimentario. «Según la zona de intervención se hace un análisis para adaptar la conformación del paquete alimentario al ambiente y a la familia. Es por eso que ahora cada paquete se discute y se acuerda con las familias; un cambio que se ha dado gracias a la experiencia del año pasado, cuando los paquetes eran iguales para todo el país y esto generaba muchos problemas», continuó el director del PPA.
Actualmente son 75 los bienes que conforman el menú de la oferta del BPA, y cada familia beneficiaria va escogiendo con el técnico encargado cuáles de estos productos son los más aptos, respetando siempre un valor total que no supere los 1.100 dólares.
Las críticas al proyecto
El PPA ha tenido críticas por parte de los opositores al gobierno porque lo consideran excesivamente populista y asistencialista.
«Es un programa pensado para garantizar la seguridad alimentaria a miles de familias extremadamente pobres que están excluidas de los procesos productivos. Se les dan los instrumentos para producir alimentos y esto comporta trabajo, lo que nada tiene que ver con el asistencialismo. Un segundo elemento es que el programa lleva a la producción real y efectiva de las especies y no produce solamente alimentación, sino excedentes que encamina a las familias hacia la reproducción ampliada y la comercialización. Es un sistema en el cual se pueden vender los productos y no los bienes de capital inicial. Además -recordó Moreno– hay un segundo nivel del programa donde las familias tienen que ahorrar parte de sus ventas para integrar la caja rural, que sirve para ampliar su comercialización. Es un conjunto de ahorro, crédito y más comercialización que lleva a la conformación de núcleos de familias para alcanzar un tercer nivel, que es lo de la agroindustria a nivel local, nacional e internacional».
Actualmente ya se han organizado 6 mil familias en núcleos de 50, y se ha comenzado a desarrollar un Programa de Reproductores para capacitar a promotores que permitan dar mayor asistencia a más familias. El objetivo es alcanzar un número de 272 técnicos en los próximos meses para que cada uno de ellos/as asesore a un máximo de cinco familias.
Moreno informó también que en 2008 se va a tratar de involucrar a algunas de las familias beneficiarias del PPA «Hambre Cero» en el Programa Agroalimentario de Semillas Certificadas, «para rescatar sus capacidades y experiencias en las áreas productiva y organizativa».