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Protocolo de Bioseguridad y Convenio sobre la Biodiversidad: No a la privatización de la biodiversidad

Fuentes: Ecoportal.net

La agricultura campesina, solución a los retos de la biodiversidad y el cambio climático Posición de La Via Campesina En mayo de 2008 se celebrarán en Bonn, Alemania, la 4e Reunión de las Partes del Protocolo de Bioseguridad (MOP4, por eso llamado «Protocolo de Cartagena») y la 9.o Conferencia de las Partes del Convenio sobre […]

La agricultura campesina, solución a los retos de la biodiversidad y el cambio climático

Posición de La Via Campesina

En mayo de 2008 se celebrarán en Bonn, Alemania, la 4e Reunión de las Partes del Protocolo de Bioseguridad (MOP4, por eso llamado «Protocolo de Cartagena») y la 9.o Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD, COP9).

Las campesinas y los campesinos del mundo conservan y renuevan desde milenios la biodiversidad vegetal y animal. Ante las graves amenazas que pesan hoy sobre la biodiversidad a la vez salvaje y agrícola, pedimos a los Gobiernos signatarios del Convenio sobre la Biodiversidad reconocer el papel primordial de las agriculturas campesinas para luchar contra la erosión de la biodiversidad y los cambios climáticos y reorientar de manera radical las políticas nacionales e internacionales que destruyen a las comunidades rurales del mundo entero. Los ponemos en guardia contra las falsas soluciones – la OGM, los agrocarburantes y los monocultivos forestales es decir «trampas a carbono», que, lejos de responder a los problemas, empeoran más aún la situación marginalizando a los pequeños productores.

El MOP: un timo

En el punto central en debate en la Reunión de las Partes (MOP) del Protocolo de Bioseguridad de 12 al 16 de mayo se tomará en consideración las compensaciones por los daños causadas por las contaminaciones genéticas. Campesinas y campesinos de África, Europa, América y Asia nos negamos categóricamente a discutir de compensaciones. No queremos OGM . No intercambiaremos nuestra agricultura autónoma, nuestra salud y la calidad de nuestro medio ambiente por algunos dólares de compensación.

Se identifica a los responsables de las contaminaciones genéticas perfectamente. Monsanto, Dupont, Syngenta, Limagrain, Bayer y Pionneer intentan con los OGM y otras semillas patentadas asumir el monopolio mundial sobre las semillas, destruyendo la diversidad de las semillas campesinas entre las manos de las comunidades rurales y comercializando semillas protegidas por derechos de propiedad intelectual que contaminan el resto de las plantas. Más que discutir de las compensaciones que deben darse a las víctimas de contaminaciones, los Estados miembros del Protocolo sobre la Bioseguridad deberían impedir la contaminación desmontando a estas seis multinacionales y afirmando la prohibición del brevetage del vivo.

El COP: falsas soluciones para problemas reales

Los transgenicos empeoran el cambio climático y la desaparición de la biodiversidad

Contrariamente a los discursos de las empresas portagranos, la OGM y las semillas híbridas de la industria no son la solución milagro para garantizar que mañana, las semillas sabrán responder a condiciones climáticas profundamente trastornadas y así garantizar la alimentación de las generaciones futuras. En efecto, las semillas «estables y uniformes» de la industria – las únicas semillas autorizadas en la mayoría de los países industrializados – son incapaces de adaptarse, puesto que no pueden sino multiplicarse al idéntico.

Al contrario, las semillas campesinas, gracias a su variabilidad y a su diversidad intravariétale, pueden evolucionar y así adaptarse a fuertes cambios y a la diversidad de las tierras en que están vueltas a sembrar cada año en los campos y en que estado mejoradas por la selección participativa de las comunidades rurales ellas -mismas.

Sin embargo, las multinacionales portagranos hacen todo para destruir las semillas campesinas e imponer su monopolio sobre lo que llaman los «recursos fitogenéticos». En la mayoría de los países industrializados, impulsaron a los Gobiernos a adoptar leyes que prohíben a las campesinas y a los campesinos volver a sembrar su cosecha, intercambiar sus semillas de explotación y productos resultantes de semillas campesinas. Por otra parte, los programas de subvención de las «revoluciones verdes» impulsan a los campesinos a abandonar sus semillas tradicionales para semillas híbridas u OGM muy dependientes de productos químicos. En paralelo, las empresas portagranos desarrollan instrumentos legales y técnicos para garantizar el respeto de su «propiedad intelectual» sobre las semillas. Terminator es uno de estos instrumentos.

En la última reunión del COP en 2006 en Brasil, los Estados signatarios adoptaron, bajo la presión de los movimientos sociales y, en particular, de las mujeres campesinas, una prórroga sobre Terminator (las tecnologías de restricción genética, o de GURT). _ el objetivo de la de la tecnología Terminator es impedir a los campesinos y a las campesinas volver a sembrar su cosecha en volver las semilla estéril y así de los obligar a readquirir cada año semilla para industria.

Las industrias portagranos pretenden hoy superar la prórroga desarrollando soluciones tecnológicas a los efectos similares a Terminator, que no se presentaría a la prórroga. Desde marzo de 2006, la Unión Europea financia un proyecto de investigación trienal de nombre «Transcontenedor» encaminado a desarrollar una nueva generación de semillas-suicidio, plantas genéticamente modificadas cuya fertilidad puede activarse o desactivarse por agentes químicos. Estas semillas se presentan como la solución milagro para permitir la coexistencia entre cultivos OGM y cultivos no OGM. En verdad, su principal razón de ser consiste en obligar a las campesinas y a los campesinos a pagar cada año para restablecer por productos químicos la fertilidad de las semillas. Así Transcontenedor permitiría a las industrias portagranos lograr el mismo resultado que con Terminator.

Tanto mediante las patentes, el certificado de obtención vegetal como la OGM, el objetivo de las multinacionales portagranos consiste en imponer su derecho de propiedad sobre todas las semillas existentes, eliminando para eso la parte fundamental de la biodiversidad cultivada que podría hacerles competencia. ¿Es porque piensan llevar a cabo su proyecto de destrucción total de toda la biodiversidad cultivada en los campos que financian hoy el almacenamiento de las semillas robadas a los campesinos y al pueblo indígena en el banco de genes de Svalbard en Noruega?

Nosotros, las campesinas y los campesinos del mundo, no necesitamos Monsanto o Limagrain para proporcionarnos semillas. Desde milenios, conservamos, vuelven a sembrar, adaptan e intercambian nuestras semillas. Las comunidades rurales tienen derecho de uso colectivo sobre las semillas y su privatización por dispositivos más fraudulentos los unos que el otros es un robo.

Por otra parte, la destrucción de las semillas campesinas pone en peligro la capacidad de la humanidad de adaptarse al reto del cambio climático ya que las semillas vendidas por la industria están vinculadas a métodos de producción industriales codiciosos en energía (en particular, en insumos) y destructores de los suelos. Los suelos, y más específicamente la materia orgánica de los suelos, almacenan cantidades importantes de carbono. Los modelos industriales de agricultura, al empobrecer los suelos y al reemplazar el manto orgánico por insumos sintéticos, liberan el carbono almacenado en los suelos que así viene a aumentar el nivel de CO2 en el aire. Al contrario, la agricultura campesina contribuye a enriquecer los suelos y a preservar la materia orgánica, sin la cual la producción no puede ser duradera. Contribuye pues a conservar el carbono en los suelos y así a limitar el cambio climático.

Los agrocarburantes no solucionarán la crisis energética y empeorarán el cambio climático

Los agrocarburantes son la segunda solución milagro promovida por los Gobiernos para responder a la crisis energética y al cambio climático. Están también al orden del día de los debates del COP. Sin embargo, no responden ni a la crisis energética, ni al cambio climático.

Los agrocarburantes industriales se basan en monocultivos, de maíz, caña de azucar, palmeras, de colzas, etc., que requieren de enorme cantidad de agua, tierra y abono para poder funcionar. Estos agrocarburantes deben a continuación transformarse luego transportados al otro final del planeta. Al final, hay más energía para producir agrocarburantes industriales que la energía producida: el balance de los agrocarburantes es negativo y no será nunca positivo. Los agrocarburants no son actualmente viables económicamente más que porque los Gobiernos los subvencionan de manera masiva y a causa de la especulación de la que son objeto.

Con relación al cambio climático, los agrocarburantes tienen también un balance negativo. Su producción requiere abonos y combustibles que empeoren el cambio climático. Por otra parte, rechazan en el aire en su utilización todo el carbono que hay. Por último, el desarrollo de los monocultivos de agrocarburante sobre tierras antes ocupadas por el bosque o por métodos de producción campesinos debilita la capacidad de los suelos de almacenar carbono. Así pues, lejos ser las «trampas a carbono» que se pretenden, los monocultivos, sean forestales (eucalipto, palmeras…), aumentan las cantidades de carbono en el aire, lo que cuestiona a medio plazo la posibilidad incluso de existencia de la vida animal y humana sobre la tierra.

La respuesta a la crisis energética y al cambio climático no es pues substituir los combustibles fósiles por agrocarburantes. Es necesario cambiar nuestros métodos de producción y consumo y, en los países industrializados, reducir de manera drástica el consumo de energías renovables.

Mientras que la agricultura industrial tiene un balance energético negativo, la agricultura campesina producido más calorías que consume. La reducción de nuestro consumo energético pasa pues por el mantenimiento y el desarrollo de la agricultura campesina que utiliza cuanto más energía humana (el trabajo de los campesinos y campesinas) y menos de energía fósil. ¡Es necesario a más campesinos y a campesinas para detener la catastrofe climática! Ahora bien, el desarrollo de los agrocarburantes industriales destruye la producción campesina monopolizando las tierras y el agua disponible y minando la biodiversidad vegetal. Con los combustibles, se soñó eliminar el esfuerzo del trabajo humano. ¡Con el agrocarburante, al dar la prioridad a la alimentación de los motores sobre la de los seres humanos, se eliminan a los hombres ellos-mismos!

¡Lejos ser una solución, los agrocarburantes son una amenaza!

La solución: la diversidad de las culturas humanas y la biodiversidad de las plantas y animales

Sólo la agricultura campesina y la defensa de la biodiversidad vegetal, animal y también la diversidad de los modelos culturales humanos pueden responder de manera duradera a las crisis medioambientales actuales (pérdida de biodiversidad animal y vegetal, cambio climático, crisis energética).

Las semillas, para poder adaptarse, deben diversificarse y variar. Vale así mismo para los animales. Sólo la biodiversidad conservada y renovada en los campos de las campesinas y campesinos permitirá desarrollar las plantas y las especies animales que mañana se adaptarán a los nuevos contextos climáticos. En vez de poner millones de dólares en la conservación exsitu y en la investigación en laboratorio sobre los genes, es urgente apoyar la conservación en los campos de los campesinos y la selección participativa. Este trabajo esencial de renovación de la biodiversidad en los campos no podrá seguir sino con la presencia de numerosos campesinos y campesinas en todas las regiones del mundo, en todos los territorios y con producciones diversificadas. La operación de destrucción masiva de las comunidades campesinas ya bien avanzada en Europa y Norteamérica y en plena extensión en Asia, África y América Latina pone en peligro la capacidad incluso de la humanidad para sobrevivir a los cambios del siglo que comienza.

Para poder seguir desempeñando su papel en favor de la biodiversidad, los derechos de los campesinos y campesinas deben respetarse. Se trata por una parte de hacer respetar los derechos de los campesinos tales como se definen en el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRPAA), es decir, el derecho para los campesinos y las campesinas «a conservar, utilizar, a intercambiar y a vender las semillas reproducidas a la explotación». , Campesinos y campesinos del mundo, nos negamos que abandonen este derecho de uso colectivo como contrapartida de una pretendida «división de las ventajas» resultante de la aplicación de derechos de propiedad privada sobre las semillas (mediante las patentes y los certificados de obtención vegetal). Las semillas son el patrimonio colectivo de las comunidades de indígenas y campesinos: no pertenecen a una persona en privado, pero nuestro deber es transmitirlas a las generaciones futuras. Por otra parte, los derechos de los campesinos deben también incluir el acceso a la tierra, al agua como derechos de uso colectivo, el derecho a intercambiar y vender los productos de la agricultura campesina en los mercados locales y el derecho a participar de todas las decisiones que nos conciernen. Es solo el respeto y la aplicación activa de estos derechos lo que permitirá a las campesinas y a los campesinos del mundo cumplir su papel para la conservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.

La presencia en todos los territorios de comunidades campesinas que producen la alimentación local y preservan los suelos es la solución también a la crisis energetica y al cambio climático vinculado al aumento del tipo de carbono en el aire. Es necesario sustituir al modelo de producción industrial y agroexportador basado en un fuerte consumo energético y de los transportes largos por una producción vuelta a poner e intensiva en trabajo humano. Los métodos de producción sobrios en energía son los que reclaman más mano de obra: para mantener la fertilidad de los suelos, administrar producciones diversificadas y mixtas (animales y vegetales), seleccionar las plantas y los animales más adaptadas a la tierra, etc. A la hora en que millones de campesinos sin tierra se mueren de hambre en los barrios de chabolas y solo piden un pedazo de tierra para cultivar, es urgente sustituir a los abonos químicos y los pesticidas por trabajo campesino.

La diversidad de las sociedades campesinas e indígenas, adaptadas a cada territorio, y sus conocimientos tradicionales y sin cesar renovadas son nuestra mayor riqueza ante lo que está en juego a niveles actuales. Es necesario no solamente parar cuanto antes el éxodo rural y la destrucción de las comunidades campesinas, sino fomentar que una parte mucho más importante de las poblaciones se conviertan en campesinas y campesinos para responder a los retos presentes.

Abril del 2008

La Via Campesina
http://www.viacampesina.org