Recomiendo:
0

¿Qué es una victoria? (una conversación 15-M)

Fuentes: Público

Dos antiguos amigos. Compartieron colectivo político en la Universidad. Llevan mucho tiempo sin verse, aunque se siguen la pista discretamente. Se encuentran en la cola de una manifestación del 15-M. Abrazos, qué tal, cuánto tiempo, pero enseguida, muy rápidamente: Mario- ¿Cómo lo ves? Ángel- Menos gente, ¿no? Más banderas, más siglas, más «de lo de […]

Dos antiguos amigos. Compartieron colectivo político en la Universidad. Llevan mucho tiempo sin verse, aunque se siguen la pista discretamente. Se encuentran en la cola de una manifestación del 15-M. Abrazos, qué tal, cuánto tiempo, pero enseguida, muy rápidamente:

Mario- ¿Cómo lo ves?

Ángel- Menos gente, ¿no? Más banderas, más siglas, más «de lo de siempre».

M- Hum, sí… La gente hoy es muy práctica. Y el 15-M no ha conseguido nada. ¿Por qué volver a venir entonces? Ahora venimos sobre todo los más militantes, para quienes la vida es esto.

(gritos: ¡Que no, que no, que no nos representan!)

Á- ¡¿Que el 15-M no ha cambiado nada?!

M- No sé, dímelo tú. ¿El qué?

Á- Fíjate en esta misma manifestación. No está legalizada. Ahora convocamos y punto. Ni se nos pasa por la cabeza pedir autorización, ni nos acordamos ya de que habría que hacerlo. Es un cambio, ¿no?

M- No me dirás que hemos organizado todo este pifostio sólo para convocar manifestaciones sin pedir autorización. Tanta manifestación además… nos cansaremos. ¿Sabes la factura que pasa movilizar, generar tanta expectativa y tantos esfuerzos, y frustrarlos? Falta el para qué de todo esto.

Á- … (en silencio, pensativo)

M- Mira la reforma constitucional. Se ríen de nosotros. El poder hoy va solo, es como un mecanismo automático. Sordo, ciego, mudo, ni siquiera da ya explicaciones. Podemos justificarnos a posteriori de mil modos (la Constitución ya no le importa a nadie, por eso la gente no vino a nuestras manifestaciones, bla bla), pero la cuestión es que no tocamos la realidad.

Á-

M- Te diría incluso que las cosas están peor ahora que hace cinco meses.

Á- ¿Cómo peor?

M- Sí, hay tanto odio hacia el 15-M… Tú ya sabes dónde trabajo. Allí me mezclo con toda clase de gente, no sólo con intelectuales críticos de izquierdas. (Sigue rápidamente, para que el otro no se dé por aludido). Nos odian, así como te lo digo, nos odian. Nos culpan de los males de todo, de su propio malestar. Serían felices si alguien nos borrase de la faz de la tierra. Toda esa gente va a votar en masa al PP el 20-N con un mandato claro: acaba con ellos, Mariano, que no quede ni el recuerdo. Somos el perfecto chivo expiatorio.

Á- Flipo. De verdad que alucino. ¿Pero tú te acuerdas de cómo estábamos el 14 de mayo? De la impotencia, la soledad, la desconfianza, entre los mismos grupos de amigos… El 15-M ha roto con todo eso, ha roto el aislamiento social. La idea de que juntos lo podemos todo es ahora una sensación, no una máxima ideológica, ni abstracta. Y eso porque fuimos capaces de hacer algo juntos: fuimos capaces de construir el campamento.

M- Sí, cierto, vale, pero…

Á- (sigue, deprisa) Nos hemos puesto de pie. Ya no más postración, no más impotencia. Ahora se puede respirar, joder. Desapareció el cinismo, el hacer como si creyéramos en lo que hacemos. Ahora estamos a lo que estamos. El cambio se ha vuelto posible. ¿Qué más quieres en cinco meses?

M- Alguna victoria concreta. O, al menos, ir apuntando en la dirección que nos pueda llevar a alguna victoria, ¿vale? Que lo posible se concrete en una medida tangible (una ley, lo que sea) que afecte directamente a la vida cotidiana. Marcas y no pompas de jabón, quiero que las cosas dejen marcas en la realidad.

(gritos: ¡Lo llaman democracia y no lo es!)

Á- (sigue, un poco a lo suyo) «Lo llaman democracia y no lo es». ¿No te das cuenta? Eso lo hemos puesto nosotros encima de la mesa. Ya no nos pueden vender que todo es un error de tal o un fallo de cual, una cosa personal, coyuntural o pasajera. Ahora somos nosotros quienes definimos la situación y lo hacemos así de claro: lo llaman democracia y no lo es. Más fuerza imposible, joder. Es el conjunto lo que no funciona, lo que no queremos. Sólo les queda la fuerza bruta, la violencia, porque ya no nos tragamos más mentiras. El hilo musical que nos machacaba los oídos ha saltado por los aires. Hemos roto las relaciones de sentido y de poder que sostienen esta realidad.

M- ¿También las de poder?

Á- También, en la medida en que la obediencia ya no es una cosa obvia, automática.

M- ¿Y las de explotación?

Á-

M- ¿Porque sabes que sigue habiendo de eso, verdad?

Á- Jé. Y tú sabes que no lo pensamos en los mismos términos…

M- (le corta) Deslegitimar, rechazar, disolver… Vale, bien, de acuerdo. Pero el vacío se puede llenar de miedo. ¿Qué hemos puesto ahí, en ese vacío? No se trata sólo de romper. Ya no estamos en los 60. Todo está muy roto ya además. Rematamos a un muerto: los políticos. Pero el mercado no hay quien lo toque, no sabemos cómo hacerlo, ni siquiera sé si lo queremos de verdad, lo tenemos tan metido dentro…

Á- No me parece que seamos un movimiento de puro rechazo. En absoluto. El rechazo del «no nos representan» no se quedó ahí. Abrió sitio a un mundo: la acampada. Un mundo infinitamente más abierto que el más abierto de los centros sociales que hayamos conocido. Ese es el gesto que habría que actualizar una y otra vez: el No abriendo lugar a un Sí, el Sí creando un espacio que se ofrece a cualquiera. No condenar, ni pedir, ni reivindicar, sino producir nueva realidad.

M-

Á- Y eso es lo que me parece ahora más débil: la parte de construcción, de construir aquí y ahora el mundo que queremos vivir. Protestamos, nos quejamos, reclamamos, pero no sé si estamos construyendo el mundo donde queremos vivir… ¿Sabes? Había gente de derechas que pasaba también por el campamento. ¿Por qué no? En el fondo su malestar está hecho de la misma pasta que el nuestro. Pero si la identidad pasa al primer plano de la cosa, si la conciencia y no la vida son lo más importante, entonces perderemos la interpelación a cualquiera.

(gritos: ¡a, anti, anticapitalistas!)

M- Sólo podemos estar todos juntos al precio de no querer nada, de no pedir nada concreto. Si multiplicas las interpelaciones hasta el infinito, el movimiento será tan inclusivo como vacío. Será un teatro, un teatro maravilloso y todo lo que tú quieras. Pero incapaz de tocar lo real.

Á- Igual no podemos cambiar la realidad, sino tan sólo nuestra manera de relacionarnos con ella.

M- Lo que viene a querer decir que no podemos evitar que nos desahucien de nuestra casa, pero podemos asumirlo con otro ánimo. La realidad es esa máquina de desahuciarnos de todo, de golpe o poco a poco. ¿Tú la quieres detener o no?

Á- (a la defensiva) Bueno, que yo sepa se están parando desahucios, ¿no? Y lo está haciendo la gente que se enamoró del teatro, como tú dices. ¿O se paraban muchos desahucios antes del 15-M?

M- Vamos a ver cuánto dura ese impulso generoso si no se dota de estrategia, estructura, dirección…

Á- Lo que yo te digo es esto: sólo desde una nueva relación con la realidad podemos cambiar la realidad. Esto mismo que me dices ahora es lo que decíamos siempre. Pero, ¿cómo te ha tocado a ti el 15-M? Respóndeme, pero tú, en primera persona. Podemos empujar la realidad sólo en la misma medida en que ella te empuja a ti y tú te dejas empujar por ella. ¿A dónde te ha empujado a ti el 15-M? ¿Cómo ha cambiado tu mirada, tu experiencia de la política?

M- Ya sabes que no comparto esa exigencia que siempre pones de hablar en primera persona, no la acepto. Yo me siento parte de un nosotros, aunque ese nosotros no exista, aunque esté yo solo. Sólo un nosotros ha sido capaz de mover alguna vez algo. Me preguntas qué ha supuesto para mí el 15-M. No lo sé, tendría que pensarlo. Ni siquiera sé si importa en absoluto.

Á- Todo lo contrario: es lo más importante. Más allá de la alegría que genera a cualquiera pasar de la impotencia a la potencia, hay que pensar cómo nos toca y nos cambia lo que ha pasado. La fuerza real está ahí. Sin partir de la afectación, hablas y propones cosas desde el 14 de mayo. Sólo desde el desplazamiento podemos a su vez desplazar. Y esto tiene que doler un poco, joder. Despertar tiene que doler o no es un verdadero despertar.

M- Todo el mundo se ha movido, igual no de forma dramática y visible, pero todo el mundo se ha movido. Muchos llevamos ya tiempo moviéndonos, esto es un proceso y no un milagro.

Á- Mira, te doy la razón y no te la doy. El 15-M no ha cambiado nada y, al mismo tiempo, lo ha cambiado todo. La realidad sigue igual, pero la miramos desde otro lugar. El 15-M ha abierto ese otro lugar.

M- Parto de ahí, parto de ahí. Pero lo que me pregunto es cómo seguir, cómo seguir, ¿vale? No puedes olvidarte de la máquina de desahuciar, de la máquina de triturar vidas que es la realidad. Yo no puedo, al menos. El 15-M ha abierto problemas: «no nos representan», «lo llaman democracia y no lo es». Esos enunciados son exigencias para una investigación práctica: ¿cómo paramos la máquina? ¿Qué sería una democracia real? Estar juntos no basta. Me pregunto, te pregunto: ¿estamos dispuestos a asumir las consecuencias de lo que decimos hasta el final? ¿Estamos a la altura del mismo problema que nosotros mismos hemos formulado y puesto encima de la mesa?

Á- (titubeante) Pero el 15-M salimos a la calle sin discurso, sin organización, sin estrategia, sin reivindicaciones, sin identidad. No nos sacó a la calle nada de eso, simplemente no lo había. La energía estaba en otra parte…

M- Bueno, no había organización, pero empezamos a organizarnos. ¿Por qué no vamos a hacer lo mismo con el discurso o la estrategia o los objetivos?

Á- No te digo que no, pero que sea la propia energía que nos sacó a la calle la que invente su estrategia, su discurso y sus objetivos, no tú, ni yo, ni nada de lo que existía el 14 de mayo. Que el desplazamiento invente su propia manera de durar, esa es la respuesta, porque es la única real. Sol y Wall Street funcionan, feliz, independientemente de que les exijamos objetivos, causas y mecanismos. El-no-saben-lo-que-quieren-pero-lo-están-consiguiendo de The Economist es el mejor resumen. De que ni las gafas de The Economist ni las nuestras sirven para enterarse de esto, mientras que la única realidad sigue estando en la calle.

(gritos: ¡lo llaman democracia y es Botín!)

M- No sé si podemos hacer política con los elementos originarios del 15-M. El estar juntos, el cualquiera, lo de que «somos todos»…

Á- Ahora ya sólo el 99%

M- Pues aún somos demasiados, me temo. Igual ahora toca otra cosa, ¿por qué no? Las situaciones varían. Lo de estar todos juntos no puede durar.

Á- ¿Y por que tiene que durar? ¿Dónde lo pone?

M- Bueno, si no se trata de cambiar nada, sólo de expresarnos o desahogarnos pues entonces no tiene porqué durar, cierto. Pero si quieres cambiar algo, si quieres que nuevas instituciones sustituyan a las que tenemos, si quieres gestionar la vida en común de forma distinta, pues eso ya es otra historia. Piensa en los dos siglos de luchas políticas, no seas tan posmoderno. Yo no comparto lo de la política del cualquiera: me junto con cualquiera, sí, con cualquiera que tenga voluntad de cambiar realmente las cosas.

Á- Tendrías que haber fundado la Comisión de Realidad.

M- (muy rápido) Alguien me dijo que tú te habías metido en la de Espiritualidad.

Á- Já, ¿y por qué no? En fin, realidad, espiritualidad, estamos como estancados en esas dicotomías. Sabes tan bien como yo que el capitalismo es muy simbólico y lo simbólico es muy real. El capitalismo, la realidad, es también un estado mental. La idea de riqueza como posesión, la idea de actividad como trabajo, la idea de felicidad como consumo, la idea de belleza como imagen… El 15-M ha roto las definiciones de lo normal, de lo único, de posible, de lo bueno. ¿Cómo no va a tener eso efectos?

M- Tendrá efectos. Lo que igual no tiene son resultados.

(unos chicos despliegan una pancarta en el Banco de España: «la economía es magia negra», aplausos)

Á- Explícame eso de los efectos y los resultados. Veo que te sigue gustando hacer distinciones.

M- Pensar es eso, ¿no? Distinguir esto de aquello. Bueno, es simple: los efectos no son intencionados. Mayo del 68 tuvo miles de efectos, heterogéneos, contradictorios, a corto y largo plazo. El efecto desborda a la causa, es incontrolable e incalculable.

Á- Desde luego los efectos del 15-M están a la vista: ¿sería la Marea Verde lo que es sin el 15-M? ¿Y Occupy Wall Street? ¿Y el 15 de octubre? El 15-M ha creado un clima nuevo, en el que otras cosas se vuelven posibles. Un nuevo marco de sentido donde se relaciona lo diferente, otro relato como diríamos nosotros los posmodernos (con mala leche).

M- Vale, pero un resultado es otra cosa: algo que buscas conscientemente. Un objetivo, si quieres.

Á- Pues quizá el 15-M tiene tantísimos efectos de contaminación al precio de no haber perseguido ningún resultado, de preocuparse más del cómo nos juntamos que del para qué. Eso es lo que se ha contagiado, las herramientas, las técnicas y los modos, no los discursos ni las reivindicaciones. Me temo que es así.

M- Un resultado es lo que yo llamo una victoria. Señalar un objetivo e ir a por él.

Á- Hablas como si todavía fueran posibles los planes quinquenales. Pero la realidad se descojona todo el rato de nuestros análisis y estrategias. Es imprevisible, hipercompleja. Las reivindicaciones y los objetivos son cosa del pasado: pedir algo como si estuviera separado del todo. Esa es tarea de los políticos, en todo caso. Lo nuestro no es planificar nada, sino saber coger bien la ola. Aprender a verla venir, sentir que esa es la buena y no otra, saber fundirse con ella, atreverse a dejarse llevar sin quererla dirigir, disfrutarla… Y para eso hay que dejar de pensar como el gran legislador o el gran estratega y tirarse al agua, implicarse. Cambiar con el cambio, joder. Es lo más difícil.

M- Coger la ola no sólo es cuestión de dejarse afectar, sino que también requiere disciplina y organización, la estrategia no tiene porqué ser planificación soviética, en fin… A veces creo que estamos muy cerca y que sólo nos separa la pasión por discutir. Otras veces siento que se abre como un abismo entre nosotros y que es importante no ocultarlo con el buen rollo…

(silencio, cansancio)

Á- ¿Te acuerdas de Olga?

M- ¿Nuestra amiga, la hipocondriaca?

Á- Se fue.

M- ¿Quién, Olga, adónde?

Á- No, su hipocondria. Se fue, ya no está. Lo que fuera que fuese, el 15-M lo ahuyentó. Su vida ha cambiado de raíz tras pasar por el campamento. Yo sólo confío en las olgas. También para lograr esas victorias que reclamas…

M- Las olgas no son nada sin los militantes, no sueñes. Sabes que nosotros somos los únicos que estaremos ahí seguro mañana o dentro de cinco años. Las olgas atraviesan el 15-M, se llevan algo que les cambia y desaparecen luego para seguir haciendo su vida…

Á- Quizá habría que inventar otro tipo de organización donde quepan esos movimientos de ida y vuelta…

(se separan en ese momento para saludar a otros amigos, pero los dos siguen pensando en la conversación. Se buscan como quien no quiere la cosa más tarde, cuando la manifestación llega a Sol, pero allí todo se disuelve rápidamente y no se encuentran, no se encuentran…)

Amador Fernández-Savater es editor de Acuarela Libros (acuarelalibros.blogspot.com), ha dirigido durante años la revista Archipiélago y ha participado activamente en diferentes movimientos colectivos y de base en Madrid.

Fuente: http://blogs.publico.es/fueradelugar/1077/%C2%BFque-es-una-victoria-una-conversacion-15-m