Necesitamos un Marco Mundial de la Biodiversidad con normas ambientales estrictas que garanticen que el mundo vuelva a vivir dentro de los límites planetarios.
La biodiversidad está en crisis en todo el planeta. El número de especies y de individuos dentro de las propias especies ha disminuido de forma estrepitosa en las últimas décadas y la comunidad científica advierte de que en los próximos años podemos perder un millón más de especies. Para quien está siguiendo el tema de cerca es evidente que esta crisis de la biodiversidad es en realidad una cara más de la crisis sistémica, causada por el modelo económico actual y el mantra del crecimiento continuo.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD por sus siglas en inglés) inició un proceso para establecer un nuevo Marco Mundial de la Biodiversidad durante la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas en el año 2018, un encuentro en el que muchas de las naciones participantes se comprometieron a respaldar un marco para el “cambio transformador” elaborado por la comunidad científica. Por aquel entonces, se albergaba la esperanza de que esta decisión fuese una oportunidad real para cambiar el modelo económico y proteger a la biodiversidad. Bajo esta premisa, escribí a un buen número de amigas, amigos y activistas ecologistas de todo el mundo para decirles “¡tenéis que participar en este proceso, va a ser transformador!” Mientras el Convenio sobre la Diversidad Biológica fingía escuchar las necesidades de la sociedad civil y los Pueblos Indígenas en la primera ronda de consultas, cuando salió a la luz el borrador inicial me llevé un duro golpe: las medidas que podrían transformar verdaderamente el sistema económico que socava la biodiversidad —tales como normas estrictas y coordinadas para minimizar el daño ambiental— no tenían ninguna posibilidad de éxito.
El plan de las grandes empresas es seguir devastando la biodiversidad a corto plazo, con la promesa de que compensarán esos daños a largo plazo
A su vez, nos dimos cuenta rápidamente de que la participación de las grandes empresas en las discusiones estaba obstruyendo cualquier avance, tal como acaba de demostrar Amigos de la Tierra Internacional en un nuevo estudio. Incluso empresas criminales como BP, responsable del derrame petrolero de Deepwater Horizon en 2010, o Vale, que envenenó cientos de kilómetros de ríos con desechos tóxicos de sus minas tras el colapso de dos presas de relave en Brasil. Grandes contaminantes como estas empresas crean coaliciones que se presentan como “verdes” o “sostenibles». Sin embargo, en las salas de negociación, a puerta cerrada, abogan por medidas voluntarias y de maquillaje verde que simulan una regulación verdadera. Está claro que entienden que cualquier medida eficaz frente a la pérdida de biodiversidad les perjudica y constituye un obstáculo para sus ganancias.
Durante años hemos visto cómo los estados participantes y altos funcionarios de la ONU reciben con los brazos abiertos a estas coaliciones empresariales y sus propuestas. Esto hace que los resultados de este convenio clave sobre la biodiversidad —y las políticas que regirán la próxima década— estén repletos de propuestas de lavado verde. Los conceptos de “Naturaleza positiva” y “soluciones basadas en la naturaleza” son algunas de estas medidas, que hacen peligrar las verdaderas soluciones de la acuciante crisis de biodiversidad.
El concepto de “Naturaleza positiva” o “positivo para la naturaleza” puede sonar bien, pero su definición es muy confusa. El término naturaleza puede ser una referencia a políticas que nada tienen que ver con la biodiversidad, y “positivo” es incluso más ambiguo. Aunque puede parecer que conlleve algo bueno, en realidad genera un resultado dudoso, se siguen destruyendo ecosistemas y los procesos de restauración son cuestionables. El plan de las grandes empresas es seguir devastando la biodiversidad a corto plazo, con la promesa de que compensarán esos daños a largo plazo. Lo que esperan quienes proponen el concepto de “Naturaleza positiva” es que en el año 2030, el resultado pueda ser ligeramente positivo. Sin embargo, cuando dimensiono la pérdida de biodiversidad que he visto a lo largo de mi vida, queda claro que no podemos permitirnos perder más.
Muchos de los proyectos basados en la naturaleza no son más que plantaciones de monocultivos de árboles, que no aportan ninguna biodiversidad
Tanto el concepto de “Naturaleza positiva” como el de “soluciones basadas en la naturaleza”, o SBN, se basan en compensar, ya sean las emisiones actuales de CO2 o los ecosistemas que se quieren destruir, lo que supone que un tipo de ecosistema pueda ser compensado con otros, sin tener en cuenta su capacidad de absorción de CO2, la complejidad de organismos que tiene cada ecosistema, el carácter único de cada especie o el territorio sagrado para los Pueblos Indígenas. Tal compensación es una “solución” para las empresas que quieren mantener sus beneficios y seguir socavando la biodiversidad con la excusa de que su destrucción es sostenible porque se compensará en otro lugar. El concepto no sólo es totalmente erróneo,sino que no es realista. En realidad, compensar de ese modo requiere grandes extensiones de tierras para capturar carbono, que exceden de lejos la superficie de tierras disponibles a nivel mundial.
Permitir la compensación de emisiones les da a las empresas un pase libre para seguir arrasando el medioambiente a pesar de la emergencia climática y la pérdida exacerbada de biodiversidad. Muchos de los proyectos basados en la naturaleza no son más que plantaciones de monocultivos de árboles, que no aportan ninguna biodiversidad. Reservar tierras para compensar emisiones de carbono también compite con la demanda de tierras de cultivo de los agronegocios. Sin embargo, unos pocos proyectos puntuales de soluciones basadas en la naturaleza que incluyen prácticas agroecológicas y la participación de Pueblos Indígenas y comunidades locales son presentados en atractivos folletos a todo color y afirman falsamente que las soluciones basadas en la naturaleza representan un cambio significativo para el clima y la biodiversidad.
Al mismo tiempo, ambos conceptos empresariales representan una gran carga para los Pueblos Indígenas y las comunidades locales. Muchos proyectos de compensación se llevan a cabo en sus tierras y a menudo los expulsan de sus territorios. Las empresas suelen afirmar que el uso de la tierra que hacen las comunidades nativas socava su biodiversidad, aunque esté demostrado lo contrario. Cerca del 80% del remanente de biodiversidad terrestre se ha preservado gracias a los Pueblos Indígenas y comunidades locales, a pesar de las violaciones de sus derechos y el asesinato de defensoras y defensores ambientales.
Si bien la destrucción de ecosistemas es parte de una crisis mundial que tenemos que resolver, no solo es una cuestión técnica, sino también de justicia. Necesitamos un Marco Mundial de la Biodiversidad con normas ambientales estrictas que garanticen que el mundo vuelva a vivir dentro de los límites planetarios. Hay que someter a las empresas a una reglamentación estricta en lugar de permitirles crear sus propias medidas para eludir sus responsabilidades. Pero, antes que nada, hay que proteger los derechos de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales, que son los verdaderos guardianes que protegen la biodiversidad.
Nele Marien. Coordinadora del programa bosques y biodiversidad de Amigos de la Tierra Internacional.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/opinion/cumbre-de-biodiversidad-cop15