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Qué pasa cuando el cerebro se contamina

Fuentes: BBC

El escándalo de Volkswagen ha enfocado nuestra atención en las excesivas y mal reguladas emisiones tóxicas que expiden los autos, pero más alarmantes son los estudios científicos que muestran que éstas afectan no sólo nuestros sistemas cardiovasculares y respiratorios, sino también nuestros cerebros. BBC tuvo acceso a investigaciones de vanguardia que indican que la contaminación […]

El escándalo de Volkswagen ha enfocado nuestra atención en las excesivas y mal reguladas emisiones tóxicas que expiden los autos, pero más alarmantes son los estudios científicos que muestran que éstas afectan no sólo nuestros sistemas cardiovasculares y respiratorios, sino también nuestros cerebros.

BBC tuvo acceso a investigaciones de vanguardia que indican que la contaminación puede incluso retardar el desarrollo del cerebro de los niños.

De hecho, la contaminación se ha convertido en el mayor riesgo medioambiental para la salud: causa 7 millones de muertes prematuras anuales a nivel mundial.

Pero lo más preocupante es que estudios recientes están mostrando que apenas estamos empezando a entender cuánto daño puede hacerle la polución a nuestros cuerpos.

Hemos sabido desde hace tiempo que afecta nuestros pulmones y corazón -causando fallos cardíacos y afecciones pulmonares-, pero las asociaciones con el cerebro son más sorprendentes», le dice a la BBC Frank Kelly, del departamento de Salud Ambiental de King’s College London.

«Al principio de la vida, hay niños con dificultades de aprendizaje, autismo y trastornos por déficit de atención, y al final de la vida hay adultos con problemas neurodegenerativos como demencia, Alzheimer y Parkinson», añade.

3.000 niños

El Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) de Barcelona, España, está en la vanguardia del estudio de los efectos de la contaminación en el cerebro.

En su más reciente estudio, midieron los niveles de polución en 39 escuelas primarias en la ciudad. Después, examinaron el desarrollo cognitivo de los 3.000 alumnos.

«Y lo que encontramos fue que los niveles de contaminación en los salones de clase y los corredores estaban relacionados con el desarrollo de las funciones cerebrales y también con los síntomas clínicos de problemas de conducta», le explicó a la BBC Jordi Sunyer Deu, el director científico adjunto e investigador de CREAL.

A algunos de los niños les escanearon el cerebro usando imagen por resonancia magnética funcional (IRMf), y los resultados preliminares mostraron que los cerebros de los niños que están en áreas de polución alta responden más lentamente a los estímulos visuales y auditivos.

«La conclusión general de nuestro estudio y de todos los estudios es que la contaminación del aire está ralentizando la actividad de nuestras neuronas«, señaló Sunyer Deu.

Y, ¿cómo afecta a los adultos?

«Sabemos que esto está ocurriendo en la infancia, pero también tenemos varios estudios que muestran lo mismo en los adultos, en las últimas etapas de nuestra vida: la decadencia cognitiva se acelera debido a la polución atmosférica», dice el investigador de CREAL.

¿Cómo llegan estas partículas tóxicas a nuestro cerebro?

Se han identificado tres vías potenciales.

Aspiramos las partículas contaminantes y estas llegan a nuestros pulmones. Muchas son lo suficientemente pequeñas como para pasar directamente a nuestra sangre y circular hasta el cerebro.

Los contaminantes mismos pueden no estar llegando al cerebro sino estar actuando como portadores de otras moléculas tóxicas que se difunden más fácilmente por nuestro torrente sanguíneo.

Recientemente, los científicos han planteado otra posibilidad: que los contaminantes viajan directamente a través de la nariz al cerebro, por la vía del nervio olfativo, sin pasar del todo por el torrente sanguíneo.

Se piensa que cuando esas partículas llegan al cerebro, causan una inflamación que puede lesionar el tejido cerebral.

Desde el vientre

Con más de la mitad de la población del mundo viviendo en ciudades, éste es claramente un problema global.

Y es posible que el problema empiece antes de nacer.

«En las últimas décadas, hemos aprendido mucho sobre la vulnerabilidad del feto y nos hemos percatado de que la placenta no es una barrera tan perfecta como pensábamos», le dijo a la BBC Frederica Perera, de la División de Salud Ambiental de la Universidad de Columbia, EE.UU.

«En nuestro estudio, en Nueva York, le hicimos seguimiento a mujeres embarazadas y sus hijos. Al examinar la relación entre la exposición prenatal a los contaminantes tóxicos, encontramos que la exposición alta estaba asociada a más problemas cognitivos y de conducta en los niños», señaló.

El equipo hizo escáneres IMR para mostrar cómo la exposición a la polución atmosférica en el vientre afectaba el volumen del cerebro cuando cumplían 8 años de edad.

«Lo que descubrimos fue impresionante», dijo Bradley Peterson, de la Universidad Southern California.

«Vimos reducciones directas de volumen, particularmente en el hemisferio izquierdo, no el derecho, del cerebro. El efecto era muy asimétrico».

«Cuando revisamos debajo de la superficie del cerebro, encontramos menos sustancia o materia blanca», agregó.

«Cuanto más marcada era la anomalía, mayores los problemas que estos niños tenían para procesar información. Además eran muy desatentos, impulsivos y agresivos. Tenían los síntomas de trastorno por déficit de atención con hiperactividad«.

«Es extremadamente inquietante: para mí, implica que la cantidad de polución a la que estamos expuestos está creando una pesadilla para la salud pública», concluyó Peterson.

¿Cómo vamos a enfrentar este enorme problema?

«Sabemos que los niveles de contaminación se deben principalmente al tráfico la mayor parte del tiempo. Sabemos que el combustible diésel juega un rol protagónico en este caso, así que una de las soluciones obvias es hacerle frente inmediatamente a los problemas con los sistemas de transporte público en las ciudades», opina Frank Kelly, de Kings College London.

«Por supuesto que tenemos que librar a las ciudades de los vehículos con esos motores contaminantes. Y para hacerlo, tenemos que cambiar la manera en la que nos transportamos; la movilidad de las ciudades tiene que transformarse», declara Jordi Sunyer Deu de CREAL.

Es sorprendente cuán convencidos están los científicos que hablaron con la BBC de que la contaminación atmosférica está perjudicando nuestros cerebros, además de nuestros corazones y pulmones.

Pero el reto es formidable pues los autos y sus combustibles están entretejidos con la trama de nuestras ciudades y sus vidas cotidianas.

Ecoportal.net

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