Un nuevo episodio de la Revolución se abre tras la clausura del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). En un contexto de permanentes reformas y de incertidumbre acerca del rumbo del modelo cubano, el PCC volvió a confirmar su confianza en el socialismo y trazó los desafíos que se abren para el país […]
Un nuevo episodio de la Revolución se abre tras la clausura del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). En un contexto de permanentes reformas y de incertidumbre acerca del rumbo del modelo cubano, el PCC volvió a confirmar su confianza en el socialismo y trazó los desafíos que se abren para el país en los próximos años.
Menos de un mes después de la visita de Barack Obama a Cuba y con la melodía de Jumping Jack Flash todavía flotando en el aire, entre el 16 y el 18 de abril sesionó el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
El encuentro ocurrió, tal como estaba previsto, cinco años después del importantísimo VI Congreso cuando se aprobaron «Los lineamientos de la política económica y social» en el marco de la actualización del modelo cubano iniciado con la presidencia de Raúl Castro. Desde entonces se han producido gran cantidad de cambios tanto en el plano interno como en el externo. A nivel nacional se destacan la entrega de tierras estatales a privados, el retorno del trabajo por cuenta propia o la expansión de formas no estatales, como las cooperativas, a los sectores industrial y de servicios. En el plano internacional, el acercamiento a Estados Unidos es evidentemente el hecho más destacado, dentro de un proceso más amplio de recuperación de protagonismo en América Latina y el Caribe y de evolución de los vínculos bilaterales con la Unión Europea.
Este nuevo Congreso tenía entonces como principales objetivos analizar la evolución de la economía del último quinquenio, actualizar los lineamientos para el período 2016-2021 -año del próximo Congreso- y sentar las bases para un Plan Nacional de Desarrollo económico y social hasta el 2030.
El debe y el haber
En el informe Central presentado por Raúl ante un auditorio de 1.000 delegados que representan a los más de 670.000 militantes actuales del PCC, el presidente hizo un balance de las transformaciones en marcha. Fue un discurso que tuvo la virtud de tocar las principales preocupaciones de cubanos y observadores externos y de no hacer oídos sordos a los problemas irresueltos y a los extendidos temores por el desenlace de la Revolución.
El discurso insistió con la idea de que en Cuba jamás se aplicarán las «terapias de choque» y manifestó el compromiso de continuar con la actualización del socialismo. «Las fórmulas neoliberales que propugnan la privatización acelerada del patrimonio estatal y de los servicios sociales como la salud, la educación y la seguridad social, nunca serán aplicadas en el socialismo cubano». Con respecto al desempeño económico general, si bien en los últimos cinco años se produjo un crecimiento promedio anual del 2,8% del PIB, el Presidente resaltó que no fue suficiente para asegurar la creación de las condiciones productivas y de infraestructura requeridas para mejorar el desarrollo y el consumo de la población.
Como principal desafío en el corto plazo, Raúl volvió a destacar la urgencia de terminar con la dualidad monetaria que resquebraja el pilar igualitario de la Revolución. El fenómeno de la «pirámide invertida» no permite retribuir de manera justa el trabajo en función de su cantidad, calidad y complejidad y ello genera desmotivación en la fuerza laboral y en los cuadros. En este sentido, el problema de los bajos salarios volvió a ser puesto en el centro de las preocupaciones. El mandatario también se refirió al éxito de las iniciativas no estatales, como las cooperativas, el cuentapropismo y la mediana y pequeña empresa, que no son en esencia antisocialistas, pero que deben tener límites bien definidos para evitar la concentración de la propiedad y de la riqueza. En este sentido, sin embargo, advirtió «no somos ingenuos ni ignoramos las aspiraciones de poderosas fuerzas externas que apuestan a lo que llaman el ‘empoderamiento’ de las formas no estatales de gestión, con el fin de generar agentes de cambio con la esperanza de acabar con la Revolución y el socialismo en Cuba por otras vías».
Con respecto a la inversión extranjera, Raúl celebró la constitución de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, un territorio a 45 kilómetros de la Habana que brinda incentivos y seguridad jurídica a los inversionistas, y destacó que actualmente el 70% de las inversiones se destinan al sector productivo e infraestructuras, mientras que en 2010 la cifra era del 45%.
En cuando a la relación con Estados Unidos, el discurso volvió a denunciar la vigencia del bloqueo y a las medidas adoptadas por Obama para flexibilizarlo como insuficientes. Asimismo insistió en la permanencia de políticas que alientan la emigración ilegal de la isla, como la «Ley de Ajuste Cubana» o la «política de los pies secos-pies mojados». La lectura del acercamiento de su viejo enemigo es la del temor norteamericano a quedar aislado en el hemisferio, en un contexto de avance de gobiernos de izquierda y de estructuras de integración regional como la CELAC (hay que recordar que la normalización de las relaciones ocurrió en diciembre de 2014 puesto que el escenario regional ha cambiado mucho desde entonces). Por lo tanto, el propósito del gobierno cubano es avanzar en una relación que reporte mutuos beneficios, respetando las diferencias. «Es preciso reiterar que no debe pretenderse que para lograrlo Cuba renuncie a los principios de la Revolución ni realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia», afirmó Raúl.
En el plano político, si bien se especulaba con una posible transición hacia un sistema de partidos, lo que hubo fue una reivindicación a ultranza del sistema vigente. «En Cuba tenemos un Partido único, y a mucha honra, que representa y garantiza la unidad de la nación cubana, arma estratégica principal con que hemos contado para edificar la obra de la Revolución». No obstante, también se habló de reformar la constitución, creada en 1976 y modificada parcialmente en 1992 y 2002, para adecuarla a las actuales condiciones económicas y sociales.
Renovación generacional
Una de las principales preocupaciones del actual gobierno es la de renovar a los cuadros de la generación histórica. En este sentido, en el VII Congreso se alcanzaron algunos tímidos avances.
El mayor inmovilismo se observa en el Buró Político -órgano superior de dirección del PCC-, en el que Raúl Castro continuará como Primer Secretario hasta 2021 (a pesar de que su presidencia termina en 2018) y José Ramón Machado, también octogenario, como Segundo Secretario. También permanecen otros miembros de la vieja guardia, como el comandante Ramiro Valdés y Leopoldo Cintra Frías, ministro de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, hay que destacar dos cuestiones que matizan esta afirmación. Por un lado, que el Buró Político incorporó a cinco nuevos miembros que son todos cuadros jóvenes (1), pasando a tener ahora un total de 17 integrantes. Y por otro que el Buró decidió mantener a Miguel Díaz-Canel, de 56 años y previsible sucesor de Castro en el Ejecutivo, como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Es posible que la permanencia de dirigentes históricos en órganos de decisión fundamentales obedezca al deseo de retener el control en un contexto de transición como el actual, en el que todavía se avizoran grandes reformas y las elecciones en Estados Unidos abren grandes interrogantes acerca del futuro del país.
El rejuvenecimiento es más visible en el Comité Central, integrado ahora por 142 miembros (antes tenía 116) con una edad promedio de 54 años. De hecho, una de las propuestas aprobadas en el Congreso fue la establecer un máximo de 60 años para ingresar al Comité Central y de 70 años para desempeñar cargos de dirección en el partido. Este condicionamiento, dice Raúl, «sumado a la limitación de hasta dos períodos consecutivos para ocupar responsabilidades políticas, garantizará, desde la base, el rejuvenecimiento sistemático en todo el sistema de cargos partidistas».
El cierre contó con la presencia de Fidel Castro quien, a pesar de su avanzada edad, dio un lúcido discurso reivindicando la Revolución y advirtiendo sobre la importancia de mostrarle a América Latina y el mundo que el pueblo cubano triunfará. Frente a un auditorio conmovido manifestó que tal vez era una de sus últimas apariciones en esa sala: «Pronto cumpliré 90 años, nunca se me habría ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo, fue un capricho del azar. Pronto seré ya como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno…».
Parece difícil determinar un plan de desarrollo para Cuba de aquí a 2030, en un marco de tanta incertidumbre. También parecía imposible que Fidel Castro llegara a los 90 años. Y sin embargo…
Nota:
1. Los nuevos miembros son Miriam Nicado, doctora en Ciencias Matemáticas y rectora de la Universidad de las Ciencias Informáticas, Teresa Amarelle, Secretaria General de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, Marta Ayala, doctora en Ciencias Biológicas, Ulises Guilarte Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba y Roberto Morales, ex ministro de Salud Pública.
Fuente: http://www.eldiplo.org/notas-web/que-paso-en-el-vii-congreso-del-pcc/