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¿Qué sucede en Turquía?

Fuentes: Rebelión

Considerada la vanguardia de la OTAN dirigida hacia el Cercano Oriente y Asia Central, Turquía, por su situación geográfica y su gran población (unos 75 millones de habitantes), constituye una potencia regional de primer orden. Posee el segundo ejército más numeroso de esta Organización. Los gobernantes de Europa Occidental y los Estados Unidos están conscientes […]


Considerada la vanguardia de la OTAN dirigida hacia el Cercano Oriente y Asia Central, Turquía, por su situación geográfica y su gran población (unos 75 millones de habitantes), constituye una potencia regional de primer orden. Posee el segundo ejército más numeroso de esta Organización. Los gobernantes de Europa Occidental y los Estados Unidos están conscientes de esto, y a pesar de no agradarles el carácter religioso islámico que profesa el 98% de su población, la han admitido en su seno, aunque se niegan a concederle la condición de miembro de la Unión Europea. Sería «pedirles demasiado a las élites gobernantes de cristianos blancos» de la parte occidental y atlántica del continente, que aceptaran a tal cantidad de musulmanes. (Ya tienen bastante con los revoltosos inmigrantes ¿No?)

Pero Turquía si les puede ser muy útil como «carne de cañón» en sus guerras, actuales, futuras y planificadas para cambiar las fronteras en la rica (sobre todo en petróleo y gas), pero levantisca región adyacente a su territorio. La han estado utilizando como base principal para llevar a cabo la guerra sucia contra Siria, entrenando, armando e infiltrando en el vecino país árabe, bandas de peligrosos salafistas y terroristas, que tienden a convertirse en incontrolables. También la utilizan para promover, por medios más enmascarados, la división de Iraq, a cuyo gobierno central pretenden desgastar y derrocar por ser predominantemente chiita y demasiado cercano a Teherán.

Turquía podría aparecer igualmente en los planes dirigidos a imponer cambios en Líbano, para lo que habría que liquidar el poder de Hizbulá, y después encarar el reto mayor: la destrucción de Irán. Los cohetes que Estados Unidos ha instalado en el sur de Anatolia, donde la OTAN ya dispone de la base de Incirlik, así como el estacionamiento de una cantidad de «drones asesinos», no son precisamente medios de defensa, nadie podría creer que tengan el propósito de defenderse de imposibles ataques de Siria, que es el país agredido.

Pero a pesar de todo su poderío, Turquía es un país con muchas debilidades y problemas. El principal: sus variadas divisiones.

El gobierno religioso del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que llegó al poder hace más de diez años, consciente de estas debilidades, lanzó un programa populista-chovinista, calificado por algunos de la oposición como «neo-otomanismo», para atraer el respaldo de la mayoría de la población. Es conocido que las encuestas de opinión que se realizan frecuentemente por instituciones occidentales, entre ellas la BBC de Londres, tomando muestras en un grupo grande de países, arrojan que los turcos aparecen en primer lugar en la crítica y condena a la política de los Estados Unidos. Por ello el partido AKP adoptó en un principio determinadas posiciones que generaron la crítica de círculos conservadores y de la derecha estadounidense, algunos de cuyos voceros llamaron a considerar la salida de la OTAN del país otomano. Para colmo, el gobierno turco levantó la bandera de solidaridad con Palestina y aparentó enemistarse con el gobierno de Israel. El primer ministro Erdogan fue recibido como héroe en Estambul después de enfrentarse a Shimón Peres en Davos, a quien calificó de asesino de niños en Gaza, ante las cámaras de televisión.

Otra estrategia fue la de lanzar la política de «cero conflictos con sus vecinos» y dieron pasos para mejorar sus relaciones con Grecia y Armenia. Erdogán intercambió frecuentes y calurosas visitas con el mismo presidente sirio Bashar al Assad, a quien no dudó, poco tiempo después, en acusar de violador de los derechos humanos, tratando de justificar el hecho de convertirse en la principal base para la guerra sucia contra Damasco. Con Irán, mejoró notablemente las relaciones políticas y creció el intercambio económico y comercial, desoyendo las quejas de Washington. Más aún, se opuso a las sanciones contra Teherán por su desarrollo nuclear pacífico y patrocinó, junto con Brasil, una propuesta en la ONU contraria a los intereses de EEUU e Israel.

No fueron pocos los que llegaron a pensar, y con cierta razón, que los intereses nacionales turcos una vez finalizada la guerra fría, llevarían a sus dirigentes a practicar una política independiente y no sometida a Occidente.

Sin embargo, hoy todo eso ha ido cambiando y el gobierno de Ankara ha demostrado su verdadero rostro y condición de obediente subordinado a los dictados de Washington, para recibir a cambio, promesas de privilegios o preferencias cuando se acabe de implementar el nuevo plan de división y dominación de la región, así como la promoción del «modelo turco de gobierno islámico moderado y moderno». Esto le fue reiterado a Erdogán en su reciente visita a la capital estadounidense. Ya el presidente Obama, el pasado mes de marzo, cuando concluía su visita a Israel, hizo que Natanyahu llamara a Erdogán en su presencia, para pedirle disculpas por la muerte de nueve turcos, cuando tropas sionistas asaltaron un barco de ese país que llevaba ayuda humanitaria a la población palestina en Gaza.

El gobierno del partido AKP, ─llegó a estar impugnado por considerarse este una organización religiosa, lo cual está prohibido por las leyes turcas─ inicialmente solo controlaba una mayoría en el Parlamento y por esa vía nombraba el primer ministro y su gabinete. Sin embargo ha ido maniobrando para dominar otras posiciones importantes en la estructura tradicional de poder político en ese país. Así, ahora dispone del presidente de la república y ha limitando el poder de las fuerzas armadas, consideradas durante muchos años como garantes del carácter secular del estado turco moderno fundado por Kemal Ataturk. Un grupo considerable de generales y altos oficiales se encuentran presos o acusados de conspiración para derrocar el gobierno.

El Poder Judicial, cuya acción también se guiaba por principios seculares, ha sido objeto de reformas, mientras que la Policía y los aparatos de seguridad, se consideran infiltrados por militantes islámicos que responden a la poderosa organización de Fetula Gülen, contradictorio y poderoso personaje, que maneja enormes sumas de dinero y es considerado por algunos como ideólogo de la actual política turca. Significativamente, vive exilado desde hace muchos años en los Estados Unidos. Otras reformas constitucionales se encuentran en camino para consolidar un mayor control y poder del AKP, aunque este partido es de una composición no absolutamente homogénea y podría verse amenazado por divisiones internas.

Sin embargo, como mencionábamos más arriba, Turquía está sometida a grandes problemas y divisiones. La primera y más amplia es la división entre seculares y religiosos. Una parte importante de la población, fundamentalmente la que vive en las grandes zonas urbanas del oeste del país, es más educada y está influida por costumbres y hábitos modernos y aunque islámica, concibe la práctica religiosa de forma muy liberal. Se opone al gobierno del AKP y lo acusa de querer establecer una dictadura con normas islámicas ortodoxas, inaceptables para ellos.

En el este del territorio turco, predomina la población kurda, (alrededor de un 15% de la población total del país), que por su atraso y condiciones económicas, mantiene niveles de vida similares a los de un país del Tercer Mundo. Una parte de ella ha emigrado al exterior o a los suburbios de las grandes ciudades del oeste; muchas aldeas también han sido despobladas a la fuerza por las autoridades, enfrascada en una guerra irregular con las guerrillas del Partido del Trabajo del Kurdistán (PKK), desde hace treinta años.

Dentro de la propia población musulmana, mayoritariamente sunnita, existen varios millones que practican los ritos de la secta aleví, más cercanos a los chiitas y considerados parientes religiosos de los alawitas sirios. Estos se consideran discriminados por las autoridades a las cuales acusan de querer convertirlos en sunnitas por la fuerza y prohibirles la libre práctica de sus creencias, mucho más flexibles que las de aquellos.

El hecho de que la economía turca, al parecer no sufra la crisis económica tal como se ha manifestado en Grecia, España y otros países europeos, no se debe precisamente a que no padezca los mismos males que han provocado estas. Incluso desde antes, ya existía un alto desempleo, un profundo y creciente desnivel entre una élite cada vez más rica y una gran masa de la población de muy bajos ingresos. El neoliberalismo ya venía siendo practicado, por lo que no eran necesarias imposiciones del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial o de las instituciones financieras europeas. En general, el pueblo turco está muy lejos de poder disfrutar de las prestaciones sociales, que disfrutan aunque sea precariamente, otros pueblos de Europa.

Existe una tradición de trabajo y militancia política de izquierda, que aunque muy dividida en partidos y pequeñas organizaciones, comparten muchos puntos de vista y coinciden en no pocas ideas, y son capaces de promover grandes movilizaciones de masas. Dominan las autoridades locales en cierta cantidad de comunidades, pueblos y aldeas. Los sindicatos también tienen tradición de lucha y buena organización. Son muchos los líderes políticos y sindicales que han sufrido prisión y represión.

Las masivas y enérgicas protestas que se vienen manifestando en la última semana en las principales ciudades turcas, aunque estallaron debido al propósito del gobierno de destruir un parque en Estambul, está claro que tienen como contenido la ira e indignación, hasta ahora contenida, de una buena parte del pueblo, que se siente engañado y despreciado por la élite proimperialista que se ha instaurado en el poder. Ello ha sido solo la chispa que ha servido para iniciar una nueva etapa de luchas que debe producir cambios importantes en el país.

El noble y patriótico pueblo turco, no está dispuesto a aceptar que conviertan a sus hijos en ejército mercenario al servicio del imperialismo. Tampoco acepta que los conviertan en súbditos de las atrasadas y despóticas, multimillonarias petromonarquías del Golfo. Por ello ya algunos gritan: ¡Erdogán, exíliate en Qatar!

Ernesto Gómez Abascal, escritor y periodista, fue embajador de Cuba en Turquía y en otros países del Cercano Oriente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.