«El relato autobiográfico con el que comienza este libro describe un proceso de autodestrucción, causado por la enfermedad, y que aboca a la desesperación». El libro es «Hijos de la noche» (Bellaterra, 2014), y el autor, el filósofo Santiago López Petit. No se trata aquí la noche como un elemento romántico ni se aborda tampoco […]
«El relato autobiográfico con el que comienza este libro describe un proceso de autodestrucción, causado por la enfermedad, y que aboca a la desesperación». El libro es «Hijos de la noche» (Bellaterra, 2014), y el autor, el filósofo Santiago López Petit. No se trata aquí la noche como un elemento romántico ni se aborda tampoco desde el nihilismo, la mística o el pensamiento trágico. Es la noche como metáfora de la desesperación -vinculada al malestar (estar mal)-, que uno lleva encima cuando habita en las sociedades occidentales. ¿Y por qué «hijos» (en plural)? Por la importancia que tiene trabar una alianza de amigos para atravesar esa noche, explica López Petit durante la presentación del libro en la librería La Repartidora de Valencia. El grupo de amistades se movilizaría a partir de dos consignas: «No tengo fuerzas para rendirme» y «Nuestra violencia es existir».
Además de químico, Santiago López Petit (Barcelona, 1950) trabajó hasta hace tres años como profesor de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona. En la década de los 60 laboró en una empresa de vidrio recuperada por los trabajadores, al tiempo que participaba en las luchas de la Autonomía Obrera. Nunca se ha desligado de las luchas sociales para «atacar la realidad», ni cuando se enroló en iniciativas como «Dinero Gratis» o «Espai en Blanc», ni en el Colectivo de Estudios por la Autonomía Obrera (entre 1975 y 1977). Tampoco en sus textos filosóficos, en los que a grandes rasgos, durante 40 años, puede distinguirse un verbo central: «querer vivir». «Y pensar la vida en sentido político», agrega.
La noción de «querer vivir» no sólo incluye las dimensiones personal y política, sino también múltiples formas de resistencia al poder. Éstas pueden manifestarse desde lo más próximo, en el Ateneu La Base de Poblenou, en Barcelona, hasta otras aparentemente más lejanas, como las rebeliones de la periferia parisina de 1995. «El ser no nos pertenece, nos viene de fuera y nos aplasta, mientras que el querer vivir es lo más propio de cada uno», aclara el filósofo. Precisamente su último libro, «Hijos de la noche», de 226 páginas y publicado en 2014, representa la exposición más abierta de esta dimensión personal del «querer vivir», que es su manera de desafiar al mundo. El texto es «absolutamente» autobiográfico (López Petit introduce el adverbio), y viene condicionado por la enfermedad que padece el escritor, la fibromialgia (fatiga crónica). «Tenía necesidad de expresar lo que me pasaba». En «Hijos de la noche» el autor sostiene una tesis central: el diagnóstico de su enfermedad es también el de una época, «es la fatiga de un mundo que se acaba». Y, dado que lo personal es político, como clamaban las feministas y los rebeldes de mayo del 68, su libro es un «grito colectivo».
Uno de los ejes de los que parte el autor es que la explotación capitalista se ha extendido a toda la existencia. En el trabajo, y fuera de la actividad laboral. A las personas se les secuestra, así, el tiempo de trabajo en la fábrica y fuera de la producción. Vivir viene a ser, por tanto, «buscarte la vida para no caer en el agujero, que es la muerte social», aclara el filósofo y activista. «Esto es lo que tritura cada una de nuestras vidas». El resultado de todo ello son las enfermedades de la normalidad: fibromialgias, cáncer, dolencias psicosomáticas, personas con el sistema inmunológico estallado, depresión… «Es cuando el médico te dice que no sabe lo que tienes, pero te mueres». Estas patologías con el precio que el individuo corriente y moliente paga para adaptarse a la normalidad. El «poder terapéutico» posee además una cara blanda, «que te mantiene con un mínimo de vida para que continúes movilizado». De ahí surgen la medicalización y la psiquiatrización. Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), el uso de fármacos antidepresivos en el estado español se ha triplicado en la última década.
Ya en enero y febrero de 1953 el psicólogo social y humanista, Erich Fromm, dictó cuatro lecciones sobre la «Patología de la normalidad del hombre actual» en la New School for Social Research de Nueva York, que la editorial Paidós publicó en 1994. Allí define lo que oficialmente se considera Salud Mental: «la adaptación a las formas de vida de una sociedad determinada, sin importar para nada si tal sociedad está cuerda o loca. Lo único que importa es si uno se ha adaptado». La definición parte de varias premisas, que Fromm recuerda: toda sociedad es «normal»; enfermo mental es el que se desvía del tipo de personalidad favorecida por la sociedad; y la sanidad psiquiátrica y psicoterapéutica tiene como objetivo adaptar a cada uno al nivel del hombre medio.
¿Implica el planteamiento de López Petit resignarse a vivir en la noche, en el gran «agujero negro» de la normalidad sin ninguna esperanza? El filósofo germano Kart Schmitt introdujo el concepto de «lo político» y el criterio de distinción amigo-enemigo, pero el filósofo catalán propone ir más allá y hacer uso del verbo «politizar». Así, la lucha social pasa por politizar el malestar de una manera constructiva, mediante redes antagónicas y de apoyo mutuo. «Hay que poner el centro en la idea de politizar, porque incluso en la llamada nueva política, y en sus formas más institucionalizadas, se está generando una despolitización», insiste.
En «Hijos de la noche» el autor discute con filósofos de la estatura de Foucault y Nietzsche, a quien señala como su mejor enemigo, el que le ha permitido caminar más lejos. En el libro se alinea con otros como Artaud, Lautréamont o Kleist, que se separaron del «vitalismo», del vivir como afirmación de la vida, y de las lecturas más «blandas» de Deleuze. Además, López Petit considera que en corrientes de pensamiento como el marxismo, el situacionismo o el surrealismo durante mucho tiempo se entendió que en la vida residía la solución frente a las mercancías, que se asociaban al mundo de la muerte. «Pero yo diría que hoy para nosotros la vida misma es el problema, no la solución». Por ello, el objetivo de Santiago López Petit ha sido introducir el «querer vivir» como salida a esta oscura espiral, sin caer en los vitalismos de Nietzsche o Deleuze. El «querer vivir» se convierte en «desafío», explica el filósofo catalán, «cuando nos asumimos como anomalía, cuando luchamos a muerte con la vida; en soledad, pero en compañía de una alianza de amigos». Precisamente una de las propuestas de «Hijos de la noche» es asumirse como «anomalía», que no es sinónimo de negatividad; remite, por el contrario, a aquello que no es gobernable, más aún, supone llevar hasta la máxima radicalidad la vieja idea de la autonomía.
Aunque tal vez sin llegar a la «absoluta» subjetividad se su última obra, muchas de estas ideas han ido madurándose en libros anteriores. En la obra «Entre el ser y el poder» (Traficantes de Sueños) planteaba que el individuo se halla perdido en un desierto opresivamente circular, donde se ha desterrado, incluso, la sospecha de un mundo nuevo. Muchos de los títulos anuncian cabalmente el contenido de los textos. «Horror Vacui. La travesía de la noche del siglo» (Siglo XXI) reflexiona sobre cómo hombres y mujeres pueden vivir dignamente, cuando se hallan perdidos en un desierto circular. López Petit propone, ante esa coyuntura, vivir a la intemperie y resistirse al poder.
Otro de sus trabajos, «La movilización global. Breve tratado para atacar la realidad» (Traficantes de Sueños), subraya el profundo malestar que genera en la vida de hombres y mujeres la realidad capitalista. Pero la «fuerza del anonimato» inaugura la posibilidad de una nueva política (nocturna), que trate de agujerear la realidad para poder respirar. Más explícito, si cabe, es el título de otro de sus libros, publicado por Bellaterra: «El infinito y la nada. El querer vivir como desafío». En «Amar y pensar. El odio de querer vivir» aborda cómo amar, pensar y luchar son los elementos que componen una vida política. La fuerza de esta reside, de hecho, en su «extrema simplicidad». Son ideas que van trenzando su obra.