La Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos surge en 2010 con la idea de crear un modelo de protección integral con perspectiva de género para las defensoras. Esta plataforma articula a diversas organizaciones de Honduras, México, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que , integran a 691 mujeres. Entre sus objetivos esta impulsar y apoyar […]
La Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos surge en 2010 con la idea de crear un modelo de protección integral con perspectiva de género para las defensoras. Esta plataforma articula a diversas organizaciones de Honduras, México, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que , integran a 691 mujeres.
Entre sus objetivos esta impulsar y apoyar redes nacionales de protección entre defensoras de derechos humanos, contribuir al reconocimiento de las defensoras y desarrollar un sistema de registro de información que permita la elaboración de análisis, informes y datos estadísticos con perspectiva de género, sobre agresiones a defensoras y sus necesidades de protección.
«Ante la ausencia de informes específicos y oficiales sobre la situación de las defensoras y la falta de indicadores de género en el registro de agresiones, el informe permite hacer visible la realidad que enfrentan. Asimismo, constituye una base argumentativa para seguir exigiendo a los Estados el cumplimiento de sus obligaciones en materia de protección a las defensoras de derechos humanos», explica Alda Facio, abogada feminista y experta del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre discriminación contra las mujeres, implicada en la realización del informe.
Los datos del informe
Respecto a los datos recogidos, llama la atención que entre 2012 y 2014 se registraran 1.668 agresiones a mujeres activistas, sobre todo a defensoras del territorio y los bienes naturales y defensoras que trabajan contra la violencia sobre las mujeres. «Hay datos muy duros, en estos mismos años se han registrado 32 asesinatos de defensoras. En el 37% de los casos son ataques con un componente de género, insultos machistas, amenazas de violencia sexual, ataque a las organizaciones que trabajan por los derechos de las mujeres, difamación con contenido sexista y ése es el tipo de cosas que no siempre se visibilizan cuando se habla de violencia política contra las personas defensoras», nos explica Marusia López Cruz, coordinadora de la Iniciativa Mesoamericana cuando le preguntamos por los datos del último informe que están presentando en Madrid.
Pero el informe no se limita a recoger y analizar los datos relativos a agresiones, si no que se para a describir algunos casos que ilustran tanto la impunidad como la participación del Estado, policía y ejército en los ataques contra las defensoras. En este sentido, el documento no es un mero expositor de cifras y gráficos sino que da cuenta de las historias personales y colectivas que hay detrás de las cifras.
Es el caso de las agresiones cometidas en 2007, en el marco de las acciones de desalojo de la comunidad Chacpaylá, de El Estor (Izabal, Guatemala), asentada en terrenos disputados por la Compañía Guatemalteca de Níquel. En el desalojo participaron cientos de guardias de la seguridad privada de esta empresa, así como agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) y del ejército. Los efectivos armados violaron sexualmente en forma brutal, masiva y múltiple a mujeres de la comunidad. Algunas mujeres fueron violadas hasta por diez hombres y muchas estaban embarazadas.
El papel de la mujer en las organizaciones
Otra cuestión que aborda el informe es el papel de la mujer en las propias organizaciones, un escenario en el que la base de los movimientos sociales son mujeres, pero los líderes siguen siendo hombres.
Es el caso del movimiento magisterial en México, compuesto en un 90% de mujeres, pero donde los líderes son tres hombres. Según Marusia, resulta fundamental reflexionar acerca de algunas cuestiones relativas al lugar que ocupa la mujer en las luchas sociales. «A veces la discriminación por género es algo muy integrado a nuestra cotidianidad, nos cuesta reconocerlo, sobre todo cuando somos mujeres empoderadas y en ciertos contextos», dice.
La normalización de la agresión o la discriminación en el caso de las mujeres es una de las lacras contra las que luchan. Para Alda Facio, «es fundamental que las mismas defensoras sean capaces de ver en los riesgos que están y que no vean como naturales las agresiones, nos acostumbramos, a que nos insulten, a que nos difamen. Cuando estuve en Guatemala me decían: ‘Es que nos fumigan desde arriba’. Pero eso no lo contaban como agresión, tenían todo el brazo rojo pero habían normalizado que las fumigaran y no lo incluían en las denuncias».
Redes de protección y autocuidado
La cuestión es que sean las propias mujeres las que vayan perdiendo el miedo, reflexionando sobre su contexto, analizando los riesgos que corren. Ése es el papel de las redes de protección: crear el andamiaje para que ellas sean las que se fortalezcan y puedan fortalecer las luchas desde abajo y desde la colectividad. «En las redes de protección se busca no proteger a personas en concreto sino la protección de las defensoras en su conjunto, ya que las luchas son colectivas», explica Gilda Lemus.
En este sentido es clave la concienciación de las mujeres hacia sus propios riesgos, la reflexión acerca de la actividad que desempeñan y la práctica del autocuidado. Como explica la abogada Alda Facio: «Cuando las mujeres defendemos derechos humanos estamos al mismo tiempo desafiando las normas culturales, religiosas, sociales y hasta legales, acerca de la feminidad y el papel más pasivo que debemos desempeñar las mujeres en nuestras sociedades patriarcales».
Para esta activista son claves movimientos como «Idle no more» (Pasiva nunca más) en Canadá, «un movimiento que empezó con mujeres indígenas, pero al que se le han ido sumando mujeres no indígenas, un movimiento potente que quiere el poder político, pero también el poder de la tierra, que reclama crear un tejido social que venga de las mujeres no del Estado».