No siempre se hacen públicos los documentos que elaboran los «tanques pensantes» que de alguna manera asesoran la política de los gobernantes estadounidenses. Pero, cuando esto ocurre, se aprecia que la Casa Blanca no tiene motivos para incurrir, con tanta frecuencia, en decisiones aparentemente precipitadas, que perjudican el prestigio de la nación y a la […]
No siempre se hacen públicos los documentos que elaboran los «tanques pensantes» que de alguna manera asesoran la política de los gobernantes estadounidenses. Pero, cuando esto ocurre, se aprecia que la Casa Blanca no tiene motivos para incurrir, con tanta frecuencia, en decisiones aparentemente precipitadas, que perjudican el prestigio de la nación y a la ciudadanía, por falta de una asesoría fiel a los intereses del imperio.
Los «tanques pensantes» son básicamente instituciones integradas por personalidades públicas, académicos y expertos identificados plenamente con el vigente ordenamiento hegemónico capitalista que deben representar -tan ampliamente como resulte posible- todo el abanico de ideas que caben dentro del sistema, sin amenazar su estabilidad y su seguridad. Elaboran documentos con propuestas de políticas destinadas a proveer al gobierno de herramientas para su enfrentamiento con el mundo que la superpotencia pretende dominar.
Aunque se les atribuye generalmente algún signo político -por las tendencias que habitualmente se observan en sus documentos por efecto las corrientes que hayan convocado su integración- tienen mayor prestigio los que son capaces de proyectar una imagen de objetividad y neutralidad respecto a las variables políticas que admite el sistema.
En lo que respecta a las relaciones con Cuba, por ejemplo, la Institución Brookings (BI), que desde 1927 ha sido uno de los más influyentes «tanque pensantes» para la formulación de políticas internas y externas de las sucesivas administraciones de Estados Unidos, ha desempeñado, en los años más recientes, el papel de formulador principal de políticas para propiciar un retroceso al capitalismo en Cuba.
Según la revista Foreign Policy (enero-febrero de 2009), la Brookings Institution está clasificada como el más importante «tanque pensante» del globo en el «Think Tanks Index» que se elabora sobre la base de encuestas a académicos y expertos.
La formulación de políticas contra la revolución cubana, a inicios de este siglo, fue tarea del Departamento de Estado que coordinaba los trabajos de dos Comisiones para la Ayuda a una Cuba Libre (CACL) designadas por el presidente George W. Bush en 2004 y 2006, que estaban presididas respectivamente por los cancilleres Powell y Rice.
Entre febrero y abril de 2008, la Brookings publicó resúmenes de varios seminarios que organizó como parte de su proyecto «US Policy Toward a Cuba in Transition», en los que se discutieron los escenarios posibles para una eventual involución al capitalismo en Cuba.
Cuajados de innumerables desatinos por su esencia injerencista y porque tratan de pronosticar desde afuera eventos sociales y políticos que solo pueden ser entendidos desde adentro, no faltan, sin embargo, elementos cuerdos en estos trabajos, derivados de la pericia indudable de algunos que otros científicos sociales norteamericanos, o de origen cubano residentes en Estados Unidos, que participaron en los estudios.
En sus trabajos, la Brookings preconiza una «oposición organizada dentro de Cuba» que defienda programas constructivos y abandone sus posiciones extremas, acomodadas al dinero fácil que reciben del Norte.
Lo dicho sirve para comprender que no es por falta de consejos cultos que Washington incurre en desatinos como la escalada actual de la campaña mediática y diplomática que hace más de medio siglo mantiene contra Cuba.
Cuando se ve actuar al gobierno de Estados Unidos de manera tan irresponsable como lo ha hecho, aprovechando la lamentable muerte de un ser humano manipulado hasta el suicido luego de convertirlo en un supuesto preso político -y ahora pretende repetir la experiencia a costa de otro individuo y quién sabe con cuántos infelices más-, uno puede preguntase si es la oligarquía que rige los destinos de la superpotencia por sobre su gobierno, o el propio gobierno, quien conduce al país por los caminos del irrespeto a las instituciones más rancias de la nación.
Las fotos en la prensa de Miami de Luis Posada Carriles -terrorista con 73 cargos de asesinato en primer grado pendientes por la voladura de un avión cubano, entre muchos otros crímenes de su reconocida autoría- marchando por las calles de aquella ciudad con elementos vinculados a la tiranía derrotada en Cuba en 1959, y en apoyo a las «damas de blanco», perjudican esencialmente los ardides del supuesto «poder blando» que la diplomacia estadounidense está llamada por los tanques pensantes a representar con fines estratégicos.
Es sabido, y hasta admitido por ellas mismas, que las «damas de blanco» son subvencionadas desde Miami por la entidad «Rescate Jurídico» cuyo presidente, Santiago Álvarez, además de contar con amplio expediente terrorista propio, es el patrocinador fiscal de Luis Posada Carriles. No obstante, los grandes medios las identifican como sacrificadas esposas de «prisioneros de conciencia», no de mercenarios convictos.
Según los criterios más defendidos por los tanques pensantes, engendros como las «damas de blanco», los partidos políticos de «oposición pacífica», las organizaciones humanitarias «disidentes» y otras invenciones propias del «poder blando», debían guardar distancias de todo lo que les vincule públicamente al tenebroso pasado de tiranías, corrupción, dependencia y servilismo que los cubanos aborrecen.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/04/11/quien-no-oye-consejos/