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Quim Torra en Euskadi

Fuentes: TopoExpress

Nota edición: La reciente visita del presidente vicario de la Generalitat al País Vasco nos servirá para ilustrar las complejas relaciones especulares entre los nacionalismos vasco y catalán cuando éste último se halla sumido en profundas contradicciones. * La política catalana se ha instalado en una especie de tiempo muerto a la espera de la […]

Nota edición: La reciente visita del presidente vicario de la Generalitat al País Vasco nos servirá para ilustrar las complejas relaciones especulares entre los nacionalismos vasco y catalán cuando éste último se halla sumido en profundas contradicciones.

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La política catalana se ha instalado en una especie de tiempo muerto a la espera de la apertura del juicio oral a los líderes del proceso independentista actualmente en prisión preventiva. El movimiento secesionista está atravesando una fase de gran desorientación determinada por la ausencia de una alternativa estratégica y las fuertes divisiones entre los socios del gobierno sobre el diagnóstico de la situación catalana tras el fracaso de la vía unilateral. De este modo, se espera que la vista oral del juicio, que coincidirá con la precampaña de las elecciones municipales y europeas, servirá para relanzar el movimiento y obtener un buen resultado en los comicios con el telón de fondo de la pugna por la hegemonía del independentismo entre ERC y el espacio postconvergente dividido por los vectores representados por el PDeCat, heredero de la vieja Convergència, y la Crida Nacional per la República de Carles Puigdemont.

Nos hallamos, pues, ante otra de las paradojas que tan abundantemente ha proporcionado el procés: mientras se critica la judicialización del conflicto catalán por parte del Estado, la vida pública catalana y el gobierno del país está paralizada, determinada por el calendario judicial.

Mientras tanto, Quim Torra, presidente vicario de la Generalitat, actúa más como un activista y agitador de la causa independentista que como el máximo representante de las instituciones de autogobierno de Catalunya, lo cual le conduce a cometer numerosos errores e incurrir en notables contradicciones.

Frialdad en Vitoria y calor en San Sebastián

En el marco de este compás espera se ha producido la visita de Torra a Euskadi con el doble objetivo de obtener el apoyo del nacionalismo vasco a la causa catalana y torpedear la candidatura que cara a las elecciones europeas se está fraguando entre ERC, Bildu y BNG.

Durante la larga etapa pujolista, amplios sectores del nacionalismo catalán se miraban con envidia en el espejo del nacionalismo vasco. Para los sectores conservadores de la antigua Convergència se envidiaba el trato bilateral, casi de carácter confederal, del ejecutivo vasco con el gobierno español sustentado en el Concierto Económico que le dotaba de plena autonomía financiera frente a la dependencia de las finanzas catalanas respecto al Estado central. Aunque siempre se evitaba mencionar que, durante las negociaciones del pacto constituyente, Convergència rechazó la propuesta de Adolfo Suárez de concederles un régimen de financiación semejante al vasco con el argumento de que cobrar impuestos era impopular. El catalanismo de izquierdas envidiaba la fuerza movilizadora de la izquierda abertzale y su determinación para lograr la independencia, solo empañada por la violencia etarra que, a menudo, era disculpada por estos sectores.

Por un lado, el fracaso del Plan Ibarretxe y el abandono de la lucha armada por ETA y, por otro, la deriva independentista del nacionalismo catalán han modificado sustancialmente esa relación especular y ha provocado una curiosa y paradójica inversión de papeles. Si durante los años del pujolismo el PNV encarnaba, no sin contradicciones, la línea de firmeza ante los ejecutivos españoles frente a la ambigüedad pactista de CiU, ahora el PNV aparece como una fuerza moderada frente al maximalismo secesionista del PDeCat y Torra. Si en ese periodo la izquierda independentista catalana se miraba en el espejo de Batasuna, ahora la izquierda abertzale, tras el fracaso de la lucha armada, ha hallado una alternativa a seguir en la vía catalana.

La visita de Torra al País Vasco ha escenificado esta inversión de papeles. Sin duda, la reunión con el lehendakari Íñigo Urkullu en Ajuria Enea estuvo lastrada por el precedente del fracaso de su mediación en el otoño del año pasado, cuando Puigdemont, desoyendo los consejos del lehendakari, se negó a convocar elecciones para evitar la aplicación del 155 y proclamó la Declaración Unilateral de Independencia. Tanto es así que mientras el lehendakari ha visitado a Oriol Junqueras en dos ocasiones en la prisión de Lledoners, no se sabe que haya tenido contactos con Puigdemont.

En efecto, la rueda de prensa conjunta evidenció la tensión y la falta de sintonía entre ambos presidentes. Urkullu instó a Torra realizar «gestos de distensión», aprovechar la actual mayoría parlamentaria para hallar una salida negociada al conflicto y, sin decirlo explícitamente, le pidió que apoyara los presupuestos españoles para asegurar la continuidad del gobierno de Pedro Sánchez. Por el contrario Torra manifestó su intransigencia negándose a responder a los requerimientos de Urkullu, reiterando su rechazo a la propuesta de Sánchez de reforma del Estatut y manifestando que «todos los gobiernos de España nos han dado la misma respuesta», equiparando a PP y PSOE.

Esta tensión y frialdad contrastó con la cálida acogida a Torra en el acto convocado en el Kursaal de San Sebastián por la plataforma Gure Esku Dago, la gemela de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) que promueve en Euskadi las consultas por la independencia a la catalana. En el acto estuvieron presentes representantes del sector soberanista del PNV, como Joseba Egibar, y de Bildu como Arnaldo Otegui, quien menudea sus visitas a Catalunya y se ha convertido en un habitual de los medios de comunicación públicos de la Generalitat. ¿Quién hubiera dicho hace unos años que el nacionalismo conservador catalán estaría más cerca de la izquierda abertzale que del PNV? O como dicen sarcásticamente los dirigentes del sector moderado de la antigua Convergència: en realidad el PDeCat habría de llamarse PDeCUP, en alusión a su proximidad con las tesis de la izquierda independentista catalana.

Aquí hemos de apuntar otra notable inversión de papeles: durante el pujolismo, ERC fue la formación que defendía la secesión, frente al autonomismo pactista convergente; un papel que se mantuvo hasta el otoño del año pasado cuando las presiones de sus dirigentes como Marta Rovira o Gabriel Rufián torcieron la decisión de Puigdemont, avalado por Urkullu, de convocar elecciones e impedir el 155. Ahora, por el contrario, el PDeCat de Torra y Puigdemont aparecen como la formación más consecuentemente independentista frente a la «moderación» de Esquerra.

Galeuska

En otro orden de cosas, Torra intentó torpedear la alianza cara a los comicios europeos de ERC con Bildu y BNG. Así propuso la constitución de un «frente democrático en defensa de las libertades» y a favor del derecho a la autodeterminación que englobe a los nacionalistas vascos, navarros, catalanes, valencianos, mallorquines y gallegos en una suerte de reedición de la Galeuska de los tiempos de la Segunda República. Ahora bien, resultará difícil que el PNV acepte compartir candidatura con Bildu, o Esquerra con el PDeCat. Una propuesta que coincidió con las manifestaciones de Puigdemont de ir como número dos en una lista unitaria liderada por Oriol Junqueras y con Anna Gabriel de la CUP como número tres, que ha sido rechazada como una «ocurrencia» tanto por ERC como por la CUP.

El sector del espacio postconvergente liderado por Puigdemont intenta por todos los medios someter a ERC en una lista unitaria, sobre todo para maquillar la caída electoral que le vaticinan todas las encuestas; aunque tras la experiencia de Junts pel Sí existe una práctica unanimidad en la dirección de Esquerra de no concurrir en coalición con los exconvergentes. También, el PDeCat está a la búsqueda de otro referente europeo tras su reciente expulsión del grupo liberal ALDE, en el que estaba integrada Convergència desde 1986. Probablemente, tras los comicios europeos se incorporará al grupo Alianza Libre Europea (EFA en inglés) cuya acción política se centra en la defensa del derecho a la autodeterminación, donde se integran formaciones como la Nueva Alianza Flamenca, el Partido Nacionalista Escocés, los nacionalistas corsos y bretones, ERC o Eusko Alkartasuna.

El pleito de las nacionalidades en España arrastra una larga historia. Durante las primeras tres décadas del siglo XX estuvo dominado por el llamado «problema catalán». Desde finales de la dictadura franquista hasta principios del siglo XXI el foco de la cuestión se concentró en Euskadi, trágicamente exacerbado por el terrorismo etarra, mientras bajo el pujolismo Catalunya permanecía aparentemente pacificada. Ahora se centra de nuevo en Catalunya, donde la situación no se aclarará hasta que, en un sentido u otro, se resuelva la cuestión de los presos y mientras se mantengan Torra y Puigdemont al frente de la Generalitat, dado que impiden cualquier tentativa de diálogo.

La próxima estación se verificará el 21 de diciembre, coincidiendo con el primer aniversario de las últimas elecciones al Parlament de Catalunya, cuando está prevista la celebración de un consejo de ministros en Barcelona y una entrevista entre Sánchez y Torra que, de momento, no está precedida por los mejores augurios.

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/quim-torra-en-euskadi/