Hace muchos años que personas enemigas del proceso cubano u opositores políticamente incapacitados, en ocasiones ingenuos y la mayoría de las veces interesados en compensaciones monetarias o recibir adulaciones no merecidas, hablan de la discriminación racial en Cuba. Para ser honestos debemos decir que las instituciones cubanas, asumieron que por decreto esa malformación cultural, podía […]
Hace muchos años que personas enemigas del proceso cubano u opositores políticamente incapacitados, en ocasiones ingenuos y la mayoría de las veces interesados en compensaciones monetarias o recibir adulaciones no merecidas, hablan de la discriminación racial en Cuba.
Para ser honestos debemos decir que las instituciones cubanas, asumieron que por decreto esa malformación cultural, podía ser erradicada. Sucedió lo mismo que en otras áreas y de ello no puede culparse a dirección alguna sino al movimiento social nacido en siglo XIX. El descubrimiento del lado oscuro del proceso industrial de producción masiva y de acelerados cambios en las comunicaciones, provocó el surgimiento de una variedad de criterios. Algunos de ellos estaban más sustentados en valoraciones científicas y otros eran de carácter meramente éticos. Ambos jugaron su papel y ambas tendencias se multiplicaron en facciones inevitables a la naturaleza humana.
Cuba, como un todo enfrentó el reto de eliminar el racismo.
Quienes venimos de esa Isla y tuvimos la experiencia de ver nacer un proceso de esperanzas surgido al derrocamiento de la sangrienta dictadura de Batista, fuimos testigos y actores de ese proceso. Al margen de los destinos que la complejidad del mismo nos ha deparado, todos fuimos actores.
Pero al tiempo que las personas deben entender y expresarse con honestidad alrededor de un tema tan álgido como el racismo, cuyos orígenes se remontan a los tiempos de la esclavitud, también ese mismo tipo de gente no puede desconocer que Cuba ha sido blanco de ataque de los grandes poderes que controlan el mundo y eso limita a veces el nivel de críticas que debemos hacer en determinados momentos. Cuando sobran los enemigos, muchas veces es deber mayor, obviar observaciones de asuntos que sabemos son considerados moralmente por las partes, al margen que circunstancias determinadas, históricas, de desarrollo del pensamiento, falta de práctica en el ejercicio de soluciones válidas y demás, impiden una superación de los hechos. Si somos honestos no siempre debemos sumarnos a las críticas del enemigo, aunque en el diario bregar nos guste mostrar nuestra honestidad y sentido de las realidades, hablando lo que hay que hablar, sin importar quien otro lo dice.
En la actualidad vemos un sin número de ajustes en las instituciones cubanas. Entre ellas, las autoridades del gobierno han enfatizado la cuestión racial. El Presidente del Consejo de Estado, General Raúl Castro, ha manifestado con vehemencia en más de una ocasión que es un asunto de urgencia y hay que ponerle energía y dedicación.
En años anteriores existió un proyecto llamado Color Cubano. Por razones que no conozco, éste desapareció en el año 2009. Sin embargo, el tema se trata con mayor rigor e intensidad cada día.
Tan reciente como este mes de junio del 2011, se ha celebrado en La Habana un panel titulado «Cuba y los Pueblos Afrodescendientes en América». El 25 de junio se reunirá un panel para debatir como tema, la pregunta «¿Existe la discriminación racial en Cuba hoy?».
El escritor miembro de la editorial Casa de las Américas, Roberto Zurbano, manifestó que la razón por la cual proyectos como Color Cubano han vuelto a renacer, es debido a que «han faltado políticas y han faltado políticos metidos en esta discusión desde la conciencia racial o desde la conciencia de cubanos por resolver este tema».
Lo curioso de todo esto, aunque sabemos que siempre sucede lo mismo en relación con Cuba, es que la media que se ha encargado de amplificar las voces críticas en un pasado, no mencionan el interés que las instituciones cubanas están poniendo en este asunto. En estos momentos ya existen incluso propuestas concretas a la Asamblea Nacional, máximo órgano Legislativo y de Poder en Cuba, para que se discutan y aprueben una serie de legislaciones al respecto.
Ni siquiera es cuestión de vergüenza que la media hable de este asunto, sino la obligación de ayudar a un objetivo que ellos suponen defender. Es ser consecuentes con ellos mismos. O si no quieren ser ellos los exponentes porque los pueden regañar, golpeándoles la mano quienes les pagan, entonces que culpen a la ONU, la cual reconoció el 17 de junio, «la lucha de Cuba contra el racismo».
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.