«Miedo y asco en Valencia» (2005), «A D10s le pido» (2007), «Pasión de Talibanes» (2011), «Riot Propaganda» (en 2013, con Habeas Corpus)…El próximo mes de febrero se cumplirá una década del nacimiento en Valencia de Los Chikos del Maíz, y el grupo de rap se adelanta al aniversario con un nuevo disco y libro (el […]
«Miedo y asco en Valencia» (2005), «A D10s le pido» (2007), «Pasión de Talibanes» (2011), «Riot Propaganda» (en 2013, con Habeas Corpus)…El próximo mes de febrero se cumplirá una década del nacimiento en Valencia de Los Chikos del Maíz, y el grupo de rap se adelanta al aniversario con un nuevo disco y libro (el primero que publican), titulados «La estanquera de Saigón». Toni Mejías (Toni «el Sucio»), Ricardo Romero («Nega») y Bokah se encuentran en pleno bullir de presentaciones, la última, en la sede valenciana de CGT.
En un disco las canciones son breves y quedan cosas por decir. Tampoco está al alcance de cualquiera pagar 15 euros a cambio de música en época de crisis (con el inevitable 21% de IVA; el del libro impreso es del 4%). Son estas las razones, además de agradecer la fidelidad a quienes apoyan el proyecto, por las que un grupo de músicos han editado un libro de cómic, fotomontajes y texto. Escriben con pluma incisiva en «La estanquera de Saigón» el activista y bloguero Shangay Lily, Gerardo Tecé (modelo y actriz), Juan Domingo Sánchez (autor de «La dominación liberal»), Josué González Pérez (activista feminista LGTBI), el sociólogo Jorge Moruno, el economista Alberto Garzón; Miquel Ramos, periodista y músico de «Obrint Pas»; los politólogos Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, y el eurodiputado Javier Couso, entre otros.
¿Por qué «La estanquera de Saigón? En parte es un homenaje al cineasta Eloy de la Iglesia, «autor de culto y maldito, denostado por la Cultura de la Transición», aclara «Nega». Recuerda que su padre calificaba al director de «La estanquera de Vallecas» como «el Pasolini de nuestro país». Y Saigón, porque «si en Vietnam un puñado de hombres que medían 1,50, en chanclas y con Kalashnikov, derrotaron a la primera potencia de la tierra, ¿por qué aquí las cosas no pueden cambiar un poco?», agrega. «Hay que reivindicar la esperanza; decir que las cosas son siempre así y que hay que esperar…supone, al final, interiorizar el discurso neoliberal». Esta crítica a la izquierda «agorera» y «pesimista», se traduce en la evolución del grupo. Pues llegó un momento en que se propusieron romper con «el cerco de los cuatro convencidos de extrema izquierda». Ampliar la perspectiva, oxigenarse, trascender barreras. Según «Nega», «al final lo que cuenta es ver con cuántos cuentas».
Componen el disco 14 canciones, algunas a cargo de «Los Chikos del Maíz» en solitario («Bobby Fischer contra Spassky»; «Tú al Gulag y yo a California»; «Revisionismo o barbarie» o «No somos indies con flequillo»), y otras en colaboración («La estanquera de Saigón» con Habeas Corpus; «Vacaciones en Suiza», con Zoo; «Los 4 fantásticos», junto a Jerry Coke y Charly Efe; «Defensa de la alegría», al lado de Sene-K de la Raíz o «No Gods, no Masters, no Hipsters», en compañía de Shotta). Pura mezcla, que también se aprecia en las influencias confesas del grupo: desde Marx y Lenin, hasta David Lynch y Luis Buñuel. Desde Walter Benjamin y Pasolini, hasta Umberto Eco y Román Gubern. Fidel Castro, Polansky, Eisenstein, Boris Vian…
A un seguidor novel de «Los chikos del Maíz» puede llamarle la atención el trabajo a conciencia de las letras, la elaboración al detalle del mensaje. «Es también fruto de la evolución», reconocen Toni Mejías y «Nega». Tratan sobre todo de no conformarse con la rima fácil. Matiza «Nega» que también «es algo personal, nos sale así; aunque supongo que con los años el escribir es más pausado y más pulido, no son letras tan cortas como al principio». «Hacemos en parte lo que nos gustaría escuchar; la música hay que hacerla bien, pero con mensaje y conflicto; nuestra idea no es hablar de banalidades, sino hacer reflexionar y poner en cuestión este régimen que nos oprime», amplía Toni Mejías, antes de rematar con una consigna certera: «La música, la cultura y la sonrisa han de cambiar de bando».
¿Qué opinan de «La estanquera de Saigón» otros músicos? Al periodista y miembro de «Obrint Pas», Miquel Ramos, le llama la atención el optimismo y las ganas de cambiar las cosas. «Esto es lo que les mueve a hacer Rap». «La perseverancia, el orgullo, la humildad y el no rendirse es lo que hace ganar, y eso se aprecia en las letras; la gente con un compromiso público tenemos esa obligación». En el cómic o en la música de Los Chikos del Maíz, los más jóvenes acceden al discurso crítico antes que en los libros de Marx, igual que muchos descubrieron en las canciones de Obrint Pas la poesía de Vicent Andrés Estellés.
La música de Los Chikos del Maíz no es ajena a la historia cultural de los últimos años en el estado español, a los avances y retrocesos, idas y venidas, discursos de sumisión o de crítica al poder. «Para hablar de cultura en España hay que remontarse a la II República», subraya «Nega». Es una época de explosión cultural, artística, en la literatura (la generación del 27) y el cine (aparecen numerosos productores). El estado español exporta arte y cultura comprometida. Miguel Hernández, Lorca, Buñuel… ¿Qué quedó de todo aquello? «Nega» recuerda la etapa de estudiante de Comunicación Audiovisual, cuando se explicaba en el aula el estructuralismo francés, la teoría crítica en Alemania y los estudios culturales del Reino Unido. «En España no había escuela crítica ni marxista». Fueron 40 años de oscuridad total.
En pleno franquismo algunas excepciones se abrieron camino, como Berlanga con su «Bienvenido Mister Marshall», de una carga política «brutal», afirma «Nega». «Los cafres de la censura franquista la tenían por una comedera». La crítica a la pena de muerte que subyace a «El Verdugo» también escapó a la mirada de los censores. «Lo bueno de Berlanga es que podía gustarle tanto a mi abuela como a un catedrático de cine, y esto sólo ocurre con los grandes directores». Finiquitado el franquismo, la denominada «cultura de la transición» fue, según «Nega», «muy transgresora en lo estético, pero no en lo político». Es algo que se aprecia netamente en «la movida» madrileña. «Hedonista, narcisista, con mucho pelo de colores pero sin cuestionarse las cosas». Y no sólo eso: «Se quiso enterrar al cantautor de toda la vida, como Raimon, Serrat o Aute, que de golpe empezaron a envejecer».
Paralelamente a «la movida», se desarrollaban -entre otros ejemplos de música «alternativa»- el Rock radical vasco, que incorporaba argumentos como la reconversión industrial, la crítica al ingreso en la OTAN o la introducción de la heroína en los barrios obreros. Grupos como La Polla Records, Kortatu o Eskorbuto (detenidos los miembros de la última banda en 1983, se les acusó de injurias a la policía y aplicó la Ley Antiterrorista) agrietaban el gran consenso. Después, la década de los 90 fueron, a juicio de «Nega», «bastante desastrosos en términos políticos y culturales». Y llegó Internet. La red llevaba aparejada entre otros grandes cambios la posibilidad de «descargarse» música.
Hubo los mismos discursos apocalípticos que respecto al cine con la irrupción de la televisión, o respecto a ésta con el advenimiento del vídeo. «Un mensaje muy hipócrita vinculaba el fin de la música con Internet. Pero quienes han salido perdiendo son, sobre todo, las multinacionales; grupos que realizan conciertos pequeños y medianos, como Los Chikos del Maíz, no han dejado de crecer; lo que tiende a la desaparición son los grandes conciertos en campos de fútbol o grandes pabellones con entradas a 80 o 90 euros», sostiene el músico. Las posibilidades de la red son enormes. En la década de los 80, por ejemplo, «no existían videoclips de grupos alternativos ya que eran necesarias fuertes inversiones; hoy, para grabar un disco de Hip-Hop hace falta un ordenador, un programa de edición y poco más, antes de colgarlo en YouTube; Internet ha representado una gran democratización».
Reconocen Los Chikos del Maíz que ahora pueden sacar un disco, mientras que hace dos décadas no hubieran podido seguramente realizar un videoclip. Opinan que quienes más vaticinan el apocalipsis son las grandes compañías, sobre todo porque no quieren competencia. Por ejemplo, cuando «Violadores del verso» sacaron su primer disco, desbancaron a Malú la lista de ventas, lo que preocupó mucho a las empresas que la promocionaban. Esto no quiere decir que la red no implique peligros. Según «Nega», el «todo gratis» puede precarizar las condiciones laborales de los trabajadores que viven de la cultura.
De hecho, en muy renombrados conciertos no resulta extraño ver a gente que quita y pone vallas por una camiseta. Es una nueva modalidad de trabajador esclavo. En conclusión, «la música ha de ser accesible, no gratuita». Ahora bien, lo esencial no es el dinero. «La cultura tiene futuro porque hay un artista que tiene la intención de hacer un disco o un libro, y después (pero de manera secundaria) que alguien esté dispuesto a pagar por ello». «Es hora de que la cultura cambie de bando», remata «Nega».