Había concluido ese día, el 22 de diciembre de 1975, el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba y en la Plaza de la Revolución, ante una enorme y combativa multitud, su recién electo Primer Secretario sometía -en insólito y novedoso procedimiento- a la definitiva aprobación popular los históricos acuerdos adoptados y el Comité Central […]
Había concluido ese día, el 22 de diciembre de 1975, el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba y en la Plaza de la Revolución, ante una enorme y combativa multitud, su recién electo Primer Secretario sometía -en insólito y novedoso procedimiento- a la definitiva aprobación popular los históricos acuerdos adoptados y el Comité Central elegido.
También denunciaba ante esa inmensa asamblea del pueblo las nuevas e insolentes amenazas del gobierno norteamericano que pretendía prohibirnos ayudar a nuestros hermanos angolanos y -en medio de aplausos prolongados- señalaba que debíamos decirles que además de ser latinoamericanos, éramos también latinoafricanos.
Y añadió: «Y el imperialismo yanki, sin escrúpulos de ninguna índole, lanzó las tropas mercenarias fascistas y racistas de Africa del Sur para aplastar la independencia de Angola, y se indigna de que nosotros apoyemos a Angola, se indigna de que nosotros apoyemos al Africa, se indigna de que nosotros defendamos al Africa. ¡Por los deberes que establecen nuestros principios, nuestra ideología, nuestras convicciones y nuestra propia sangre, defenderemos a Angola y defenderemos al Africa! Y cuando nosotros decimos defendemos, lo decimos en serio. Y cuando nosotros decimos luchamos, luchamos en serio.»
Pocos días antes, el 11 de diciembre, había caído en combate, con apenas 39 años, defendiendo y luchando por esos principios y convicciones y por la independencia de Angola, uno de nuestros más capaces oficiales, Raúl Díaz Arguelles, ascendido póstumamente a General de Brigada.
Antes se le había encomendado el apoyo a los combatientes en Guinea Bissau cuya lucha contra el colonialismo portugués bajo la dirección del inolvidable Amílcar Cabral la evaluaban los servicios secretos portugueses y norteamericanos como la más organizada y dinámica, donde se destacó como organizador y combatiente. Por esos méritos se le designó para la difícil operación de preparar a los combatientes del MPLA, única de las tres organizaciones angolanas con un programa de reivindicaciones patrióticas.
El descalabro del sistema colonial portugués por la lucha desarrollada por mozambicanos, guineanos y angolanos los obligaba a conceder la independencia a esos países. Angola poseía en su inmenso territorio enormes riquezas naturales y era necesario para los imperialistas evitar un gobierno de corte nacionalista que dificultara continuar su saqueo.
Los Estados Unidos consideraban que sería imposible detener a las fuerzas del FNLN de Holden Roberto con tropas zairotas y mercenarios blancos y a las bien armadas tropas sudafricanas que penetraban por el sur de Angola en sostén de la UNITA de Jonahas Sabimbi, ambas con encubierto pero enorme apoyo financiero y logístico norteamericano, para que irrumpieran en la capital Luanda y escamotearan al MPLA la dirección del país.
No consideraron en sus análisis que un pequeño país como Cuba a 10 mil kilómetros de distancia podría brindar una ayuda decisiva, tan trascendental, que cambiara el curso de la historia africana.
Por ello cuando recibieron informaciones de los pequeños grupos que con Díaz Arguelles comenzaron a llegar en agosto a Angola para entrenar en cuatro centros a las unidades angolanas del MPLA, subestimaron su potencialidad.
Luego, cuando Cuba decidió comenzar la histórica Operación Carlota, la sucesión de derrotas militares que recibieron en el norte, en Quifangondo y luego deteniendo y rechazando la autoproclamada invencible unidad moto mecanizada sudafricana Zulu, la estupefacción se les unió con la soberbia y la ira.
Precisamente el 23 de noviembre en Ebo, Díaz Arguelles con las tropas especiales del MININT recién desembarcadas, los profesores del Centro de Instrucción y sus alumnos angolanos, le propinó un golpe demoledor del que Iko Carreira, ministro de defensa de las FAPLA dijo: «La batalla de Ebo fue un momento decisivo para Angola y la victoria se debió, sobre todo a Díaz Arguelles, quien pasó a ser una leyenda en la historia de Angola»
Díaz Arguelles le cursó un mensaje al nuevo jefe de la misión militar cubana Leopoldo Cintra Frías: «No creo que vuelvan a atacar. Pero no te preocupes, si lo hacen, no pasarán.»
Unos días después, el 11 de diciembre, al pasar a la ofensiva una mina explotó bajo el blindado del que dirigía las operaciones y pocas horas después falleció.
Gabriel García Márquez, en su artículo «La Operación Carlota» refiere que cuando llegó a La Habana a principios de marzo de 1976, cuando ya parte de nuestro contingente militar comenzaba a regresar «tuvo la impresión definida de que algo muy profundo había ocurrido en la vida cubana desde que estuvo aquí un año antes»
«Había un cambio indefinible pero demasiado notable no sólo en el espíritu de la gente sino también en la naturaleza de las cosas, de los animales y del mar, y en la propia esencia de la vida cubana» «….Sin embargo, la experiencia más interesante, y rara, era que los repatriados parecían conscientes de haber contribuido a cambiar la historia del mundo, pero se comportaban con la naturalidad y la decencia de quienes simplemente habían cumplido con su deber.»
Sin duda los que regresaron y los que cayeron como Raúl Díaz Arguelles habían hecho evidente que aquella afirmación dicha por primera vez por el Comandante en Jefe de que éramos un pueblo latinoafricano, dispuesto a luchar y a defender a nuestros hermanos angolanos y africanos, a cumplir con ese deber, fue una realidad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.