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Reforma laboral, ruina general

Fuentes: Rebelión

Al fin los empresarios españoles han logrado cumplir su viejo sueño de tener a todos sus empleados en precario, sin derecho alguno (salvo el de ser despedidos o movidos), sin horario ni negociación colectiva y con salarios chinos. Normativa salvaje que les permitirá sustituir veteranos por jóvenes tantas veces como les apetezca. Renovación permanente por […]

Al fin los empresarios españoles han logrado cumplir su viejo sueño de tener a todos sus empleados en precario, sin derecho alguno (salvo el de ser despedidos o movidos), sin horario ni negociación colectiva y con salarios chinos. Normativa salvaje que les permitirá sustituir veteranos por jóvenes tantas veces como les apetezca. Renovación permanente por cambio de inventario. Jauja. Manos libres total. Aquí negocios y después gloria.

La reforma laboral no solo es injusta, monstruosa, aberrante y todo lo que se quiera decir, sino que además resulta nociva para la economía del país.

Basándose en el sacrosanto principio de que para ganar hay que desregular, cuanto más mejor, no es que nuestros «emprendedores» hayan ido demasiado lejos, es que esta vez se han pasado siete pueblos. Los ciudadanos españoles han descubierto con estupefacción que «modernizar» las relaciones laborales significaba volver a los tiempos del feudalismo y el derecho de pernada: un avance hacia la retaguardia. Los empresarios han conseguido todo lo que ansiaban y más. Meterles a los asalariados el miedo en el cuerpo y tenerlos acogotados en un puño. Pero ahí es donde surge el problema.

Dicen que quieren vender sus productos, perfecto, ¿pero a quién? ¿quién les va a comprar a partir de ahora sus bonitos muebles, ropas, electrodomésticos, coches etc., cuando la gente no tiene seguridad alguna y su empleo y su vida cuelgan de un hilo que en cualquier momento se puede romper? Al consumo desfalleciente, la reforma laboral lo va a terminar de asesinar. Más con una puñalada trapera que con una estocada maestra. Misión cumplida podrán jactarse sus autores, como Bush en Irak, pero la verdadera guerra empieza ahora.

Porque lo que viene detrás de la crisis es el derrumbe.

Las crisis constituyen la única forma de autorregulación que conoce el capitalismo cuyos sueños de opulencia crecen y se hinchan desmesuradamente hasta que se estrellan de repente contra el iceberg de la realidad. Nada ni nadie lo frenan hasta que acaba con todo, como la marabunta, incluidos los propios intereses de quienes han promovido la reforma laboral. Porque si los trabajadores se vuelven chinos, también lo serán sus empresarios. Aquí no se va a salvar nadie. Arroz para todos.

Nos aguarda un futuro halagüeño y prometedor.

Nuestros bancos privados han perdido la credibilidad y ya no tienen crédito alguno. Pero en vez de enfrentarse a los mercados, es decir a los bancos y poderes financieros, los gobiernos han optado por enfrentarse a los ciudadanos, mudando a toda prisa el atuendo democrático por el fascista (el personaje es el mismo), criminalizando la protesta (la resistencia pasiva se equiparará al atentado a la autoridad), e implantando el terrorismo legal, el terrorismo de estado.

Y aun así, muchos todavía no se han caído del «Guindos».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.