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Reguetón y retraso mental

Fuentes: La Joven Cuba

Aunque mucho se ha debatido sobre el reguetón en Cuba nunca nadie se ha enfrentado a la esencia del fenómeno: ¿qué condiciones dieron alimento a la difusión y la aceptación masiva del género? Por más que discrepen entre sí especialistas, funcionarios, transeúntes de la calle 23 y periodistas, sospechosamente cada conclusión tiene cierto olor a […]

Aunque mucho se ha debatido sobre el reguetón en Cuba nunca nadie se ha enfrentado a la esencia del fenómeno: ¿qué condiciones dieron alimento a la difusión y la aceptación masiva del género? Por más que discrepen entre sí especialistas, funcionarios, transeúntes de la calle 23 y periodistas, sospechosamente cada conclusión tiene cierto olor a justificación.

Desde la institucionalidad cultural no se ponen muy de acuerdo y al mismo tiempo que censuran la vulgaridad y los decibeles, pasan la mano en cuanto el sector se beneficia de las jugosas ganancias del show. No obviemos que todo lo que haga bailar y distraerse es muy conveniente en cualquier sistema para paliar ciertas preocupaciones colectivas, anestesiar la crítica y mover el esqueleto por encima del cerebro.

El reguetón y sus stars también han sido muy inteligentes en jugar con la cadena y dejar tranquilo al mono en su siesta, no conozco ni una sola alusión políticamente conflictiva en los pegajosos coros repetidos hasta el hastío. Para colmo de males aparece el Trap, variante ¿musical? que hace que el anterior engendro parezca un vals de salón.

Sigo sosteniendo que todo radica en la depauperación educacional y cultural de las masas. Una de las pruebas es que los fenómenos que han tenido éxito real han padecido de una «metamorfosis» antes de irrumpir en el mercado mundial, cambios que se notan en sus letras, en su proyección escénica y en la fusión musical con géneros autóctonos.

Partiendo y, aclaro, de un criterio muy personal, creo que hay algo de científico en todo esto. Soy una persona muy observadora y cada vez que veo a un grupo de adolescentes escuchar en lugares públicos estas músicas (me cuesta llamarlas así), bien en un parque o encima de un autobús público lleno de personas, noto una especie de atontamiento incontrolable, los ojos como zombis, el cuerpo poseído por el ritmo más simple jamás emitido. Que me perdonen los «tolerantes» algunas de estas personas parecieran sufrir de cierto retraso mental al menos en el instante en que escuchan.

Es bien sabido y documentado que ciertos sonidos de tambor repetidos hasta el cansancio auditivo hacían delirar a tribus enteras arrastrándolos a un éxtasis colectivo en culturas lejanas y diferentes. Que algunos infrasonidos inducen a determinadas conductas, investigaciones que abrieron nuevos horizontes a la industria militar y a la publicidad. Los cantos gregorianos, los coros góspel y las sinuosas voces cantadas del Islam provocan cierta atmósfera mental que favorece la meditación o el gozo según el caso. La fuerza del Rock provocó rebeldías juveniles y manifestaciones anti-sistema.

Un polémico estudio del desarrollador de software Virgil Griffith de la universidad de Bamako asegura que los universitarios con mejores notas escuchaban música clásica y clásicos del jazz, Beethoven, Mozart, Amadeus, Miles Davis, Cole Porter o Gershwin. Ya en un lugar inmediatamente inferior en el estrato de alto nivel intelectual, seguían en este grado de inteligencia «superior» los que escuchaban géneros como la Bossa nova, Radiohead, Jazzanova y otras vertientes del NuJazz, Bob Dylan o U2, mientras que las personas «tontas» les apasionaban las producciones de Beyoncé, regguetón o música electrónica de baja calidad sonora.

Este informe está basado en un riguroso estudio que fue publicado por Digital Inspiration y está fundamentado en las calificaciones de los exámenes SAT de diversas universidades norteamericanas.

El reguetón se asocia con trastornos alimenticios, problemas de autoestima, depresión y consumo de sustancias nocivas para la salud, sobre todo en adolescentes. Pero, más allá de esos efectos sobre el comportamiento, a finales del año pasado un estudio demostró una fuerte correlación entre escuchar reguetón y el deterioro progresivo de ciertas conexiones neuronales, sobre todo a nivel del lóbulo prefrontal, área del cerebro encargada del razonamiento y la inhibición de conductas de impulsividad, similar a los daños causados por el consumo de alcohol.

Escucharlo produce problemas auditivos, no sólo por el alto volumen en que se escucha sino también por su composición de frecuencias. Especialistas de diversas ramas han alertado sobre lo que parece ser el peor de los problemas, la influencia nociva en los niños y niñas. La música es uno de los principales elementos para la formación cultural, y tiene gran influencia en la conductas y emociones que reflejan los seres humanos.

Es un instrumento de aprendizaje, por tanto, lo que escuchan nuestros hijos debe preocuparnos. La psicóloga de UNICEF Francisca Morales afirma que «así como nos preocupamos de la salud y la educación de los hijos, debemos ocuparnos del derecho a la recreación: la música les entrega a los niños identidad cultural».

Según la profesora panameña radicada en Madrid Laura Dudley, creadora del método Suzuki de aprendizaje sonoro infantil, escuchar música puede tener efectos positivos como también dañinos. Uno de los beneficios más referidos es el llamado «Efecto Mozart», que afirma que los fetos y bebés que escuchan música clásica tienden a estar más tranquilos, concentrados y abiertos a los estímulos. Además, se descubrió que ese tipo de música fomenta el hábito de aprendizaje y es capaz de hacer más inteligentes y razonables a las personas, de acuerdo con una serie de estudios realizados en Miami, Florida, que determinaron los efectos que produce cada género musical en el cerebro y la respuesta del ser humano a estos estímulos.

No obstante, cuando los participantes de la investigación fueron sometidos a escuchar reguetón, los expertos observaron que el efecto es totalmente contrario al de la música clásica. Se descubrió que este tipo de música daña el hipotálamo, disminuye la capacidad cerebral, así como la memoria a corto plazo y, en consecuencia, el aprendizaje cuesta más.

En países donde el reguetón es el género más escuchado se ha relacionado este fenómeno con el embarazo precoz en las niñas adolescentes. Pero este es un debate jamás publicitado por los medios oficiales en Cuba, mientras que las soluciones que se proponen son superficiales y mal orientadas, como el famoso decreto 349.

Un análisis profundo es necesario, un reconocimiento público del deterioro educacional y las maneras de, por lo menos, comenzar a corregir. Lo cierto es que seguimos las fiestas infantiles a golpe de reguetón, celebramos cotidianamente los movimientos pélvicos de las niñas y niños como algo «natural» y «gracioso», además de que seguimos aguantando los aparatos de sonido en lugares públicos a volúmenes verdaderamente molestos.

El cubano es un ser bailador por idiosincrasia, de ahí los géneros musicales nacidos en esta isla durante siglos, eso es comprensible, no obstante, nunca he visto la cara de zombi en quienes bailan rumba o guaguancó, ni pornografía en el lugar de la sensualidad de los movimientos. Las palabras de nuestra africanidad tienen el misterio y la belleza de la lengua yoruba, no la grosería y la violencia.

Como ya dije en un texto anterior: ¿No será que esta subcultura representa la realidad de millones de cubanos? ¿no será que al final el hombre nuevo, cual monstruo de Frankenstein, es machista y procura las joyas, las orgías y los autos lujosos?

De momento dejo abierta esta reflexión, el futuro de nuestra cultura depende de cuan valientes seamos en reconocer nuestras zonas oscuras. Sigamos intentándolo, aunque afuera las tribus, en su primitiva costumbre, dancen alrededor de la hoguera donde se está quemando la inteligencia felices, retrasados y dóciles.

(Tomado del Facebook del autor)

Fuente: http://jovencuba.com/2019/02/19/reggaeton-retraso-mental/