Mario Amorós es historiador y periodista, lo cual imprime a sus textos de investigación una elocuencia especial. Es mundialmente conocido por sus trabajos sobre la historia de Chile en el siglo XX, principalmente por las biografías de Salvador Allende, Pablo Neruda, Miguel Enríquez y el dictador Augusto Pinochet (todas en Ediciones B). Ahora, tras dos años de trabajo, acaba de publicar la que será la obra de referencia sobre la legendaria dirigente comunista nacida en Gallarta: ¡No pasarán! Biografía de Dolores Ibárruri, Pasionaria (Akal, 608 páginas). Es la más minuciosa que se ha realizado sobre ella y en la que un historiador, por primera vez, ha trabajado a fondo su archivo personal con una visión global y consultando, además, otras numerosas fuentes. Amorós relata casi un siglo de historia de España, que arranca con Cánovas y Sagasta y acaba con Felipe González. Es un libro que aparece, además, coincidiendo con el centenario del PCE.
¿Ha sido complicado cambiar el “chip” de tus investigaciones sobre Chile, un país lejano, para centrarte nada menos que en Pasionaria?
En parte no, porque ya era un lector habitual de las obras sobre la historia del PCE y sobre la II República, la guerra civil y la Transición. Sin embargo, cuando hace años les decía a mis amigos de Chile que iba a escribir una biografía de Allende o después una de Neruda me respondían: “¡Qué difícil!”. Ahora les entiendo, porque Pasionaria es el primer personaje que biografío que me toca en lo más íntimo, puesto que fue muy importante para mis abuelos paternos, mis padres, mis tíos… y desde luego para mí también lo es. Ha sido difícil porque me toca la fibra más sensible, tanto al adentrarme en los momentos más emocionantes, como al abordar los aspectos más complejos.
Dolores Ibárruri vivió casi 94 años, pero el periodo más importante de su trayectoria política se desarrolló en la era del estalinismo más descarnado. Relatar los episodios difíciles de su vida no ha sido fácil, pero había que hacerlo, porque de lo contrario habría escrito un panfleto o una hagiografía.
Del mismo modo, ha sido muy inspirador y grato narrar aquellos pasajes que realzan su contribución y la del PCE: la construcción del Frente Popular, la defensa de la República durante la guerra (con episodios tan impresionantes como la defensa de Madrid), su relación con las Brigadas Internacionales, la contribución a la derrota del nazi-fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, la lucha incansable durante casi cuarenta años de las y los comunistas contra la dictadura franquista y por la recuperación de la democracia, la difícil reconquista de la libertad, el internacionalismo y los sentimientos de fraternidad con otros pueblos…
La defensa de las mujeres atraviesa transversalmente toda la vida de Dolores. Sin embargo, ella no se consideraba feminista. ¿Era feminista sin saberlo?
Ella fue feminista, pero sólo aceptaba como adjetivo para definirse el de comunista, porque pensaba que era suficiente para luchar por todas las causas que consideraba justas, entre ellas los derechos de las mujeres. Desde 1932, cuando fue designada al frente de la Secretaría Femenina del PCE, publicó varios artículos en los que hizo hincapié en la necesidad de trabajar políticamente con las mujeres para incorporarlas a la lucha. Además, en el programa del PCE estaba ya entonces la igualdad de género en todos los ámbitos, desde el trabajo a la política.
La singularidad de Dolores Ibárruri radica en que las otras mujeres que tuvieron un gran protagonismo durante la II República (Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken, Federica Montseny…) habían dispuesto de oportunidades de las que ella, que ni siquiera pudo formarse como maestra (su vocación más temprana), careció. En su caso, fue determinante el traslado a Madrid en septiembre de 1931 para trabajar en la redacción de Mundo Obrero. Ya había destacado en los mítines comunistas en Vizcaya en las elecciones municipales de abril, había sido candidata a las Cortes Constituyentes en los comicios de junio y publicaba en la prensa comunista desde hacía una década.
En las páginas del libro tratas un tema que es interesante y quizá poco conocido, como es su relación con Julián Ruiz. Un matrimonio que parece mal avenido, pero que, si no hubiera existido, habrían cambiado muchas circunstancias de la historia…
El matrimonio con Julián Ruiz fue clave. Si Dolores Ibárruri se hubiese casado con alguno de los otros jóvenes que la “pretendían”, probablemente -como escribió Teresa Pàmies- Pasionaria no habría existido. Julián Ruiz, minero, era un militante socialista muy activo. Se casaron en febrero de 1916 y junto a él ingreso en los medios obreros de la cuenca minera vizcaína. En agosto de 1917 ya participó en la huelga general revolucionaria (incluso con la fabricación de explosivos). Tres meses después el triunfo de la Revolución en Rusia cambió el devenir del siglo XX… y de sus vidas. Como expresó en diversas entrevistas, su matrimonio fue una etapa muy amarga, marcada no solo por la muerte temprana de cuatro de los seis hijos que alumbró, sino también por la pobreza, la precariedad y la represión. Además, determinadas costumbres de la época, como la afición de los hombres a acudir a la taberna y desentenderse de las obligaciones caseras, tampoco ayudaban.
Sin embargo, no se divorciaron en toda su vida…
Ciertamente, llama la atención que no disolvieran jurídicamente el matrimonio tras la aprobación de la ley de divorcio en 1932. Junto con las dificultades objetivas para hacerlo (entre noviembre de 1931 y enero de 1933 ella estuvo en prisión por motivos políticos, a excepción de un periodo de tres meses a principios de 1932), podemos pensar también en la actividad política sin descanso o en sus viajes al exterior (entre diciembre de 1933 y mayo de 1934 estuvo en la Unión Soviética por primera vez). Y, posiblemente, le quedaba también un cierto poso católico, aquello de que “el matrimonio es para toda la vida”…
De hecho, recuerdas en el libro su amistad con el padre Llanos en los últimos años de su vida y esa anécdota de que antes de morir pidió confesarse con él y comulgar…
Posiblemente de la mano del sacerdote jesuita José María de Llanos, una persona extraordinaria con quien construyó una gran amistad, quizás comulgó, pero esto último no es relevante en su biografía, como algunos medios católicos han sugerido. Sí lo es que desde los años 60 comprendiera la importancia de que un sector de la Iglesia en España se alejara de la dictadura y fuera parte de la lucha por la democracia. Es algo que realza su capacidad política, porque en los años 30 fue muy dura contra la Iglesia, que era cómplice del capital y de los sectores reaccionarios que prepararon las condiciones políticas para la sublevación militar del 18 de julio de 1936.
En esta biografía te adentras también en la figura humana de Dolores. Hasta donde permite el documento histórico transmites sus sufrimientos y no obvias su relación sentimental con Francisco Antón, lo cual también tendrá implicaciones políticas que desarrollas documentalmente…
Francisco Antón y Dolores Ibárruri tuvieron una relación de amor, fueron pareja, entre 1937 y 1943, según Irene Falcón y Santiago Carrillo, y durante algunos años más según Gregorio Morán. Fue una relación conocida por el núcleo dirigente del PCE, pero también por personas ajenas al partido, y que se desarrolló en las circunstancias y avatares de la guerra en España y de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de los avances alcanzados durante la II República, de haber trascendido a la opinión pública hubiera sido motivo de escándalo, puesto que ella seguía casada con Julián Ruiz.
Por otra parte, aquella relación fue utilizada por los comunistas disidentes, cuyos panfletos encontraron un gran eco en las décadas de la Guerra Fría y hasta el día de hoy en artículos sensacionalistas para atacar a Pasionaria y criticar la ascensión política de Antón. Sin embargo, en este último punto hay testimonios (como el de Santiago Álvarez) que destacan, por ejemplo, su contribución importante en los días decisivos de la defensa de Madrid.
Entre 1951 y 1953, Antón sufrió un proceso de depuración típico del estalinismo en el que Dolores Ibárruri se mostró muy dura, como se desprende de la documentación que se conserva en el Archivo Histórico del PCE. Fue excluido de la dirección y enviado a trabajar a la cadena de montaje de una fábrica en Polonia, aunque años después Santiago Carrillo lo recuperó para el Comité Central. Dolores Ibárruri y él coincidieron por última vez en diciembre de 1975 en Roma, cuando cerca de veinte mil personas acudieron al acto político de celebración de su 80º cumpleaños. Antón murió en enero de 1976 en París y cinco años después sus restos fueron trasladados a Madrid.
Entre los sufrimientos de Dolores, parece traslucirse con la lectura de tu libro que el mayor que padeció fue la muerte de su hijo Rubén…
El mismo 22 de junio de 1941, cuando se produjo la invasión de la Unión Soviética por la Alemania nazi, Dolores Ibárruri pidió a su hijo, de 21 años, que se incorporara a sus obligaciones militares. Rubén Ruiz se había formado como teniente en una escuela de infantería en Moscú. Desde luego, seguramente por ser quien era podría haber permanecido en la retaguardia o cumplir funciones que no implicaran entrar en combate. Pero, si durante la guerra en España insistió en las cartas que escribió a su madre desde la URSS que deseaba luchar en el Ejército Popular, hasta que en diciembre de 1938 logró llegar a aquella Cataluña donde la resistencia republicana se derrumbaba ya, entonces quiso ocupar su puesto en la defensa de la Unión Soviética.
Murió como un héroe en los primeros días de la batalla de Stalingrado, cuando la ciudad apenas contaba con cuarenta mil defensores frente a un ejército alemán que multiplicaba por diez estos efectivos. Fue Nikita Jrushchov quien le comunicó la trágica noticia. Irene Falcón en su autobiografía y su hija Amaya en sus memorias inéditas dejaron constancia del impacto devastador de la muerte de su hijo. Hasta el fin de sus días mantuvo correspondencia relacionada con él para responder a iniciativas surgidas desde diferentes lugares de la URSS.
Rubén fue un joven con unas convicciones políticas muy profundas, lógicamente heredadas de sus padres, pero asumidas conscientemente y hasta las últimas consecuencias. Dio su vida por la Unión Soviética y por la causa del comunismo.
La evolución política de Dolores va pareja a la del Partido Comunista de la Unión Soviética, lo que le lleva a caer en algunas contradicciones, según se relata en la biografía.
Como todos los dirigentes de los partidos comunistas que fueron secciones nacionales de la Tercera Internacional, hasta 1956 Dolores Ibárruri tuvo una fe ciega en Stalin y en la Unión Soviética. En el caso del PCE, sus dirigentes justificaron el combate contra el “trotskismo”, que en España se reflejó en la pugna con el POUM y el asesinato y desaparición de Andreu Nin por agentes soviéticos. Justificaron el pacto germano-soviético de agosto de 1939 y el expansionismo territorial soviético a partir de los protocolos secretos de ese acuerdo; llamaron a la solidaridad con la Unión Soviética tras la invasión de la Alemania nazi y a la unidad antifascista en una guerra que en un solo día (el 22 de junio de 1941) pasó de ser una pugna entre potencias “imperialistas” a convertirse en una guerra “antifascista”; justificaron la ruptura con la Yugoslavia de Tito en 1948; justificaron la instauración de los regímenes de “democracia popular” en el este de Europa; justificaron las últimas purgas del estalinismo en diversos países en 1951-1952, que, en el caso de Checoslovaquia, afectaron de manera indirecta a Irene Falcón… hasta que conocieron el “informe secreto” presentado por Nikita Jrushchov en el XX Congreso del PCUS el 25 de febrero de 1956…
¿Y a partir de ahí?
En el caso de Dolores Ibárruri nunca volvió a mencionar el nombre de Stalin en un discurso público o en un artículo. Ahora bien, su adhesión a la Revolución de Octubre, a la figura de Lenin y a la Unión Soviética duró siempre. De hecho, interpretó la condena del PCE a la invasión de Checoslovaquia en agosto de 1968 como una discrepancia grave, muy dolorosa para ella, pero puntual. En los años 70 permaneció al margen de las querellas cada vez más ásperas entre Santiago Carrillo y su equipo de dirección y los dirigentes soviéticos. Y en el otoño de 1987, en el saludo que escribió con motivo del 70º aniversario de la Revolución bolchevique, evocó el impacto que aquel acontecimiento tuvo en la clase obrera española y expresó su apoyo al proceso de la Perestroika dirigido por Mijaíl Gorbachov en su lucha “contra lo caduco”.
Otro asunto que puede resultar llamativo y en parte contradictorio para la mayor parte de los lectores es el relacionado con la II República. En la evolución parece que existen vaivenes sobre el tipo de República que el PCE defendió también por boca de Dolores…
En 1931 el PCE era un partido con diez años de vida, aislado políticamente, radicalizado, sectario y que, de acuerdo con las instrucciones de la Internacional Comunista, preconizaba la instauración de una República de los soviets. El ascenso de Hitler al poder a principios de 1933 y el inicio de la persecución contra los poderosos partidos obreros alemanes, el Socialdemócrata y el Comunista, inmersos durante años en una lucha fratricida, arrojaron una lección muy amarga. Ya el 1 de abril de aquel año Mundo Obrero publicó un llamamiento (suscrito por Ramón J. Sender, Isidoro Acevedo, Wenceslao Roces, César Falcón o Dolores Ibárruri) a la formación de un “Frente Antifascista”. En julio de 1934, Pasionaria encabezó la creación del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, que prefiguró la política unitaria que el PCE planteó desde la primavera de 1935, con más fuerza aún tras el VII Congreso de la Internacional Comunista, y que llevó a la constitución del Frente Popular en enero de 1936.
Y ahí el PCE se convierte en pieza fundamental…
El Partido Comunista tuvo la capacidad de evolucionar e ir ampliando y fortaleciendo su influencia durante los años de la II República. Ya en las elecciones de febrero de 1936 logró diecisiete diputados (en la candidatura del Frente Popular) y su militancia empezó a crecer de manera exponencial. Desde las primeras semanas de la guerra civil, con su llamamiento a la defensa de la República y a la unidad del Frente Popular y una política militar muy acertada, se convirtió en el eje de la resistencia republicana, en el partido que supo galvanizar, con un discurso “nacional-popular”, la voluntad de lucha de una parte muy significativa de las clases trabajadoras. Si en 1931 no tenía más de mil militantes, a fines de 1937 rozaba los 340.000.
En esta evolución que mencionas también se evidencia una relación de amor/odio entre el PSOE y el PCE. Por ejemplo, Dolores ocultó en algunas ocasiones que perteneció al PSOE durante unos años; tras la fundación del PCE llegó a haber enfrentamientos a tiros entre militantes de ambos partidos en Vizcaya; tiempo después se busca la unidad en un solo partido…
Ciertamente, en los últimos años de su vida Pasionaria señaló en alguna ocasión que no había militado en el PSOE desde fines de 1917 hasta 1920. Sin embargo, ella misma lo destacó en sus escritos autobiográficos para la Internacional Comunista de 1933 y 1935 y así se indicó también en varios folletos biográficos de su vida publicados por el PCE y la Internacional Comunista.
Desde luego, las relaciones entre el PSOE y el PCE siempre han sido complejas y lo digo ahora que hay un Gobierno de coalición entre el Partido Socialista y Unidas Podemos, con una ministra y un ministro comunista y con el secretario general del PCE al frente de una Secretaría de Estado.
El PCE surgió del tronco socialista en 1921 después de dos escisiones del PSOE (abril de 1920 y abril de 1921) y fruto de un prolongado debate en el seno de este partido acerca de su incorporación a la Internacional Comunista, opción que finalmente fue derrotada. En el caso de Vizcaya, los comunistas disputaron inicialmente la hegemonía a los socialistas en el sindicato minero y en el metalúrgico, aunque pronto perdieron la importante influencia que tenían.
Las relaciones siempre fueron difíciles y a lo largo de la biografía abundo en ello en diferentes momentos: el ingreso del PCE en las Alianzas Obreras en septiembre de 1934, la fundación de las Juventudes Socialistas Unificadas en 1936, la insistencia comunista en la formación del Partido Único del Proletariado durante 1936-1937, las divisiones en la izquierda en la etapa final de la guerra, las querellas de un exilio que llegó a parecer interminable…
En el caso de Dolores Ibárruri, puede sintetizarse en su singular relación con Indalecio Prieto, cuyo derrotismo combatió en 1937 y 1938 y con quien tuvo grandes polémicas en el destierro… Pero cuando falleció en febrero de 1962 tuvo el detalle de hacer pública una declaración de respeto hacia su figura y de remitir un telegrama de pésame a sus hijas, Concha y Blanca, que se conserva en el archivo de la fundación que lleva su nombre.
Analizas también el tremendo trabajo que realizó el PCE con los medios de comunicación durante la guerra civil y el exilio…
Sí, porque durante la II República y sobre todo durante la guerra civil el PCE tuvo una potente prensa de periodicidad diaria en la que aparecieron innumerables artículos y discursos de Dolores Ibárruri, que analizo y cito en el libro. Y durante la guerra, con la utilización también de las emisoras de Unión Radio, por ejemplo, sus proclamas, como la del 19 de julio de 1936 (con la consigna “No pasarán”), tuvieron un gran eco. Desde julio de 1941, cuando a instancias de la Internacional Comunista el PCE creó Radio España Independiente (La Pirenaica), la voz de Pasionaria y las posiciones políticas del PCE llegaron a España durante aquella larga noche del franquismo para infundir esperanza y voluntad de lucha con el horizonte siempre de recuperar las libertades y la democracia arrebatadas por el fascismo en 1939.
Cuando se cierra la última página del libro, Dolores muere militando en el PCE. Su capilla ardiente se instaló en la sede del Comité Central en la calle Santísima Trinidad de Madrid (la “Trini”) y su funeral fue un clamor…
Pasionaria siempre respetó las siglas históricas del PCE, para ella la unidad del partido era sagrada. Si, por ejemplo, en 1969 y 1970 hubiese avalado las escisiones prosoviéticas, estas seguramente habrían arrastrado a una parte mayor de la militancia. También respaldó a la dirección encabezada por Gerardo Iglesias desde fines de 1982, frente a las divisiones promovidas por Carrillo e Ignacio Gallego. En 1986 saludó, desde las columnas de Mundo Obrero, la fundación de Izquierda Unida y se felicitó por el retorno al PCE de Enrique Líster y por la participación del PCPE en IU.
Falleció el 12 de noviembre de 1989 y su partido, que ya cumple cien años, no ha olvidado a quien es su figura más querida y universal.