Los jóvenes escritores y artistas de la Asociación Hermanos Saiz, además de participar activamente en cada una de las tareas de la organización, debemos tener como una de nuestras misiones fundamentales pensar la Revolución, pensar la sociedad cubana actual, y desde nuestros análisis y proposiciones, contribuir también a perfeccionar nuestro socialismo, fundamentalmente en el ámbito […]
Los jóvenes escritores y artistas de la Asociación Hermanos Saiz, además de participar activamente en cada una de las tareas de la organización, debemos tener como una de nuestras misiones fundamentales pensar la Revolución, pensar la sociedad cubana actual, y desde nuestros análisis y proposiciones, contribuir también a perfeccionar nuestro socialismo, fundamentalmente en el ámbito de la cultura. En nuestras manos no solo está el futuro de la Revolución, sino el propio presente del que somos testigos y participantes excepcionales. Sabemos que estamos en una coyuntura muy difícil, pero a la vez no deja de ser estimulante y movilizadora para cualquier joven revolucionario, pues muchas son las realidades nuevas que van percibiéndose en nuestra sociedad, así como gigantescos los retos y desafíos. Nadie puede decir que en los últimos años ha habido inmovilismo, todo lo contrario, Cuba ha cambiado más aceleradamente de lo que nosotros mismos hoy podemos percibir.
Todos coincidimos en que hay que actualizar también nuestro país desde la cultura. Y esto es tan difícil como hacerlo en el terreno económico. Creo, incluso, que mucho más, pues como todos sabemos las transformaciones en la superestructura operan con mayor lentitud. Además, somos conscientes de que no es posible lograr que los individuos cultiven su espíritu en toda su plenitud, si al menos no tienen garantizadas algunas condiciones mínimas de vida. Sin embargo, es imprescindible que en la medida que vayamos recuperando nuestra economía, multipliquemos también -como ha reiterado el compañero Abel Prieto- las iniciativas culturales que contribuyan a ir sanando todo el tejido espiritual de la nación cubana, allí donde se encuentre dañado.
De esta manera, cada acción económica que realicemos debe estar acompañada de un fuerte trabajo ideológico y cultural. Si no nos libramos de fenómenos como la corrupción, las ilegalidades, las indisciplinas sociales y otras conductas nocivas, es muy difícil que nuestra economía despegue como aspiramos todos los cubanos. Por eso me pareció tan importante el discurso del General de Ejército, Raúl Castro, el pasado 7 de julio ante la Asamblea Nacional.
Hace solo unos días a los delegados de la capital nos dieron una explicación detallada de todas lasinversiones y transformaciones que están teniendo lugar en el centro histórico de la ciudad y es asombroso ver el impacto que tiene en las personas, cuando a la vez que se les ofrecen condiciones dignas de vida, se les brindan mayores opciones culturales. Pienso que ese es el verdadero camino socialista. Y que cuando hablamos de un socialismo próspero y sustentable, debemos entenderlo también en el plano espiritual.
Es cierto que el principal sospechoso de nuestros retrocesos en el campo cultural e ideológico hay quebuscarlo siempre en la base económica que hemos tenido desde los años 90, pero también tenemos nuestras propias insuficiencias subjetivas a la hora de enfrentar los retos culturales e ideológicos actuales.
Un trabajo cultural e ideológico mucho más efectivo es hoy cuestión de vida o muerte, cuando sabemos los riesgos que corremos -y que era inevitable correr ante el peligro mayor de reversión sistémica que significaba permanecer con el modelo económico anterior- al conceder mayor espacio al mercado y a las relaciones monetario-mercantiles. Al tiempo que aun no ha podido resolverse -pero tendrá obligatoriamente que encontrarse una solución- el tema de la llamada «pirámide invertida», hoy lamentablemente mucho más expandida, la cual continúa haciendo su labor de zapa en las conciencias.
Ello es realmente preocupante, en un país como el nuestro, con más de un millón de graduados universitarios. Lo que constituye una fuente de talentos y fuerza altamente calificada realmente envidiable. Lo triste es que aún no hemos creado las fórmulas adecuadas para saber aprovecharla en función del crecimiento económico. En la coyuntura actual aumentan cada día los que, siendo talentosos en sus profesiones, al no poder edificar su proyecto de vida e imposibilitados de construir o mantener a sus familias, pasan al sector cuentapropista a emplearse en funciones que nada tienen que ver con lo que estudiaron. Peor aún para el futuro de nuestro país, es cuando esos profesionales deciden emigrar a trabajar y establecerse definitivamente en otros países.
Si a todo ello, sumamos el trabajo subversivo que realiza nuestro ancestral enemigo del norte, aprovechándose de cada una de nuestras vulnerabilidades, es evidente la necesidad que tenemos poner además de la justicia, la cultura tan altas como las palmas.
El crecimiento económico es indispensable para la sostenibilidad del proyecto socialista, pero él no traerá por sí solo la garantía de la superación del horizonte capitalista, para eso hay que ir creando desde el presente una nueva cultura, diferente y superior a la del capitalismo. Cómo hacerlo desde la praxis revolucionaria es el mayor reto que tenemos los que conformamos la joven vanguardia artística e intelectual cubana.
Hay que seguir creando espacios e iniciativas que ofrezcan referentes culturales sólidos a nuestros jóvenes. Todo lo que hagamos debe estar bien pensado y tener una intencionalidad clara. Se impone mantener una vigilancia estricta y crítica contra todo aquello que signifique la reproducción de los códigos culturales del capitalismo. Es necesario continuar repensando cómo la Asociación puede incrementar su vocación social. El arte y la cultura tienen un especial potencial para aliviar el alma de las personas más necesitadas y sufridas, y de aquellas que aún continúan viviendo en condiciones de marginalidad. Creo que también los jóvenes artistas e intelectuales cubanos pudieran desempeñar un papel muy relevante en la guerra cultural tan intensa que hoy tiene lugar en Internet y en las redes sociales, multiplicando los contenidos contrahegemónicos, pero para eso habría que ofrecerles mayores facilidades de conectividad. Al mismo tiempo, sería muy oportuno que la AHS trabajara de conjunto o incorporara a la organización a esos blogueros jóvenes cubanos, que tanto están aportándole al pensamiento revolucionario cubano y enfrentándose a toda la maquinaria mediática del sistema capitalista que ataca a nuestro país.
Por otro lado, hay que lograr un trabajo más coordinado entre todas las instituciones y organismos. Cuba es un país con la suerte de contar con numerosas instituciones y organismos vinculados a la cultura, pero muchas veces somos incoherentes y damos la imagen de que tenemos varias políticas culturales al mismo tiempo e incluso contrapuestas entre sí. Y hay que evitar que existan concesiones a la mercantilización de la cultura, así como la promoción de esos productos banales que reproducen el culto al tener como sentido de la vida.
El capitalismo ha tenido éxito en trabajar no en función de satisfacer las necesidades de las personas, sino en fabricar continuamente esas necesidades a partir de nuevos objetos. No crea mercancías, sino sueños esclavizantes que mantengan las ganancias crecientes. El socialismo, por el contrario, debe empeñarse en la etapa de tránsito en lograr que los ciudadanos tengan a partir de lo que son y lo que entregan a la sociedad, «a cada cual según su trabajo, de cada cual según su capacidad», pero buscando siempre la creación de un hombre que, por encima de todo, encuentre el sentido de su vida en el SER y que en ese SER esté también su reconocimiento social. Ahí es donde debemos potenciar que los jóvenes cubanos encuentren sus paradigmas de éxito.
Volver al Che, a ese hombre que algunos calificaron de idealista y voluntarista, pero que sin embargo, tuvo una claridad meridiana sobre los destinos del socialismo que se estaba construyendo en la URSS, se hace hoy también imperioso. Su pensamiento aún tiene mucho que decirnos y alertarnos. En 1963, hace ya 50 años, el Che reflexionaba: «El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación (…) Si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria».
Igual que en los años 60, cuando el Che participó activamente en el gran debate de la economía, algunos consideran hoy que hay que optimizar el crecimiento económico y que lo otro vendrá espontáneamente después. Y en ese aserto se equivocan dramáticamente. Si bien no debemos caer en el idealismo voluntarista que desprecia las estructuras económicas objetivamente existentes y el impacto que estas tienen en el accionar y el pensar de los individuos, tampoco podemos caer en el pragmatismo economicista que subvalora los aspectos subjetivos y los actos de conciencia en la transición socialista.
Que mejoren notablemente las condiciones económicas de nuestro país -algo indispensable para la sobrevivencia de nuestro proyecto- no significa que ese cambio se va a reflejar mecánicamente en el entramado ideológico-cultural, generándose una expansión de la conciencia solidaria y socialista. Antonio Gramsci, célebre marxista italiano, cuya obra merecería una mayor divulgación entre los jóvenes cubanos, explicó de manera brillante la relación orgánica que existe entre la base económica y la superestructura, librándose de la famosa dicotomía idealismo-economicismo.
Digo todo esto, pues me preocupa el renacer de algunos enfoques, caracterizados por un pragmatismo economicista, que están haciendo daño a la política cultural de la Revolución. Conceptos como rentabilidad y ganancia, no pueden implicar que nos asesinemos culturalmente. Por solo citar unos ejemplos, no puede ser que porque sea menos costoso, decidamos privilegiar los productos Hollywoodenses -muchas veces lo peor de ellos- a los cubanos o latinoamericanos, o que en los centros nocturnos por obtener mayores ingresos, lograr el autofinanciamiento y satisfacer el mal gusto del que paga, jerarquicemos la música vulgar y los mensajes banales. Propuestas culturales e ideológicas originales, y objetivamente posibles, no pueden verse como un gasto. Solo lo serían en caso de no ser efectivas. Todas las vías que se piensen para lograr ingresos desde la cultura -lo cual también es necesario-, deben ser sobre la base de la protección de los principios esenciales que han guiado nuestra política cultural en los últimos años y la salvaguarda de nuestro patrimonio nacional. En este sentido no podemos permitir que los árboles nos impidan ver el bosque, pues pudiéramos terminar construyendo el «hombre nuevo» made in USA.
Como parte de ese cambio de mentalidad y esa nueva cultura que necesitamos, el debate entre revolucionarios es fundamental. Hay que aprender a escuchar de manera respetuosa los criterios diferentes, por mucho que estos no nos gusten y los consideremos erróneos, y multiplicar los espacios que permitan a los ciudadanos cubanos pensar el socialismo cubano del siglo XXI. Es cierto que existen jóvenes en nuestra sociedad talmente enajenados, que no ven más allá de las marcas de sus zapatos, pero hay muchos otros que tienen ansias de participar y ser escuchados, de ser protagonistas. Algunos son cuestionadores y críticos, pero ahí está la principal cantera de revolucionarios con la que contamos, aunque en algún momento expresen algún criterio que nos parezca inadecuado. El solo hecho de que se preocupen por su realidad, por el futuro de su país, es algo muy meritorio en los tiempos actuales.
Cuando se habla de la importancia del debate y de la tolerancia a los criterios diferentes, me gusta siempre mencionar la frase del Che cuando dijo: «Lo único que creo es una cosa, que nosotros tenemos que tener la suficiente capacidad como para destruir todas las opiniones contrarias sobre la base del argumento, o si no dejar que las opiniones se expresen. Opinión que haya que destruirla a palos es opinión que nos lleva ventaja a nosotros….No es posible destruir las opiniones a palos y precisamente es lo que mata todo el desarrollo, el desarrollo libre de la inteligencia».
Espacios como Dialogar, dialogar, deberían ser algo natural en nuestra sociedad. Si lo logramos, brindaríamos el mejor homenaje a Alfredo Guevara, ese gran intelectual cubano, de pensamiento eternamente joven, que tantas enseñanzas nos legó. Además de ayudar a oxigenar el pensamiento social y las Ciencias Sociales, de estos debates surgen ideas muchas veces novedosas y propositivas que ayudan a perfeccionar nuestro socialismo. Pero a la vez aumentan los niveles de participación e identificación de los cubanos con el presente y el futuro del país. Contribuye a trasladar conocimientos y aumentar la cultura de nuestra población en numerosos temas de la historia y el presente de Cuba. Lo que no se conoce no se ama y es imposible de defender o transformar positivamente. Además, si nosotros mismos, los revolucionarios, no creamos y multiplicamos estos espacios, otros lo harán por nosotros, no siempre con los mejores propósitos. El reto sigue estando, como dijo Cintio Vitier, en crear y defender un parlamento en una trinchera.
En este sentido quería referirme también a la ausencia de estudios serios y profundos sobre la historia de la Revolución en el poder. En la asamblea provincial de la AHS en La Habana, Abel Prieto se refirió a la existencia de una guerra cultural muy intensa no solo contra el presente y el futuro de Cuba, sino también dirigida a desvirtuar su pasado y de como nos están rescribiendo la historia de la República y de la Revolución. Ello es muy cierto, y lo que ocurre es que aún tenemos muchas zonas inexploradas en nuestra historia, que demandan una urgente aproximación de nuestros investigadores y una correcta divulgación e inserción de esos nuevos conocimientos en los libros de textos de nuestro sistema de educación. Por ejemplo, hay que también investigar, escribir y divulgar la historia de las figuras más funestas en la historia de Cuba o de las corrientes políticas más conservadoras. Tenemos que tener nuestra propia versión y no dejar esas páginas en blanco, que tanto les gusta llenar a nuestros enemigos.
Sin embargo, nuestra mayor deuda, y a la vez nuestra mayor vulnerabilidad, está en el poco conocimiento de nuestros jóvenes acerca de la historia de los últimos 50 años de Revolución. Y la responsabilidad mayor no es de ellos. Urge que la juventud cubana se apodere de todos los temas de la historia de la Revolución, por muy sensibles y espinosos que puedan resultar algunos de ellos. Preguntémonos hoy, por ejemplo: ¿cuántos jóvenes conocen la historia acerca del juicio de Marquitos?, ¿qué saben sobre el sectarismo a la microfacción?, ¿de la ofensiva revolucionario del 68, la zafra del 70 o eso que muchos llaman quinquenio gris?, ¿cuántos conocen en profundidad, incluso, temas más divulgados, como Girón, la Crisis de Octubre, el pensamiento de Fidel y del Che?
Lo peligroso en ese sentido es que después vienen los enemigos a mecernos la cuna y a contarnos una historia totalmente adulterada. Pero también es imperioso un examen crítico de toda esta etapa, con sus luces y sus sombras. Los que no conocen los errores de su historia, están imposibilitados de contar con la experiencia que evitaría su repetición.
Aunque se han producido ligeros progresos en los estudios de la Revolución en el poder, y el Instituto de Historia, la Academia de la Historia de Cuba y la Unión de Historiadores de Cuba, ha hecho algunos esfuerzos, aun es insuficiente y la mayoría de las investigaciones continúan centrándose en etapas anteriores.
Considero que uno de los problemas fundamentales que desmotiva a nuestros investigadores a incursionar en esta etapa, es el escaso acceso que tienen a los documentos que le permitan realmente hacer aportes novedosos e interesantes desde la ciencia histórica. La mayoría de los libros que se han escrito sobre este período, deben su existencia a fuentes secundarias. Por otro lado, son pocos los textos que han abordado la etapa de manera totalizadora, pues más bien la atención ha estado centrada en temas muy específicos como: la campaña de alfabetización, la lucha contra bandidos, Girón, Crisis de Octubre, el proceso de institucionalización del país y el pensamiento y la obra de algunas personalidades, por solo mencionar algunos ejemplos.
A más de 50 años de Revolución sería muy oportuno la creación de alguna ley de desclasificación de documentos o de alguna Comisión que pueda encargarse de esta misión de comenzar a revisar y sacar a la luz algunos documentos que se hallan en nuestros archivos. Esto podría estimular sobremanera el trabajo investigativo de nuestra historia más reciente, especialmente a los investigadores más jóvenes. Al mismo tiempo, pudiera pensarse algún tipo de estrategia para divulgar su contenido, tanto en papel impreso, como en forma digital. Así como prepararse libros con selecciones de estos documentos, con el ánimo de facilitar el trabajo de los investigadores. En nuestros archivos descansan documentos de un valor incalculable. Su desclasificación sería fundamental para enfrentar la guerra cultural que también existe en el campo de la Historia, y que está dirigida principalmente hacia la juventud cubana.
Quería terminar mis palabras citando a Alfredo Guevara, cuando dijo: «No habría modo de refundar el socialismo sin desterrar la fealdad, la miseria y la ignorancia, enemigas imperialistas que se empeñan en invadirnos y que andan infiltradas…Son rasgos incompatibles con el socialismo. El socialismo tendrá que ser definitivamente neo-renacentista cultor de la belleza».
Muchas Gracias.
*(Palabras al II congreso de la Asociación Hermanos Saíz)