A los superpoderosos del petróleo no se les puede confiar el control de emisiones. Aunque quiera, Volkswagen no puede sacar del aire el anuncio de televisión en el que tres viejecitas aparecen ondeando un chal blanco en el escape de un VW a diesel. El escándalo de emisiones de Volkswagen es sólo el preludio de […]
Aunque quiera, Volkswagen no puede sacar del aire el anuncio de televisión en el que tres viejecitas aparecen ondeando un chal blanco en el escape de un VW a diesel. El escándalo de emisiones de Volkswagen es sólo el preludio de la farsa mucho mayor sobre el problema de las emisiones que se está preparando para la Cumbre sobre Cambio Climático en París, este diciembre.
Shell y Exxon -entre otros- dicen a los líderes del mundo que es posible seguir festejando sin culpa. Aseguran que la industria de la energía puede seguir bombeando combustibles fósiles a la atmósfera gracias al desarrollo de una estrategia para la captura de carbono
que lo extraerá del aire para almacenarlo en el fondo del océano o en lo profundo del suelo. Lo que no se les explicará a los gobiernos en París es que esta tecnología es un mito.
En los últimos 14 años los gobiernos han anunciado más de 24.000 millones de dólares en apoyo a lo que eufemísticamente llaman «bioenergía con captura y almacenamiento de carbono» (BECCS, por sus siglas en inglés) y las empresas privadas ya han gastado 9.500 millones desde 2005 en el desarrollo de esas supuestas soluciones técnicas.
En 2009, la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) advirtió de que los mayores emisores necesitarían construir 3.400 lugares de captura y almacenamiento de carbono para 2050. El costo aproximado sería de cuatro billones de dólares. En los últimos cinco años se han descartado o abandonado 33 sitios o plantas experimentales de esta tecnología. A la fecha, solo una planta está en operación, aunque algunas otras se encuentran en estados diversos de planificación o construcción. Según el Financial Times de septiembre «pocas tecnologías han recibido de los gobiernos y las industrias esa enorme cantidad de dinero para usarla en plantas experimentales por tanto tiempo, con resultados tan poco significativos».1
Aunque la mayoría del dinero y la experimentación se enfoca en la captura y almacenamiento de carbono, el botón de muestra para la mítica (y muy añorada) bioenergía (la sigla BE en «BECCS») iba a mostrarse al mundo desde la gigante planta energética Drax en el norte de Yorkshire, Reino Unido. En teoría, la planta Drax sería sustituida por una segunda planta, habilitada para la captura y almacenamiento de carbono con bioenergía, llamada White Rose Carbon Capture Plant. Sin embargo, Drax anunció la semana pasada que suspenderá la inversión en ese proyecto BECCS de alto perfil. White Rose quemaría carbón usando 15% de pellets de madera (en la composición total de su combustible) traídos de lugares tan lejanos como Estados Unidos, Canadá y potencialmente, Brasil. Esto sería madera que ya ha almacenado carbono como árbol y que se quema para producir electricidad, al tiempo que captura y «bombea» hacia el fondo del Mar del Norte el dióxido de carbono que se escapa. Según algunos, quemar pulpa de madera de esta forma teóricamente ayudaría a rehabilitar viejas plantas de carbón para que lograran las llamadas «emisiones negativas». Sin embargo, como enfatiza BiofuelWatch, prestigiado observatorio de la sociedad civil, los impactos para los bosques templados y tropicales y las tierras de cultivo en el entorno, asÍ como el verdadero volumen de emisiones de carbono derivadas de la quema de biomasa, son preguntas que no tienen respuesta. Ahora, sin embargo, no parece probable que White Rose produzca electricidad algún día.
Sin embargo, la Cumbre sobre Cambio Climático de París este diciembre anunciará que una combinación de reducciones totalmente voluntarias de emisiones por parte de los gobiernos, junto con BECCS – una tecnología totalmente mítica de reducción de emisiones que incluso la industria duda en seguir respaldando con dinero- logrará, a mitad de este siglo, estar en la posición de hacer que el planeta logre «emisiones netas cero» para 2100 y nos mantendrá por debajo de un fatal aumento de 2 ºC de temperatura. En realidad, las empresas líderes que trabajan en la captura y almacenamiento de carbono están tachando su plan de negocios original (desaparecer del entorno el CO2), y están vendiendo su tecnología a los súperpoderosos del petróleo para «la extracción mejorada», que consiste en bombear CO2 en pozos para presionar que salga el CO2 fósil hacia la atmósfera. La industria ha incluso establecido su propio grupo de interés, siguiendo un modelo ONG, para promover esta artimaña: fundó la llamada Comisión de Transiciones Energéticas, que en inglés quedaría abreviada como «ETC», encabezada por un consejo directivo copado por ejecutivos de las grandes industrias petrolera y química. Los lectores deben tener certeza de que nosotros, el viejo Grupo ETC, no nos dejaremos neutralizar por esta nueva corporación que abusa de la sigla ETC o por sus titiriteros.
Muchos gobiernos de todo el mundo que van a París tienen esperanzas en que esta tecnología inexistente podría funcionar para la próxima generación y esperan tambiÉn que los futuros gobiernos honren los compromisos que asuman allí. Si fracasan, el retroceso hará que los países más poderosos del mundo «tengan» que poner en marcha la geoingeniería, específicamente las técnicas de manejo de la radiación solar (MRS) mediante el rociado de sulfatos en la estratosfera, con el fin de bloquear o reflejar la luz del sol y bajar de manera artificial (y temporal) las temperaturas. La ONU y los organismos científicos más importantes ya han proscrito el manejo de la radiación solar, pero las decisiones este año en París podrían llevar a que los políticos argumenten que en 2030 o 2050 no tendrán otra opción.
No puede confiarse a las industrias más contaminantes del mundo que exploren supuestas «soluciones» técnicas para el cambio climático de mañana, que lo que hacen es justificar que puedan seguir emitiendo gases hoy. La empresa Volkswagen engañó abiertamente a los reguladores y los clientes acerca de sus niveles de emisiones durante
siete años. No podemos confiar en las compañías responsables de los desastres de Exxon Valdez, la plataforma Deepwater Horizon y de los escándalos por el petróleo en Nigeria y Ecuador para que nos rescaten del
cambio climático.
Ver también: BiofuelWatch 2012 BECCS report: «BECCS: Climate Saviour or Dangerous Hype?»
http://cts.vresp.com/c/?ETCGroup/270f1744b7/a6ef8480ed/3980bf2d6e –
http://cts.vresp.com/c/
http://ETCGroup/270f1744b7/a6ef8480ed/9ec13d6125/ETCGroup/3be913fe88/ea5a057fa0/9a5fb6d4f2
1. Pilita Clark, «Carbon capture: Miracle machine or white elephant?», en Financial Times, 9 de septiembre de 2015.
Fuente: http://www.etcgroup.org/es/content/time-wave-white-flag-failed-techno-fix