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Buda Blues una historia de anarcoprimitivistas enfrentándose al sistema anticapitalista

Resilencia que puede salvarnos, política que quema

Fuentes: La Isla inexistente

 Uno de los escritores más interesante de esta edición de la Semana Negra de Gijón es el autor colombiano Mario Mendoza. Su novela Buda Blues es una de las que está compitiendo por llevarse el Hammett de este año. Acompañado de Laura Castañón presenta su novela en la carpa A Quemarropa. Castañón comenta la coincidencia, […]

 Uno de los escritores más interesante de esta edición de la Semana Negra de Gijón es el autor colombiano Mario Mendoza. Su novela Buda Blues es una de las que está compitiendo por llevarse el Hammett de este año. Acompañado de Laura Castañón presenta su novela en la carpa A Quemarropa.

Castañón comenta la coincidencia, ya que esta novela que están presentando es la que Mendoza estaba escribiendo hace dos años en su anterior participación en la Semana Negra. Cuenta ella que como lectora le sorprendió al encontrarse con que era una novela epistolar, lo cual dota al argumento de una enorme vitalidad. Es una novela de dos personas que se están escribiendo cartas. La primera la escribe un profesor muy tranquilo que ha sido citado para identificar el cadáver de un pariente. Nada más del argumento cuenta y pasa a definir Buda Blues como, en apariencia, una novela negra con un cierto misterio, pero que, en realidad, tiene mucho más al verse la construcción de la vida de esa persona que está muerta. Hay en ella abundantes elementos para la reflexión e invita a tomar notas mientras la lees. Ella lo hizo de un tirón y la recomienda de todo corazón porque al lector le va a hacer pensar y disfrutar.

Al autor le ha llevado 15 años realizar una investigación sesuda para preparar Buda Blues. Mario Mendoza cuenta que la novela arranca de una obsesión por el personaje de Theodore Kaczynski (Unabomber), un matemático norteamericano formado en Harvard. De repente hay una fractura en su vida y termina refugiándose en una granja de Montana para escapar del sistema. Vivió en una cabaña sin luz eléctrica, ni agua corriente, ni auto… Cultivaba sus tomates y lechugas, recogía el agua de lluvia, cazaba su comida. Todos le consideraban el hippy que iba en bicicleta, el que cambiaba sus verduras cuando necesitaba algo. Mientras, Kaczynski preparaba bombas y las enviaba por correspondencia a grandes financieros. La CIA comenzó a buscarle, pero con esa vida resultaba perfectamente invisible al sistema. Todo acaba cuando amenaza a un periódico indicando que si no publican su manifiesto anticapitalista La sociedad industrial y su futuro volará el edificio. El FBI, sin pistas después de 17 años, decide que se publique y de esa forma intentar encontrar a alguien que pueda reconocerlo. El hermano de Theodore Kaczynski descubre en las frases del manifiesto algunas de las ideas que le había escuchado y contacta con el FBI para decirles que les dará la información a cambio de que a su hermano le perdonen la vida. Con esa información es detenido a sus 60 años. Las imágenes que retratan el instante reflejan a un lobo solitario, digno, envalentonado, que se enfrenta a las cámaras manteniendo toda su prestancia. Después viene el juicio, que el gobierno no desea que sea en audiencia pública porque teme su capacidad argumental tan convincente. Mendoza se había obsesionando con este personaje, pero el detonante le llega cuando conoce la noticia de que la universidad de Míchigan compra la correspondencia que se estableció entre Kaczynski y John Zerzan un filósofo responsable del grupo antisistema de Oregón.

Mendoza se pregunta porque Hollywood no ha hecho una película con este personaje. Es una pregunta retórica que el propio Mendoza contesta: «para que la gente no termine identificándose con esta persona».

Además de esta obsesión, más recientemente un amigo suyo de Bogotá sufrió una historia muy rara: termina encontrando a su hermano, que llevaba muchos años viviendo una vida al margen del sistema, en una morgue. Era una persona a la que el padre de Mendoza conoció de joven y que el propio autor llegó a conocer. Recuerda de él que lo recomendó una novela de Durrell que le cambió la vida, haciéndole surgir la concepción de escritor.

Con este nuevo impulso y teniendo en la mente al personaje de Kaczynski escribió el primer capítulo y vio que iba a ser muy denso, tanto como una bajada a los infiernos. Así que fue más tarde, tras ver el documental de Spike Lee sobre Nueva Orleans tras el paso del Katrina lo que le despertó de nuevo. Tras la catástrofe y entre la muerte, se debaten en la necesidad de montar el festival anual. Empiezan a tocar y la cámara se para en un graffiti de dos palabras: «Thanks Katrina». ¿En qué estado se encontraba la persona que lo escribió para dar las gracias por haber llegado al límite? Ese estado se llama resilencia y es la capacidad de algunos sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional dándole la vuelta a ese sufrimiento.

La novela es un viaje de unos anarquistas a través de los infiernos para acabar con el sistema, en realidad una historia de resilencia.

Retoma la palabra Castañón para decir que dentro de la historia hay muchos temas como son el problema de la culpa, la perversión del capitalismo, las relaciones de pareja… Le pregunta a Mendoza si todos estos temas estaban al principio o han ido saliendo durante la escritura. El autor explica que en cierto modo trabaja como un arquitecto, haciendo primero el plano inicial que se corresponde con el esquema de la novela. Sobre este esquema va escribiendo, pero lo hace respetando las dinámicas que van surgiendo de la propia escritura. La mayoría de los temas fueron surgiendo durante este proceso, aunque sí tenía muy claro que uno de los personajes se acercaría al budismo.

Mario Mendoza comenta que sospecha de la gente que sufre mucho, tal vez porque deben tener un ego muy grande en el que les quepa tanto dolor. Su intención es afirmar la vida en la mitad del dolor, pero enfrentarlo con un cierto humor.

http://islainexistente.javialvarez.es/2010/07/resilencia-que-puede-salvarnos-politica.html