Cuando se cumple poco más de un año de Anoeta (donde Batasuna defendió una salida negociada y pacífica del conflicto) y la palabra «tregua» se oye cada vez más en los mentideros políticos y mediáticos, no parece que haya un acuerdo sobre cómo comenzar la negociación. A la espera de gestos de ‘buena voluntad’ desde […]
Cuando se cumple poco más de un año de Anoeta (donde Batasuna defendió una salida negociada y pacífica del conflicto) y la palabra «tregua» se oye cada vez más en los mentideros políticos y mediáticos, no parece que haya un acuerdo sobre cómo comenzar la negociación. A la espera de gestos de ‘buena voluntad’ desde los dos bandos y con el modelo irlandés como referencia, la izquierda abertzale sigue siendo silenciada y criminalizada fuera del País Vasco. Con esta entrevista a Arnaldo Otegi pretendemos dar voz a uno de los principales agentes en una posible resolución pacífica del conflicto.
DIAGONAL: ¿Cuál es el paso que está esperando la izquierda abertzale por parte del Gobierno español?
ARNALDO OTEGI: Este país ha vivido tres etapas claras en las que la solución fue posible: la Transición, las conversaciones de Argel y Lizarra-Garazi, y las tres fracasaron. No estamos dispuestos a entrar en un proceso público que se pueda entender como el inicio de un proceso de resolución del conflicto si no existen ciertas garantías de que no va a ser un proceso abocado al bloqueo a los seis meses. Antes de iniciar ese proceso vamos a sentarnos y acordar ciertas garantías que nos permitan saber de qué vamos a hablar, con qué objetivos y cómo podemos garantizar que sea un escenario en el que se sienta cómodo todo el mundo. Estamos en la fase de mantener abiertas las vías de comunicación para ver si eso es posible.
Hemos trabajado con un guión que trasladamos a las formaciones políticas y que recoge qué compromisos vamos a tomar, como el principio de no exclusión, la resolución pacífica de las diferencias… Planteamos que el objetivo de esa serie de conversaciones es que se produzca un acuerdo sobre cuáles son los mecanismos democráticos para que todos los proyectos políticos puedan ser materializados si la gente los vota. Los mecanismos que va a respetar todo el mundo, incluidos los Estados, y que nos van a permitir la defensa de un proyecto independentista, socialista y de reunificación nacional, si la gente lo quiere. Después hemos planteado la composición de esa mesa, cómo se toman las decisiones, cómo participan agentes sociales y sindicales en ese proceso. Para nosotros hay otro punto importante: la presencia internacional en el proceso. Sobre esto hay que llegar a un acuerdo y las garantías son que compartimos todos estos compromisos y que esta mesa es para eso y no una mesa de diálogo multilateral en que todo el mundo empieza a poner en duda si Euskal Herria existe o no, si son siete o son seis los territorios vascos.
D.: ¿Qué amenazas penden sobre ese proceso de resolución?
A.O.: En primer lugar, que los Estados español y francés sigan manteniendo una apuesta antidemocrática, una posición de no reconocimiento nacional del país y de su derecho a decidir. Un segundo gran error sería repetir lo sucedido en 1977 y que el PNV vuelva a pactar en términos de reforma estatutaria con el Estado español un nuevo escenario que no resuelve el conflicto, pero que le permitiría continuar, como en estos 30 años, disponiendo de ingentes cantidades de dinero, recursos financieros e institucionales. Existe un tercer error y es que hay sectores políticos que ven con un cierto temor el día después de la solución, porque creen que ese escenario democrático puede poner en peligro su propio proyecto político.
D.: ¿Cuál sería la posición de la izquierda abertzale ante esos desafíos?
A.O.: La lucha de la izquierda abertzale, junto a otros factores, ha provocado una crisis en el modelo de Estado que se pactó con los franquistas. Es una crisis cíclica que, como bien decía Rajoy, se repite desde Felipe V. Siempre se está haciendo un debate permanente sobre qué es España, porque todo el mundo es consciente de que España es una realidad como Estado absolutamente artificial, que se ha concebido desde la imposición y la fuerza. Si los Estados continúan aferrados a una posición antidemocrática, seguiremos luchando en un escenario, desgraciadamente, de confrontación, de recorte aún mayor de las libertades democráticas, de persecución aún mayor de la izquierda independentista; pero esto es algo a lo que, no voy a decir que nos hemos acostumbrado, pero con lo que siempre hemos contado. Si se diese un pacto del PNV con el Estado en términos reformistas ocurriría exactamente lo mismo. Se produciría un alargamiento del conflicto y una confrontación en la que, probablemente, la izquierda abertzale tendría recursos suficientes en el terreno popular y electoral como para hacer pagar cara esa apuesta al PNV.
D.: Dentro de este proceso, se propone desde la izquierda abertzale una superación del actual marco hacia una etapa de transición, ¿cuáles son las líneas básicas de esa dinámica de superación?
A.O.: El escenario con el que nos hemos encontrado después de lo que se denominó ‘Transición democrática’ es de una naturaleza totalmente antidemocrática, donde se le ha negado a Euskal Herria y al conjunto de pueblos del Estado el derecho a decidir. Se hizo una transición que fue planificada, pactada y negociada con los sectores que habían sostenido la dictadura, y eso dio lugar a un escenario de ‘democracia’ que algunos dicen que es de baja calidad. Nosotros decimos que no es ni siquiera democracia. Lo que estamos planteando es lo que, en su día, fue definido en términos de ruptura democrática. Hablamos de un escenario de democracia en el que se le devuelva la palabra al pueblo vasco y en el que éste pueda decidir democráticamente su futuro. No nos encontramos en un escenario a corto plazo independentista, sino en un escenario de reconocimiento de derechos.
D.: ¿Qué pregunta debería encabezar una consulta popular?
A.O.: La primera pregunta que hay que someter a consulta popular no debería hablar en términos de independencia, federalismo o autonomía, sino al estilo de la que se hizo en Irlanda: ¿Usted apoya el acuerdo que se ha alcanzado en la mesa de diálogo? Desde nuestro punto de vista ése debe ser el recorrido. No entendemos que el PNV lleve a su mesa el proyecto Ibarretxe, que IU vaya a hacer lo mismo con el suyo: de esta forma no hay acuerdo posible. Hay que establecer conjuntamente las reglas del juego y éstas son que todos los proyectos son posibles por las vías pacíficas y democráticas. La consulta independentista se hará en un plazo bastante largo. Si llegamos a ella.
D.: ¿Es posible un proceso de paz que no incluya a Navarra?
A.O.: Partimos de un esquema de que hay un pueblo, un conflicto y un acuerdo nacional y por eso decimos que sin Navarra sencillamente no hay solución. Este pueblo no puede solucionar el conflicto en tres territorios, en cuatro o en cinco, los tiene que solucionar en los siete. Otra cosa es que ése vaya a ser un proceso largo, porque se ven afectados dos Estados. Hacemos una diferenciación clara entre lo que es la territorialidad, es decir, lo que es la geografía humana y política de los siete territorios, y lo que es luego un modelo de reunificación nacional que es nuestro proyecto político.
D.: ¿Cómo influyen las reivindicaciones catalanas en el ‘proceso vasco’?
A.O.: Son dos cosas totalmente diferentes. Nosotros no planteamos un proceso en términos de reformas estatutarias o reformas competenciales. Estamos planteando una resolución del conflicto y éste no se soluciona porque tengamos más o menos competencias en la Seguridad Social o en emigración. El conflicto es otra cosa, afecta a un tema que es territorial, y a un tema que es democrático: el derecho a decidir. Una de las cosas que más se está manipulando de mis declaraciones en el libro que acabo de publicar es que la crisis de Cataluña ha puesto encima de la mesa la crisis del Estado y el problema nacional. En la época de Aznar había una obsesión por lo vasco, que era lo único que planteaba un problema. Ahora lo que está encima de la mesa no sólo es Euskal Herria y Cataluña, sino muy próximamente, Galicia. Hay un debate histórico en el Estado español y éste ha optado históricamente por una solución: palo y represión. El Estado español sólo puede vivir como proyecto unido si son capaces de convencer a los vascos, a los catalanes y a los gallegos de que lo mejor es seguir viviendo en el Estado, y ése es el reto que les viene lanzando la izquierda abertzale desde hace 30 años. Nosotros vamos a intentar convencer a la gente de que lo mejor es crear un Estado a la izquierda y un Estado independiente. Ése es el juego y estamos dispuestos a aceptar el resultado. Lo que no sabemos es si los Estados español y francés están dispuestos a hacerlo.
D.: ¿Qué imagen se suele ofrecer de la izquierda abertzale en los medios de comunicación del resto del Estado?
A.O.: La izquierda abertzale, de cara al exterior, da la imagen de que es una izquierda muy ‘abertzale’ y no tan de ‘izquierda’, porque no proyecta tanto su punto de vista social, pero hay que tener en cuenta una cosa y es que cuando hablamos de presupuestos, de fiscalidad… no sale en los medios de comunicación, porque no interesa. Los medios quieren proyectar una imagen de la izquierda abertzale ligada a la lucha armada y a la violencia, que no tiene proyecto político y que es una especie de mafia organizada. Eso nos encierra en un cliché que no es real. Sin embargo, si uno va a las fábricas y a los movimientos sociales de este país comprobará que prácticamente en todos ellos está la izquierda abertzale.
«EN PROCESOS DE ESTE TIPO TIENEN MÁS IMPORTANCIA LOS GESTOS SIMBÓLICOS Y EMOCIONALES QUE EL PROPIO CONTENIDO POLÍTICO»
DIAGONAL: ¿Cómo debe ser abordada la parte emocional del conflicto?
ARNALDO OTEGI: Es un tema delicado porque, evidentemente, todo el mundo reconoce que éste es un conflicto que ha generado víctimas en todas las partes. Desde un punto de vista ideológico, lo que sostiene la izquierda abertzale es que los responsables de la existencia de víctimas son dos Estados que se han negado a reconocer la existencia de un pueblo y de su derecho a decidir. Independientemente de eso, es evidente que las víctimas no se pueden convertir en los condicionantes de un proceso político y democrático, pero que, por otro lado, habrá que dar satisfacción a las víctimas que se han producido en un lado y en otro. Hasta qué punto, en qué grado, a unas, a otras… eso es algo que tenemos que decidir, y en la propuesta de Anoeta se planteó que sea un tema que aborden ETA y los dos Estados. Sabemos, porque ETA ya lo ha planteado públicamente, que estaría dispuesta a hacer gestos en ese terreno, pero todos deberíamos hacer gestos en esa satisfacción. En procesos de este tipo tienen más importancia los gestos simbólicos y emocionales que el propio contenido político, y por eso es imposible pensar que pueda culminar un proceso así sin que tenga tratamiento el espacio emocional de dolor y sufrimiento que ha vivido este país en todas las partes. Nosotros no tenemos un esquema de cómo podrían ser estos gestos, pero ha habido otras experiencias, como podría ser la irlandesa, en que ha habido incluso gestos de petición de perdón a las víctimas. Los irlandeses sí que han hecho una salvedad, las víctimas inocentes, no los combatientes, porque han entendido que, en un enfrentamiento armado, los militares son lo que son y hacen lo que hacen. Por otro lado, este tratamiento sí que debe darse casi en la conclusión del proceso porque utilizarlo de condición primera puede entenderse como una dinámica de humillación de una de las partes frente a la otra.
MOVIMIENTOS SOCIALES
«Los grandes temas deben ser decididos con las bases»
La relación de Batasuna con la enorme variedad de movimientos sociales vascos oscila entre la verticalidad y la participación de las bases.
DIAGONAL: Batasuna plantea una alianza estratégica con los movimientos populares. ¿Cómo se articularía esa relación?
ARNALDO OTEGI: Es bastante evidente que el movimiento popular es muy variado, plural y muy rico, pero también que gran parte de este movimiento cuenta con participantes de la izquierda abertzale. Batasuna no se sitúa ni encima ni debajo de los movimientos populares, sino en una relación de igual a igual; independientemente de que el movimiento sea minoritario o no, para nosotros, un movimiento popular se merece ese respeto. Batasuna no tiene como objetivo dinamizar los movimientos sociales pero sí pretende llevar las reivindicaciones de los movimientos populares a las instituciones. Teniendo en cuenta que ahora hay un receso en el movimiento popular, a veces tenemos la tentación de dinamizar los movimientos populares y eso, en ocasiones, lleva a mosqueos, a malentendidos… Es un tema delicado. Tenemos claro el ámbito de nuestro trabajo, lo que ocurre es que, a veces, se producen disfunciones, hay gente que piensa que la presencia de un partido puede ser en términos de rentabilización de determinados movimientos populares… pero mantenemos siempre una cierta alerta respecto a esos casos.
El modelo de Batasuna es el modelo de la unidad popular, independientemente de que, en una estrategia como la que planteamos, con dos Estados enfrente, hay que tomar decisiones rápidas que no permiten, digamos, hacerlo de manera democrática. Siempre hemos planteado que las grandes decisiones deben ser compartidas con el conjunto de la militancia. Sólo hicimos una excepción con el Plan Ibarretxe porque estábamos convencidos de que si eso se filtraba, la opción de buscar un escenario de resolución del conflicto se podía frustrar. Cuanta más gente participa en un proceso de resolución, más garantías tiene porque más gente está interesada, porque más gente se siente partícipe en el proyecto y en el acuerdo. Eso es lo que permite a nivel organizativo habilitar vías que posibilitan la participación en nuestros debates. Ahora mismo hemos logrado que 8.000 o 9.000 personas participen en el último proceso de debate interno (Bide Eginez). Nos gustaría que fuesen más pero, viendo el contexto europeo, es un hito que haya 9.000 personas debatiendo la situación en la que está Batasuna.
D.: ¿Qué papel pueden desempeñar los movimientos populares del resto del Estado en este proceso de resolución?
A.O.: Siempre hemos mantenido relaciones con movimientos sociales en los Estados español y francés. Es verdad que hubo una época en la que relajamos mucho ese nivel de relación y estamos convencidos de que es un error porque también sabemos que hay sectores populares y sociales en el Estado que son favorables a la salida en términos democráticos del conflicto y por lo tanto se pueden convertir en una voz de referencia dentro de la opinión pública del Estado. Creemos que los movimientos sociales también tienen un papel que jugar en el proceso de resolución, es decir, resolver en términos democráticos el conflicto es democratizar el propio Estado. No sería previsible un ascenso de las posiciones más derechistas en España ni el recorte de libertades si el proceso se hubiese encarrilado en términos democráticos. Por todo ello, la resolución del conflicto en Euskal Herria no afecta sólo a los vascos y las vascas sino también a la propia naturaleza democrática del Estado. Consideramos que a medio o corto plazo sería interesante que sectores de los movimientos populares e incluso de los partidos políticos se conviertan en una voz de referencia para su propia opinión pública. La solución en términos democráticos es beneficiosa para todo el mundo.
Diagonal número 20
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