Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
Un artículo sobre las alarmantes noticias de la última semana informaba de que Israel ha dado luz verde al traslado de 1.000 rifles de Jordania para las fuerzas de seguridad fieles al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas.
Esta no es la primera vez que Israel permite el traslado de armas y equipamiento de seguridad para las fuerzas de Abbas. Lo más alarmante de este informe es que Abbas y su círculo continúan aferrándose a la ilusión de que el fracaso en la Franja de Gaza fue puramente militar. Igual de alarmante es la determinación de Fatah de llevar a cabo lo que Israel y Estados Unidos esperan que haga (y que fracasó en Gaza): combatir a Hamás.
Y ha habido varios artículos más de noticias preocupantes en los últimos días: una vez más se permite a los representantes israelíes hablar en el extranjero con representantes oficiales palestinos; el primer ministro Ehud Olmert y Abbas se encontrarán de nuevo en un futuro cercano, esta vez en Jericó; la coordinación civil entre Israel y la Autoridad Palestina se ha renovado y en la Muqata de Ramala se ha lanzado un nuevo proyecto de negociación estadounidense-palestino después de que el presidente George W. Bush aprobara un préstamo de 228 millones de dólares para pequeñas y medianas empresas palestinas con el fin de mejorar el nivel de vida de la población: «Estados Unidos se compromete a fortalecer la economía palestina… como un paso importante hacia un estado palestino pacífico e independiente», afirmaba la declaración oficial del Departamento de Estado del 27 de julio.
¿Por qué son preocupantes las noticias de estos artículos? Porque muestran que las cosas han vuelto a donde estaban; es decir, al estilo de «administrar la ocupación» que reinó entre los años 1994 y 2001 en los que el movimiento de Fatah se integró bien. Ahora, como entonces, hay un gobierno palestino (cuya legalidad es provisional y vacilante) aceptable para Israel y Occidente; supuestamente se están manteniendo conversaciones, la ocupación continúa y los palestinos están riñendo. ¿No es lo mismo que desembocó en la segunda Intifada?
No es un hombre de Fatah el que encabeza el gobierno palestino en Ramala, sino el espíritu de Fatah como un movimiento gobernante que continúa prevaleciendo -y con él lo que hizo que gran parte del público alimentara al movimiento-. Por ejemplo, Yasser Arafat infló innecesariamente sus fuerzas de seguridad con personas de familias pobres y refugiados, con el objetivo de crear un gran grupo de leales bajo su égida a cambio de un sueldo magro pero vital. Arafat esperaba que esto perpetuara el apoyo político a su movimiento sin conexión con su impotente política vis a vis con la colonización israelí y la política de cierres y separación.
El fracaso de esta táctica quedó claro en las elecciones de 2006. La confianza estadounidense e israelí en el «apuntalamiento» de los mecanismos de seguridad de Abbas demuestra que la lógica de Arafat continúa guiando a los tres líderes que ven al pueblo palestino como objeto de toda clase de «gestos», incluso en forma de sueldos para el superfluo personal de seguridad.
Es como si la vida bajo la ocupación israelí no sea la razón principal del desamparo de los palestinos sino la «pobreza» que parece haberse materializado como caída del cielo.
Bajo los auspicios de lo que se llama «el proceso de paz», entre 1994 y 2001 y bajo el mantra de «fortalecer la economía palestina adelantará la paz», muchas personas importantes de Fatah y su círculo se dieron prisa en amasar fortunas personales. Esto podría haber sido legítimo, por supuesto, si la situación económica de una parte considerable de los habitantes de los territorios ocupados no se hubiera puesto peor debido a las restricciones israelíes a la movilidad, no hubiera existido el asunto del dinero que se encontró en los cofres de Arafat y la OLP y otras cuestiones más sombrías.
También, demasiado a menudo, todo era una correlación directa entre los lazos de los nuevos ricos palestinos con los miembros de la fuerza de seguridad palestina y los vínculos posteriores con el servicio de seguridad israelí, el Shin Bet o gente importante de Israel. La proximidad a esta clase (los miembros importantes de Fatah y el Shin Bet) proporcionaba permisos de movilidad y aseguraba la «reunificación familiar» y otras prebendas. Ésta y otras cuestiones de tipo proteccionista dependientes de la ocupación llevaron a los palestinos a establecer una conexión entre «el proceso de paz» y la corrupción.
Los fracasos de 2006 y 2007 parece que no han sido suficientes, todavía, para que Fatah haya aprendido la lección. No se ha distanciado del proteccionismo ni del sistema por el que los que están cerca de la gente apropiada tienen buenas oportunidades para hacerse más ricos en un mar de depauperación.
Texto original en inglés: http://www.haaretz.com/hasen
Amira Hass, hija de dos supervivientes del Holocausto (Bergen-Belsen), nació en Jerusalén en 1956. Escritora y periodista israelí del diario Haaretz, es especialmente conocida porque vive en la Franja de Gaza y Cisjordania y desde allí informa sobre los acontecimientos del conflicto israelo-palestino, desde la perspectiva palestina, en sus columnas del periódico israelí. Comenzó su carrera periodística como redactora de Haaretz y empezó a informar desde los territorios palestinos en 1991. En 2003 era la única periodista judía israelí que vivía a tiempo completo entre los palestinos, en Gaza desde 1993 y en Ramala desde 1997.
Su periodismo suele ser comprensivo con el punto de vista palestino y crítico, por lo general, con las políticas israelíes hacía los palestinos.
Durante los años de la Intifada de Al-Aqsa, publicó varios artículos muy críticos con el caos y el desorden originados por milicias asociadas al Fatah de Yasser Arafat y la sangrienta guerra entre facciones palestinas en Nablús.
Debido a sus reportajes sobre los hechos o a la expresión de opiniones contrarias a las posiciones oficiales israelíes y palestinas, frecuentemente ha sido objeto de ataques verbales y ha encontrado oposición tanto de las autoridades palestinas como de las israelíes. Recientemente dijo que Israel es un estado de apartheid con los privilegios reservados básicamente a los israelíes. «Los palestinos, como pueblo, están divididos en subgrupos, algo que también recuerda a Sudáfrica bajo el gobierno del apartheid», ha declarado.
Ha recibido el premio Press Freedom Hero del Instituto Internacional de la prensa en 2000, el Bruno Hreisky de los Derechos Humanos en 2002, el premio mundial Guillermo Cano a la Libertad de Prensa de la UNESCO en 2003 y el premio inaugural de la Fundación en Memoria de Anna Lindh en 2004.
Libros :
Drinking the Sea at Gaza : Days and Nights in a Land under Siege (Owl Books, 2000).
Reporting from Ramallah: An Israeli Journalist in an Occupied Land (con Rachel Leah Jones) (MIT Press, 2003).
Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, al traductor y la fuente.