Recomiendo:
0

Retazos de semblanza

Fuentes: Rebelión

Intervención del autor el 5 de abril de 2011 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

Aceptar la muerte es vivir la vida.

Para morir como va a morir Ramón, hay que haber vivido antes.

Dignidad.

Libertad.

Rabia.

Lucha.

Esperanza.

Cooperación.

Tesón y esfuerzo.

Comunidad.

Amor.

Todos son sinónimos de vida. Todas son prácticas de Ramón.

¿Cuántas veces hemos oído o leído a Ramón ponerle fecha de finiquito a una burbuja financiera o, con más altos vuelos, al capitalismo?, ¿cuántas una valoración esperanzadora del devenir de los movimientos sociales o antisistema, como le gusta decir? Con ello Ramón nos ha estado contagiando de su apuesta por la vida.

El capitalismo es la muerte violadora de lo vital. Los movimientos sociales queremos ser la lucha por la vida, la esperanza en devolver a la muerte a su sano lugar, al motor del cambio en el fluir de la existencia.

Movimientos sociales versus capitalismo es la diferencia entre el bien vivir y bien morir, y la mala vida.

¡Que la muerte violadora, la mala muerte, no contamine la vida! La muerte en forma del neoliberalismo ecocida y genocida. La muerte disfrazada de patriarcado. La muerte de las falsas independencias y purismos imposibles. La muerte que trae el totalitarismo. La mala muerte de Bruselas y Wall-Street, de las bombas que caen sobre un planeta de metrópolis en crisis.

Vivir como Ramón es hacer crecer la vida, aunque nos vaya la salud en ello. Vivir es interrelacionar lo diverso que lucha contra la muerte violadora, contra la OTAN, contra la Unión Europea, contra el Fondo Monetario Internacional, contra el individualismo estúpido…

Ramón nos ha enseñado a muchos a dialogar en asamblea, a primar los procesos y los grupos humanos, sin olvidar las ideas y la acción; a construir poder compartido, emancipatorio. A crear un mundo donde quepan muchos mundos.

Cuando Ramón se retiró del primer plano del tejido de redes de vida con hebras de nuestra diversidad, se quedó fregando platos, haciendo turnos de barra, pegando carteles, y cocinando lentejas o pesto (¿solo comen eso en Barquillo?). O desentrañando la complejidad del poder a sus compas al aroma de una taza de té. Y, claro, escribiendo mapas para transformar la realidad. Así, no solo nos lanza sus ideas como faros en la niebla, sino que nos preña de su coherencia viva.

La vida habita entre límites. Vivir es ver, como él nos enseña, los límites del crecimiento y la acumulación. También los límites del poder opresor. Y aceptar los límites colectivamente e individualmente es ser más libres, más dignas.

Vivir es celebrar la vida con la vida: con Ana; con esa familia de la que, lo que más sabemos, es que se quiere mucho; y con esa otra familia incompleta, diversa, inconforme, rebelde e imperfecta de la que forma parte, los movimientos sociales. Y celebraciones ha habido y habrá muchas. Unas pausaditas alrededor de una mesa de madera, otras con una pata de jamón y, las más, en Barquillo, Pelegrina, La Dragona, La Maloca, San Blas o Lavapiés. Porque vivir con sencilla alegría también es desafiar al poder. Y Ramón es alegría.

La vida solo es vida cuando es libre, pero libre en interdependencia, no en ilusoria independencia.

La vida rabiosa que no se conforma.

Vida es sinónimo de evolución, de cambio sin fin, de transitar por el pacifismo, la autonomía y el feminismo. De hacer camino por el urbanismo, la okupación o la antiglobalización. Hasta amalgamar todo ello en una suerte de ecologismo social que a muchas nos gusta llamar ecorramonismo.

Y vida es riesgo y compromiso. Es dejar la seguridad funcionarial por la red, incierta a ratos, de los vínculos en una sociedad precaria. Es llevar el discurso pacifista también aquí, a nuestro particular conflicto vasco. Es no moverse cuando lo que toca es mantener la posición. Es ser insobornable ante el monocultivo agrotóxico del pensamiento único.

Y ahora que su vida llega al final, Ramón nos hace sus últimos regalos: un libro-brújula en la noche que nos acecha, que hoy presentamos; el de poder mostrarle nuestro amor antes de que él ya no lo pueda recibir; y sobre todo, el de enseñarnos cómo llevar la vida hasta la muerte.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.