Con respecto al artículo «Nacionalismo español y nacionalismos minoritarios» de Jordi Córdoba (03/07/2007), cabe en primer lugar preguntarse: ¿por qué un exponente de la izquierda política se pone a reflexionar sobre patrias y patriotismos a principios del siglo XXI? Y sobre todo, ¿por qué lo hace con el objetivo de identificar nacionalismos «buenos» y nacionalismos […]
Sin embargo, el nacionalismo ya está en el centro de la escena política española, luego es imposible evitar este tema decimonónico. Aunque es cierto, como dice Córdoba, que en la teoría el nacionalismo no se identifica necesariamente con la derecha burguesa, en la práctica esto es lo que pasa en los distintos nacionalismos del estado (mayoritarios y minoritarios). No cabe duda de que el estado está muy lejos de reconocer y representar adecuadamente las múltiples identidades de los ciudadanos. Pero me pregunto ¿son los nacionalismos «minoritarios» la respuesta correcta a la arrogancia del nacionalismo español? Yo creo que no. Al contrario, creo que son una reproducción de ese mismo nacionalismo, con colores distintos pero con los mismos objetivos. Es suficiente con fijarse en las reivindicaciones más recientes del nacionalismo catalán (el que mejor conozco). La gestión del Aeropuerto del Prat responde al requerimiento de 800 empresarios que la reclamaron en un acto celebrado en la universidad del Opus Dei. La gestión autonómica de Cercanías es el paso previo a su privatización en 2010. El indignación contra el gobierno por el apagón elude el problema principal: el hecho que el servicio eléctrico se haya privatizado. El requerimiento de que se compense el «déficit fiscal» contrasta con la reducción (y posible eliminación) del impuesto sobre las herencias. Y un largo etcétera. En todos estos casos, la retórica y las reivindicaciones nacionalistas responden a intereses burgeses o empresariales.
Repitiendo las palabra de Andreu Nin, ¿el problema verdadero es que la «convivencia común» es «insoportable» aquí y ahora?