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La enseñanza de la Historia: una responsabilidad compartida

Retos múltiples (III)

Fuentes: Rebelión

La enseñanza de la Historia se afecta también por los retos no resueltos desde la Historiografía nacional, el sistema de las ciencias sociales y las limitaciones -las objetivas y subjetivas- de nuestras editoriales. A los problemas metodológicos y científicos propios del quehacer historiográfico, tales como la excesiva dispersión de las investigaciones o su insuficiente divulgación, […]

La enseñanza de la Historia se afecta también por los retos no resueltos desde la Historiografía nacional, el sistema de las ciencias sociales y las limitaciones -las objetivas y subjetivas- de nuestras editoriales. A los problemas metodológicos y científicos propios del quehacer historiográfico, tales como la excesiva dispersión de las investigaciones o su insuficiente divulgación, la escasez de revistas especializadas y la imposibilidad de acceder a importantes fuentes primarias en Cuba y el extranjero, se une el creciente deterioro de los más importantes fondos bibliográficos y documentales del país. A ello debe agregarse la necesidad de abrir nuevos campos a la investigación1

Hay un déficit sostenido de estudios sobre la Revolución Cubana, y la mayoría de los resultados que se obtienen no logran una rápida difusión2. Las reflexiones y trabajos de cuatro talleres de Historia de la Revolución Cubana (2008-2011) y de los Congresos XIX (2008) y XX (2011) de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba permanecen inéditos en su inmensa mayoría, al punto de que en la reunión que realizó Fidel con un grupo de destacados intelectuales cubanos en el marco de la última Feria Internacional del Libro, al preguntar el Comandante en Jefe por el estado de estas investigaciones, no se le pudo informar sobre lo nuevo que ya está hecho o en curso.

La insuficiente contextualización regional e internacional, que se observa en los programas de Historia de Cuba, tiene su contraparte en la poca promoción y demanda de los estudios internacionales entre nuestros historiadores e historiadoras, y la consiguiente desatención a la obra historiográfica que se ha producido3. Falta con frecuencia en los tratados sobre la historia nacional, la fertilización del acontecer y del proceso ideológico-cultural caribeño y latinoamericano. La dialéctica de tránsito recíproco entre lo nacional-regional-mundial, constituye en sí misma un área de producción de conocimientos, formación cosmovisiva y socialidad. Esta ausencia es sumamente contradictoria, dada la vocación de universalidad e internacionalismo que caracteriza a la Revolución Cubana y su pueblo. En esta dirección sería importante proponer, que el documento base de la Conferencia del Partido no solo quedara en el énfasis a la Historia de Cuba, sino en el reconocimiento a la pertenencia de esta a la historia al curso de la historia del Caribe, América Latina y el mundo.

Sin dudas los temas de tesis en pregrado y postgrado en las facultades de historia, deben abordar las nuevas corrientes historiográficas. Pienso que la historia de una humilde tamalera siempre será digna de investigar, pero habría que evaluar los balances de las propuestas de investigación y hasta donde la micro-microhistoria, puede resultar una prioridad institucional, frente a zonas inexploradas de las historias colectivas, de la historia social, de la cultura y también de la historia política.

Se impone dentro de las discusiones que se adelantan, que las instituciones dedicadas a la investigación -y no solo las de Historia-, trabajen en la construcción de un consenso sobre qué problemas y temas principales deben abordarse por la investigación que paga este país. Si hay un área donde la economía nos debe ayudar a organizar la prioridad dentro de las urgencias es esta. En tal esquema organizacional la demanda del sistema de la educación debería recibir una especial atención. Un Programa nacional para la investigación histórica, construido con la amplia participación de los especialistas y trabajadores de la ciencia y sus directivos, tendría además capacidad de orientar la labor de quienes no son financiados por el Estado y colocaría en el lugar que hoy no se tiene a la conciencia económica, y la consecuente opción de buscar recursos para aquellos otros proyectos que no poseen el beneficio de la prioridad de país.

Marchar en cuadro unido

La solución de la relación docencia-investigación además de las responsabilidades institucionales, pasa por la oportunidad que se fabrique cada profesor y profesora, y uno a uno de los investigadores e investigadoras. Aún no logramos suficientes vasos comunicantes entre la investigación y la docencia de la historia en la escuela -y también en las universidades-, para saber lo que unos producen y otros enseñan, lo que unos aportan y otros necesitan en las aulas.

Como generalmente las deformaciones y sus consecuencias, perduran en las mentalidades de los que las vivieron y hasta de los que se lo contaron, nuestros profesores de Historia -los que resistieron, los que se inician en la profesión y los estudiantes-, continúan achacándole al Estado toda la responsabilidad de su desactualización bibliográfica. Nuestro país debe sin dudas proveer un módulo de textos básicos y su actualización, pero los tiempos de los millones de libros gratuitos se acabaron definitivamente. Y desafortunadamente, los maestros y maestras de historia no fueron educados y estimulados a visitar las librerías. No están al tanto, ni compran los últimos libros de la producción historiográfica nacional.

Cuando tengo el privilegio de reunirme con mis colegas maestros y maestras, y con los estudiantes, en mi ciudad y en otras por donde paso, hago primero un ejercicio de visita a las librerías cercanas, anoto algunos títulos que están en venta y luego les pregunto. Muy pocos compañeros y compañeras conocen de esos libros que están a su alcance. En la fraterna discusión que estimulo sobre este tema, siempre sale a relucir la situación económica, pero una y otra vez les demuestro que de lo que se trata es de hacer un pequeño ahorro, pues el precio de los libros de historia es asequible para un gran parte de nuestro pueblo. Privilegio por demás que disfrutamos unos, y pierden otros, en un país que subvenciona sus libros para ponerlos a precios tan bajos que asombran a muchos de los visitantes. Estos precios es bueno que sepa, llevan también el acuerdo de una digna pero módica retribución por derecho de autor, pues quienes publican en Cuba, están conscientes de las limitaciones económicas que existen. A tal situación contribuyen solidariamente los autores extranjeros que seden sus derechos, para compartir sus saberes con el lector cubano.

Los encantos de la Historia, se encuentran tanto en la investigación como en el ejercicio de la enseñanza y aprendizaje de niños y jóvenes. Para muchos investigadores, el escenario escolar es la instancia de mayor alcance, donde su obra adquiere el mayor valor social. Tesis que no se respire en la escuela y la universidad, carece de impacto real. Investigadores y docentes deben marchar en cuadro unido e incluso más, el buen investigador debe beneficiarse del oxígeno del aula, como el docente requiere calentar el asiento del archivo. Sin docencia e investigación, no hay formación superior y una sociedad más culta. La clase de excelencia presupone, entre sus elementos esenciales, una investigación de excelencia. Como refiere la profesara universitaria Francisca López Civeira, Premio Nacional de Historia, la actualización teórica, junto a la de contenido específico, es requisito indispensable para una mayor calidad en la docencia, así como la preparación metodológica en los aspectos pedagógicos que exige nuestra profesión4.

Pelear estos espacios de realización, es un deber profesional de todos los que estamos implicados, es la responsabilidad del maestro, del investigador, del profesor-investigador y del investigador-profesor.

La paradoja que refiere Martínez Heredia es también un reto al gremio de los historiadores, mucho más en el conocimiento de que en su mayoría somos también docentes de la Historia. La justa preocupación sobre los problemas de la enseñanza de la historia en la nación, que aflora una y otra vez en nuestras asambleas, debates y congresos, tiene sin dudas responsables institucionales a los que hay que exigir ocupación y resultados, pero ahí no termina nuestra misión. Hay que acompañar las distintas problemáticas y adelantar las soluciones en el propio movimiento concreto: ¿Cuánto hacemos para compartir nuestros saberes, para dar sin esperar a que nos llamen? ¿Cuántas veces asumimos en la identidad de un departamento, organización o grupo de intereses, a título personal, la reclamación a un órgano de prensa u otro medio, sobre un error o desenfoque, exigimos su reparación, persuadimos, acorralamos la insensibilidad burocrática? ¿Cuánto hacemos para que la ciencia se eleve al pueblo, desde la iniciativa de grupos de especialistas, en la oportunidad personal y anónima que se tiene frente al maestro novel que educa al hijo o a la nieta, con un guía de pioneros, con los estudiantes de la FEEM que quieren «hacer» su historia, en las Cátedras de Historia de la FEU, en el barrio, en la escuela más cercana? Es de felicitar la existencia de los proyectos y las acciones de colaboración que están en curso y crecen, pero aún son muy pocas, dada la magnitud y generalización de la problemática que debatimos.

Una de las más colosales tareas de independencia científica y cultural que realiza nuestro país, es la Enciclopedia informática de ECURED. Crece en la intranet cubana este espacio de construcción colaborativa de conocimientos, incluidos los históricos: Sobre los Municipios y la Historia local hoy podemos acceder a 3161 trabajos, 3780 artículos recogen la vida de los combatientes y mártires cubanos, junto a 1272 biografías de personajes históricos, 539 artículos tratan temas de la historia cubana y más de 500 se refieren a la historia de otros países y regiones5. Al revisar los registros de colaboradores de ECURED, resalta el entusiasmo de la nueva generación y la población en general que participa en los joven club de computación, pero al mismo tiempo se constata la bajísima participación de los historiadores profesionales, de profesores universitarios y otros especialistas de las ciencias sociales. Se hace evidente que aún no hemos comprendido la trascendencia estratégica de esta herramienta, el impacto que ya realiza en la comunicación y la información de ciencia y técnica del país, y por tanto en la enseñanza.

Pienso que todos y todas podemos hacer más y mejor.

Los debates, las soluciones y las medidas que no pueden esperar

No hay dudas del papel de los maestros y maestras de historia en la conformación de la personalidad y en la formación y consolidación de valores patrios, A los educadores y también a los historiadores e historiadoras, nos solicitan con frecuencia la colaboración y asesoría cuando de «hablar» del pasado se trata. Pero rara vez -rarísima diría-, se nos invita para que aportemos desde el conocimiento histórico, a la toma de decisiones, tanto las de largo alcance como las operativas. Puedo afirmar con conocimiento de causa, que este desconocimiento no es el resultado de una subvaloración o minimización de la ciencia o de sus especialistas aunque ello esté implícito, el problema es más grave: En nuestra cultura y práctica política masiva, se desconoce la importancia de la historia como instrumento prospectivo. Y lo que «no se sabe», no se puede enseñar, menos utilizar. De esta insuficiencia no se salvan ni las especialidades universitarias.

Si se desempolvaran los documentos de la propia educación cubana. Los debates y realizaciones en la república, lo que se fue acumulando en la Revolución, la discusiones y propuestas en este caso de la Subcomisión de Historia del MINED que funcionó por más de veinte años en el organismo central a raíz del ya citado Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación: ¿Cuánto terreno adelantado tendríamos para pensar el presente y proyectar el futuro? ¿Cuántos caminos fallidos ya recorridos no volveríamos a transitar? ¿Qué estilos y maneras de hacer nos llevaron al error? ¿Qué aciertos luego perdimos por dejadez, por la falta de sistematicidad que se ha hecho habitual en nuestro país? ¿Por qué no mantuvimos el grupo que se creó en el 2007, lo ampliamos y perfeccionamos?

El interés estratégico de fortalecer con la enseñanza de la Historia, un pensamiento propio, guiado por la idea de la justicia, la tradición patriótica, solidaria e internacionalista de nuestro pueblo6, que refiere el documento de base de la próxima Conferencia Nacional del Partido, precisa la solución de esta trascendental ausencia de perspectiva proyectiva que acredita la enseñanza de la historia y la cultura política en el país. Se trata de la falta de una educación que enseñe que la historia es además de formadora de valores y cultura patriótica, crítica del presente y prognosis de futuro. Resulta evidente que la solución de esta situación, debiera tener la más alta prioridad en el concierto de los retos idológico-culturales del presente, y en la necesidad de definir dentro del modelo de socialismo que queremos y podemos realizar, el proyecto de cultura política, de ciudadano y ciudadana a que aspiramos.

Muchos otros asuntos se deben plantear alrededor de la enseñanza de la Historia. En la devaluación de la profesión faltan nudos por deshacer. Ciertos el acumulado de responsabilidad institucional y el peso de las circunstancias histórico-concretas, pero también inciden movimientos no siempre progresivos a nivel de conciencia y psicología social: ¿Qué familia pone en sus metas el que sus hijos e hijas quieran ser maestros? ¿Qué valor social real tiene esta profesión? Las responsabilidades compartidas y la labor rectificadora en este campo precisan de más debate a escala social.

En la problemática que referimos de manera muy significativa incide la educación en la familia y en el seno de las organizaciones políticas y de masas, así como en otros grupos y organizaciones más o menos formales. No solo el nudo problémico tiene que ver con la educación del sistema MINED, la enseñanza en las universidades, la general y la especializada, precisan de evaluación crítica.

Un lugar importante tienen los saberes históricos que transmite la cultura artística y literaria, y de manera muy significativa hay, junto a entregas de muy alta realización, notables desaciertos y multiplicados retos en el sistema de los medios masivos de comunicación, ahora acrecentados por las nuevas tecnologías de la informatización y las comunicaciones.

El ataque dirigido a socavar la conciencia histórica de los cubanos y cubanas, se incrementa desde los centros de subversión del imperio y sus aliados internacionales. Por demás vivimos en el mundo de la globalización neoliberal y de los cosificadores consensos ideológicos burgueses. Ambas realidades se interconectan y reclama que nuestras soluciones necesariamente inserten el enfrentamiento a estas amenazas.

No todos vemos lo mismo, y menos articulamos siempre con prioridad, inteligencia y profesionalidad, en sistema, las respuestas más eficaces. La dialéctica del debate, de las soluciones bien meditadas -sin prisas ni improvisación-, y las medidas que no pueden esperar, expresa una responsabilidad compartida de perfectibilidad, que hay que sentir y hacer valer.

Notas

1 Felix Julio Alfonso: Las armas secretas de la historia… Ob. cit, p 41

2 Felipe de J. Pérez Cruz: Los estudios sobre la Revolución Cubana, Rebelión, 17-05-2011,

3 Felipe de J. Pérez Cruz: «La historiografía universal en la Cuba revolucionaria», en Rolando Julio Rensoli Medina (Comp.): La Historiografía en la Revolución Cubana, Editora Historia, La Habana, 2010, p 242.

4 Francisca López Civeira: ¿Qué historia enseñamos?, El Historiador, La Habana, 19 de abril del 2001, p 20.

5 Datos compilados por el historiador Fernando Gastón Arias Rubio.

6 Primera Conferencia Nacional. Partido Comunista de Cuba: Proyecto de Documento base, Ob. cit, p 7.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.