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Retos y perspectivas para el nuevo curso político

Fuentes: En Lucha

Después de llevar meses escuchando declaraciones optimistas en relación a una supuesta recuperación económica, este verano, el Ministro de Trabajo e Inmigración Celestino Corbacho, no tuvo más remedio que anunciar públicamente que el final del túnel aún no se veía tan claro. Según afirmaba, las previsiones del Gobierno indicaban que «el otoño no será tan […]

Después de llevar meses escuchando declaraciones optimistas en relación a una supuesta recuperación económica, este verano, el Ministro de Trabajo e Inmigración Celestino Corbacho, no tuvo más remedio que anunciar públicamente que el final del túnel aún no se veía tan claro. Según afirmaba, las previsiones del Gobierno indicaban que «el otoño no será tan positivo» como el verano y las tasas de desempleo podrían volver a verse incrementadas. Aún así, empeñado en transmitir esa esperanza casi religiosa en que todo se está mejorando a la que nos tienen acostumbradas últimamente, matizaba que «esta crisis va más para atrás que para adelante». Pueden seguir en su empeño mucho tiempo, pero lo cierto es que difícilmente conseguirán generalizar ese optimismo entre las más de tres millones y medio de personas que continúan estando en el paro, y menos aún, lo lograrán entre aquellos desempleados y desempleadas que ni siquiera están recibiendo prestación económica.

En realidad, aunque este otoño haya una nueva subida de las tasas de desempleo, lo más probable es que entremos en un período de estancamiento económico y tarde o temprano, volverá otro nuevo ciclo de expansión. Pero la cuestión clave es que mientras tanto, quienes parece que continuarán sufriendo de forma más intensa las consecuencias de la crisis serán los y las trabajadoras.

De hecho, todo parece indicar que, lejos de mejorar, la realidad se irá volviendo cada vez más cruda para la clase trabajadora. Este no es más que el resultado que cabía esperar de la gestión de la crisis que está llevando a cabo el Gobierno. Aunque pretendan disimular con tímidas políticas de corte social, lo cierto es que el grueso de las medidas que se han tomado hasta ahora, como la rebaja en la cotización empresarial a la Seguridad social, los trasvases de dinero público a la banca o la apertura de nuevos sectores públicos a la entrada de capital privado, tienen una base claramente neoliberal que nada tiene que ver con la imagen de gobierno de izquierdas que pretenden mostrar.

Las amenazas del «pacto social»

En medio de esta contradicción constante entre el discurso y la práctica en la que se mueve el Gobierno, es muy probable que el próximo año la crisis económica acabe por convertirse también en una profunda crisis política. De ahí la urgencia de Zapatero por alcanzar cuanto antes el «pacto social», con la esperanza de recuperar cierta popularidad y mantener la calma general.

En estas circunstancias y viendo que las cúpulas de los grandes sindicatos parecen estar dispuestas a evitar el conflicto social, la patronal, representada por la CEOE, se ha visto con la suficiente confianza como para romper la alianza que había forjado con el Gobierno el año pasado y empezar a exigir reformas más estructurales que reporten directamente en su beneficio. A raíz de las primeras conversaciones de este verano, la patronal exigió medidas claramente regresivas: la rebaja en 5 puntos en la cotización empresarial a la Seguridad Social y la supresión de los límites legales que hasta ahora impedían a las ETTs intervenir en sectores considerados peligrosos, como la construcción o la minería, así como en la Administración Pública. El Gobierno, con el beneplácito del sindicatos, introduce en la mesa de negociaciones el subsidio de los 420 euros para los parados que no cobraran nada. La hipocresía es doble. El ministro Corbacho había anunciado, anteriormente a las negociaciones, que se aplicaría esta medida de forma unilateral por el gobierno. Introducirla al pacto social como moneda de cambio hace claramente el juego a la patronal. Por otro lado, a parte de ser un subsidio no contributivo, es obvio que para vivir en unas condiciones medianamente dignas, esta cantidad de dinero no es suficiente. El decreto 10/2009 fija como requisito para cobrarla haber dejado de cobrar la prestación de desempleo a partir del 1 de agosto, dejando dos tercios de los parados que no cobran absolutamente nada, sin subsidio. En el momento de cerrar esta edición el gobierno se ha comprometido a ampliar esta ayuda retroactivamente desde el 1 de enero de 2009, pero continúa siendo insufuciente para garantizar las necesidades básicas de cientos de miles de personas.

Mientras tanto, recogiendo las recomendaciones que desde hace tiempo vienen haciendo organismos internacionales, como el Banco Central Europeo o el FMI, la patronal sigue presionando para que el Gobierno ponga en marcha una nueva reforma laboral. Las declaraciones de Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, acerca de la necesidad de abaratar el despido y bajar los salarios, ya dejan muy claras cuales son las directrices que pretenden que siga esta reforma en caso de producirse, hecho que parece bastante probable dadas las circunstancias.

Por un lado, aunque en un principio se han negado a aceptarla, los grandes sindicatos no parecen dispuestos a ejercer mucha presión, como sería el caso si se decidiesen a convocar una huelga general. Más allá de las cúpulas sindicales, tampoco ha habido muchas experiencias de luchas laborales que hayan culminado en una victoria para los trabajadores y trabajadoras. El hecho de que no existan sindicatos de base y combativos con bases realmente fuertes en la clase trabajadora tiene mucho que ver en ello. También, el elevado nivel de desempleo, hace que por miedo a quedarse sin empleo, muchos trabajadores no se decidan a involucrarse en las luchas o acaben cediendo a los chantajes de la patronal en lugar de arriesgarse a llegar hasta el final.

Por otro lado, la izquierda alternativa, que podría plantear una verdadera resistencia a las amenazas de reforma, no está en su mejor momento. Aunque ha habido alguna que otra movilización, lo cierto es que ninguna de ellas ha sido masiva, no se ha logrado que trasciendan mucho más allá de la izquierda organizada y no han tenido un gran impacto social ni político.

Esta falta de capacidad de movilización desde la izquierda, además, tiene otro problema asociado y es que deja más espacio político para la derecha y la extrema derecha, que aprovechando el momento de crisis, se está empezando a reorganizar. El discurso racista, que culpabiliza a los inmigrantes del desempleo y los trata como ciudadanos de segunda sin derecho a las ayudas estatales, puede empezar a ganar cierta influencia entre la clase trabajadora. Sería un error pensar que de forma automática las crisis llevan asociadas una tendencia de la sociedad hacia posiciones de izquierda. En tiempos de recesión, se suele dar un proceso de polarización social, pero dependiendo de la correlación de fuerzas, es posible que sea la derecha quien acabe saliendo más beneficiada. El éxito que está obteniendo UPyD, con una propuesta basada en el nacionalismo español más exacerbado, muestran que este peligro de derechización de la sociedad es algo que no debemos dejar de tener presente.

Retos y perspectivas

Aunque el panorama no sea muy alentador, el desarrollo de los acontecimientos no está en absoluto predeterminado y las cosas pueden cambiar muy rápidamente. Para la izquierda anticapitalista, precisamente ahora es más importante que nunca analizar cuales son los frentes abiertos y plantearnos hacia dónde vamos.

En primer lugar, es fundamental esforzarse en el impulso de todas aquellas iniciativas que puedan llegar a convertirse en focos de resistencia frente a la crisis. Un ejemplo son las asambleas de parados y paradas, que han ido surgiendo en distintas ciudades y municipios del Estado español. Actualmente, hay asambleas desde Barcelona hasta Sevilla, pasando por Bilbao, Madrid, Murcia, Córdoba o Granada. Durante los últimos meses, desde estos espacios, se han organizado diferentes concentraciones y acciones, como ocupaciones de oficinas de empleo. Aunque aún son muy incipientes y por el momento no cuentan con mucha fuerza, lo interesante de estas experiencias es que son una muestra de la capacidad de autoorganización de los y las trabajadoras de forma radicalmente democrática y desde la base. Uno de los retos para el año que comienza será tratar de alcanzar una mayor coordinación entre asambleas a nivel estatal.

Otro sector que puede contribuir decisivamente a encender la mecha este año es el movimiento estudiantil. Las movilizaciones contra Bolonia supusieron el año pasado uno de los principales focos de oposición al Gobierno y si se logra mantener el mismo nivel de movilización o incluso incrementarlo, el papel de los estudiantes puede ser muy importante.

En segundo lugar, otra cuestión fundamental de cara al año que comienza es tratar de potenciar espacios de confluencia, donde trabajar de forma conjunta desde diferentes sectores de la izquierda. El próximo año 2010, se inicia la Presidencia española de la UE, la cual se centrará en afianzar y profundizar el Tratado de Lisboa, potenciar el mercado comunitario y reforzar el control de la inmigración. Al tratarse de un acontecimiento de gran importancia política y que salpica muchos temas (desde la lucha contra el cambio climático o la defensa de los derechos de los inmigrantes, hasta la oposición a las políticas de privatización de servicios públicos), puede suponer una buena oportunidad para aglutinar fuerzas.

En cualquier caso, más allá de campañas o movilizaciones puntuales, lo cierto es que la forma más eficaz de resistir los ataques de la patronal vendrá de la capacidad de los trabajadores y trabajadoras para organizarse y hacerles frente. Es muy probable que ante las intenciones de la CEOE de mantener los beneficios a toda costa, el año que viene se den nuevas luchas en los centros de trabajo. Incluso si las cosas se ponen muy tensas, los grandes sindicatos podrían verse presionados para convocar una huelga general. En este sentido, es fundamental trabajar en los sindicatos desde la base para tratar de generalizar las luchas. Además, las probabilidades de lograr victorias para los trabajadores y trabajadoras se incrementan cuando sus reivindicaciones son apoyadas desde otros sectores y movimientos sociales, por lo que también es importante tratar de contribuir a establecer puentes entre unos y otros.

Aunque es cierto que hay diversos factores en contra y negarlo no ayudaría en nada, algo positivo de la situación actual es que las contradicciones del capitalismo están alcanzando su expresión más evidente y ello hace que las luchas que puedan surgir en relación a la crisis, de forma más o menos explícita, tengan un contenido anticapitalista, facilitando a su vez que los sectores movilizados lleguen a posiciones más radicalizadas. Todo parece indicar que las tensiones aumentarán y las condiciones para que surjan nuevas luchas y movilizaciones existen. Hasta ahora, el problema fundamental ha sido la falta de referentes organizativos que sea capaces de coordinar estas luchas y contribuir a que culminen en victorias. En lugar de caer en pesimismos desmovilizadores, es el momento de empezar a buscar soluciones y ello pasa necesariamente por avanzar en la unidad de la izquierda y su coordinación con el resto de sectores movilizados.

Fuente: http://www.enlucha.org/?q=node/1578