«La democracia sí existe, pero mientras la mujer no piense». De esa forma describe la guatemalteca Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz 1992, la forma en que la democracia se aplica a la población femenina en muchas naciones del mundo. Para Menchú y otras tres premios Nobel de la paz, que se dieron cita […]
«La democracia sí existe, pero mientras la mujer no piense». De esa forma describe la guatemalteca Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz 1992, la forma en que la democracia se aplica a la población femenina en muchas naciones del mundo.
Para Menchú y otras tres premios Nobel de la paz, que se dieron cita en la conferencia «Mujeres Redefiniendo la Democracia para la Paz, la Justicia y la Equidad», en esta nación centroamericana y otros países del mundo, este sector es relegado a una esquina, como si ellas no supieran hacer nada. Por eso, no logran acceder a los puestos de decisión.
En un intento por redefinir lo que es la democracia, al menos 130 líderes de distintas partes del mundo expusieron la situación por la cual atraviesan sus países en el tema de la participación política femenina y de derechos humanos, para tomar iniciativas que mejoren la calidad de vida.
En la cita fueron citados ejemplos como el de Asia, donde en algunos sitios se les prohíbe tener licencia para conducir automóvil porque resulta ser una muestra de emancipación; o el de Irán, donde no pueden estudiar leyes por ser ese un tema exclusivo de los hombres.
Esos motivos aseguran que la democracia es una utopía para las mujeres en muchas naciones del mundo, remarcó a SEMlac Menchú. En el evento se solicitó a las Premios Nobel –la británica Mairead Corrigan-Maguire, la iraní Shirin Ebadi, la estadounidense Jody Williams y a Menchú–, que utilicen toda la capacidad de llamar la atención de los actores hacia la construcción de una democracia real, así como a trabajar con movimientos feministas en el mundo.
Lydia Alpízar, directora Ejecutiva de la Asociación para las Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID), indicó que la región sigue siendo la más desigual del mundo, lo que en Guatemala se hace más palpable.
En este país, la mayoría de las mujeres no son candidatas a alcaldesas, a diputadas o a presidentas, porque se exponen a políticas perversas, destaca la Convergencia Cívico Política de Mujeres.
Un ejemplo de tal desigualdad es que, pese a que al menos 51 por ciento de los 14 millones de habitantes son mujeres, sólo hay 19 diputadas de 158 puestos en el Congreso de la República. Un solo ministerio de los 13 que existen lo ocupa una mujer, y de las 332 alcaldías apenas seis están presididas por ellas.
Catalina Soberanis, una experta política y ex presidenta del Congreso de la República, considera crítico que únicamente seis guatemaltecas tengan cargos de poder en sus pueblos.
En1945 se otorgó en este país, por vez primera, el derecho al voto femenino, y se excluyó a las analfabetas. Veinte años después se extendió el sufragio a todas las mujeres y, en 1956, fue electa la primera diputada. Catorce años más tarde, en 1983, fue designada la primera ministra.
El informe de Mirador Electoral en 2007 señala que al interior de los partidos políticos las perspectivas de promover a mujeres a la máxima candidatura de elección popular no constituye una prioridad.
Mientras tanto, la investigación Participación Política de las Mujeres en el Ámbito Local en América Latina, realizada por Alejandra Massolo para UN-INSTRAW-AECI en 2006, menciona 10 obstáculos para la participación política femenina en gobiernos locales latinoamericanos.
Entre ellos cita la desigualdad de condiciones con los hombres, estereotipos culturales y la creencia de que a la mujer elegida que se le hace un «favor» en lugar de representar un derecho.
En muchos contextos, como el caso de Guatemala, las indígenas son las más perjudicadas, porque viven una triple discriminación (de sexo, etnia y clase), lo que hace más difícil el acceso a la información y al conocimiento de sus derechos. A eso hay que agregar que la educación es discriminatoria con la mujer indígena, pues de 10 alumnos que asisten a las aulas en el área maya, dos son mujeres y estas no logran concluir el tercer grado de primaria porque deben laborar en la casa. Según Corrigan-Maguire, ningún país tiene una democracia real porque se siguen violando los derechos y no existe justicia ni transparencia.
Por otro lado, Alpízar destaca que no se puede hablar de una verdadera democracia porque, realmente, las condiciones de vida de la población, y en particular de las mujeres, son muy indignas en términos de pobreza y exclusión.
En este país pobreza significa vestirse, comer, curarse y educar a los hijos con al menos un dólar diario.
«Nosotros estamos aquí con condiciones muy duras: hambre, humillación, pobreza, abuso sexual; como que tiene otra dimensión la injusticia (…), entonces cómo no animar a mujeres que han sobresalido, que son valientes», dijo a SEMlac Menchú.
Para ella, es valioso que las premios Nobel sean tribuna para romper esos silencios. «Esta conferencia, más que para resolver, fue para inyectar una dosis de autoestima y aprender a enfrentar la lucha que tienen las líderes».
De igual forma, las premios Nobel de la Paz llamaron a un cese de la violencia contra las mujeres y, en el caso de Guatemala, indicaron que al menos 720 fueron asesinadas en 2008, mientras que otras 39.000 sufrieron de violencia intrafamiliar.