Manuel Sacristán presentó su tesis doctoral en 1959. ¿Por qué sobre Heidegger y no sobre temas de lógica formal y filosofía de la lógica tras su estancia en Münster? Antes de partir dejó ya entregada la temática de su investigación. Por otra parte, ¿qué tribunal podía juzgar en aquellos tiempos en España una tesis sobre, […]
Manuel Sacristán presentó su tesis doctoral en 1959. ¿Por qué sobre Heidegger y no sobre temas de lógica formal y filosofía de la lógica tras su estancia en Münster? Antes de partir dejó ya entregada la temática de su investigación. Por otra parte, ¿qué tribunal podía juzgar en aquellos tiempos en España una tesis sobre, por ejemplo, lógicas no clásicas, el teorema de incompletud gödeliano o sobre la historia de la lógica matemática en la primera mitad del siglo XX?
José María Valverde, ya entonces un joven catedrático de la Universidad de Barcelona, era miembro del tribunal que juzgó su investigación. El libro fue publicado un año más tarde, por el CSIC, en 1960: Las ideas gnoseológicas de Heidegger. Inencontrable durante muchos años en librerías y bibliotecas, la editorial Crítica lo reeditó en 1995 con prólogo de FFB. De hecho, salvados sus notas y artículos de secundaria, el primer artículo editado de este último, firmado con pseudónimo y al alimón con Joaquim Sempere, fue publicado en Realidad, nº 4, 196, pp. 21-44, y estaba dedicado a la filosofía del ex rector de Freiburg en tiempos más que turbulentos: «Heidegger ante el humanismo».
A continuación, un resumen de las aproximaciones del autor de Marx (sin ismos) a los trabajos de Sacristán sobre Heidegger. En sus apuntes del curso de doctorado llevan por título: «La tesis doctoral y otros escritos afines del período 1956 a 1960.» Es FFB quien habla. Primer apartado:
1.Sobre la teoría heideggeriana de la verdad (1953)
Antes de entrar en el análisis de la tesis doctoral de MSL hay que llamar la atención sobre el cambio que se produce en su valoración de la obra de Martin Heidegger, y más concretamente, de la teoría heideggeriana de la verdad, entre 1953 y 1958. Pues en ciertos aspectos la conclusión de la tesis sobre las ideas gnoseológicas de Heidegger parece casi una inversión del punto de vista expresado cinco años antes.
La ocupación de MSL con la obra de Heidegger está documentada por lo menos desde 1953 en que escribe (Laye, 23) el ensayo titulado «Verdad: desvelación y ley» (ahora en PyM II, 15-55), cuyo centro es la comparación entre el concepto heideggeriano-orteguiano de verdad y el concepto de verdad característico de científicos de la naturaleza como Heisenberg, De Broglie, Schrödinger y Bohr y de los epistemólogos contemporáneos como H. Reichenbach y B. Russell, de una parte, y los principales exponentes del positivismo lógico (Schlick, Carnap, Hempel, Neurath) de otra.
Ortega y Heidegger nos ha contestado a la pregunta: ¿cuál es la teoría de la verdad que, con precedentes más o menos lejanos, se hace explícita en la metafísica europea durante los años próximos a la primera guerra mundial? Es la teoría que define la verdad por la esencial libertad. La cuestión con cuyo breve estudio terminaremos está provocada por la afirmación frecuente de que tal teoría es incompatible con las concepciones que dominan en la ciencia contemporánea y en la epistemología de ella, concepciones que proceden de las raíces galileanas de nuestra física; pues aunque a menudo esa procedencia sea por vía crítica o de inversiones de sentido, uno sólo es el impulso y el «comportamiento» y él obliga, en fidelidad a sí mismo, a tales rompimientos dogmáticos. Estos se deben a la necesidad de sustituir datos erróneos o insuficientes, y perspectivas incorrectas determinadas por aquellos errores o insuficiencias. Pero la continuidad del «comportamiento» se mantiene: un mismo gremio se honra con la inscripción de Galileo y Planck, obreros del mismo oficio. Aun más: «…la ciencia es capaz de progresar sin contradecirse. Los edificios construidos sólidamente por ella no son derribados por los progresos ulteriores, sino englobados en edificios más vastos» (De Broglie: La física nueva y los cuantos, Buenos Aires, 1943, pág. 15). En otras palabras: sea lo que sea aquello que hoy entienda el sabio por «verdad física» ese concepto tiene tradición y está en ella. En cambio, ¿qué tradición tiene la teoría de la verdad que hemos denominado inmanentismo de la libertad? Por la pluma de Ortega y por la de Heidegger, esa teoría apela a una ascendencia venerable: el pensamiento presocrático. Pero precisamente contra los restos de presocratismo se levantó la física europea.
Los representantes de teorías de la verdad, proseguía Sacristán, cuya tradición parecía contraria a la del inmanentismo de la libertad eran los investigadores de la ciencia de la naturaleza. Empero, «los estudiosos de la ciencia de la naturaleza no son los investigadores de la naturaleza». Éstos, una idea permanente en Sacristán, más que razonable y empíricamente muy contrastada, «pueden trabajar sin necesidad de formularse expresamente una teoría de la verdad».
Aquellos, pues, y no éstos, son los destinatarios de nuestra pregunta; se trata de los llamados «físicos teóricos» y de los lógicos especializados en el estudio de la física (…) Cuando Heidegger, pues, presenta una fundamentación de la verdad en general, de la conformidad en general, no está postulando un «ideal más noble» que el de perseguir, por ejemplo, la verdad propia de la ciencia. La humilde lectura literal es aquí la decisiva; y ella nos asegura que el filósofo está trabajando en fundamentar toda verdad en general, cualquiera que sea su grado de originariedad o derivatividad. Hablando de lo que nos interesa, lejos de estar rechazada, la verdad «vorhandenes», eidética, lógica en sentido clásico -la verdad científica no ontológicamente originaria- está siendo fundamentada por Heidegger como cualquier otra. Esta verdad de la que ahora nos ocupamos, es la que va acompañada de un dejar-ser a los entes como meramente «ante los ojos», objetivos. Es un dejar-ser, es una verdad, como se dice en las páginas de El ser y el tiempo dedicadas a exponer el paso del ser zuhandenes al ser vorhandenes. La verdad de la ciencia (en sentido clásico y no limitado a la física-matemática) es la verdad de un ser de los entes que sólo viene a ser cuando es liberado por una determinada proyección: la objetivante.
Volvamos a FFB.
2. Heidegger y Ortega
Vale la pena tener en cuenta a este respecto que aquella ocupación con Heidegger no es ajena a la polémica sacristaniana contra el vínculo (cada más evidente y consistente en la España de comienzos de los años cincuenta) entre, de un lado, los filósofos académicos del nacionalcatolicismo, del «remurimiento» y de la «filosofía de la legaña» («Notas acerca de la constitución de una nueva filosofía», en Laye 22, 1953; ahora PyM II, 7-12) y, de otro, los profesores influidos por la filosofía de Heidegger; un Heidegger, el de no pocos profesores de filosofía de entonces, interpretado por lo general como «una resurrección de la idea antigua y medieval de Verdad en contra del ideal característico de la cultura europea moderna» (PyM II, 16). MSL, en cambio, tiende entonces a leer a Heidegger con ojos orteguianos. De hecho una parte importante del ensayo de 1953 consiste en la comparación entre los conceptos heideggeriano y orteguiano de verdad (PyM II, 31 y ss, donde se habla de «ese monumento miliar que es el opus orteguiano en la historia de la cultura española y en la de la lengua castellana»). MSL define como «inmanentismo de la libertad» la teoría de la verdad compartida por Heidegger y Ortega.
Pero tal vez lo que resulta más interesante de ese ensayo, visto desde hoy, es la perspectiva tan benevolente con la teoría heideggeriana de la verdad que adoptaba en 1953 MSL. Una perspectiva que le permite concluir con una explicación de varias teorías contemporáneas de la verdad, de inspiración científica, en términos heideggerianos, ontológico-existenciales (PYM II, 52-53).
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En sus apuntes de «Fundamentos de Filosofía» de 1956-57, escritos entre el artículo de Laye y la tesis doctoral, escribía: