Recomiendo:
0

Salvar la piel

Fuentes: Rebelión

Hace unos meses recogí una noticia del cotidiano francés Liberation, dedicada a la mujer centroafricana y su obsesión por aclarar su hermosa piel de ébano. Amélie Saranako, de 40 años, da conferencias en África sobre la peligrosidad de los productos para aclarar la piel, tanto de venta legal como aquellos suministrados en el mercado negro, […]

Hace unos meses recogí una noticia del cotidiano francés Liberation, dedicada a la mujer centroafricana y su obsesión por aclarar su hermosa piel de ébano. Amélie Saranako, de 40 años, da conferencias en África sobre la peligrosidad de los productos para aclarar la piel, tanto de venta legal como aquellos suministrados en el mercado negro, y lo hace a través de sus nefasta experiencia.

Según Amélie la epidemia de comprar cremas «aclarantes» no va más allá de la búsqueda de luminosidad en la piel. La idea no es volverse blanco, «aclara», es más bien una cuestión estética de la que no hay que abusar, igual que los blancos no deben abusar del sol para broncearse.

Sin embargo las palabras despigmentación, blanqueado, aclarado o decapado se han convertido en palabras tabú en el barrio parisino de Barbès, distrito XVIII. Hace unos meses la policía intervino cremas a base de corticoides y de hidroquinona, (producto químico utilizado en el revelado de fotos), prohibidas en Francia.

Amélie Saranako sufrió en persona las consecuencias de la desinformación y, lo que es más grave, la falsa idea de que lo blanco es más bello. Hija de príncipes de la etnia centroafricana Ikoro, al sufrir un accidente con 17 años, que le dejó un lado de la cara más claro que otro, empezó a utilizar los famosos corticoides, prescritos por un dermatólogo. Pero en lugar de utilizarlos solo en la parte dañada, lo hizo en toda la cara, con la idea de unificarla. Esto le produjo, además de ronchas y granos por doquier, una sorprendente subida de tensión: resumiendo problemas de piel y de salud.

Parece habitual, desde los años 50, que las mujeres del Congo belga utilicen este tipo de cremas tóxicas, fabricadas en laboratorios clandestinos, con embalajes y envoltorios que proporcionan información falsa acerca de sus componentes. La idea que les obsesionaba era que las mujeres del vecino Zaire venían a quitarles los maridos, ya que eran más claras y por ende más sofisticadas.

Volverse más clara para gustar. Mucho de racismo se esconde detrás de esta costumbre, que proviene de la colonización, ampliado hoy día con la globalización. Globalizar = unificar, igualdad y uniformidad en el aspecto, por muy étnico que se sea.

Cuando vivía en Londres, recuerdo perfectamente este tipo de cremas en los mercados de Brixton, dominio de la mayoría jamaicana y africana, y su éxito entre las mujeres. Y no solamente este tipo de cremas, a todas luces peligrosas, también era y es sorprendente el planchado que sufren los hermosos cabellos rizados de gran parte de estas mujeres. Si bien cada vez se siente más orgullo de las raíces, «la moda de todo lo étnico» y se reafirma la identidad negra, sigue extendiéndose la práctica de las cremas para blanquear, que rompe el cuadro idílico de esa aceptación. Es como si se sintiera vergüenza del color de la piel.

Amélie se ha propuesto que la mayoría de mujeres de color utilicen productos naturales a base de plantas, no para blanquear, sino para exfoliar y borrar cicatrices o marcas. Es decir tratar de buscarles alternativas con un mosaico de productos inofensivos, puesto que de otra forma continuarán suministrándose de laboratorios clandestinos. Fuertes dosis de estos productos pueden producir efectos indeseables: diabetes, subida de tensión, problemas de piel, y cáncer.

Las secuelas son tan terribles a la vista, que en Senegal, a todas las mujeres que utilizan una preparación local denominada xessal, se les llama «Fanta-Cola»: su cabeza es naranja y su cuerpo marrón-negro, como el color de los dos refrescos.

Según los propietarios de los comercios de cosmética afro estos productos aclarantes constituye un 45% de su facturación, y si no los venden se ven abocados a cerrar el negocio.

Amélie trata de convencer a todas aquellas mujeres que quieren eliminar de su piel los síntomas del Sida o cualquier otra dolencia, de acudir a dermatólogos. Pone el ejemplo de una joven de 26 años, de Costa de Marfil, casada con un hombre blanco que al llegar a Francia y no ser aceptada por su familia política, por ser demasiado negra, comenzó a usar cremas para aclarar la piel con tal resultado que la piel de su cara tomó un tono amarillento. Se encuentra en trámites de divorcio.

www.zuria.blogspot.com