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Aproximaciones a El siglo soviético de Moshe Lewin

Samir Amin y Octubre de 1917: todo tiene su fin

Fuentes: Rebelión

Tras 1917, la revolución bolchevique se extendió por el mundo, y su voz llegó a los campesinos malayos y a los obreros de los frigoríficos argentinos, a los labradores chinos y a los trabajadores alemanes; desde entonces, las ideas y propuestas del socialismo y del comunismo han seguido galopando por el planeta, iluminando revoluciones, en […]


Tras 1917, la revolución bolchevique se extendió por el mundo, y su voz llegó a los campesinos malayos y a los obreros de los frigoríficos argentinos, a los labradores chinos y a los trabajadores alemanes; desde entonces, las ideas y propuestas del socialismo y del comunismo han seguido galopando por el planeta, iluminando revoluciones, en China o en Vietnam, en Cuba o en Nicaragua, cambiando el mundo, aunque esa voz haya sufrido duras derrotas, como la matanza en Indonesia, los campos de la muerte de Oriente Medio, o la desaparición de la propia URSS y el retroceso social en Europa y América durante las dos últimas décadas. Pero, ni en Moscú ni en Madrid, la revolución bolchevique no se ha olvidado, y la historia no ha terminado. Hoy, de forma abrumadora, los rusos siguen viendo a Lenin como un dirigente excepcional, que desempeñó un papel histórico trascendental, y siguen juzgándolo de manera positiva: apenas un 14 % de la población aceptaría retirar sus estatuas de las ciudades rusas, y una abrumadora mayoría lamenta la desaparición de la Unión Soviética. La popularidad de Lenin crece, y, según el centro Levada, en la última década ha aumentado de forma notable el número de ciudadanos rusos que consideran positiva su aportación al país y al mundo. Las estrellas rojas siguen coronando las torres del Kremlin moscovita, y la presencia de Lenin, aunque no se traduzca todavía en cambios políticos y sociales, no va a desaparecer, pese a los interesados augurios de la derecha.

Higinio Polo (2017)

 

Seguimos -la última nota- en las reflexiones de Samir Amin sobre la revolución de Octubre [1] del que dijimos que no se cortaba ni un pelo: «la Humanidad entera debe mucho a la Unión Soviética surgida de esta revolución, pues fue el Ejército Rojo, y solo él, el que derrotó a las hordas nazis». Hay más: «El modelo de la Unión Soviética, el de un estado plurinacional basado en el apoyo aportado por los menos necesitados a los más necesitados, sigue a día de hoy sin haber sido igualado».

Algunas de sus reflexiones más importantes en esta última entrega. Los asuntos están indicados en negrita (Por si fuera necesario, este antólogo no coincide con todas los argumentos y formulaciones de un marxista, de un maestro, del que siempre se aprende, también en los desacuerdos):  

1. Bipolaridad.

«La bipolaridad que caracteriza a los veinte años que preceden al hundimiento soviético de 1989-1991 sigue siendo asimétrica, debido a que la URSS solo era una superpotencia por su dimensión militar, sin que, en el plano de la capacidad de intervención económica, fuese capaz de competir con los imperialistas occidentales.»  

2. Planificación económica.

«Los avances en la larga ruta del socialismo implican la puesta en marcha de una planificación que sustituya gradualmente a la gestión de la economía privada por el mercado. La nueva propiedad social de los medios de producción lo impone.

Por supuesto, esta declaración de principio no resuelve en absoluto la cuestión de las formas apropiadas de la planificación, que han de responder a las exigencias de la etapa en cuestión en esta larga ruta (…) Con esta idea, el principio de la planificación es proclamado por Lenin al día siguiente mismo de la revolución de Octubre»  

3. Trotsky

«La alternativa al «estalinismo» propuesta por Trotsky a partir de 1927-1930, ¿habría permitido hacer «mejor» las cosas? Ciertamente no, sino todo lo contrario. Las decisiones que había tomado Trotsky si se hubiese hecho con la dirección del Partido y del Estado (lo que a mi modo de ver estaba totalmente descartado felizmente) habrían conducido a la Unión Soviética a una derrota cierta y habrían facilitado el éxito del proyecto nazi. Trotsky se alimentaba con el mito de una clase europea (y en particular alemana) revolucionaria. No había aprendido la lección del fracaso de la revolución alemana de 1919-1921: el socialismo tenía que avanzar en un solo país, aislado y combatido por todas las potencias occidentales, como Lenin y Stalin ya habían comprendido».  

4. IV Internacional.

«La Cuarta Internacional sucumbió desde el primer momento al mito de la revolución mundial bien encarrilada por las clases obreras de los países capitalistas desarrollados. Esos discursos pueden convenir a determinados marxianos académicos que así pueden permitirse el lujo de afirmar su adhesión a los principios sin preocuparse de ser eficaces en la transformación de la realidad. Por ese motivo, la IV Internacional no consiguió nunca salir del gueto intelectual en el que se había encerrado. Hay, por supuesto, unas cuantas excepciones de intelectuales marxistas que, sin haber ejercido responsabilidades en la dirección de un partido revolucionario, y mucho menos en la dirección de un Estado (como Baran, Sweezy, Hobsbawn y otros) no por ello han estado menos atentos a los desafíos con los que han tenido que enfrentarse los socialismos históricos.»  

5. Kruschov.

«El proyecto de Kruschov era de una naturaleza completamente diferente; se trataba de vilipendiar a todo el período estaliniano, presentado de manera absolutamente negativa en todas sus manifestaciones, hacer caso omiso de los desafíos a los que había tenido que enfrentarse el régimen, e ignorar sus éxitos. Hoy disponemos de una demostración convincente de que Kruschov ha mentido (como reza el título de la obra de Gover Furr). Simultáneamente, Kruschov se embarcó en una refoma absurda, la descentralización regional de esta misma planifiación estaliniana mediante la creación de los famosos sovnarkozes, que no produjeron sino una inimaginable desorden y muchas regresiones».  

6. Glaciación brezneviana.

«La clase dirigente soviética puso rápidamente fin a las fantasías de Kruschov, sin por ello iniciar las reformas indispensables y elegir entre las dos vías evocadas más arriba. El sistema se encerraría entonces en la «glaciación brezneviana». Jo Cottenier (L’economie du socialisme) ha hecho un trabajo profundo de revisión de las reformas de la era post-estalinaina, cuyas valoraciones comparto hasta el punto de retomar el hilo conductor de las mismas en lo que sigue.

Los proyectos de Fedorenko, Nemchinov y Kantorowich, formulados en 1961, se basaban en los métodos matemáticos y en la cibernética, y procedían por tanto de la elección de una centralización reforzada pero hecha más eficaz por su complejidad interiorizada. Estos métodos fueron rechazados por los dirigentes del Partido y del Estado, que se inclinaban por más descentralización, y que prefirieron en consecuencia las reformas propuestas por Liberman en 1962 basadas en el fortalecimiento de la autonomía de las empresas y, por consiguiente, en el recurso a los mecanismos de mercado. La reforma de Kosyguin (1965), que se inspiró en ellas, inició el desmantelamiento de la planificación y, en última instancia, autorizó la liberalización tardía de las relaciones de propiedad (puesta en práctica por Gorbachov siguiendo los consejos del liberal abiertamente procapitalista Aganbeyan).  

7. Declive.

«El sistema soviético, en declive desde hace tres décadas, incapaz de encontrar una línea de reforma eficaz, se acaba con la perestroika de Gorbachov. Poco importa entonces cuáles eran ls intenciones del último secretario general del PCUS, si creía posible salvar de este modo los logros esenciales del socialismo, o si deseaba simplemente el retorno al capitalismo. Pasará a la historia como el arquitecto del desastre: la restauración pura y simple del capitalismo y el estallido de la Unión Soviética. Se comprende que sea considerado por la opinión general de la Rusia contemporánea pura y simplemente como un traidor».  

8. Definición del sistema soviético tardío y crítica del concepto totalitarismo.

«Yo defino el sistema soviético tardío mediante cinco características fundamentales: el corporativismo, el poder autocrático, la estabilizacion social, la desconexión del sistema capitalista mundial y su inserción en este como superpotencia. El concepto de «régimen totalitario», vulgarizado por el discurso ideológico dominante, es, aquí y en todas partes, un concepto superficial y huero, incapaz de dar cuenta de la realidad de la sociedad soviética, de sus modos de gestión y de las contradicciones que han determinado su evolución y su caída final».  

9. Balance y oleadas para un futuro alternativo.

«La revolución de 1917 ha pasado página y , de una manera más general, la primera oleada de avances revolucionarios hacia la emancipación de los seres humanos y de las sociedades por ella inspirada se ha agotado. ¿Tienen, pues, los pueblos que resignarse definitivamente, renunciar a la utopia creadora del comunismo, contentarse con inscribir sus reivindicaciones en el ajuste permanente a un capitalismo eterno?

Y sin embargo el capitalismo no se constituyó milagrosamente y de golpe en el siglo XVI en el triángulo Londres/Amsterdam/París, como da a entender la leyenda eurocéntrica. Su incubación duró diez siglos.

Pero si los avances sucesivos en China a partir del siglo X, en el Califato abasí y después en las ciudades italianas, no desembocaron en la cristalización de esta nueva etapa en la historia de la humanidad, sí produjeron elementos que hicieron posible esta cristalización más tardía en la Europa atlántica.

¿Por que, entonces, la invención del comunismo, concebido como una etapa superior de la civilización, no debería ella también, emerger a través del despliegue de oleadas sucesivas de avances revolucionarios?»  

Hasta aquí las reflexiones de Samir Amin. Conviene volver al libro de Lewin.

Tras las vacaciones por supuesto; no quisiera colmar su paciencia.

Feliz descanso. Lean, si pueden, Amor y Capital de Mary Gabriel. ¡Vale la pena! No les decepcionará. Y también, por supuesto, Francisco Fernández Buey, 1917. Variaciones sobre la Revolución de octubre, su historia y sus consecuencias, Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo, 2017. 

Nota:

1) Tomo pie en Samir Amin, Octubre 1917, Vilassar de D’Alt, El Viejo Topo, 2017 (traducción de Josep Sarret), Samir Amin, La revolución de octubre. Cien años después, Vilassar de Dat (Barcelona), El Viejo Topo, 2017 (traducción de Josep Darret) y en Samir Amin, Rusia en la larga duración, Vilassar de D’Alt, El Viejo Topo, 2017.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.