Cuando Ernesto Guevara se sumó en México a los cubanos con la intención de derrocar al ilegítimo gobierno de Fulgencio Batista, planteó una sola cuestión al máximo dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio: que, liberada Cuba, razones de Estado no le impidieran ir a combatir a otras tierras del mundo. El compañero Fidel no […]
Cuando Ernesto Guevara se sumó en México a los cubanos con la intención de derrocar al ilegítimo gobierno de Fulgencio Batista, planteó una sola cuestión al máximo dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio: que, liberada Cuba, razones de Estado no le impidieran ir a combatir a otras tierras del mundo. El compañero Fidel no solo le prometió que respetaría su decisión sino que, además, llegado el momento, Cuba revolucionaria le ayudó en su empeño.
El Che fue uno de los 82 expedicionarios del yate Granma que, el 2 de diciembre de 1956, desembarcaron en Cuba por playa de Las Coloradas. Casi 25 meses después, el Ejército Rebelde se hizo con el poder. A partir de ese momento y de manera ejemplar, el Che desarrolló tareas muy importantes. Fue presidente del Banco Nacional de Cuba y dirigió el Ministerio de Industrias. Representó a la Revolución Cubana en la Asamblea General de la ONU y en la Reunión en Punta del Este, Uruguay, en 1961, además de en otros eventos internacionales.
Pero pasó el tiempo y, en 1965, el Guerrillero Heroico decidió que ya había llegado el momento de despedirse de Cuba y, fiel a su palabra, Fidel aceptó su partida. Ese mismo año, al frente de un destacamento de internacionalistas cubanos, se trasladó al Congo -hoy Zaire- para materializar la ayuda solicitada por Gastón Soumialot, del movimiento «Patricio Lumunba».
Fue, precisamente, antes de salir para África cuando el Che escribió la carta de despedida. Aunque entregada a su destinatario el 1 de abril, ésta -escrita sin fecha- se haría pública en el momento que se considerara más oportuno.
Como todo el mundo sabe, durante su estancia en Cuba el Che siempre fue un dirigente muy «visible», de modo que su ausencia pronto fue notable para los amigos y, sobre todo, para los enemigos. No pasó mucho tiempo sin que éstos últimos comenzaran a especular sobre su suerte. Llegaron a decir de todo -que estaba enfermo, que había muerto, incluso; que había sido purgado por discrepancias con la dirección del proceso revolucionario y un largo etc. de barbaridades.
Durante largo tiempo, el Gobierno cubano soportó aquella sucesión de calumnias para no arriesgar la misión que el Che quería cumplir en Suramérica, tras el relativo fracaso en África. Pero, lejos de disminuir, el tamaño de la bola fue creciendo. Mientras los enemigos de la Revolución se regocijaban por algo que no había sucedido, no pocos amigos comenzaron a creerse las mentiras por aquellos vertidas.
Era ya muy perjudicial aquella campaña sin respuesta o explicación alguna a la opinión internacional por parte del Gobierno cubano. La publicación de la carta resultó inevitable.
Fue Fidel el encargado de leerla. Y lo hizo el 3 de octubre de 1965, durante su discurso pronunciado en el acto de presentación del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el Teatro Chaplin de La Habana -hoy Karl Marx-. Se cumplen 50 años, pues, de la publicación del histórico documento.
Blog del autor: http://baragua.wordpress.com
Carta de despedida del Che a Fidel
Habana
Año de la Agricultura
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
Che
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