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25 años de los sucesos de El Ejido, el antecedente xenófobo de Torre Pacheco

«Se ha perdido la vergüenza de ser nazi»

Fuentes: El Diario

Dos personas que lo vivieron rememoran el episodio y piden castigos más duros contra los mensajes de odio: “Estoy vivo de milagro”.

Antes de Torre Pacheco fue El Ejido. Dos municipios con una demografía parecida que levantaron su próspera economía agrícola de la mano de obra mayoritariamente magrebí. Un puñado de declaraciones incendiarias; un ambiente denso; un episodio de violencia. Y entonces, la chispa prende y una masa que se retroalimenta toma la antorcha y le añade gasolina. La “caza al moro”, decían en El Ejido hace un cuarto de siglo y decían hace unos días sobre Torre Pacheco, dos pueblos a los que une ahora un hilo invisible de violencia que ha tenido a sus vecinos en vilo.

Entre el 5 y el 7 de febrero del año 2000 el municipio almeriense vivió una ola xenófoba que se llevó por delante decenas de familias que huyeron presa del pánico, negocios arrasados por la masa y vehículos pasto de las llamas. Si aquello puso en alerta a todo el país es porque durante aquellos días, y los meses que siguieron, la convivencia entre vecinos estuvo en juego. En la diana, la población marroquí, que entonces rondaba el 13% y había llegado al mar de plástico almeriense para alimentar el milagro económico de los invernaderos.

Tanto en Murcia como en Almería, la chispa prendió por uno o varios episodios violentos: en El Ejido, el asesinato de dos agricultores y de una mujer (en este caso por un hombre que sufría esquizofrenia paranoide) en apenas una semana; en Torre Pacheco, por la paliza a un hombre que salió a pasear al alba. El presunto autor material de esta agresión, y sus dos compinches, ya han sido detenidos. “Pero lo que importa en ambos casos no es la repulsa de un acto de delincuencia, sino utilizar ese acto violento como excusa para la violencia racista”, observa Juan Miralles, director de Almería Acoge, quien sufrió en primera persona la violencia de aquellos días.

“Nos salvamos de milagro”

Lo recuerda bien Mustafa A. Junto a su mujer y otras cuatro personas pasó unas cuantas horas interminables encerrado en un restaurante, mientras en la calle la masa perseguía a cualquiera con la piel más oscura, arremetía contra cuanto encontraba a su paso y prendía fuego a coches y contenedores. “Lo vivimos con terror porque casi nos cuesta la vida”, rememora.

Es un relato de miedo y resistencia al asalto. Colocaron sillas y mesas para levantar una precaria barricada y lograron contener la primera embestida con la ayuda de la carga de un extintor. Un compañero llegó a colocar bombonas de butano: “Recuerdo que le dije literalmente: «Mira, si hay muertos prefiero que seamos nosotros, porque si muere uno de esos cobardes lo van a convertir en un héroe»”.

Ante la tardanza de la policía en acudir en su auxilio, la mujer de Mohamed, española de nacimiento, salió y pareció templar los ánimos. Aquello pareció descolocar a los asaltantes. “Pero decían: «¡Los moros están dentro!». Finalmente entraron dos hombres: uno, no sabe si policía infiltrado, trataba de poner calma; el otro, exaltado, le propinó un puñetazo al que él no respondió. «Claro, ¿qué vas a hacer?». «Yo le preguntaba que qué había hecho y qué culpa tenía yo»”.

La llegada de los antidisturbios puso fin al episodio. “Creo que nos salvamos de milagro”, cuenta hoy el hombre mientras espera en un almacén para cargar su camión de tomates y pepinos. “Hay que vender la huerta de Europa, ¿no?”, pregunta con sorna.

De sus 59 años ha pasado 37 en España, sus hijas son españolas, habla un español de léxico amplio y conoce bien El Ejido, donde está plenamente integrado. “Aquí los fascistas se mueven como pez en el agua. De hecho, el PP, que gobierna, ya hace la política de Vox. Quieren sacar el jugo a los trabajadores; el objetivo no es echarlos, sino explotarlos lo máximo que se pueda. ¿Acaso sus votantes no tienen trabajadores migrantes? ¿En muchos casos sin permiso de residencia o trabajo?”. Es lo mismo que señalaba hace años un empresario agrícola y militante díscolo de Vox en Almería en conversación con este periódico: “Saben perfectamente que todo el mundo tiene ilegales. Vox sabe que no los van a echar y lo encauza a los que están por la sopa boba, o para delinquir”.

Vox en El Ejido: “Asesinos deportación”

La presencia del partido de Santiago Abascal es la gran diferencia con el tablero político del año 2000. Vox, cuyos máximos dirigentes nacionales y regionales llevan días negándose a condenar los llamamientos racistas de Torre Pacheco, aprovechó el asesinato de una persona, supuestamente cometido por un inmigrante en situación irregular de origen subsahariano, para trasladar su discurso nacional al municipio almeriense hace apenas unos días.

El 11 de julio, mientras empezaba a viralizarse la agresión que excusó la oleada xenófoba de Murcia (mezclada con bulos), la diputada almeriense Rocío de Meer ofreció una rueda de prensa a las puertas de un local de comida turca de la Avenida Bulevar de El Ejido. Se hizo acompañar de una treintena de simpatizantes y varios cargos destacados del partido ultra: el portavoz en el Parlamento andaluz Manuel Gavira, los parlamentarios por Almería Rodrigo Alonso y Juan José Bosquet (presidente de Vox Almería) o la edil Beatriz Sánchez. Posaron para las fotos bajo un “kebab andaluz”, junto a Moda Estambul, frente a Peluquería Saada, resaltando que ese trasfondo es la estampa cotidiana de El Ejido. Pero el cartel que llevaban rompía abruptamente la escena: “Asesinos deportación”. La composición invitaba a unir esos negocios, cuya legalidad no está en cuestión, con el crimen.

En ese marco, De Meer, portavoz nacional de “Emergencia Demográfica y Políticas Sociales”, retomó el incendiario discurso que había avanzado el lunes anterior, denunciando “la industria de las fronteras abiertas” y exigiendo “deportaciones masivas” de quienes “han venido con malas intenciones” y “no comparten ni se adaptan a nuestras costumbres”. También se dijo dispuesta a ser la voz de “todos esos españoles que se ha transformado sus barrios y el rostro de su país”.

Un tercio de la población es extranjera

De los 87500 habitantes censados en El Ejido a 1 de enero de 2022 (último dato del INE con la distribución del padrón por nacionalidades), el 31,8% son extranjeros (27.885). De ellos, son africanos 20.305 (el 23,2% del total); y a su vez, los magrebíes (que aquí son casi exclusivamente marroquíes) son 18.020, el 20,5% del total de habitantes de El Ejido. Muy lejos quedan los senegaleses, que no llegan al 1%. No hay cifras oficiales de las personas en situación irregular, muchas de las cuales nutren la economía de los invernaderos de mano de obra barata.

Vox propugna que hay una progresiva sustitución de la población española por la migrante. El “gran reemplazo”, lo llama la teoría conspirativa importada de la ultraderecha francesa, pero la proporción de extranjeros y, particularmente, de africanos en El Ejido lleva más de una década rondando esos porcentajes. El empadronamiento de extranjeros tocó techo en 2010, con 30.571, el 35,8% de los habitantes. En cuanto a la población africana, capitalizada por los marroquíes, representaba el 23,4% en 2010, el 22,6% en 2016 y el 23,2% en 2022.

El Ejido es un caladero histórico para Vox, punta de lanza de su “provincia avanzada”, según solía definirla Abascal. Aquí fue donde resonó el primer gran aldabonazo del partido ultra, cuando obtuvo el 29,51% de los votos en las autonómicas de 2018. Después llegó la victoria en casi todos los municipios del Mar de Plástico (Adra, El Ejido, Roquetas de Mar, Vícar, La Mojonera, Huércal de Almería, Níjar) en las generales de 2019, con el 26,93%. Los resultados posteriores muestran una base sólida: 24,76% en las municipales de 2019; 22,22% en las de 2023; 27,76% en las autonómicas de 2022; 27,9% en las generales de 2023.

Todas, ganadas con holgura por el PP, que en las municipales suele aumentar la distancia beneficiado por los líos internos del partido ultra. En 2022, Vox nombró líder local a Juan José Bonilla, hijo de uno de los agricultores asesinados en el año 2000, pero el experimento no salió bien.

El discurso ultra vincula sistemáticamente inmigración y delincuencia, de ahí que el nombramiento de Bonilla se interpretara entonces como un intento de capitalizar ese vector. Pero según aseguró el subdelegado del Gobierno el pasado octubre, el índice de criminalidad en El Ejido se ha reducido en cuatro puntos en la última década. El último balance de criminalidad del Ministerio del Interior sí muestra un aumento del 12,1% de los delitos convencionales en el municipio entre el primer trimestre de 2024 y el primero de 2025, pero no hay estadística que atribuya esos delitos por nacionalidades. De ahí que se recurra a incidentes concretos que orillan las cifras y concretan la violencia poniéndole rostros.

Para Mustafa, Vox ha retomado el discurso que antes asumía el ala más reaccionaria del PP. “Últimamente dicen que El Ejido se está islamizando. Confunden islamizar, que no sé ni qué es, con la libertad de que unas personas practiquen su religión, que está en la Constitución”. Y se pregunta: “¿Los invernaderos se han islamizado? ¿Los almacenes se han islamizado? ¿Se han islamizado las arcas del municipio con los contribuyentes de religión musulmana, que pagan el agua, la basura, el IBI? De eso no hablan”.

“La capacidad de intoxicar es mayor”

Desde el recuerdo de lo ocurrido en el año 2000, Miralles también ve diferencias. A diferencia de lo que ocurría hace 25 años, el odio hoy no se esconde, sino que se presume de él. “Es un problema que se haya perdido la vergüenza de ser nazi”.

Además, les es más sencillo que entonces entrar en contacto y la masa se activa con más facilidad: “La capacidad de intoxicación de algunos personajes en redes y su apoyo económico es mucho mayor que antes, y eso permite que haya más participación de gente de fuera del pueblo”. “También a El Ejido llegaron neonazis de Madrid o Valencia, pero ahora se ha abaratado el acceso a la desinformación y la manipulación”, advierte. Ahora basta con un móvil para sumarse a la turba y estar puntualmente informado de sus quedadas y andanzas.

Mustafá califica lo que sucedió de “terrorismo racista” y observa una actitud de apaciguamiento con Vox, que sería una reserva del sistema: “Ahora hay un partido de extrema derecha que ampara, alienta o fomenta esto, y que hace apología del racismo. No tiene otro nombre”. Como Miralles, echa en falta una legislación más estricta contra quienes propalan mensajes de odio.

“No tenemos que excusarnos ni condenar nada porque yo no he cometido ningún delito”, subraya Mustafa: “La responsabilidad penal es de quien comete los delitos”. Miralles recuerda que la masa desbocada es lo más parecido a una estampida guiada por un impulso visceral, lo que la convierte en un ente fácilmente manipulable: “Quien vincula una salvajada con cualquier colectivo esconde una intención, y hay que preguntarse cuál es”.

También cree que 25 años después la coexistencia en El Ejido es mayor, que todos se han acercado, incluso físicamente. Y que vivirían más felices, disfrutando de la prosperidad económica de los invernaderos, si los dejaran en paz. Esta vez, al menos, la mecha no prendió aquí, sino 200 kilómetros al norte.

Fuente: https://www.eldiario.es/andalucia/almeria/25-anos-sucesos-ejido-antecedente-xenofobo-torre-pacheco-perdido-verguenza-nazi_1_12466901.html