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Las palabras de quien perdió a su padre en el atentado de Cubana de Aviación que preparó el cubano Posada Carriles

«Secretamente guardamos la esperanza de que nuestro padre algún día regrese»

Fuentes: La Jiribilla

Soy hijo de uno de los tripulantes de Cubana de Aviación que iban en el avión de Barbados el 6 de octubre. Formo parte de una familia maravillosa que tiene mucho que ver con lo que hago ahora como profesional, o sea, muchos saben que dirijo la Compañía de teatro infantil La Colmenita, un grupo […]

Soy hijo de uno de los tripulantes de Cubana de Aviación que iban en el avión de Barbados el 6 de octubre.

Formo parte de una familia maravillosa que tiene mucho que ver con lo que hago ahora como profesional, o sea, muchos saben que dirijo la Compañía de teatro infantil La Colmenita, un grupo de niñas y niños muy grande que se dedica al arte en Cuba.

Cuentan que nací en un estudio de televisión, porque mi mamá, fundadora de la televisión, no salía de allí; pero mi papá, trabajador de Cubana de Aviación se pasaba la vida inventando escenificaciones teatrales en el aeropuerto. Papá tenía una facilidad extraordinaria para hacer voces, cantar. No era un profesional del arte, solo tenía un don que formaba parte de su naturaleza, un histrión natural. Era de esas personas que siempre alegran la vida, y por eso era muy querido en su trabajo, en la cuadra, por sus amigos. Llegó a ser presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), delegado, y esa simpatía la llevaba todos los días a la vida familiar.

Generalmente los fines de semana nos reuníamos con cualquier pretexto los cinco: mis dos padres y sus tres hijos, a hacer interpretaciones teatrales. Cada uno debía actuar para el resto. El cierre lo hacía él que era el más divertido. Si íbamos a ver una película japonesa, terminábamos comiendo en el piso, con cojines, bolas de arroz, palitos chinos. Para cocinar -que lo hacía muy bien- se ponía una careta y unas patas de rana para hacernos reír. Era así todo el tiempo.

Un buen día nos habían vacunado en los Camilitos, la escuela donde estudiaba, tenía 16 años. Me sentía mal y por eso me acosté a dormir temprano. Como a las 12:00 de la noche un amigo me despierta y me dice que el director de la escuela quería hablar conmigo. Pensé que era una broma, como las tantas que solíamos hacernos; pero decidí creerles. Mis amigos tenían caras muy serias, aunque yo desconfiaba.

Cuando llegué a la Dirección encontré a uno de los mejores amigos de mi papá, Omar se llama, con una cara muy descompuesta. Era un hombre también muy alegre, muy simpático, y no podía imaginármelo con aquella expresión. No lo dejé hablar. Le pregunté inmediatamente: ¿Quién fue, mi abuelo o mi mamá? Mi abuelo entonces estaba muy enfermo. Yo no podía asociar a mi papá con aquella noticia, con ninguna noticia trágica. El era mi héroe, como el Zorro para cualquier niño, era, sencillamente, inmortal. Incluso, cuando me dicen: «Tin, el avión en el que viajaba tu papá tuvo un accidente» -hubo una primera noticia, no sé si era para aliviarme a mí- «pero dicen que hay siete sobrevivientes.» Inmediatamente me tranquilicé. Pensé: Mi papá es grande, mide más de seis pies, es fuerte, valiente, así que seguramente salvó a todos los que pudo, y está entre los sobrevivientes. Estaba tan convencido de eso, que cuando voy a recoger mis cosas, me cruzo con mi hermano que estudiaba en la misma escuela, y le dije: «Hubo un accidente, pero no te preocupes, que papi está vivo.»

Cuando llegamos a la casa, encontramos a tremenda cantidad de personas fuera, me puse muy mal, casi colérico y decía: «Pero si mi papá está vivo, ¿qué hace toda esta gente en la puerta de mi casa? A él lo querían mucho. Ya todo el mundo en la cuadra estaba más o menos informado.

El cadáver, como ustedes saben, como casi todos los cadáveres, no apareció, se quedó en el fondo del mar. Así que mi convencimiento de que no había muerto era cada vez mayor.

Muchas veces, años y años después, llegamos a pensar que iba a llegar de pronto de una misión secreta, importante y que nos iba a sorprender otra vez. Ese es uno de mis sueños más recurrentes.

A una persona tan extraordinariamente viva no se le puede asociar nunca con la idea de la muerte.

Muchas veces he pensado que mi papá debía ser el director de La Colmenita y no yo.

Guiar a tantos niños, en principio, auténticos, sin convertirlos en esquemas, sino en buenos seres humanos, es una tarea que él hubiera llevado mágicamente. Cada vez que los niños tienen algún éxito, aunque sea pequeñito, pienso: «Si mi papá está en algún lugar, o en algún sinlugar donde nos viera, seguro estará contento.»

Núñez Rodríguez dijo que cada espectáculo que hace La Colmenita es una flor que ponemos en la tumba de mi papá. Es muy lindo eso; pero es más, es una noticia, es un mensaje, es un deseo. Lo que más lamento es que no está a mi lado con ese don de ser cien veces más muchacho que yo. El era el ideal, un niño grande en quien se podía confiar.

No hace mucho tuve un momento muy difícil en mi vida, y fue asistir al juicio en Panamá que se le hizo a Posada y a los otros asesinos. Estuve a pocos metros del asesino de mi padre, y les puedo decir que vine muy impresionado y muy aliviado de la actuación del pueblo panameño. No olvido nunca las personas del pueblo que estaban fuera apoyando nuestros corazones, y de la justicia panameña. Yo realmente no lo esperaba -creo que por aquí se encuentra uno de esos extraordinarios abogados querellantes, aquí está Berríos-, y a los abogados querellantes del juicio yo a veces tenía ganas de levantarme y abrazarlos, como hice al final. Fue impresionante cómo nos apoyaron.

Hace apenas unos días tuve la oportunidad, el privilegio de integrar la delegación parlamentaria que acompañó a nuestro presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el compañero Alarcón, a Venezuela; de participar en la extraordinaria Marcha de Caracas contra el terrorismo, de participar en sesiones de la Asamblea Nacional, y vine igualmente muy impresionado, y mi corazón vino mucho más fortalecido de las demostraciones de solidaridad del pueblo venezolano que actualmente vive exactamente lo mismo que vive el pueblo cubano, en el sentido de la lucha y de la unidad, y que viven las personas honestas y decentes del mundo, que cada vez son más.

Esa solidaridad se explica, y es natural, porque nuestro dolor no es distinto al de los hijos de Letelier. Los sufrimientos de mi familia no son diferentes a los de la familia de Ronnie Moffit, de Giustino. La angustia de mi madre es exactamente igual a la angustia de las Madres de la Plaza de Mayo. El dolor de los familiares de las víctimas del avión cubano en Barbados es idéntico al que sienten los familiares de todos los que perecieron el 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos.

Luis Posada Carriles y Orlando Bosch no solo son los responsables de la voladura del avión en el que viajaban nuestros seres queridos, sus nombres aparecen entre los implicados en el asesinato del general Pratts y su esposa, al de Letelier, al de Ronnie Moffit y no se sabe de cuántos salvadoreños, argentinos, venezolanos, nicaragüenses; pero pronto se sabrá, de la misma manera que se va sabiendo la información de la participación de ellos y otros como ellos en el asesinato del presidente Kennedy y de los vínculos de la familia Bush con Bin Laden.

Nuestros seres queridos, compañeros, fueron víctimas de los mismos explosivos, sus asesinos fueron los mismos, el dinero que los financió salió de los mismos bolsillos, las escuelas y los maestros que los enseñaron a matar fueron los mismos, sus jefes y cómplices fueron los mismos y son los mismos que hoy quieren protegerlos.

Estos motivos obligan y hacen posible esta solidaridad de todos con todos.

Los familiares de las víctimas del avión cubano en Barbados nos constituimos ayer en un comité -no está bien reflejado ahí en el programa-, que se llama Comité de familiares de las víctimas de la voladura del avión de Barbados, con el fin de luchar hasta las últimas consecuencias para hacer justicia. Ese es nuestro compromiso de honor con nuestros mártires. El comité nos une y nos va a hacer mucho más fuertes.

Esa unidad es imprescindible para vencer los intentos del imperio de burlar la justicia e imponer la impunidad de los monstruos que ha creado y que ha justificado. Esta vez no van a prosperar las argucias, como la que pretende el gobierno que hoy está en El Salvador. ¡Posada debe ser extraditado a Venezuela! ¡Bosch y Posada tienen que ser juzgados por sus crímenes!

Permítanme, para terminar, leer muy brevemente un fragmento de la declaración de constitución del comité.

Sabemos perfectamente bien que nadie puede comprendernos mejor que los familiares de ese otro acto monstruoso en tierra norteamericana, para quienes, como a nosotros, la vida, después de perder a nuestros seres queridos, solo cobra sentido en la lucha porque se haga justicia y por evitar que otras familias sufran lo mismo. Teniendo en cuenta que el 6 de septiembre de 1976, cuando se perpetró el primer acto de terrorismo contra un avión civil en este hemisferio, fue nuestro 11 de septiembre un crimen brutal que se llevó de una vez y para siempre la felicidad de 73 familias destrozadas por el dolor del luto y una demanda de justicia, que hace 28 años continúa pendiente:

Juramos, ante nuestros queridos familiares muertos en aquel abominable crimen de Barbados, que lucharemos incansablemente, cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo hasta lograr que los terroristas internacionales y sus compinches sean juzgados y paguen ante la humanidad por los miles de muertos que han ocasionado sus actos de terrorismo.

¡Esta humanidad cada vez más tiene verdaderas ansias de justicia!

Muchas gracias

…….
Carlos Alberto Cremata es director del grupo de teatro infantil cubano La Colmenita. Su padre fue una de las 73 personas que perdió la vida en el atentado al avión de Cubana de Aviación, el seis de octubre de 1976, en Barbados. El cubano anticastrista Posada Carriles reconoció haber organizado el atentado, hoy las autoridades norteamericanas lo tienen retenido por su entrada ilegal en el país y se niegan a que sea extraditado a Venezuela para ser juzgado por ese atentado.