Un informe de Ecologistas en Acción señala que el 74% de los municipios con alta carga porcina intensiva pierde más población o gana menos que localidades con características similares pero sin macrogranjas en su territorio.
El 37% de las granjas porcinas de Castilla y León, una comunidad muy castigada por la despoblación, se encuentra en pueblos de menos 5.000 habitantes. En concreto, estás instalaciones se encuentran en 769 de las 2.190 localidades con las que cuenta la región. En Galicia, el porcentaje de granjas de porcino que se ubican en este tipo de localidades asciende al 57%: 631 granjas de las 1.448 de la comunidad galega. Y si hablamos del País Valencià, ese porcentaje aumenta al 82%.
Son datos de la Organización Interprofesional Agroalimentaria del Porcino de Capa Blanca, Interporc, a los que hay que sumar el crecimiento de la industria cárnica, especialmente la porcina, en municipios pequeños. Si en Castilla y León el número de industrias relacionadas con el cerdo en municipios rurales se ha incrementado un 15% en una década, en Galicia lo ha hecho un 13%, mientras que en el País Valencià lo ha hecho un 30%. A nivel estatal, ese crecimiento ha sido del 13% solo en diez años.
Las cifras dan una idea de la expansión de un sector que ha levantado en armas a gran parte de las regiones más castigadas por las macrogranjas industriales, instaladas a menudo en áreas con graves problemas de despoblación. Más si se tiene en cuenta que, siempre hablando de municipios de menos de 5.000 habitantes y con datos de Interporc, en España existen nada menos que 37.000 granjas de producción porcina.
La industria siempre ha mantenido como uno de sus pilares comunicativos para defender la instauración de estas instalaciones —que vienen con problemas de contaminación, degradación del territorio y olores— que estas suponen creación de empleo y el asentamiento de población en zonas rurales. Como señalan desde Interporc, “la apuesta del sector porcino por la ‘España rural’ es creciente, toda vez que entre 2008 y 2018 el número de industrias que se encuentran en municipios de menos de 5.000 habitantes se ha incrementado en más de un 13%.
Pues bien. Un estudio publicado este 13 de octubre por Ecologistas en Acción desvela que, lejos de fijar población, la instalación de granjas industriales en zonas rurales contribuye precisamente a todo lo contrario.
Adiós al mantra
“Los resultados de la investigación son concluyentes: la ganadería industrial porcina en España es un factor que ha fomentado el proceso de despoblación rural entre los años 2000 y 2020”. Las conclusiones de la investigación, que ha analizado el 64% de los municipios de menos de 5.000 habitantes con alta carga porcina situados en las siete comunidades autónomas con mayor carga porcina, son así de categóricas.
El Informe sobre Ganadería Industrial y Despoblación asegura que en las últimas dos décadas, el 74% de los municipios con mayor número de cerdos en granjas industriales han perdido más población o la han ganado en menor proporción que localidades de similares características pero sin instalaciones porcinas en su territorio. En concreto, de los 199 pares de pueblos que se han comparado, en 148 casos el municipio con alta carga porcina ha perdido más población o ha ganado menos que el municipio que no tiene esta industria.
El fenómeno, además, se intensifica en las zonas donde las cabañas porcinas intensivas son mayores y el modelo industrial lleva más tiempo asentado: la diferencia en la comparación entre municipios con y sin ganadería industrial en relación a su evolución poblacional asciende al 80% en Huesca y Zaragoza, al 85% en Barcelona, y al 91% en Lleida.
“Tampoco es algo que no haya sorprendido”, señala Daniel González, coordinador de la campaña Stop Ganadería Industrial de Ecologistas en Acción a El Salto, al respecto de las conclusiones de la investigación. “Haciendo un repaso histórico de lo que ha sido el proceso de despoblación desde la llamada revolución verde, que supuso la industrialización de la agricultura y la ganadería, esta ha coincidido con el proceso de despoblación que se da en España desde los años 50”. Así, según explica González, ante un recrudecimiento de los procesos de industrialización lo que está ocurriendo hoy en día no es más que la continuidad de un fenómeno de despoblamiento que, si bien no tienen como única causa la industrialización agraria, sí se ve favorecido por esta.
Cuanto más grandes, menos gente
El experto remarca que, en las últimas dos décadas, “las explotaciones han tenido una intensificación mayor, con explotaciones con más animales y con cada vez más explotaciones con una media de animales mayor”. Se trata de instalaciones que cada vez necesitan menos mano de obra, alejándose cada vez más de las ratios de trabajadores necesarios por número de animales de la ganadería tradicional y extensiva. Además, como incide, “las grandes explotaciones hacen que las pequeñas y medianas cierren, lo que lleva a menos empleo rural”.
La hipótesis a probar en el estudio —que la presencia de macrogranjas implica una pérdida de población o una menor ganancia— se cumple en todas las comunidades autónomas pero no en todas las provincias. En dos de ellas el resultado de las comparativas es igual y en otras dos los municipios con industria porcina ganan más o pierden menos población que los que no tienen o poseen una carga porcina mínima.
Por otro lado, Daniel González califica de “bulos” los mensajes de la industria cárnica por los cuáles esta asegura que ayuda a fijar población en el medio rural. “No solo de la industria porcina, muchas de las administraciones, sobre todo a nivel regional, están apoyando a esta industria y dicen lo mismo”.
Impactos despobladores
Aunque desde Ecologistas en Acción señalan que sería interesante analizar en futuros estudios qué elementos de la ganadería industrial influyen en mayor o menor medida para que se dé esta situación, apuntan a los impactos socioeconómicos, ambientales y sobre la salud pública que generan estas instalaciones –tales como los malos olores, la dificultad de acceso a agua potable por la contaminación por nitratos procedentes de los purines, los problemas respiratorios o los impactos visuales– como las causas concretas que llevan a que las macrogranjas ayuden a fomentar la despoblación.
“Estas explotaciones suponen el cierre de establecimientos de turismo rural, restaurantes y todo tipo de establecimientos ligados al turismo; así como a las segundas residencias, que también está afectando”, apunta González. “Al estar en la plataforma Stop Ganadería Industrial estamos en contacto con muchas asociaciones vecinales que sufren los problemas de la ganadería industrial”, continúa, “y lo que comentan quienes están afectados más directamente es que quizá el factor más importante es la contaminación del agua, con cada vez más municipios sin acceso a agua potable por contaminación por nitratos, ya sea por la propia ganadería industrial o por la agricultura industrial, que está íntimamente relacionadas porque mucha de la agricultura industrial está enfocado a producir piensos”.
Malos olores por el esparcimiento de purines en campos cercanos a los núcleos urbanos, así como la proliferación de moscas e insectos debido a estos mismo purines son también razones que hacen que la población se decida a abandonar o a no poblar un determinado municipio, completa el experto.
Ante las conclusiones de la investigación, tanto Ecologistas en Acción como la Coordinadora Stop Ganadería Industrial inciden en la necesidad de una moratoria inmediata al desarrollo de nuevas explotaciones de ganadería industrial a nivel estatal, así como para la ampliación de las ya existentes, como la que afecta a 68 municipios catalanes especialmente afectados por problemas de contaminación de aguas y acuíferos por nitratos y purines procedentes de las instalaciones porcinas.