Karpeta urdinak (carpetas azules) es una muestra documental del amplio trabajo realizado sobre la invisibilizada realidad de la tortura en Euskal Herria. Invisibilizada no solo por los medios de comunicación, por los gobiernos, por los juzgados, si no incluso por sus propias víctimas, que han guardado bajo la piel los efectos menos visibles de la tortura, los daños psicológicos que incluso han tenido como efecto secundario, la misma negación de la condición de víctima. El cineasta Ander Iriarte hurga bajo esas cicatrices invisibles, comenzando por su propio padre, Joxe Iriarte, Bikila, uno de los fundadores de ETA VI Asamblea que se convertiría en la Liga Komunista Iraultzailea (LKI). Todo comienza con una pregunta, la que se hace el propio Ander, y la que este le hace a su padre: ¿Alguna vez has denunciado tortura?
Ese primer diálogo que tienes con tu padre es el inicio de tu película, en la que te sumerges en esa zona gris de la tortura, tan desconocida en gran parte de la sociedad española. ¿A raíz de las conversaciones con tu padre surge la película, o hay un interés previo por tu parte para sacar a la luz todo este tema?
No, realmente a mí, en 2016, me invitan a la presentación del proyecto de investigación de la tortura del Gobierno Vasco, porque yo ya llevaba trabajando en el tema de Derechos Humanos bastante tiempo, y tenía una compañera que estaba implicada en ese estudio, y ella me había dicho que lo que estaban haciendo ahí era increíble. Entonces, cuando fui allí, como se ve en el inicio de la película, la realidad de la tortura, que siempre ha estado presente, de una manera u otra, en mi entorno, y de la que me consideraba conocedor, sobretodo de los casos más conocidos, cuando vi los resultados, esa realidad superó a mis peores pesadillas. Me desbordó lo que vi allí.
Por otro lado, pensé también que aquello era el principio de otra época, y que, ahora, viendo ese estudio, había muchas cosas que iban a cambiar, que iban a difundir el estudio, y que empezarían por el reconocimiento y la reparación para las víctimas. ¿Y que pasó? Pues que no pasó nada. Entonces, yo tenía la impresión que el Gobierno Vasco haría algo, buscaría en la calle ese reconocimiento, porque el informe ya estaba hecho, pero, ¿cual fue la realidad? Que aquello no pasó, y entonces empecé a preguntarme ¿por qué? Y llegué a la conclusión de que el informe era el fin y no el inicio de algo, no para los que lo hicieron, pero si para los que lo encargaron. Y, por otro lado, que es tocho de 500 páginas no se lo iba a leer nadie.
Entonces es cuando dije que el informe había que convertirlo en un medio más asequible, audiovisual, y de ahí sale el proyecto del documental, con ese objetivo de dar a conocer el informe elaborado para el Gobierno Vasco.
El informe del Instituto Vasco de Criminología, coordinado por el forense Paco Etxeberria, forma el armazón argumental de Karpeta Urdinak, le da contexto y arroja resultados realmente inquietantes sobre la realidad de la tortura en Euskal Herria. ¿Cuales son los resultados más notables del informe encargado por el Gobierno de Lakua en 2017?
Bueno, son los que aparecen en la película, que hay más de 5000 casos que se han podido demostrar mediante una aproximación estadística, y 200 bajo el protocolo de Estambul, que prácticamente todos han dado un alto grado de fiabilidad, y que según el protocolo no hay ninguno que sea mentira, y que el Gobierno Vasco tiene documentado en el propio estudio 16000 detenciones. Básicamente han podido demostrar que un tercio de los detenidos ha sido torturado, que la sistematización está al orden del día y que encima ha estado auspiciado por los mandos policiales, incluidos los del Gobierno Vasco, que llegó a alcanzar números de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, por lo que, tal vez, sea uno de los motivos por los que se haya hecho el informe y no se difunda.
Los testimonios de las víctimas de la tortura son la pieza fundamental para el informe, y también para la propia película, en la que los protagonistas que sufrieron aquellos hechos hablan de sus traumáticas experiencias, muchos por primera vez delante de una cámara. ¿Fue la parte más difícil del film, el recoger las voces de aquellos que sufrieron en su propia piel el horror de la tortura?
Precisamente esto que estás diciendo no ha sucedido así, ni mucho menos, porque yo no he grabado ni un solo torturado, ni un solo testimonio. Creo que seré uno de los pocos directores que ha hecho un documental sobre la tortura que no ha grabado ni un solo testimonio de torturados. Todo lo que aparece en la película es parte del informe, los testimonios de tortura que aparecen en la película son parte de los protocolos de Estambul, no es algo que yo haya grabado, es algo que ya tiene documentado el Gobierno Vasco.
Yo siempre tuve claro que no quería que mi documental fuera un museo de los horrores, primero por que, por saturación, no llegas a ningún sitio. Escuchar cinco horas de tortura o cinco minutos es lo mismo, causa el mismo efecto. Mi objetivo no era poner voz a los torturados, si no poner en valor a aquellos que han demostrado que aquí se ha torturado y, por ende, como se ha demostrado, la necesidad urgente de reconocimiento y reparación, aunque si es cierto que no hablamos de las torturas, si te fijas, siempre hablamos de lo que supone para ellos el reconocimiento, lo que supone después, el día a día.
Ocupa un espacio importante también en Karpeta Urdinak las reuniones del equipo forenses, psicológicos, educadores y doctores del equipo que estudió el fenómeno de la tortura en Euskal Herria. ¿Cual ha sido el periodo de investigación de este equipo, y cómo se ha formado?
Este equipo, con sus diferentes etapas, lleva 40 años. Hay que mencionar a una persona que ya no está viva, pero que es la piedra angular de todo este movimiento, que es Eva Forest, la autora de Operación Ogro, que empezó ya en el año 70, en la cárcel, recogiendo testimonios de tortura, y a partir de ahí empezaron a crearse los grupos en contra de la tortura, empezaron a coordinarse todos, y no se habría podido hacer este informe, tal y como se hizo, sin esos 40 año de trabajo, y si además se han especializado en el Protocolo de Estambul, de hecho estos grupos, hoy en día, son los mayores especialistas a nivel mundial en el protocolo.
Muchas de las víctimas del franquismo se han muerto sin tener ni Verdad, ni Justicia, ni Reparación, los tres principales objetivos del movimiento memorialista, que sigue luchando, casi 50 años después del fin de la dictadura, por que se reconozcan estos crímenes. ¿En el caso de las víctimas de tortura se está avanzando algo para que se cumplan estas tres premisas?
Yo creo que no. De hecho el 80% de los documentados, la inmensa mayoría, de los torturados, no lo han sido en dictadura, han sido en democracia, y, en contra de lo que cree mucha gente, el pico más grande no es en los ochenta, es en los dosmiles. ¿El problema cual es? Es que, ahora mismo, las instituciones dan por hecho ya el trabajo, con este informe ya han cumplido, el Gobierno Español nunca reconocerá nada, tal vez dentro de 60 años, cuando todo el mundo esté en la tumba, se preguntarán que se hizo, que pasó, pero, de alguna manera, justificándolo, diciendo “es que no sabéis como era aquello”. Ya lo hemos oído, “lo único malo que hizo Galindo fue torturar”, o lo que decía Barrionuevo, “es que allí non mataban”, cosas de estas, y aquí, el Gobierno Vasco, yo tengo la sensación de que ya lo da por hecho.
Por otro lado, se está haciendo algo que es bastante perverso, que es la manipulación de las palabras, el Gobierno Vasco ha sacado una ley de reconocimiento nominal, es decir, no reconocer como fenómeno, sino a este y a este, por nombre y apellidos, y le han llamado la Ley de Abusos Policiales, porque resulta que lo que ha habido aquí es que los policías han abusado un poco, no ha habido un estado, no ha habido un sistema, no ha habido un juez, un político, no ha habido una estructura, una organización desde arriba, no ha habido una jerarquización.
Es decir, aquí ha habido una violencia, muy fuerte, que ha sido la que ha provocado ETA, y gran parte la socialización del sufrimiento, y amparada por una gran parte de la izquierda abertzale, y eso se reconoce como fenómeno, es decir, no se excluye a los pistoleros, pero no fueron solamente los pistoleros los que causaron el daño, sino que había toda una estructura social que lo permitía, que incluso permitía en los pueblos el hostigamiento, permitía situaciones terribles. Pero, en el otro lado, sin embargo, la violencia solamente se le reconoce a la mano ejecutora final, encima ni siquiera se le pone nombre y apellidos, en todo caso se reconoce que algún policía, anónimo, en algún momento determinado, hizo un abuso, como si se hubiera excedido con las multas de aparcamiento, y a mi no me parece que eso sea justo. Y con eso ya están dando por sentado el reconocimiento.
El objetivo del documental es visibilizar esa lacra de la tortura, pero debajo de esto hay mucho más, como las miles de detenciones realizadas en Euskalherria, durante el franquismo, en la Transición y en la democracia. Aquí parece fundamental los trabajos realizados por Euskal Memoria Fundazioa que nos permite dibujar un mapa de la represión. ¿Esto revela un plan especifico por parte del estado para la represión política y social en Euskal Herria, que ha perdurado en el tiempo, y que todavía sigue aflorando como en el caso Altsasu?
Claro, ya he dicho antes los números, 16000 personas detenidas, estábamos hablando de 5000 torturados, la población del País Vasco y Navarra es de dos millones y medio, la población de la ciudad de Barcelona, es como si en esa ciudad, desde 1960 hasta ahora, se hubiera torturado de manera sistemática a 300 personas al año, y se ha detenido, más o menos al doble, una seiscientas detenciones al año relacionadas con esto. Eso es una locura, y siempre acusados de terrorismo. Si hubiera tantos militantes apoyando las estructuras armadas, esto sería un ejército. Estamos hablando de cosas que se caen por su propio peso. Y ahora no se está dando esto porque no hay un contexto contestatario tan fuerte, pero a la que exista, no hay más que ver lo que pasó en Calatuña, ellos siempre van un peldaño por encima en la violencia estructural, la diferencia es que al ser estructural y sistémica son capaces de ocultarlo. Aunque a veces se les escapa un poco, como fue el 1 de octubre.
También ha habido una evolución, si puede decirse así, de las prácticas de tortura. Por ejemplo, tras el caso Zabalza dejó de practicarse la bañera, ¿era esto motivado por el hecho de que la tortura no dejase evidencias físicas? Y asociado a esto, ¿cómo se puede valorar esa otra tortura, la psicológica, que no deja marcas en la piel, pero si en la mente?
Primero, lo más importante de todo, y esto tiene que quedar claro y cristalino, es que no existe la otra tortura, quiero decir, la tortura psicológica no es diferente a la tortura física, porque toda tortura física implica tortura psicológica, no existe cuerpo sin mente. Digamos que la tortura psicológica, la que se llama tortura blanca, la diferencia con la tortura que llamamos física, es la inexistencia de marcas, esa es la diferencia, las secuelas físicas, algo que pueda fotografiarse o documentarse mediante una radiografía, etc, pero no puede separase el cuerpo de la mente. De hecho, lo que hace la tortura psicológica es aprovechar los límites físicos del cuerpo para jugar con ellos. Creo que la más fácil de explicar es la bañera, o la bolsa, en el que tú, como ser humano, puedes aguantar hasta dos minutos bajo el agua sin respirar, y sin embargo, en cuanto te aplican la bolsa, a los diez segundos te quieres morir. Eso es aprovechar los quiebros mentales, y además eso deja unas secuelas muchísimo más largas, porque están jugando con tu límite, y encima no te dejan marca, y eso lleva humillación, lleva vergüenza. Y todo esto es una escalada militar que se ha dado, a partir de la segunda guerra mundial, en todo el planeta, eso se vio muy claro en Argelia, dejar marcas era un problema para el estado opresor, por tanto, si puedes hacer lo mismo, y no dejar marcas, lo haces.
Durante años, especialmente mientras duró la actividad armada de ETA, hubo una parte de la sociedad española que no le daba credibilidad a las denuncias por tortura, o, lo que es peor, justificaba esta en el marco de la lucha antiterrorista. ¿Fueron los medios de comunicación también promotores de este pensamiento en parte de la sociedad?
Claro que lo fueron, pero también lo entiendo. Hay una frase del juez Tomás y Valiente, que me gusta, que dijo, que del tiro en la nuca, el secuestro, el coche bomba, de todos los actos crueles, el peor es la tortura, porque denigra al estado y a la persona que la practica. Apenas tres semanas de publicar aquello en un periódico, ETA lo mató. Yo entiendo, en ese aspecto, la necesidad que ha habido de negar, que nosotros necesitamos creer que vivimos en un estado que respeta el estado de derecho, y si hay unas personas matando por unas ideas, de un forma indiscriminada, en gran parte, yo entiendo que tu necesites creer que ese estado está luchando contra ello, y también entiendo el papel de los medios ahí.
El problema es cuando llega el periodo de paz. Nosotros crecimos en una época, siempre lo digo, en en el que nuestro objetivo era hacerle el máximo daño al otro para conseguir nuestros objetivos, y para hacerle el máximo daño al otro tienes que deshumanizarlo, no lo puedes tratarlo como una persona, sino es muy difícil hacerle daño, entonces, si la lógica de la guerra fue hacer daño al otro, en la época de la paz la lógica tiene que ser reconocer ese daño, y aquí llegamos al quid de la cuestión, el reconocimiento del daño. ¿Cual es problema? El problema es que hemos llegado a una sociedad, en el que las víctimas han de ser cristalinas, no podemos aceptar que las víctimas también pueden ser victimarios, es decir, una persona, por haber sido miembro de ETA, y haber matado a otra persona, no pierde la condición de victimario, porque ha provocado dolor, pero si ha sido torturado, si su familia ha sufrido la dispersión, o incluso si ha sido ejecutado, no pierde su condición de víctima. De la misma manera, que el estado y los políticos, no pierden su condición de victimarios al aplicar la tortura, ni el de víctimas, si lo son de la lucha armada o del terrorismo.
A mi me duele una barbaridad, que cada vez que me voy a hacer el DNI, tener que ver el nombre de Melitón Manzanas, en la puerta, antes de entrar. Estoy incluso dispuesto a aceptar que ese nombre esté ahí, siempre y cuando diga, si, yo lo reconozco como víctima, pero no pueden negar el reconocimiento a las otras víctimas, que es lo que está pasando. En cuanto una persona dice que es víctima del terrorismo, otra le dice, ya, pero es que estuvo en ETA, y ese es el problema. Y ya hemos superado esa época, ya no es la época de hacer el máximo daño al enemigo, tanto por un lado como por el otro, y tiene que ser la época del reconocimiento, pero ahí entramos en el problema, porque nosotros no hemos pasado un proceso de paz. Porque cualquier proceso de paz, en cualquier país, da igual que sea en Latinoamérica o en Europa, siempre lo que tienen es un observatorio, un lugar en el que todas las partes se reconocen el daño, el uno al otro, como tiene Irlanda del Norte, con el Acuerdo de Paz de Viernes Santo, pero nosotros no tenemos eso. Aquí hubo una parte que dejó las armas, que incluso tuvo que movilizar a la sociedad civil porque el estado no las quería coger, y otra parte que no reconoce, que simplemente tiene la condición de vencedor.
Una de las claves de la tortura ha sido la impunidad. Esa impunidad que le ha dado cobertura a los funcionarios de los cuerpos de seguridad del estado que han perpetrado estos crímenes de lesa humanidad con el amparo del estado. ¿Hubiera sido posible que la tortura hubiera adquirido estas dimensiones sin esa impunidad?
Voy a ponerlo más fácil, hubiera sido imposible ejercer la tortura, simplemente instalando cámaras, vigilancia continuada de 24 horas, algo tan simple como eso, y ya no lo tienes. La impunidad es la clave, pero la impunidad como algo genérico, no es que haya impedimentos, es que hay colaboración. Cómo decíamos antes, la tortura no es lo que ejerce un policía en una celda, ese es el ejecutor, porque la tortura también es el político que dice “hacer lo que haya que hacer para acabar con ellos”, el policía que dice “que los de abajo hagan esto, pero que no suban”, el juez que cada vez que denuncian una tortura, el sabe que tiene que hacer caso omiso, todo eso es tortura. No es solo impunidad, es colaboracionismo. Todo es parte de lo mismo. Porque la impunidad es parte del sistema, porque el estado es el que tiene las leyes, es quien regula, y no nos olvidemos que la tortura no la podemos ejercer ni tu ni yo, la tortura solo la puede ejercer un funcionario público.
El actual ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska, ha sido señalado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no investigar torturas, una práctica en la que también se ha visto involucrado otro juez muy mediático como Baltasar Garzón. ¿Ha sido el sistema judicial español, cómplice necesario para que esa impunidad de la que hablamos antes tuviera lugar?
No es que sea cómplice, es que el sistema ha beneficiado y aupado a aquellos que con mayor efectividad lo han aplicado. Nuestro ministro del interior, el jefe de las fuerzas de seguridad del estado, tiene nueve de las doce condenas del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por no investigar tortura, y encima aquí hay una trampa semántica, el no investigar tortura, a oídos de la gente, suena mejor que el haber sido investigado por tortura, pero en el fondo es peor. Porque tú cuando vas delante de un juez y le dices que has sido torturado, el juez no tiene derecho a poner en cuestión lo que tu dices, el tiene que iniciar unas diligencias, tomar números de placa, tomar números de celda, y hacer una investigación, y si tú estás mintiendo, pues en vez de meterte diez años, te meten trece, porque encima has hecho obstrucción a la justicia. Pero si ese juez dice que no has sido sin una investigación pertinente, cuando llega al tribunal europeo, este hará la investigación que tenga que hacer, y dirá si ese juez actuó bien o no. ¿Que pasa? Que cuando llega al tribunal europeo ve que hay signos de que ha sido torturado, pero cuando intenta pedir el número de placa, no hay, cuando intenta pedir el número de celda, no hay, entonces, le están diciendo que todo el sistema falla. Cuando está emitiendo una condena por no investigar torturas, realmente, es mucho más grave, porque no le está diciendo solamente, que un juez o un policía lo han cometido, sino que en el sistema hay corrupción.
Las denuncias por torturas han señalado, principalmente, a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, sin embargo, también, desde que asumió competencias en materias antiterroristas la Ertzaintza se ha visto involucrada en muchos casos. ¿Ha asumido el gobierno vasco la responsabilidad que le corresponde por ello, y ha tomado alguna carta en el asunto?
La Ertzaintza no entra en los años ochenta, pero cuando empieza a mirar de tú a tú a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, en su territorio, funciona exactamente igual, y si el Gobierno Vasco ha asumido alguna responsabilidad, yo digo que es como el gato de Schrödinger, que al mismo tiempo lo asume, y al mismo tiempo no, es decir, ha hecho una investigación donde señala lo que ha hecho su propia policía, pero, a día de hoy, no hay ninguna condena, y dice que eso no ha pasado. Entonces, tiene un informe que te está diciendo que tienes más de doscientos casos, y a la vez tienes un jefe de la Ertzaintza diciendo que este cuerpo no tiene ni un solo caso de tortura.
Para terminar, nos gustaría saber que recorrido ha tenido Karpeta Urdinak, dónde se ha podido ver y cual ha sido la respuesta del público y de la crítica.
La mayoría del público, incluso en el País Vasco, cuando la ven se quedan patidifusos, porque incluso los conocedores descubrimos que la dimensión nos desborda. En Europa ha estado en más de veinte festivales, ha recibido más de siete premios, ha destacar, para nosotros siempre va a ser el de Documenta Madrid, el festival de cine documental más importante de España, donde ganó el premio del público, lo cual dice mucho de que con el tema vasco no es tanto el odio como el desconocimiento. En Europa todos se quedan impresionados al ver los números y la magnitud del problema, sobretodo porque ellos ligan todo esto al franquismo, como en Alemania al nazismo y en Italia al fascismo, y Latinoamérica se sorprenden de que eso exista en Europa, pero, claro, jugar con los números de allí, es que es otro nivel de violencia el que hay allí, cuando presenté la película en México y me contaban lo que sucedía allí, uno hasta sentía vergüenza, tienes que poner las cosas en su dimensión.