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Sin abastecimiento material en los hospitales de Zaragoza

Fuentes: Rebelión

Anchel Mérida es enfermero, trabaja en Clínico Lozano Blesa de Zaragoza en diálisis. Trabajan con mascarillas de tela. Para cambiarlas las dejan en la lavandería para lavarlas y luego recogerlas. La realidad que ya es consabida. Ante la escasez de equipos de protección individual personal del sector costurero, empresas y particulares se reinventan para fabricar productos sanitarios. La solidaridad y las manifestaciones colaborativas desnostadas desde los valores individualistas perpetuados desde las instituciones vuelven a alzarse frente a un sistema sobrepasado.

Se nos dice que no es tiempo de criticar, que debemos estar todos a una, pero se hace difícil no pensar en los anuncios que propagaban las pancartas de tantos profesionales de la sanidad llevaban cuando comenzó el “austericidio”: Los recortes matan.

La enfermedad hace estragos, tanto directa como indirectamente y esta última perspectiva de difícil cuantificación es la que más pasa desapercibida. Me refiero a otros esos pacientes que no pueden ser atendidos en el momento, a los casos ictus u operaciones urgentes que no se pueden atender con la prestancia necesaria.

Ante la ausencia de EPI (Equipo de Protección Individual) los profesionales tienen que usar el material precario del que disponen. “Desde luego mejor algo que nada –nos dice Anchel- pero el uso de EPI constituye la última barrera de defensa para disminuir el riesgo del usuario. Cuando estas no ofrecen una garantía mínima de protección nos enfrentamos a un riesgo desde la total indefensión, con las consecuencias en nuestra salud y seguridad”.

En situaciones como las que vivimos, el personal sanitario se expone no solo por tratar con personal contagiado, sino por el exceso de estrés -lo que implica una mayor posibilidad de cometer fallos o equivocarse en las medidas de protección- y ausencia de material. Y ahí están los datos que nos indican que crecen los contagios de coronavirus entre el personal sanitario en Aragón. Pero además el problema se agrava ante la posibilidad de generar focos de contagio. “Al margen del coronavirus -explica Anchel- en hemodiálisis necesitamos mascarillas y guantes estériles cuando manipulan el catéter, así como para los propios pacientes para evitar que sean contagiados. “La frustración por no poder atender en condiciones a los enfermos o a los sospechosos de estarlo nos inunda. Es muy duro darnos cuenta que no llegamos”.

La falta de material de protección no solo pone contra las cuerdas al sistema sanitario, sino que evidencia que no basta con palabras, hacen falta medios. Ese es el verdadero mensaje que encierran los aplausos brindados por la sociedad desde los balcones y ventanas al personal sanitario, la expresión de una comunidad consciente del esfuerzo de esos profesionales, pero también la concienciación social de la necesidad de apoyarlos no solo con gestos, sino con hechos.

Sí, sin duda alguna esta situación de crisis evidencia que el sistema sanitario tiene un factor humano extraordinario, pero que puede y debe incrementarse su número mediante políticas que permitan una mayor contratación de personal y que implementen mejoras significativas en el factor material.

Esperemos que cuando todo esto acabe se dedique mucho más presupuesto a la sanidad pública y menos esfuerzo a recortarla.