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A propósito de las tesis del vicepresidente de ICV

Sin realidad. Carta-comentario a Salvador López Arnal

Fuentes: Rebelión

Querido Salvador: Buen «picotazo» el tuyo de hoy en rebelion.org [1]. Veo, leo y deduzco que estás aplicando bien el programa «nuestro de cada día». De otro modo sería imposible escribir lo que escribes. El de ayer sobre «El fin de los centrismos» de Jordi Guillot es, además, educado, crítico y bienintencionado. Lo que escribe […]

Querido Salvador:

Buen «picotazo» el tuyo de hoy en rebelion.org [1]. Veo, leo y deduzco que estás aplicando bien el programa «nuestro de cada día». De otro modo sería imposible escribir lo que escribes. El de ayer sobre «El fin de los centrismos» de Jordi Guillot es, además, educado, crítico y bienintencionado. Lo que escribe el personaje «Guillot-ina» -y tú lo descubres- es contradictorio e irreal. Lo que dice se podría resumir así: Tras el 20N «el resto de las izquierdas obtenemos unos resultados positivos que nos permitirán tener un protagonismo necesario en este nuevo ciclo político que se abre en España, que será duro y doloroso socialmente», lo que hoy ,» con mayor masa crítica» (15M) y «alianzas entre la sociedad movilizada y la organizada», se puede intentar consensuar un programa de mínimos para una salida justa de la crisis entre los tres grandes partidos progresistas europeos; socialistas, verdes e izquierdas unitarias». ¿No?

Pero es que en el relato «realista» del tal «guillot-ina» no hay realidad por ninguna parte. Y en estos casos, como escribía el rojo de Hammett en «Tulip», su último escrito intentado…»Realismo es ese tipo de palabra que, cuando aparece en una discusión, hace que las personas sensatas se pongan el sombrero y se marchen a sus casas». El «realismo» no sería ahí nada más que el estrecho callejón que queda entre la adaptación pasiva a la lógica del mercado y lo permitido por el cordón policial. Releo de vez en cuando algunas cosas de Sacristán.

¿Recuerdas ésta cita de Manolo Sacristán de julio de 1974?… «Es verdad que el fascismo aparece como solución capitalista en los momentos de crisis y consiguiente agudización de la lucha de clases. Pero, por una parte, esa agudización no depende decisivamente de ningún grupo político, ni pequeño ni grande. Y, por otra, como también el socialismo requiere esa agudización, no parece que haya más alternativa a ésta que una eterna estabilización capitalista; la cual, como no parece que pueda serlo económica, habrá de ser política, con una forma u otra de represión, fascista polícroma o fascista gris-burócrata» [2]. Creo que es difícil saber el carácter que pueda tomar «esa agudización de la lucha de clases» en la actual situación. Del lado de los de abajo, no es mera coincidencia lo que ha ocurrido en las periferias, los lugares del estado de excepción, en Londres y otras capitales de Europa y del mundo y la anécdota sintomática de que Petros Márkaris, en su última novela «Con el agua al cuello», vuelva a recoger al principio del libro aquella idea de Brecht de la Ópera de los tres centavos «¿Qué es un atraco a un banco comparado con la creación de un banco? Por ese lado, la preocupación que estoy transmitiendo donde puedo es que hay que dedicar todos nuestros esfuerzos mayores en crear puentes (aunque sea colgantes) entre los sectores precarios-ilustrados del 15M y los grupos jóvenes de la exclusión radical, por un lado, y, por otro, con las personas comunes y corrientes (es decir, sus propios padres y madres) creando grupos (por pequeños que sean) en barrios y diálogos en los núcleos familiares. Ello no excluye, muy al contrario, trenzar conexiones con todo lo que se mueva o tenga raíces (aunque sean muy frágiles) en los territorios y lugares de trabajo o de encuentro, sean restos de la izquierda político-sindical no desnaturalizada u otros colectivos vecinales, ecologistas, feministas. Por el lado de los de arriba la «estabilización política» de la que hablaba Sacristán ha caminado desde la «ingobernabilidad de las democracias al estado penal preventivo o derecho penal del enemigo», es decir, se fue construyendo toda una situación que combinaba manipulación y control social de masas. Y creo que ahora esos dispositivos van a funcionar a toda máquina. No es estado de excepción financiero sólo, como se dice ahora, sino político-social.

Por ello creo que el «politicismo» es una gran enfermedad que corroe los restos de la izquierda que un día se imaginó y luchó por otro orden social. Y el artículo del Sr. «Guillot-ina» es un ejemplo vulgar. O, para decirlo un poco más en serio. Magri se suicida con apoyos cercanos por dos razones fuertes: tras la muerte de su compañera Mara le falta la «retaguardia sentimental» y, además, está convencido de que no existe hoy ya instrumento o fuerza de izquierda capaz de intervenir de forma decidida y determinante en el «gorgo» (en la olla o remolino de la situación política, el «cogollo» de la política, diríamos nosotros) del que habló siempre Ingrao. El fracaso del PCI y la inexistencia de una izquierda, de un proyecto que articule una sólida relación entre un programa emancipatorio, una táctica y una estrategia, a la altura de los tiempos, lleva a Magri a viajar a la fría y gris Zurich e intentar, de nuevo, un suicidio planificado de forma concienzuda, en serio, como siempre hizo las cosas. Ésta vez ha funcionado el dispositivo y la voluntad. Por eso no creo que dedicar tiempo a artificios banales como el de Guillot sea ni útil ni saludable. Leer cosas tipo «guillot-ina» es hacer de Magri, por buen ejemplo, un payaso o un estúpido. Y eso es indigno. Hay más sentido de la realidad y de lo necesario a hacer en lo que publicaba Julio Anguita el otro día. Y un trabajo de articulación de los de abajo contra los de arriba requerirá audacia, trabajo paciente y voluntad. Y dedicar a ello todo el tiempo y las energías que nos queden. Volver al trabajo molecular y a ensayar conexiones. No hay izquierda posible si no somos capaces de construir con los materiales disponibles un nuevo imaginario de liberación social y una economía moral para la resistencia cotidiana en vez de acuerdos de mínimos «buscando huecos en una larga marcha a través de las instituciones» que se ha hecho vía muerta. Manolo pensó en aquello del «sector público voluntario» como la tesis central. Hoy es una necesidad en la que debemos trabajar en la barbarie o, como escribía Berger en la cita que te mandé en un correo anterior, en el infierno.

Bueno, ya vale de «ladrillo»…

Abrazos, camarada.

Notas:

[1] SLA, «Las razonables e incluso sorprendentes tesis del vicepresidente de ICV» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=140899

[2] Manuel Sacristán, «Cuando empieza la vista» (prólogo al libro Heinrich Böll: Garantía para Ulrike Meinhof), en Intervenciones políticas, Icaria, Barcelona, 1985.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.