Recomiendo:
0

Siniestralidad laboral, la gran olvidada de la crisis

Fuentes: Kaosenlared

Cuando uno intenta analizar y entender un problema tan complejo y a la vez tan trágico como la siniestralidad laboral en el estado español, es imprescindible partir de la base que, aunque sin caer en mecanicismos, es uno de los más tétricos indicadores del estado del mercado laboral y en última instancia de la economía […]

Cuando uno intenta analizar y entender un problema tan complejo y a la vez tan trágico como la siniestralidad laboral en el estado español, es imprescindible partir de la base que, aunque sin caer en mecanicismos, es uno de los más tétricos indicadores del estado del mercado laboral y en última instancia de la economía en sí.

En la última década de crecimiento económico, marcada por la avaricia de los gurús financieros y la pasividad de los gestores del sistema capitalista, nuestro país se ha destacado en el triste mundo de la siniestralidad laboral por encabezar la lista de los países (teóricamente avanzados) con más muertos en el puesto de trabajo; exactamente con una media de 3 diarios. Sin lugar a dudas un drama silencioso que va machacando a las familias, siempre de la clase trabajadora, mientras que la patronal se limita a secar sus lagrimas de cocodrilo. Otro dato bien conocido, es que la mayoría de los muertos y los accidentes graves provenían de la construcción. No debería extrañar a nadie que siendo el sector económico y laboral que más ha crecido y sobre el que se ha asentado el ya difunto boom económico, sea también el sector que encabece todas las estadísticas de accidentes laborales. Tampoco debería extrañar que este sector encabece dichas estadísticas cuando es un sector con una peligrosidad intrínseca muy grande. Menos aun debería extrañar estas lamentables cifras en cuanto a accidentes profesionales cuando en estos años parecía que se acaba el suelo si no se construía sobre él y, cuando la prevención de riesgos laborales quedó reducida a una secuencia de trámites burocráticos, decretos y leyes que quedaban en papel mojado y montañas de papeles vacíos de significado firmados para rellenar expedientes y sin ninguna aplicación práctica que pudiera realmente evitar esas tres catástrofes diarias en tres familias trabajadoras cada día. Pasados ya estos años de abundancia, marcados por el ascenso de personajes cañís y mafiosos como la «Jet Set» inmobiliaria marbellí o «El Pocero» (propietario del avión privado más grande de España y promotor de urbanizaciones en medio de la nada), toca enfrentarse con la crísis. En el actual entorno de crisis en que la actividad económica ha sufrido un parón que nos amenaza con llegar a los cuatro millones de parados según algunas predicciones y que durante el 2008 se ha cobrado decenas de miles de puestos de trabajo que han sido destruídos era de esperar que las provincias y regiones que encabezaron el boom inmobiliario y de rebote también la corrupción municipal y urbanística, hayan reducido de forma drástica su siniestralidad en el puesto de trabajo. En este apartado destacan Málaga con un descenso del 47% de la mortalidad laboral, Murcia con unas cifras globales de accidentes laborales un 15% menores que el año 2007 y la Comunidad Valenciana con 14 muertos menos, según datos recogidos por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (MTAS).

Lo que a simple vista si que puede extrañar son los aumentos de la mortalidad laboral del 16% en Asturias, cuando es una de las regiones que antes de la crisis tenía un crecimiento económico irrisorio y donde la crisis ha acabado de machacar una economía que hace décadas que no levanta cabeza. En Galicia, las cosas tampoco le fueron mejor a los trabajadores que sufrieron un aumento del 60% de los accidentes laborales mortales, ni tampoco en Zamora, Valladolid o Alava entre otras provincias donde los accidentes laborales aumentaron. Si tomamos los datos globales de siniestralidad laboral oficial, proporcionados por el MTAS, el cuadro es aun más desesperanzador: En los 10 primeros meses de 2008 hubo 716 fallecidos en accidente de trabajo, el mismo número que de enero a octubre de 2007, pese a la subida del paro y a la caída de la ocupación. Tal y como indicamos al principio del artículo las cifras de siniestralidad laboral es un poderoso indicador de la situación del mercado laboral, pero lejos de representar el nivel de ocupación o desocupación, lo que representa es el nivel de precariedad y las lamentables condiciones de trabajo que sufrimos los trabajadores en el estado español. Otra serie de estadísticas elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística a petición del MTAS muestra como el conjunto de los accidentes de trabajo no han parado de disminuir desde el año 1995, año de aprobación de la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales.

No es un secreto para nadie que la década de crecimiento económico que hace poco acabamos de enterrar se consiguió sobre la base de tipos de interés artificialmente bajos, ladrillos para parar un tren y la precarización constante de las condiciones de vida y trabajo del proletariado. Las cifras de siniestralidad laboral muestran claramente que las inversiones que la patronal no hizo en su día para paliar la grave situación de la siniestralidad laboral en la península, no las van a hacer en tiempos de crisis. Va a depender exclusivamente de los trabajadores y las trabajadoras el hecho que se reduzcan estas dramáticas cifras. No nos engañemos, ni la firma de «Pactos Nacionales» contra la siniestralidad, ni limitarse a «concienciar» exclusivamente con campañas publicitarias, no evitan que alguien caiga de un andamio. Al igual que otras reivindicaciones históricas del movimiento obrero que han pasado a ser parte de las condiciones habituales de la mayoría de los trabajadores en el mundo occidental – en el resto del mundo esta lucha aun está pendiente-, como las vacaciones pagadas o la jornada de 40 horas, la reducción de los accidentes de trabajo, solo se conseguirán con la lucha consciente en el puesto de trabajo contra la precarización, con la participación sindical a pie de taller, de oficina y de obra y manteniendo a raya la avaricia empresarial que nos está matando poco a poco.