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Reseña crítica al libro “¿Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti?”, de José Manuel Martín Medem

Sobre criticar a Cuba en nombre de la izquierda

Fuentes: Rebelión

Mi buen amigo José Manuel Martín Medem ha escrito un libro sobre Cuba tras su estancia durante cuatro años como corresponsal de televisión española en la Isla. Se trata, en mi opinión, de un libro crítico sobre la situación actual de la revolución cubana con un elocuente y brillante título tomado de un bolero, «¿Por […]

Mi buen amigo José Manuel Martín Medem ha escrito un libro sobre Cuba tras su estancia durante cuatro años como corresponsal de televisión española en la Isla.

Se trata, en mi opinión, de un libro crítico sobre la situación actual de la revolución cubana con un elocuente y brillante título tomado de un bolero, «¿Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti?». Se fundamenta en que la sociedad cubana vive una desmedida dependencia de su líder que le impedirá asumir su futuro tras su desaparición.

Nadie medianamente inteligente, por defensor que sea del socialismo cubano, dudará de la existencia de deficiencias y problemas. Escrito a modo de bitácora, dedica un gran espacio a los juicios del año 2003, aporta algunos elementos para interpretarlos para terminar haciendo un balance contradictorio sobre las razones que pudo tener la justicia cubana para los encarcelamientos y los fusilamientos. El propio autor reconoce que no pretende aportar la verdad absoluta sino desvelar algunas claves para que el lector conozca algo más de la realidad cubana.

Entre sus críticas encontramos la preocupación por la presencia de un lumpen delincuente en La Habana que puede jugar un efecto desestabilizador, la existencia de un determinado nivel de corrupción en algunos sectores, como la policía de tráfico habanera, la existencia de un mercado negro de algunos productos básicos como las medicinas o los privilegios de los que llama «gerentes de la revolución». Sin duda, todos ellos motivos de preocupación. Charlando después con el autor me reconoce que el nivel de delincuencia de Cuba no es, ni muchos menos, el de cualquier país de América Latina ni el de Estados Unidos y que los «privilegios» son insignificantes comparados con la mayoría de los países y no afectan tanto a la clase política, que vive en unas condiciones de igualdad con respecto a sus ciudadanos inédita en el mundo, como a algunos sectores incardinados en la economía del país.

Aunque sé que Martín Medem no está de acuerdo, yo pienso que los defectos de los sistemas, al igual que los de las personas, sólo se pueden baremar tomando como referencia a los demás. Por ello, algunas de sus críticas ciertas, si bien legítimas, son injustas si no se aplica esa vara de medir al resto de los países. Es como si un ciudadano, mientras pasea por un mercado, observa por un lado como un tendero da un cachete a un tipo que quiere robar una manzana y por otro como cuatro hombres golpean hasta matar a un infeliz, y, posteriormente, se dirige a una comisaría a denunciar solamente al tendero que golpeó al ladrón de manzanas. Sin duda, es una denuncia lícita, es delito golpear a la gente, pero es injusta y la denuncia reprobable cuando se ha sido testigo del otro asesinato.

Es muy frecuente entre determinados sectores de la izquierda referirse a Cuba, cada vez que oyen el nombre de ese país, como una revolución admirable que debe incorporar muchos cambios y mejoras para preservar sus logros, en peligro, dicen, por varios errores presentes. Hablan, al igual que los enemigos del socialismo, de una necesaria apertura y transición, si bien hacia un modelo no capitalista. Por supuesto no precisan de qué modelo se trata, no creo que piensen en convertir a una isla situada en el Tercer Mundo en Suecia, donde, por lo demás, sus logros sociales están en franca retirada. Al mismo tiempo piden también una mayor participación de los ciudadanos, algo difícil de discutirles claro está. Y lo más extraño es que esos izquierdistas tan preocupados por esa «apertura», «transición» y «mayor participación democrática», no reaccionan con el mismo reflejo cuando escuchan el nombre de países como Colombia, Honduras o incluso Estados Unidos o Europa, a pesar de que, desde la perspectiva de esa izquierda, sería más urgente una transición hacia la democracia en el resto de los países de América Latina, en Estados Unidos donde la participación ciudadana es ridícula y el control del poder está monopolizado por los ricos, o en Europa donde la policía asesina en el metro de Londres o en una comisaría de Andalucía. Es como si viendo cientos de países del mundo que se encuentran en un sistema político lamentable y uno regular, reaccionaran diciendo que hay que reformar el que está regular porque tiene imperfecciones. Si a ello le añadimos todos los hijoputas que quieren cargarse al regular para llevarlo al redil neoliberal, las «intenciones de mejora» se convierten en preocupantes. En el mejor de los casos.

«¿Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti?». José Manuel Martín Medem. El Viejo Topo. 2005

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