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Sobre el informe de la «Comisión para asistir a una Cuba libre»

Fuentes: Rebelión

Intervención presentada en el Parlamento por el economista cubano Osvaldo Martínez, presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional, sobre el informe estadounidense para la transición en Cuba. Las propuestas que en el terreno de la economía hace el «Informe de la Comisión para asistir a una Cuba libre» asombran por su […]

Intervención presentada en el Parlamento por el economista cubano Osvaldo Martínez, presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional, sobre el informe estadounidense para la transición en Cuba.

Las propuestas que en el terreno de la economía hace el «Informe de la Comisión para asistir a una Cuba libre» asombran por su simplismo y su atrasada visión para la recomposición del capitalismo dependiente en Cuba a partir de un ajuste neoliberal ortodoxo tipo Consenso de Washington.

Esta concepción ferozmente neoliberal ya viene de regreso en América Latina debido a sus sonados fracasos. Es el lenguaje de los iniciales años 90 cuando el Consenso de Washington se presentaba como suprema ciencia económica y pretendía actuar como política idónea para aplicar con el ALCA una moderna recolonización de América Latina y otras áreas del Tercer Mundo.

Su fracaso es ya tan inocultable que los neoliberales se han visto forzados a moderar el lenguaje y a matizar la adoración del mercado con invocaciones a un «capitalismo con rostro humano» o un «ajuste económico con sensibilidad social». Ha obligado incluso a los grandes fabricantes de pobreza e inequidad como el FMI y el Banco Mundial a declarar una hipócrita guerra verbal contra la pobreza y la inequidad para capear el temporal de rebeldía de los movimientos sociales.

El Informe con la firma de Bush no solo vuelve atrás en el lenguaje, sino que va mucho más atrás en el tiempo para intentar una imposible reposición de los años finales del siglo 19 y los primeros del siglo 20 cuando la Enmienda Platt y el Tratado de Reciprocidad Comercial de 1903 le sirvieron para estrenar el neocolonialismo, utilizando a Cuba como laboratorio de ensayo.

No se puede sospechar originalidad alguna en los redactores de este Informe. Es una copia mecánica de los planes de ajuste neoliberal de uso corriente en América Latina y otras partes del mundo, combinado con las supuestas experiencias derivadas del desmontaje del socialismo en Europa Oriental y la antigua Unión Soviética. Todo en el escenario añorado de un gobierno títere de transición, encargado de convertir la economía cubana en una sucursal de la Florida y a Cuba en un Puerto Rico de rodillas.

Para lograrlo ponen manos a la obra y desde ahora anuncian –como revelación de la independencia que tendría Cuba– la constitución por el gobierno de Estados Unidos de un Comité Permanente para la Reconstrucción Económica que actuaría en estrecha relación con el administrador colonial llamado Coordinador de la Transición en el Departamento de Estado norteamericano.

Este Comité del gobierno de Estados Unidos actuaría desde ya como un centro coordinador de las actividades de las agencias de ese gobierno, que deben estar preparadas para ejecutar programas inmediatamente. El Comité tendría la colaboración de un Comité Consultivo integrado por el sector privado, se reuniría regularmente y tendría como primera tarea la revisión del voluminoso Informe de 450 páginas para hacer de él un plan de más largo plazo.

La propuesta contenida en el capítulo titulado «estableciendo las instituciones esenciales de una economía libre» es la bien conocida fórmula neoliberal: estabilización y liberalización de la economía, política fiscal y monetaria restrictivas, desregulación, reforma del clima de inversión, eliminación a corto plazo del control de precios. Y como estribillo repetido una y otra vez: privatizar todo con la mayor rapidez.

Los redactores de la propuesta mencionan varias veces la ignorancia y la desinformación que dicen padecemos los que vivimos en Cuba. Tal vez lleguen a creerse su embuste, porque solo a ignorantes pueden proponer un ajuste económico neoliberal extremo en un país latinoamericano después de más de 25 años de estrepitosos fracasos de esa política en la región.

Dos décadas y media de Consenso de Washington no dieron mayor crecimiento económico ni mayor participación de América Latina en la economía mundial ni mayor bienestar o avance social para los latinoamericanos. Lejos de eso el crecimiento fue inferior al alcanzado sin neoliberalismo, la región pesa hoy menos en la economía mundial y se hizo más vulnerable a las crisis financieras. Ninguno de sus países dejó de ser subdesarrollado, pero en cambio, el Consenso de Washington ganó para América Latina un triste campeonato mundial: el de la desigualdad e injusticia en la distribución del ingreso, y si bien no logró aumentar la capacidad productiva regional pues la apertura económica arrasó con buena parte de la industria, logró producir pobres en gran escala para tener ahora 227 millones y de ellos 94 millones en la indigencia.

Logró también que el 50% de los ingresos por exportación se destinaran a pagar una deuda interminable que crece más en la medida que los países pagan más y que la mitad de los niños que comienzan la enseñanza primaria no alcancen la secundaria.

Muchas otras amargas realizaciones podrían decirse del neoliberalismo en América Latina. No es casual que gobiernos hace pocos años famosos por su fanático credo neoliberal hayan sido barridos por levantamientos populares y que otros vegeten en precaria inutilidad en espera del movimiento popular que los haga desaparecer para ser recordados solo por la corrupción y el sometimiento.

No es casual tampoco que los movimientos sociales de signo antineoliberal se multipliquen y se conviertan en una nueva fuerza política. Surgen y crecen porque el capitalismo neoliberal subdesarrollado es muy eficiente en sembrar rebeldía.

Nada hay en ese modelo fracasado que pueda seducir a los cubanos.

Pretender dibujar nuestro futuro con los colores del Consenso de Washington es un insulto a nuestro sentido de justicia social y también a la condición de mujeres y hombres cultos que la Revolución ha formado.

No podrán de nuevo los colonizadores encontrar ingenuos habitantes de esta isla dispuestos a cambiar oro por espejos y baratijas.

La propuesta para la «reconstrucción económica» en una «economía libre» tiene característica peculiares. No hace un solo planteo concreto de asistencia financiera a Cuba por el gobierno de Estados Unidos para la llamada reconstrucción económica. Por el contrario, dice que «el peso de la reconstrucción no debe recaer completamente sobre los hombros de Estados Unidos» e invoca a otras fuentes de posible contribución ubicadas en una vaga «comunidad internacional de donantes» o en instituciones como el FMI, el Banco Mundial y el BID.

No se compromete a nada en cuanto a aporte financiero, pero se compromete a asesorar, esto es, a diseñar y mandar en todo lo imaginable: elaborar una estrategia de desarrollo económico, hacer otro Banco Central y un sistema bancario privatizado, confeccionar y manejar el presupuesto, manejar la deuda, crear una agencia recaudadora de impuestos, diseñar todos los ministerios que operen sobre la economía, reformar el sector público mediante el Programa para la Gobernabilidad del Banco Mundial, reingresar a instituciones tan amadas por los latinoamericanos como el FMI, el Banco Mundial y el BID, establecer los derechos de poseer, alquilar y vender propiedad privada, privatizar todo lo máximo posible, desarrollar un mercado de hipotecas y por supuesto, para cambiar «las leyes y el papel del Ministerio del Trabajo para permitir que funcione un libre mercado laborar».

Curiosamente, lo más importante para la reconstrucción económica no sería desarrollar capacidades productivas o nuevas exportaciones, sino recuperar las propiedades perdidas hace más de 4 décadas.

Este problema es presentado como la pieza clave, como la llave de la puerta que debe abrirse para iniciar la reconstrucción económica, ya que «inversionista potenciales no querrán involucrarse en Cuba hasta que los asuntos de los derechos de propiedad y la devolución permanezcan sin ser resueltos». Y más adelante expresan «mientras más tiempo este tema permanezca pendiente, más tiempo demorará la recuperación económica de Cuba».

Para estos colonizadores y su corte de colonizados, no hay reconstrucción si antes no tienen la devolución de sus propiedades. De esas propiedades con las que vivían felices en la Cuba de 1958, donde aquella estructura de propiedad permitía un 33,5% de la fuerza laboral desempleada o subempleada, una tasa oficial de analfabetismo de 24% que en términos reales era más alta, una escolaridad promedio de 3 grados, una matrícula de solo 45% de los niños en la edad de enseñanza primaria y una tasa de mortalidad infantil en el primer año de vida de 60 por mil nacidos vivos.

La entraña batistiana de la Ley Helms-Burton, que establece el marco legal para este Informe que analizamos, quedó bien clara al tomar el 1 de enero de 1959 como la fecha a partir de la cual aceptarían y apoyarían reclamaciones por propiedades expropiadas. Ratificando lo expresado en esa Ley reconocen como reclamantes no solo a los estadounidenses que tuvieron propiedades, sino también a los antiguos propietarios cubanos que adquirieron después la nacionalidad estadounidense o incluso aquellos que son residentes o nacionales de otros países.

Como quiera que devolver las propiedades supone quitarle sus casas a los cubanos que en ellas viven, sus tierras a los cooperativistas que en ellas trabajan, se ven obligados a reconocer que el asunto es especialmente complejo y a ocultarlo en el Resumen Ejecutivo del Informe tras una nebulosa referencia, suponiendo que muy pocos tendrán el coraje para leer las 450 páginas.

Solo dos planteos tienen significado real en el capítulo dedicado a la economía. El primero es la obsesión por devolver las propiedades a los antiguos dueños pasando por encima de cualquier consideración social o humana e incluso echándose encima un proceso complejo y políticamente explosivo. El segundo es el reconocimiento de que al igual que en otros países, el proceso de la llamada transición al modelo de libre mercado sería «lento, doloroso y políticamente sensible».

Para llevar adelante la devolución de las propiedades el gobierno de Estados Unidos «ayudaría» al gobierno títere de transición a establecer una completa estructura judicial a los niveles nacional, provincial y municipal para lidiar con los intrincados procesos de reclamación para expulsar cubanos de sus casas y tierras. Para este espinoso asunto crearían una Comisión para la Devolución de las Propiedades, tribunales para reclamaciones sobre derecho de propiedad y una Comisión Suprema para la Devolución bajo la supervisión del Tribunal Supremo y establecen minuciosamente los detalles del funcionamiento de esta estructura para el desalojo, tan insensata y absurda que resulta difícil determinar dónde termina la perversidad y comienza la demencia.

Es necesario reconocer que hay una siniestra coherencia en las mentes que prohíben a hijos ver a sus madres durante tres años y deciden excluir de la familia a tíos y primos y los que pretenden iniciar una supuesta reconstrucción económica con un desalojo masivo y cuidadosamente legalizado por unos tribunales creados para recomponer una vieja oligarquía de propietarios extranjeros y nativos.

La «Comisión para asistir a una Cuba libre» hace malabares para evadir y maquillar el desalojo pero, no puede evitar decirlo aunque en forma encubierta y vergonzante: «Si la Comisión para la Devolución de las Propiedades encuentra que la propiedad está ocupada como hogar, entonces el reclamante no podrá desalojar a los ocupantes y tomar posesión de la propiedad por un período específico de tiempo. Adicionalmente el propietario estará restringido en cuanto al monto de la renta a cobrar a los ocupantes o en cualquier incremento en ella».

De aquí se extraen dos conclusiones: si no pueden ser desalojados por un período de tiempo, entonces lo serían transcurrido ese período y además, los cubanos beneficiados por la Ley de Reforma Urbana que hizo propietarios al 85% de los ocupantes actuales de viviendas, estarían obligados a pagar alquiler hasta el momento de ser desalojados.

El Informe de la Comisión creada por Bush promete asistencia para reintegrar a Cuba rápidamente dentro del sistema regional de comercio. Esto consiste en que el gobierno de Estados Unidos le pediría a su Comisión Internacional de Comercio que preparara un estudio sobre los probables efectos económicos que tendría sobre la agricultura y la industria de Estados Unidos la incorporación de Cuba a la llamada Iniciativa para la Cuenca del Caribe. Esta incorporación sería un paso inicial hacia el objetivo superior de concertar un Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Cuba.

El privilegio de permitirle a Cuba ingresar a la Iniciativa para la Cuenca del Caribe mueve a risa. Esta Iniciativa no ha pasado más allá de consolidar un patrón caribeño de maquiladoras ofreciendo sus bajos salarios para participar en segmentos de cadenas productivas controladas por trasnacionales norteamericanas y dirigidas hacia ese mercado. Y en lo más reciente la tendencia apunta a la desaparición de las preferencias de acceso al mercado norteamericano para las confecciones y algunos productos básicos caribeños debido a la estrategia de Estados Unidos en favor de imponer el ALCA.

La política para hacer tragar el ALCA a América Latina y el Caribe utiliza hoy como táctica la conformación de una red de Tratados Bilaterales de Libre Comercio en los que la enorme diferencia en cuanto a capacidad de negociación impone a los países pequeños un Tratado diseñado para exclusivo disfrute de Estados Unidos.

El camino que nos proponen los anexionistas no es otro que el de la anexión ahora adornada con Tratado de Libre Comercio, ALCA, devolución de propiedades y privatización masiva.

A pesar de que el lenguaje utilizado por la Comisión del gobierno de Estados Unidos es deliberadamente técnico y muchas veces evasivo en el verdadero significado de las propuestas, no pueden evitar que el núcleo esencial de pensamiento derechista y represivo asome con frecuencia.

Esto ocurre cuando anuncian que el presupuesto nacional será «radicalmente revisado» para satisfacer las necesidades de una economía de mercado y agregan que eso incluye la eliminación de los subsidios a las empresas estatales y la determinación de la «necesidad económica y la viabilidad de los numerosos programas sociales de Cuba».

Es fácil comprender la furia que les provocan los programas sociales y quisieran exterminarlos con el pretexto de que son inviables económicamente.

Les enfurece que todos los niños asistan gratuitamente a la escuela, se gradúen de sexto grado, ingresen al séptimo grado y que el 99,5% de los adolescentes se gradúe de noveno grado.

Les enfurece que sea éste el país con el mayor número de maestros por habitantes y el menor número de alumnos por aula.

No pueden comprender que todos los niños comiencen a estudiar computación desde el preescolar y exhiben su ignorancia al hablar de la ignorancia de los cubanos en las técnicas de computación e información.

Los pone rabiosos que el desempleo sea inferior a 3% y hacen el ridículo al afirmar tonterías como que «para obtener un trabajo se le pide a los trabajadores firmar un contrato que incluye una promesa de apoyo al Partido Comunista de Cuba». Muestran al desnudo su mentalidad colonialista al expresar que el Departamento del Trabajo del gobierno de Estados Unidos podría asistir al gobierno títere para llevar a cabo inspecciones laborales en el país.

No soportan que Cuba haya desarrollado centros de excelencia científica con resultados impresionantes en beneficio de la salud y ya destacables en cuanto a exportaciones e ingresos. Sostienen la tesis del colonizado mental que solo concibe la investigación científica en Estados Unidos u otros países ricos, consideran inapropiados esos centros para «una nación fundamentalmente pobre», a la que solo ven como enclave turístico, zona de maquila y triste réplica de Miami.

Incluso olvidan en algunos casos redactar la fórmula retórica que anuncia acciones del gobierno de Estados Unidos «si el gobierno cubano de transición accede» y afirma, sin tener en cuenta a los sirvientes anexionistas, que Estados Unidos estimulará a la Unión Europea para que complete el acceso de Cuba al Acuerdo de Cotonou en una relación directa con sus aliados europeos.

Los enloquece que Cuba tenga una cobertura total de vacunación para sus niños e incurren en la irrespetuosa idiotez de prometer hacer como acto caritativo lo que la Revolución hizo por conciencia solidaria y deber de justicia social.

Este Informe que hoy analizamos no lo podemos entender como el pensamiento del pueblo de Estados Unidos hacia Cuba. Con ese pueblo, víctima de una encarnizada campaña mediática que pinta a la Revolución Cubana con los colores más sombríos, tenemos amistosa comunicación siempre que el bloqueo impuesto a los contactos con Cuba por el gobierno de Estados Unidos a sus ciudadanos, lo permite.

El Informe es la expresión actual de un viejo pensamiento anexionista, imperialista, ahora enarbolado amenazadoramente por el gobierno neofascista de Bush en estrecho concubinato de intereses y apetencias con la mafia antinacional de origen cubano.

Como documento, el Informe pertenece a la misma estirpe que la Enmienda Platt, los Tratado de Reciprocidad Comercial en la república neocolonial, los memorándums de Crowder, los informes de la embajada de Estados Unidos durante la Mediación en época de Machado, las cartas melosas del Presidente y Vicepresidente de Estados Unidos a Batista en medio de los asesinatos y torturas de cubanos. Con esos y otros documentos podemos organizar un Museo de la Ignominia Escrita para que nuestros escolares comprueben que la Patria actual, independiente y soberana, se ha abierto paso luchando contra formidables acechanzas.

Frente a este nuevo plan imperialista para liberarnos mediante la organización inmediata de una nueva Policía, de desarrollarnos mediante el desalojo, el neoliberalismo fracasado y el cierre de instituciones de investigación científica, de elevar nuestro bienestar eliminando programas sociales, de modernizarnos con maquiladoras y Tratado de Libre Comercio, la respuesta inequívoca de esta Asamblea Nacional del Poder Popular se resume en nuestro definitivo Patria o Muerte y en el alegre y retador «Viva Cuba Libre» de nuestros mambises.

Julio 1 del 2004