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Sobre el posible reconocimiento de un Estado palestino en las Naciones Unidas

Fuentes: Jadaliyya

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Existe mucho interés por lo que sucederá respecto a Palestina en las Naciones Unidas en septiembre. Contrariamente a gran parte de lo que se ha escrito sobre el tema, no tiene que ver con «declarar» la condición de Estado de Palestina. La OLP ya declaró la independencia de Palestina en 1988. Como muchas cosas en la vida, es algo que solo se puede hacer una vez. Además, éste ya proclamado Estado de Palestina no gozó ni goza de soberanía, jurisdicción o control sobre el territorio que reivindica. Tampoco lo tiene la OLP, que proclamó ese Estado, o la Autoridad Palestina. Esta última es una autoridad auto-gobernante interina (cuya existencia legal acabó en 1999 según los términos de los Acuerdos de Oslo) y que en práctica está totalmente bajo la autoridad de Israel.

Israel es la única entidad con alguno de los atributos de soberanía en alguna parte del territorio de la antigua Palestina del Mandato, aunque no tiene derechos soberanos internacionalmente reconocidos en los territorios ocupados o en alguna parte de Jerusalén, Este u Oeste. Israel tiene la jurisdicción de facto y el control sobre los territorios ocupados, según la Cuarta Convención de Ginebra (que pasa por alto constantemente). Esta jurisdicción y control están sometidos solo a las provisiones de acuerdos con la OLP, que Israel ha violado rutinariamente, de manera que en la práctica no constituyen limitaciones serias sobre su libertad de acción. Es vital subrayar estos puntos, porque significan que no importa qué suceda en la ONU en septiembre, el Estado de Palestina no es ahora y no será pronto un verdadero Estado en ningún sentido significativo de esa palabra.

Si es así, ¿cuáles son realmente los posibles resultados de las maniobras diplomáticas en las que la OLP/AP está involucrada actualmente? Palestina solicitaría presumiblemente la membresía en la ONU como Estado bajo ocupación dentro de ciertas fronteras, específicamente las líneas del armisticio de 1949 que fueron vigentes hasta el 5 de junio de 1967. Aunque todavía la potencia ocupante le niega la soberanía, desde 1988 el Estado putativo de Palestina ha llegado a cumplir más requerimientos de la condición de Estado según el derecho internacional tal como fueron establecidos en la Convención de Montevideo de 1933. Específicamente, tiene una población permanente; un territorio definido dentro de las líneas de 1967; un gobierno en la forma de la AP; y la capacidad de tener relaciones con otros Estados, específicamente los 120 Estados que ya reconocen el Estado de Palestina, y otros quince que tienen relaciones diplomáticas con la OLP.

Sin embargo, antes de que la Asamblea General pueda votar sobre la solicitud de membresía plena de un Estado en las Naciones Unidas, donde debe obtener una mayoría de 2/3 de los votos de los Estados miembros (que actualmente son 192), tiene que pasar por el Consejo de Seguridad. Ese camino parece estar bloqueado, ya que es seguro que el gobierno de Obama opondrá su veto a una solicitud semejante a menos de catorce meses de una elección presidencial, no importa cuáles sean los méritos del caso (en lo que respecta a Palestina, los méritos del caso han importado poco a los responsables políticos de EE.UU. desde 1947). Se ha mencionado el uso del mecanismo de «Unidos por la Paz» desarrollado en la época de la Guerra de Corea, por el cual una resolución puede enviarse a la Asamblea General para soslayar una obstrucción que amenaza la paz mundial en el Consejo de Seguridad. Otra idea ha sido tratar la membresía de Palestina como un asunto de procedimiento (en el cual no hay veto).

Ninguna parece una alternativa seria. Ningún Estado ha sido admitido a la ONU de esa manera, y en todo caso puede no haber una mayoría en el Consejo de Seguridad (se requieren 9 votos sin considerar el veto).

Por lo tanto, presumiblemente incluso si la OLP sigue este camino, no logrará obtener la plena membresía de la ONU por la obstrucción en el Consejo de Seguridad por parte de EE.UU., y posiblemente de sus aliados británico y francés. Después de eso, la OLP tendrá que hacer otra cosa, una vez que la solicitud del Estado de Palestina para plena membresía de la ONU haya sido vetada, si llega a haber una votación. Esto nos lleva a la pregunta de cuál es el objetivo de este ejercicio para comenzar. Si simplemente quiere producir otra resolución inoperativa y sin fuerza ejecutoria de la Asamblea General sobre la conveniencia de la independencia de un Estado palestino, y de su membresía en las Naciones Unidas, eso ciertamente se puede lograr. Incluso podría ser posible que se acepte un Estado palestino como «Estado observador» en las Naciones Unidas, lo que solo requiere una simple mayoría en la Asamblea General.

Sin embargo hay temas urgentes que por lo menos requieren consideración, como las resoluciones de la Asamblea General, como la incesante expansión de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados y la peligrosa situación en deterioro de Jerusalén. La Ciudad Santa es el escenario de una amenazadora y acelerada actividad de asentamientos en los vecindarios árabes de Shaykh Jarrah, Silwan, y Abu Dis; inquietantes excavaciones subterráneas y nueva construcción en la Ciudad Vieja cerca de Haram al-Sharif, incluso en la puerta Bab al-Maghariba al Haram; y más usurpaciones en el más antiguo cementerio musulmán de la ciudad, el Cementerio Mamilla, donde se acaba de otorgar permiso para la construcción de un gran «Centro de Dignidad Humana/Museo de Tolerancia» sobre tumbas que se remontan por lo menos al Siglo XI, y donde los bulldozer de la Municipalidad de Jerusalén estaban destruyendo aún más lápidas funerarias antiguas el 25 y 26 de junio de 2011.

La obtención de resoluciones de la Asamblea General con grandes mayorías sobre todos estos temas, incluyendo a países europeos y otros que normalmente apoyan a Israel, sería ciertamente un objetivo valioso. Sin embargo, si el objetivo es hacer más que eso, entonces la membresía de Palestina en las Naciones Unidas y los otros dos temas deberían sugerirse para que se consideren no solo por la Asamblea General sino también por el Consejo de Seguridad, a pesar del hecho de que enfrentarían un inevitable veto de EE.UU. De ser así, si el objetivo es declarar finalmente la independencia de un «proceso de paz» en bancarrota dominado por estadounidenses e israelíes, lleva un nombre grotescamente equivocado. Lejos de llevar a la paz, ha producido veinte de años de un proceso de profundización de la ocupación y de la colonización y de postergación de la resolución de los problemas cruciales de Jerusalén y los refugiados, mientras habilitaba a Israel para que hiciera todo lo posible por establecer un statu quo que pasa por alto su justa resolución.

Si este tipo de declaración de independencia es el objetivo básico, el logro de una mayoría en el Consejo de Seguridad con resoluciones cuidadosamente formuladas, y que se compela a EE.UU. a vetarlas tiene mucho sentido. Es seguro que semejantes vetos dañarían considerablemente a EE.UU. en el mundo árabe, incluso ante algunos cercanos aliados de EE.UU. (al respecto vale la pena notar la reciente opinión editorial del príncipe saudí Turki al-Faisal que fue muy crítica de la política de EE.UU. respecto a Palestina). Es seguro que EE.UU. utilizará toda su considerable influencia para evitar que se presenten resoluciones semejantes al Consejo, precisamente por este motivo. Pero es precisamente el motivo por el cual ese camino debe considerarse seriamente, porque aclararía la situación y finalmente haría pagar un pequeño precio por la desvergonzada alcahuetería de EE.UU. a favor de Israel.

Ciertamente habrá desventajas en una estrategia semejante. Es seguro que el gobierno de Obama tomará represalias contra palestinos y árabes por tener la temeridad de seguir un camino independiente. Sin duda el Congreso de EE.EE. irá más lejos que el gobierno en su expresión de indignación y sus exigencias de castigo. Israel empezará su venganza usual por cualquier medida que no sea de su gusto con más «hechos sobre el terreno» y la imposición de castigos a la Autoridad Palestina. En lugar de que este castigo provoque lamentos y desesperación, podría ser la ocasión para una mayor solidaridad árabe y palestina y más sacrificios como reacción a las sanciones materiales que seguramente se impondrán.

Esto incluso podría presentar la ocasión para el comienzo del primer intento serio desde la Declaración Balfour a fin de explicar la causa palestina plena y apropiadamente a todo el mundo. Esto debe tener lugar no en términos de las arcanas e incomprensibles minucias legales del llamado «proceso de paz», sino mediante la presentación de los componentes básicos de la causa palestina, reforzada por el derecho internacional, los que debía ocultar este proceso, ingeniosamente concebido. Son: la necesidad de buscar justicia para las víctimas de la limpieza étnica de hace 63 años garantizando los derechos inalienables de los refugiados; la necesidad de que Jerusalén esté libre del control discriminatorio y exclusivo de un avasallador Estado israelí y que la ciudad pertenezca a todos los que viven y oran en ella y la ven cómo su capital; la necesidad de un fin definitivo de la ocupación y colonización en los territorios ocupados que ahora llegan a su año número 45; y el logro de la tan postergada autodeterminación del pueblo palestino.

Rashid Khalidi es profesor de Estudios Árabes en el Departamento de Historia en la Universidad Columbia. Es autor de seis libros, que incluyen: Sowing Crisis: American Dominance and the Cold War in the Middle East (2009); The Iron Cage: The Story of the Palestinian Struggle for Statehood (2006); Resurrecting Empire: Western Footprints and America’s Perilous Path in the Middle East (2004); y Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness (1997; reeditado 2010), y de más de cien artículos sobre historia de Medio Oriente.

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2002/on-the-possible-recognition-of-a-palestinian-state

rCR