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Sobre las declaraciones de la Presidenta del Círculo de Empresarios

Fuentes: Rebelión

«La Humanidad ha caído en manos de una élite delincuencial, compuesta por unos diez mil banqueros, industriales y políticos profesionales que usan los recursos del planeta y los frutos de nuestro trabajo, para sí. Monopolizan los beneficios de la energía, de la tecnología, de la ciencia, de los alimentos, de la educación y de la […]

«La Humanidad ha caído en manos de una élite delincuencial, compuesta por unos diez mil banqueros, industriales y políticos profesionales que usan los recursos del planeta y los frutos de nuestro trabajo, para sí. Monopolizan los beneficios de la energía, de la tecnología, de la ciencia, de los alimentos, de la educación y de la salud, dejando a las mayorías en la miseria y el desamparo»
Heinz Dieterich Steffan

En todos los debates políticos y tertulias que se celebran a lo largo y ancho de nuestro arsenal televisivo, donde por cierto siempre aparecen las mismas caras y las mismas opiniones, se vierte a menudo un cierto discurso, equivocado a mi entender, sobre el supuesto «buenismo» de las personas, independientemente de las ideas y opiniones que puedan expresar. En este sentido, se «supone» la buena intención de nuestros gobernantes a la hora de tomar las decisiones que toman, de aplicar la política que aplican, y de implementar las medidas que ellos «creen correctas». No se ponen en duda, creo que porque estará mal visto hacerlo en público, las «buenas intenciones» de los políticos y dirigentes sociales a la hora de enfocar su diagnóstico, o sus opiniones con respecto a algunos temas. Rompamos una lanza para denunciar esta torticera estrategia, y denunciemos que la teoría de ese supuesto «buenismo» no existe.

Traigo a colación este tema, a raíz sobre todo de las últimas declaraciones de la Presidenta del Círculo de Empresarios, la señora Mónica Oriol, que ha manifestado algunas «joyas» interesantes de la ideología de la clase empresarial española. Mi educación no me permite excederme (ya me gustaría) en el uso de adjetivos para calificar las impresentables declaraciones de esta señora, así que intentaré ser, como ella, lo más comedido posible. Básicamente, esta mujer expresó su opinión (que entendemos es la de la cúpula empresarial española que ella representa) en torno a las posibles medidas que se podrían implementar para, digamos, terminar de salir de la crisis (digo terminar porque, según ellos, ya estamos empezando a salir, pues se atisban signos de recuperación en nuestra maltrecha economía, básicamente ligados a que los grandes banqueros y empresarios ganan más que antes).

Y planteó sus reaccionarias y vergonzantes medidas de una forma, además, bastante despectiva hacia la clase trabajadora, sobre todo hacia los más jóvenes. Básicamente, que había que dejar de aplicar un SMI (Sueldo Mínimo Interprofesional) a los jóvenes menos cualificados, porque «no valían para nada», y había que «pagarles un dinero que no producían». Asímismo, expresó en torno a los subsidios por desempleo que «eran los más generosos del mundo mundial», y que generaban «situaciones de rentas de trabajo y de parasitismo», porque no estaban en función de la «búsqueda activa de empleo». Quizá la señora Oriol desconozca que España es el país de la UE que peores condiciones laborales posee para sus trabajadores, e igual ni siquiera le interesa conocerlo, es mayor su obstinación en empeorarlas aún más. Y parece que a la Presidenta del Círculo de Empresarios le preocupa el posible parasitismo social de una persona que cobre del Estado un mísero subsidio de 400 euros, pero no el parasitismo de los grandes dirigentes empresariales, que cobran millones de euros.

Se mostró en contra de la actual indemnización por despido, y animó al Gobierno a que diera otra vuelta de tuerca a la Reforma Laboral, rebajando la misma, porque «chico, ya que te pones, ponte a la cabeza», refiriéndose en tono irónico a bajar la indemnización a 18 días por año trabajado. Se refirió a otros varios temas, pero creo que con esto es suficiente para ver claramente el calado humano de esta señora. Si alguien piensa que es un garbanzo negro o una excepción dentro de la clase dirigente empresarial española creo que se llama a engaño, pues estamos acostumbrados a sus salidas de tono continuas, desde el Presidente de la CEOE, Juan Rosell, pasando por sus diversos dirigentes, hasta los Presidentes de las patronales locales, pues uno de ellos declaró también recientemente que «¿Por qué los trabajadores que se marchaban de las empresas no indemnizaban a éstas?». Bien, lo primero que quiero recriminarles a esta gentuza es su insistencia en no hablar claro de una puñetera vez, llamando a las cosas por su nombre. Y me explico: si lo que quieren es tener esclavos en vez de trabajadores, ¿Por qué al menos no tienen la valentía de declararlo abiertamente?

Bien, partamos por tanto de dicha convicción. Quieren esclavos, no trabajadores. ¿Cuál es la diferencia? Básicamente que un esclavo es una consideración indigna hacia un ser humano, una categoría que parte de la premisa de que no tiene derecho a nada, y que se puede jugar con él/ella como si no fuera una persona. En cambio, los/as trabajadores/as son personas, y por tanto, tienen derechos que hay que atender. Ellos parece ser que se han quedado en la época de la esclavitud. ¿Porqué no lo reconocen abiertamente? Si los empresarios no quieren hablar claro, hablemos nosotros entonces, desde la izquierda. Y digamos claramente, que nosotros no somos esclavos, pero que ellos sí son la escoria social de este país, que ellos sí son la más baja ralea, la calaña más sucia y perversa que tenemos de entre toda la estructura social de nuestro país.

Digamos claramente que la clase empresarial es la auténtica clase parásita del sistema, que ellos son el cáncer que nos ha llevado a la situación de crisis que padecemos, y que no vamos a salir de la misma hasta que no consigamos reducir el poder y la influencia que estos personajes tienen en la vida pública. Seamos claros por una vez, entrémosles al trapo, y enfrentémonos con todas las letras a su insultante maldad. A ellos les trae sin cuidado el paro, la pobreza y la precariedad de la gente, les da lo mismo, seguramente incluso se alegran, ya que creen que la gente tiene lo que se merece. Que la vida recompensa a quien se lo merece y le da a cada uno lo suyo, así que si hay gente que cobra 400 euros, que no tienen para vivir, o que los echan de su casa, pues que les jodan (usando una típica expresión de una conocida Diputada del PP). No tienen la más mínima vergüenza ni dignidad, son gente completamente obscena, y representan los más bajos instintos de la especie humana.

Así que terminemos con la teoría del buenismo, porque, queridos lectores, esto es una lucha de clases, y quieren exterminarnos. Sólo nos queda pelear con todas nuestras fuerzas, pero pelear de verdad, poniendo en juego todas las sucias armas que ellos emplean contra nosotros. En su magnífico artículo «¿Porqué soy de extrema izquierda?», cuya lectura recomiendo encarecidamente, el escritor Rafael Narbona, entre otras muchas cosas, nos dice: «Soy de extrema izquierda porque opino que los bancos deben ser expropiados y la CEOE enviada a Groenlandia para coexistir con los pingüinos, aprendiendo de estas nobles aves el arte de la supervivencia en un medio hostil. Las SICAV y el IBEX-35 no son las siglas de prósperas empresas o turbios paraísos fiscales, sino el terrorífico anagrama de un nuevo Imperio galáctico, cuyo propósito es dominar el mundo, sometiendo a la clase trabajadora y aniquilando a los alborotadores».

Basta ya de paños calientes y de corrección en las formas. Hemos de atacarlos, hemos de descalificarlos, hemos de golpearles donde más les duele, y hemos de lanzar campañas de desprestigio hasta conseguir hundir a esta indigna clase empresarial española, que nos quiere chupar la sangre cada vez más, a costa de engordar sus cuentas de resultados. Y no hemos de parar hasta conseguirlo. Esto es una guerra social con todas sus consecuencias, y como tal hemos de comportarnos. Sin piedad hacia una gentuza que quiere destruirnos, y a la que no le importa que no podamos vivir dignamente, que no podamos disfrutar de una vivienda, de una educación para nuestros hijos, de una sanidad universal y gratuita, o de unos servicios sociales. Nos quieren en la pobreza, en la indigencia, en la exclusión social, sometidos a su continuo vasallaje. No podemos permitirlo. Ya nos lo han dejado claro. Somos para ellos unos viles parásitos, que cobramos (quien lo cobra) un subsidio demasiado alto, seguramente porque nos permite seguir viviendo, aún a costa de mendigar al Estado. Lo grotesco e intolerable de sus declaraciones ha de servir para eliminar la concesión que les hacemos hacia sus buenas intenciones para con nosotros.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.