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Sobre los nuevos congresistas y la vieja política (o sobre la chabacana mojigatería de los peperos)

Fuentes: Rebelión

El 2 de Julio de 1965 actuaron los Beatles en la madrileña plaza de toros de las Ventas. Los informativos del Nodo de entonces son muy interesantes, sobre todo si al compararlos con la siempre tan amable y selecta prensa actual nos paramos a pensar que han pasado más de cuarenta años y grandes cambios […]

El 2 de Julio de 1965 actuaron los Beatles en la madrileña plaza de toros de las Ventas. Los informativos del Nodo de entonces son muy interesantes, sobre todo si al compararlos con la siempre tan amable y selecta prensa actual nos paramos a pensar que han pasado más de cuarenta años y grandes cambios políticos de por medio. Lo importante entonces eran los llamados «tocados capilares» de esos extravagantes músicos foráneos que tanto se esforzó el Nodo en aparentar -con imágenes falsas- que no a mucha gente le interesaban. Definitivamente esos «melenudos» no podían tener muchos fans en España; nuestro país era diferente, decían.

Y es que, sin duda, debía de ser un escándalo lo que estaba pasando con la sociedad, algo tremendo debería parecerle al gobierno de entonces, pero también algo ridículo, o al menos, eso es lo que intentaban que pareciera; los fans eran unos histriónicos, unos desaguisados y en definitiva, una panda de parias que nada tenían que ver con los españoles; no eran más que una cosa extraña contra la que la buena España no podía más que sentir desprecio. Contra ellos claro está, pero por extensión también contra el mundo en general.

Esos ingleses invasores, ¿qué venían a hacer aquí? Occidente éramos nosotros, últimos fieles a Roma en un mundo en decadencia moral y estética; su inexplicable éxito global no tenía nada que ver con nosotros y si se les dejó traspasar nuestras fronteras en el último momento no fue más que para mostrar al pueblo de forma definitiva lo molesta y ruidosa que era su forma de tocar, lo poco que nos gustaban y en fin, como siempre, nuestra superioridad como raza. Si a los jóvenes de repente les entraba el ritmo en el cuerpo y les daba por bailar habría de ser por algún tipo de trastorno. Si resultaba que estos además eran legión habría de ser ocultado, quizás como quién oculta una oscura verdad a su pueblo.

Pero ¿cuál era ésta oscura verdad? ¿Es que acaso se estaban corrompiendo los jóvenes? ¿Se estaba degenerando la sociedad? ¿Es que acaso estaba fracasando aquel gran proyecto llamado España? La funesta vejez y tortuosa muerte del Caudillo liberó no sólo a muchos presos sino que también dio aliento a la nueva generación que bullía – como quien quita la tapa a una olla a presión a punto de estallar- y que de un modo u otro regó las áridas llanuras del país. Podemos estar de acuerdo en que esto bien poco fue entonces y que además más bien se han cortado robles que crecido nuevos huertos, pero una cosa está clara, esas aguas siguieron su rumbo y tanto crecieron que se terminaron por filtrar entre los ventanales del congreso. Tanto es así que cualquiera diría que se trataba de un submarino -o un bunker- totalmente alejado de la realidad, y es que esto es lo interesante: lo que horroriza a sus acomodadas señorías es precisamente la normalidad, lo que cualquiera, cualquier día se puede encontrar por la calle, gente diversa sí, y precisamente por eso con mucho que aportar.

La derecha en éste país hacía mucho tiempo que era un proyecto acabado, decadente, superfluo y sin nada que aportar, pero a la vez de sólido impenetrable, como la más renqueante de las obsesiones, como un profundo rencor. Era ese muro inabarcable tras el que se ahogaban todas las esperanzas por dar cabida al nuevo pueblo que llevaba mucho tiempo amándose y organizándose a oscuras y que dique tras dique ha ido desbordando hasta quedar ahora como ha quedado, a las puertas del gobierno y del palacio real.

Y cada victoria para la derecha ha sido cada vez algo incomprensible, intolerable, vergonzoso, «¡cómo!»-la misma pregunta podría haberse hecho la periodista Pilar Cernuda entonces que ahora – «¡prefieren escuchar Let it be antes que Suspiros de España! ¿Dónde está el buen gusto, dónde la decencia?». Y es que esto es fundamental; que ahora los «indignados» sean ellos, que poco a poco hayan ido cambiando sus lunes a la sombra por nuestro ceño fruncido, sus celebraciones por nuestra preocupación, su honorabilidad por nuestros abucheos, pues en nosotros sí se dignifican todas estas cosas y a la vez son síntoma espiral de su derrota. Es lo mejor sin duda ver sus caras de espanto, su sorpresa e incluso su asco, pero es mucho mejor ver que eso es todo lo que pueden criticar, que no dan más de sí y que si mantenían la apariencia de decoro y altivez era simplemente porque nunca se les había visto de cerca, nunca en realidad, se habían relacionado con algo más allá de los jardines de palacio.

Abrigos de visón y zapatos de piel de ciervo, perfumes caros y trajes a medida, ésta es su tremenda debilidad. Tanta parafernalia elitista torna ridícula y deleznable si al final se comportan cual banda callejera. Altos políticos y guardianes de la moral y del estado cuyo discurso al final no supera la más banal de las superficialidades, ese es todo su discurso, la más afilada de sus críticas. Es algo tan curioso como aburrido, siempre pasa lo mismo; la sociedad que desciende pasa a la defensiva mediante el insulto y el desprecio con rabia y desdén, con una superioridad moral que es a la vez su peor defecto, pues con ésta saca a la luz su auténtica bajeza, su identidad chismosa y lamentable. Eso había sido hasta ahora la izquierda pero ahora por fin otra vez son los fachas, es que son muy fachas, sí, pero ante todo por fachada; es divertido ver como Celia Villalobos -famosa por jugar al Candy Crush– aparezca indignándose ante las «pintas» de los nuevos diputados: cualquiera diría que es una señora de barrio que en su vida ha visto nada que no saliera por Telemadrid,- y no es por cuestionar los posibles méritos políticos de la misma, sino sencillamente denotar que bajo este perfil es difícil conocerlos.- ¿Es que esto ha sido siempre el PP? Posiblemente desde el 62 hasta ahora muchas cosas hayan pasado en la sociedad Española, pero ante éste panorama cabría pensar que no tantas en sus políticos -para que digan que lo de «casta» quedaba fuera de lugar-.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.