Ubi occisa fuit tertia pars hominum El sábado 8 de abril, en la Casa de la Cultura de Villafranca de los Barros, la Plataforma Ciudadana Refinería NO, ha convocado un acto sobre los últimos textos publicados por Ramón Fernández Durán: Antropoceno y La quiebra del capitalismo global. Con este acto, hemos querido rendir homenaje a […]
Ubi occisa fuit tertia pars hominum
El sábado 8 de abril, en la Casa de la Cultura de Villafranca de los Barros, la Plataforma Ciudadana Refinería NO, ha convocado un acto sobre los últimos textos publicados por Ramón Fernández Durán: Antropoceno y La quiebra del capitalismo global. Con este acto, hemos querido rendir homenaje a uno de los críticos más significativos del actual desarrollo económico, en estos momentos dolorosos para toda la gente que lo conoce por encontrarse al borde de la muerte a causa de una enfermedad incurable. Fernández Durán, y miembro significativo de Ecologistas en Acción, se ha ganado la estima de los lectores por su probidad intelectual y su capacidad de síntesis, a la hora de exponer las preocupaciones de los ciudadanos conscientes de la difícil situación por la que atraviesa la humanidad en el siglo XXI.
Fernández Durán denuncia la irracionalidad de nuestro sistema económico y político, incapaz de resolver los graves problemas a los que nos enfrentamos, y diagnostica una difícil situación en el próximo futuro. Esa previsión de drásticas transformaciones sociales, que se derivarán de la insostenibilidad de capitalismo globalizado, se hace con todo el rigor científico, contando con datos bien contrastados acerca de los recursos disponibles y de la extrapolación de las tendencias actuales en la evolución del sistema mundial.
A pesar de que algunas de sus predicciones suenan como amenazas espantosas -por ejemplo, la previsión de un colapso poblacional que reduzca drásticamente el número de habitantes del globo-, Fernández Durán rechaza el apelativo de apocalíptico, afirmando que los datos que maneja hacen plausibles las tesis que defiende en su trabajo. El autor ha sacado las consecuencias a largo plazo de los fenómenos económicos del siglo XX, cuya base estructural se encuentra en el desarrollo capitalista que entra en colisión con los límites del planeta. El resultado de ese crecimiento incontrolado y desmedido es un desequilibrio ambiental que pone en riesgo la propia pervivencia de la especie humana en la Tierra.
Tres fenómenos nos alertan de la inviabilidad del capitalismo: el primero y más evidente es el agotamiento de los recursos naturales, especialmente de los combustibles fósiles que alimentan la maquinaria industrial capitalista; en segundo lugar, la enorme contaminación que está produciendo la quema de esos combustibles fósiles, que se traduce en el cambio climático, así como otros procesos que están envenenando el agua potable y los ecosistemas naturales; tercero, la ingente extinción de especies vivas por la acción humana, que constituye la sexta gran extinción en la historia del planeta de tierra.
La tesis principal de su estudio es el diagnóstico que prevé el lento declive, primero, y el previsible final, después, de la civilización industrial capitalista por motivos ambientales más arriba apuntados a lo largo de los próximos dos o tres siglos. Los hechos que determinan esa idea, son dos: 1. la era de la máxima opulencia de la sociedad industrial (1968-2000) se ha terminado, y 2. no es previsible un cambio radical de orientación en la evolución presente de la humanidad, que hiciera posible un desarrollo alternativo más racional.
Hay tres aspectos de la destrucción ambiental que hacen inviable el capitalismo:
– el ‘ecocidio’ o destrucción de especies vivas y ecosistemas terrestres (sexta extinción masiva de especies vivas en la historia natural de la Tierra, primera provocada por el ser humano -antropoceno-),
– la contaminación ambiental y la creación de un medio ambiente inhabitable o muy insalubre para los seres humanos y seres vivos en general,
– el agotamiento de los recursos por el despilfarro consumista de las sociedades avanzadas (el final de la era del petróleo y en general de uso de energía fósil, no tiene ninguna fuente de energía barata con la que pueda ser sustituida).
La incapacidad del modo de producción capitalista, para hacer frente a esos problemas, deriva de su propia esencia, que consiste en un crecimiento económico permanente y desequilibrado, basado en criterios de oportunidad a corto plazo. Esa oportunidad ha estado constituida por los combustibles fósiles. El tumultuoso desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, resulta ser al mismo tiempo un crecimiento de fuerzas destructivas, que limita las posibilidades de vida en el planeta Tierra, comprometiendo la existencia futura de la humanidad a medio y largo plazo, y cada vez más también a corto plazo.
Sin embargo, el predominio absoluto del modelo capitalista de industrialización, que ha venido albergando el desarrollo económico en los últimos siglos, va a continuar, incluso si ese modelo no hará otra cosa sino profundizar la crisis ecológica actual hasta límites insoportables. Los intentos de construir una economía socialista alternativa no se han diferenciado lo suficiente del paradigma tecno-científico del capital, por encontrarse subordinados al sistema mundial del capitalismo. Por otra parte, la propaganda del sistema disimula tan bien el verdadero estado de la cuestión, que la ciudadanía vive en un mundo ilusorio de bienestar, sin pensar las consecuencias futuras que tendrá el despilfarro presente de recursos materiales escasos.
La situación histórica es tan desastrosa que la autodestrucción de la especie humana es una posibilidad actual, si bien Fernández Durán nos asegura que es hipótesis no es la más probable. A corto plazo, cuando se produzca el hundimiento del capitalismo neoliberal, la globalización se quebrará y será sustituida por Bloques Regionales de carácter autoritario y en competencia por los recursos cada vez más escasos de la tierra. Éstos sostendrán transitoriamente el modo de producción industrial hasta que desaparezca definitivamente.
Por lo tanto, la actual etapa de la globalización capitalista, que se instauró con el neoliberalismo desde los años 1980 hasta hoy, dará lugar a un capitalismo de Estado regionalizado, formado por grandes bloques de Estados que se agruparán alrededor de los Estados más poderosos. Pero es claro que esa forma de organización socio-política no constituirá una auténtica alternativa al orden establecido, sino una adaptación del mismo a la nueva coyuntura histórica de agotamiento generalizado de la riqueza terrestre.
Los grandes bloques regionales emergentes (como los que forman el conjunto del BRIC -Brasil, Rusia, India y China- y otros), mejor preparados que el bloque dominante del ‘centro’ capitalista actual, ostentarán la hegemonía mundial en la próxima etapa del desarrollo mundial. Sin embargo, para Fernández Durán merecen observaciones críticas por su subordinación al sistema global: no hay una estrategia clara en casi ningún sitio para afrontar la Quiebra del Capitalismo Global, cómo hacer frente al mismo tiempo a la Crisis Energética, de Recursos y Ecológica y al Cambio Climático en marcha, y cómo abordar la ausencia de futuro de la Civilización Industrial.
Ese Capitalismo de Estado Regional tendrá que lidiar con el fin de la era de la energía barata, reorganizar la producción sobre la base del trabajo humano y animal, desmantelando la industria alimentada por esa energía, y afrontar las catástrofes y tragedias históricas que se deriven de esa reorganización. Un mundo orwelliano, sostenido por el autoritarismo estatal, en medio de graves guerras y conflictos internacionales por los recursos cada vez más escasos, en medio de los cuales naufragará la civilización industrial.
La proyección de los datos actuales hacia el futuro, extrapolando las actuales tendencias, no nos permite tener muchas esperanzas. La necesidad de un Estado autoritario deriva de la configuración de la sociedad capitalista como una sociedad de masas, formada por individuos aislados, sin mayor relación entre sí que los lazos de interés creados por el comercio mercantil, incapaces de ofrecer una alternativa al orden actual de forma consciente y organizada. Junto a ese individualismo egoísta, podemos comprobar un consumismo irresponsable y una enorme ceguera ideológica. Al considerar que esa sociedad de masas globalizada es el paradigma de la sociedad mundial, Ramón nos presenta un escenario hobbesiano y considera que la única manera de organizar un orden alternativo será de forma autoritaria. Sin embargo, reconoce que las sociedades periféricas no están tan descompuestas como la ‘occidental’, y da cuenta de movimientos y organizaciones que pueden organizar el futuro humano.
Estando de acuerdo en lo fundamental, quizás Ramón no haya tenido en cuenta otras posibilidades y desarrollos de la humanidad actual. Países como la República de Cuba muestran las posibles alternativas; su supuesto carácter autoritario es fruto de la propaganda occidental y su aparente pobreza es una imagen invertida de la cultura consumista. La República Popular China es acreedora de una cultura milenaria muy equilibrada, y su hegemonía mundial podría suponer un escenario político muy diferente al ofrecido por el dominio occidental fundado en la superioridad armamentística. Por otro lado, no hay que descartar procesos revolucionarios en las próximas décadas que transformen el panorama civilizatorio, ya que cada vez es más claro que el mayor factor positivo del actual momento histórico es la alianza latinoamericana constituida por Venezuela, Bolivia y Ecuador (socialismo siglo XXI), y que el movimiento que parece encarnar mejor el futuro sostenible es la Vía Campesina.
Creo que una economía alternativa se basará en la utilidad y no en el dinero, como la economía capitalista -esto es en esencia la propuesta marxista-. Además de ello tiene que distinguir analíticamente las fuerzas productivas de las destructivas y el criterio de distinción debe encontrarse por vías racionales y democráticas. Como señala Fernández Durán, ambos tipos de fuerzas económicas -productivas y destructivas- aparecen íntimamente unidas en el capitalismo, como las dos caras de una misma moneda (‘destrucción creativa’, según las denomina Schumpeter).
Para introducir esa distinción lo primero sería diferenciar el criterio de eficacia, propiamente capitalista -incremento constante de la producción-, del criterio de eficiencia, que habría de ser socialista -ahorro económico en función de la utilidad-, y aplicarlo a los sistemas sociales existentes para valorar su capacidad de ofrecer derechos humanos a bajo costo energético y de forma respetuosa con la naturaleza y los seres vivos. Necesitamos un desarrollo de las ciencias sociales fundado en las investigaciones de Marx.
El pronóstico de Fernández Durán nos presenta una catástrofe cada vez más cercana de la civilización industrial. Y si bien hay muchas probabilidades para ello, es posible moderar esas circunstancias a través de una buena organización estatal y una buena ciencia social alternativa. Podemos estar de acuerdo en la propuesta del autor, que propone una nueva sociedad fundada en las asociaciones libres de productores y consumidores. Pero esa posibilidad, que es la única factible a largo plazo, no podrá crearse inmediatamente, sino que se irá convirtiendo poco a poco en la forma de vida dominante. Por tanto irá creciendo al lado de las grandes organizaciones estatales del capitalismo de Estado, más o menos igual a como el capitalismo se formó en los márgenes del feudalismo. Mientras que esas formas de organización alternativa se transformen en el sistema social dominante, el capitalismo de Estado será la forma política de la sociedad, pero la pérdida de hegemonía de ‘occidente’ puede ser el origen de un orden mundial mucho más pacífico y racional.
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