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Stop Criminalización

Fuentes: Rebelión

Recientemente el juez Garzón archivó las denuncias por terrorismo que la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) y los ayuntamientos de Valencia y Zaragoza habían interpuesto contra Sociedad Alkoholika (S.A.). La razón de esta inquina y estas denuncias se halla en las letras del grupo musical de Gasteiz. Como dice Garzón, las canciones «Explota zerdo», […]

Recientemente el juez Garzón archivó las denuncias por terrorismo que la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) y los ayuntamientos de Valencia y Zaragoza habían interpuesto contra Sociedad Alkoholika (S.A.). La razón de esta inquina y estas denuncias se halla en las letras del grupo musical de Gasteiz. Como dice Garzón, las canciones «Explota zerdo», «Síndrome del Norte» y «Stop Criminalización» son muy duras. «Se puede estar, y este instructor lo está, en contra de esos contenidos, y no compartirlos, pero no puede esta discrepancia ideológica llegar a criminalizar lo que es ejercicio del derecho de libertades de expresión y de opinión».

Al margen de que en cualquier país occidental las letras musicales pueden ser mucho más ácidas y duras que las de estos pagos, sometidos al riguroso y enfermizo control español, resulta interesante esa confirmación de que, en efecto, lo que buscan esas asociaciones y autoridades es criminalizar (Garzón dixit).

De hecho, así canta una de esas letras polémicas. Stop Criminalización. «Todos somos terroristas para los fascistas. Todos somos sospechosos para los poderosos». (Es entrañable observar cómo la AVT y dichos ayuntamientos, al escuchar estas versiones, se dan por aludidas. Aunque quizás se sientan insultadas al oír «Ladran como perros; señal de que cabalgamos». Los fascistas y poderosos son susceptibles y rencorosos).

«Libertarios, anarquistas, anticapitalistas, ocupas, comunistas, también ecologistas. Los obreros, los inmigrantes y los independentistas. Todos somos terroristas para los fascistas». De acuerdo. Pero los de SA se dejan a muchos en el tintero. Los vascos por no ser españoles, el euskara, la prensa (se cierran diarios que todos conocemos), por poner unos ejemplos. Pero también los cómplices, los apaciguadores, los comprensivos, los dialogantes, los tibios, los moderados, los ambiguos, los socialistas y los separatistas, los familiares, los profesores que enseñan a los presos, los de Izquierda Hundida (según Jiménez Losantos), los pacifistas (por tomar citas de cualquier día). Todos los que no son de los suyos son terroristas para los fascistas.

Criminales

La criminalización -en estos términos- es un acto de control y dominio que se ejerce sobre la disidencia (o la diferencia) que molesta. Es algo tan sencillo como tratar cualquier gesto, idea, sentimiento o pronunciamiento con el código penal a modo de martillo. Para ello es necesario previamente socializar entre la población la interpretación de que ese acto incómodo (o su autor, o su grupo, o su mundo) es criminal. De ahí la importancia de los medios de comunicación, que son quienes en el modelo social presente construyen la representación de la realidad en que vivimos.

«Su estrategia para acabar con la disidencia es muy simple: es mezclarla con la violencia» (S.A.). En efecto, dice Alejandro Baratta que criminal es aquel a quien se le adjudica con éxito la etiqueta de criminal. Esta aparente redundancia permite distinguir y dejar fuera del cargo a los genocidas, que pasan a la historia como reyes o emperadores; a los piratas y saqueadores, con honores de almirantes; a los grandes ladrones, retratados como inversores y banqueros. Criminal es el chorizo, el pobre diablo, el débil que queda así etiquetado por quien dispone del poder para condenarlo.

La criminalización, así, es un procedimiento de dominio que tipifica y etiqueta de criminal a determinadas personas, grupos, ideas… incluso lugares y otro tipo de marcas y atributos. Con ello se consigue, de entrada, que el resto de la población los trate como peligrosos apestados, con lo que se les aísla, se les castiga, se les excluye de las ventajas de la comunidad. Seguro que, por ejemplo, más allá de los perjuicios judiciales, los de S.A. han notado los efectos económicos y profesionales de esa persecución a la hora de contratar conciertos, relacionarse con clientes o casas comerciales.

Decía Nietzsche que antes de quitar la vida al condenado se le despoja de su buen nombre y toda degollina viene precedida de una campaña de difamación y descrédito. Otro día detallaremos cómo se elabora esta etiqueta, día a día, en el discurso cotidiano de los políticos y los medios de comunicación. Los vascos, a diario en el ojo del huracán de estos procedimientos de incriminación, somos muy poco conscientes de su castigo y de sus mecanismos. Procedimientos que -como se ha citado- aunque sean de descrédito, de difamación, de propaganda y discurso, son sobre todo de poder y dominio. Como advierte Steiner, las definiciones no surgen para legitimar una forma de dominación; son una forma de dominación.

«Ladran como perros…Vienen a por nosotros, son los perros que echan espuma por la boca» (S.A.).