La crítica feminista europea supo demostrar el importante sesgo que se produce cuando se ignora la dimensión de género en el análisis sobre la relación entre Estado, mercado y bienestar. Como defensora que soy del modelo de Sociedad de Bienestar, este aspecto de la crítica feminista es el eje explicativo de mi línea de investigación […]
La crítica feminista europea supo demostrar el importante sesgo que se produce cuando se ignora la dimensión de género en el análisis sobre la relación entre Estado, mercado y bienestar. Como defensora que soy del modelo de Sociedad de Bienestar, este aspecto de la crítica feminista es el eje explicativo de mi línea de investigación actual.
La división de género entre trabajo no remunerado y remunerado se va retroalimentando de los efectos contradictorios de algunas políticas públicas y también de algunos discursos que con el trasfondo de la argumentación sobre la «free choice» y el libre mercado caen en la ceguera género de siempre. ¿Qué libre elección existe cuando la mitad de la población se ve abocada socialmente a reproducir el sistema de división sexual del trabajo? ¿Qué negociación familiar se puede dar en un sistema de relaciones desiguales de poder?
Las políticas públicas deberían servir para corregir estos sesgos. Es desde esta premisa que considero la importancia de su papel para la redistribución equitativa de recursos y el avance hacia la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. En mi opinión, la clave es conseguir eliminar la división sexual del trabajo.
La experiencia nos enseña caminos ya transitados y alternativas para superar los errores cometidos. Hay mucho que aprender del modelo desarrollado en Suecia, aún cuando éste se muestre inacabado y mejorable.
En la dédada de los 70, la socialdemocracia Sueca impulsó una serie de reformas radicales que tuvieron como base repensar todo el sistema del Welfare State considerando como eje los derechos de la ciudadanía como algo individual y no intercambiables. No es lo mismo considerar que las personas tienen acceso a derechos en función de su condición de residentes o ciudadanas que en función de la existencia de relaciones de parentesco familiar o afectivo; con este giro irrumpieron dos elementos fundamentales, la universalización de derechos y el concepto de ciudadanía social, integrada por una multitud de personas, con distinto sexo y opción sexual, de diferente contexto social y económico, de distintas etnias, culturas, religiones y discapacidades.
Desde el inicio de esta reforma se incorporó como objetivo a conseguir la igualdad de género a través de la equiparación de la participación de hombres y mujeres en el ámbito privado, profesional y familiar y en base a ello se definió un modelo de sociedad sustentado por tres criterios: la independencia económica de las mujeres, la neutralidad de género de las politicas, generales y específicas y la implicación activa de los hombres en el proceso de emancipación femenina.
El debate sobre el modelo de Estado y el papel y orientación de las políticas públicas está presente en Suecia desde la década de los 70. ¿Qué es mejor, garantizar la cobertura de servicios públicos para atender las necesidades básicas y que cada persona desarrolle su propio proyecto de autonomía personal o dejar que la satisfacción de las necesidades se resuelva a través de la «libre elección» de las personas en su esfera privada? Todo puede ser discutido, empezando por el concepto de «libre elección» y siguiendo por si este modelo de desarrollo va de la dependencia privada a la dependencia estatal. Obviamente las valoraciones serán diferentes según desde dónde se enfoque el tema. Un elemento clave en el modelo de desarrollo Sueco es la consideración del «cuidado» (care) como un derecho básico para el desarrollo y empoderamiento personal al que cualquier persona ha de poder acceder. Esto explica la fuerte creación de empleo público en el sector del cuidado y atención personal (infantil, personas con discapacidades, personas mayores, personas enfermas, etc).
Las evidencias existentes sobre la situación actual de mujeres y hombres en Suecia revelan que el camino emprendido en los 70 ha dado mejores resultados que en la gran mayoría del resto de países.
Suecia tiene los mejores datos de esperanza de vida de los países de la OCDE: mujeres 83 y hombres 78; la tasa de actividad femenina más elevada: 87% en 2004 y la menor proporción de modelos de familia tradicional de hombre=sustentador económico y mujer=dependiente económicamente (13% en 2005). También tiene las tasas de empleo (2007) más elevadas del conjunto de la UE27 (la femenina del 70% y la masculina del 75%) y el menor impacto de la maternidad/paternidad sobre el empleo. Y sin embargo, las disparidades de género también existen en Suecia:
– El ámbito donde trabajan mujeres y hombres es diferente, de las mujeres empleadas, el 50% lo hacen en compañías privadas y el 50% en el sector público; los hombres sin embargo siguen empleándose mayoritariamente en el sector privado (80%).
– La segregación ocupacional se evidencia al comprobar que sólo en 5 ocupaciones se da una participación equilibrada de mujeres y hombres: Dependientes (no alimentación), Contables, Periodistas, Cocineros/as y Doctores/as. Las más altas concentraciones de hombres se dan en la ocupación de «Mecánico reparador de automóviles» (99%) y la mayor concentración de mujeres (97%) se da en los puestos de «Secretarias». ¿A alguien le suena esta división?
– La desigualdad salarial entre mujeres y hombres sigue siendo una realidad, en 2004 el salario de las mujeres representaba el 92% del recibido por los hombres, aunque en menor medida que en otros países.
– La mayor parte del tiempo de permiso para el cuidado de un hijo/a lo siguen tomando las madres, a pesar de que los papás de Suecia (y los de Islandia) se dedican en mayor medida que los otros papás del mundo al cuidado y atención infantil (20% de la duración total del permiso se toman los padres en Suecia). El primer nivel de aproximación a la situación de Suecia se completa con la evidencia de ser el 6º país, entre 177, en el indicador de Naciones Unidas de Desarrollo Humano y el 2º país del ranking del empoderamiento de género (entre 93 países)
Esta panorámica dibuja un país que ha apostado claramente por un enfoque de orientación de políticas públicas hacia la igualdad; la situación actual y la percepción de que algunos planteamientos necesitan volver al laboratorio de ideas me incitan a querer saber más de este modelo de desarrollo, repensar en términos comparativos la orientación de otros tipos de politicas y escribir más sobre este tema.